Miércoles, Diciembre 25, 2024

Transantiago ha muerto, ¡viva Transantiago!, por Pablo Allard

LA TERCERA – La semana pasada, al presentar una nueva flota de 200 buses eléctricos y 490 diésel Euro VI, el Presidente Piñera adelantó lo que será el nuevo sistema de transportes para Santiago, bautizado como Transporte del Tercer Milenio. Si bien algunos todavía defienden al antiguo y estigmatizado Transantiago, la señal dada por el gobierno va más allá de un cambio de nombre o del color de los buses. En esta oportunidad, se trata de una verdadera transformación del fallido sistema de transportes que, -pese a los cerca de 8 mil millones de dólares que Contraloría confirma hemos invertido para mantenerlo funcionando-, no ha sido capaz de ofrecer un sistema de transporte público de calidad, con frecuencias confiables y que aporte a descontaminar y descongestionar la capital.

La valiente decisión de la Ministra Hutt de postergar y revisar la licitación de los principales recorridos troncales, para incorporar incentivos hacia un mejor servicio y tecnologías como los buses eléctricos, sumado al compromiso presidencial de extender la red de Metro para que al 2026 el 50% de la población de Santiago pueda caminar desde su hogar a una estación de Metro, no solo cambian en forma, sino también en de fondo al Transantiago. Si bien los buses son un elemento fundamental, indispensable y de gran eficiencia en el sistema de transporte, el nuevo plan reconoce que el antiguo sistema Troncal-Alimentador no dio el ancho, o más bien, los servicios troncales nunca lograron tener el estándar de sus pares en Bogotá o Curitiba, que aseguraran tiempos de viaje y calidad de servicio equivalente a un “metro en superficie”. Por su parte, Metro no solo salvó al Transantiago en sus momentos más críticos, sino además confirmó su rentabilidad social y se convirtió en la espina dorsal del transporte público capitalino. Finalmente, el éxito del MetroTren de cercanías Santiago-Nos, evidenció la importancia de entender la intermodalidad a escala regional, y la urgencia de ampliarlo a Melipilla y Batuco.

Todos estos factores son hoy la base del plan Transporte Tercer Milenio que en un plazo de 10 años reemplazará a Transantiago, con un fuerte énfasis en trenes urbanos, ampliar la red de Metro, modernizar la flota de buses y generar infraestructura para la integración de estos modos con el automóvil, taxis colectivos y bicicletas.

Pese a su traumática historia y altísimo costo, debemos reconocer que Transantiago fue un mal necesario. Logró desarmar al cartel indomable de las micros amarillas, integró las tarifas del sistema alimentador-troncal-metro eliminando el uso de efectivo, mejoró las condiciones laborales de conductores, renovó en forma regular la flota, y con ello la seguridad de los pasajeros, forzó a las autoridades a reconocer que todo buen sistema de transporte público requiere un subsidio permanente, y como efecto secundario, generó un fondo espejo para potenciar el transporte en regiones. Pero tal vez lo más importante, Transantiago visibilizó uno de desafíos crónicos más relevantes para nuestra ciudad: la tremenda inequidad urbana producida por la segregación socioespacial, donde los más pobres quedaban cada vez más lejos de las oportunidades. En su agonía, Transantiago deja como principal legado el hecho de colocar al transporte y la planificación urbana como temas críticos y prioritarios en los debates de políticas públicas y sociales. Transantiago ha muerto, larga vida al Transantiago!

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Fuente: La Tercera, Lunes 08 de octubre de 2018

LA TERCERA – La semana pasada, al presentar una nueva flota de 200 buses eléctricos y 490 diésel Euro VI, el Presidente Piñera adelantó lo que será el nuevo sistema de transportes para Santiago, bautizado como Transporte del Tercer Milenio. Si bien algunos todavía defienden al antiguo y estigmatizado Transantiago, la señal dada por el gobierno va más allá de un cambio de nombre o del color de los buses. En esta oportunidad, se trata de una verdadera transformación del fallido sistema de transportes que, -pese a los cerca de 8 mil millones de dólares que Contraloría confirma hemos invertido para mantenerlo funcionando-, no ha sido capaz de ofrecer un sistema de transporte público de calidad, con frecuencias confiables y que aporte a descontaminar y descongestionar la capital.

La valiente decisión de la Ministra Hutt de postergar y revisar la licitación de los principales recorridos troncales, para incorporar incentivos hacia un mejor servicio y tecnologías como los buses eléctricos, sumado al compromiso presidencial de extender la red de Metro para que al 2026 el 50% de la población de Santiago pueda caminar desde su hogar a una estación de Metro, no solo cambian en forma, sino también en de fondo al Transantiago. Si bien los buses son un elemento fundamental, indispensable y de gran eficiencia en el sistema de transporte, el nuevo plan reconoce que el antiguo sistema Troncal-Alimentador no dio el ancho, o más bien, los servicios troncales nunca lograron tener el estándar de sus pares en Bogotá o Curitiba, que aseguraran tiempos de viaje y calidad de servicio equivalente a un “metro en superficie”. Por su parte, Metro no solo salvó al Transantiago en sus momentos más críticos, sino además confirmó su rentabilidad social y se convirtió en la espina dorsal del transporte público capitalino. Finalmente, el éxito del MetroTren de cercanías Santiago-Nos, evidenció la importancia de entender la intermodalidad a escala regional, y la urgencia de ampliarlo a Melipilla y Batuco.

Todos estos factores son hoy la base del plan Transporte Tercer Milenio que en un plazo de 10 años reemplazará a Transantiago, con un fuerte énfasis en trenes urbanos, ampliar la red de Metro, modernizar la flota de buses y generar infraestructura para la integración de estos modos con el automóvil, taxis colectivos y bicicletas.

Pese a su traumática historia y altísimo costo, debemos reconocer que Transantiago fue un mal necesario. Logró desarmar al cartel indomable de las micros amarillas, integró las tarifas del sistema alimentador-troncal-metro eliminando el uso de efectivo, mejoró las condiciones laborales de conductores, renovó en forma regular la flota, y con ello la seguridad de los pasajeros, forzó a las autoridades a reconocer que todo buen sistema de transporte público requiere un subsidio permanente, y como efecto secundario, generó un fondo espejo para potenciar el transporte en regiones. Pero tal vez lo más importante, Transantiago visibilizó uno de desafíos crónicos más relevantes para nuestra ciudad: la tremenda inequidad urbana producida por la segregación socioespacial, donde los más pobres quedaban cada vez más lejos de las oportunidades. En su agonía, Transantiago deja como principal legado el hecho de colocar al transporte y la planificación urbana como temas críticos y prioritarios en los debates de políticas públicas y sociales. Transantiago ha muerto, larga vida al Transantiago!

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Fuente: La Tercera, Lunes 08 de octubre de 2018

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