Viernes, Diciembre 27, 2024

Transmisión para el futuro sostenible, por Javier Tapia

DIARIO FINANCIERO – ¿Quién no ha soñado con una sociedad más verde y sostenible? La mayoría de nosotros quisiéramos encender la luz sabiendo que ella proviene de los rayos del sol o la fuerza del viento. O quizás pensemos en la electromovilidad, que avanza a pasos agigantados a ser la realidad imperante en nuestras rutas. Estos temas son hoy prioritarios para los chilenos.

Pero como todo desafío país, el camino es de largo aliento y lleno de obstáculos que hay que sortear con convicción. Entre ellos, uno es fundamental: acelerar y mejorar la capacidad de transporte de las energías renovables.

Al igual que las venas y arterias del cuerpo humano, un entramado de líneas cumple la función de llevar energía y conectar con ella nuestra larga franja de tierra. Y en esos roles es irremplazable. La transmisión eléctrica es, y seguirá siendo, el principal habilitante para materializar el sueño de una matriz renovable. Por ello, debe seguir desarrollándose, con prisa y sin pausa.

Para lograrlo, el apoyo del Estado es vital: establece las reglas del juego, que dan certeza y confianza; debe planificar adecuadamente el sistema, considerando objetivos de corto, mediano y largo plazo; y debe definir los permisos necesarios para el desarrollo de cada proyecto. También se requiere, de modo crucial, trabajar con los estándares ambientales más elevados y lograr que las comunidades locales se sientan parte de los proyectos desde el momento más temprano posible.

Sin embargo, todo eso probablemente no bastará. Debemos ser flexibles para implementar soluciones temporales y de corto plazo que permitan viabilizar la energía que ya se está generando y que hoy se “pierde” por falta de infraestructura para su transporte. Pero ello no puede ser hecho a costa de la seguridad del sistema y del bienestar de los usuarios finales, ni tampoco de la correcta asignación de riesgos y responsabilidades entre los múltiples actores que participan en la cadena.

Sólo de este modo podremos consensuar un programa que cimiente las bases del futuro energético que Chile demanda. En lo personal, confío en que los próximos años serán auspiciosos, si trabajamos todos juntos sin perder el norte. Si en 2017 logramos interconectar el país en un único sistema eléctrico y recientemente se adjudicó una línea con una novedosa tecnología, ¿por qué no ambicionar más?

Pensar bien nuestro sistema para las próximas décadas y delinear los planos concretos de acción para cada etapa será lo que nos permitirá construir un Chile sostenible. Necesitamos una red segura, resiliente y construida de modo eficiente; no sólo donde se requiere hoy, sino donde se preparará mañana, usando de manera adecuada cada tecnología que tenemos al alcance para transportar más energía a través de aquella. Si no lo logramos, el viento puede soplar y el sol puede brillar, pero nuestro país no será capaz de aprovecharlos.

Ver artículo

Fuente: Diario Financiero, Jueves 24 de Febrero de 2022

DIARIO FINANCIERO – ¿Quién no ha soñado con una sociedad más verde y sostenible? La mayoría de nosotros quisiéramos encender la luz sabiendo que ella proviene de los rayos del sol o la fuerza del viento. O quizás pensemos en la electromovilidad, que avanza a pasos agigantados a ser la realidad imperante en nuestras rutas. Estos temas son hoy prioritarios para los chilenos.

Pero como todo desafío país, el camino es de largo aliento y lleno de obstáculos que hay que sortear con convicción. Entre ellos, uno es fundamental: acelerar y mejorar la capacidad de transporte de las energías renovables.

Al igual que las venas y arterias del cuerpo humano, un entramado de líneas cumple la función de llevar energía y conectar con ella nuestra larga franja de tierra. Y en esos roles es irremplazable. La transmisión eléctrica es, y seguirá siendo, el principal habilitante para materializar el sueño de una matriz renovable. Por ello, debe seguir desarrollándose, con prisa y sin pausa.

Para lograrlo, el apoyo del Estado es vital: establece las reglas del juego, que dan certeza y confianza; debe planificar adecuadamente el sistema, considerando objetivos de corto, mediano y largo plazo; y debe definir los permisos necesarios para el desarrollo de cada proyecto. También se requiere, de modo crucial, trabajar con los estándares ambientales más elevados y lograr que las comunidades locales se sientan parte de los proyectos desde el momento más temprano posible.

Sin embargo, todo eso probablemente no bastará. Debemos ser flexibles para implementar soluciones temporales y de corto plazo que permitan viabilizar la energía que ya se está generando y que hoy se “pierde” por falta de infraestructura para su transporte. Pero ello no puede ser hecho a costa de la seguridad del sistema y del bienestar de los usuarios finales, ni tampoco de la correcta asignación de riesgos y responsabilidades entre los múltiples actores que participan en la cadena.

Sólo de este modo podremos consensuar un programa que cimiente las bases del futuro energético que Chile demanda. En lo personal, confío en que los próximos años serán auspiciosos, si trabajamos todos juntos sin perder el norte. Si en 2017 logramos interconectar el país en un único sistema eléctrico y recientemente se adjudicó una línea con una novedosa tecnología, ¿por qué no ambicionar más?

Pensar bien nuestro sistema para las próximas décadas y delinear los planos concretos de acción para cada etapa será lo que nos permitirá construir un Chile sostenible. Necesitamos una red segura, resiliente y construida de modo eficiente; no sólo donde se requiere hoy, sino donde se preparará mañana, usando de manera adecuada cada tecnología que tenemos al alcance para transportar más energía a través de aquella. Si no lo logramos, el viento puede soplar y el sol puede brillar, pero nuestro país no será capaz de aprovecharlos.

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Fuente: Diario Financiero, Jueves 24 de Febrero de 2022

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