EL MERCURIO – El modo eficaz de enfrentar la congestión demanda que los usuarios de vehículos privados asuman el costo real de las externalidades que provocan.
El número de automóviles en el país creció durante 2020, pese a las malas condiciones económicas. Así, con 5,22 millones de automóviles a fines de 2020, y 19,5 millones de habitantes, la tasa de motorización alcanza a cerca de 270 automóviles cada mil personas. Pero pese al aumento registrado en las últimas décadas, Chile todavía es superado por varios países de América Latina, como México, Argentina, Brasil y Uruguay. Es interesante observar que todos ellos tienen ingresos per cápita inferiores y que el país con mayor tasa de motorización es Brasil, con peor distribución de la riqueza que los otros. En cuanto a las naciones desarrolladas, tienen en general más de un automóvil cada dos personas.
Se proyecta que el parque automotor seguirá creciendo este año, en parte porque muchas personas desean no utilizar el transporte público en época de pandemia, y también porque los ingresos han recibido el impacto de los retiros de AFP, traspasos del Estado y otros beneficios.
El gremio automotor espera que el aumento alcance un 4,4%, pero ese incremento podría enfrentar ciertos obstáculos. En efecto, en 2020 los compradores tuvieron poco acceso a automóviles, tanto por problemas de flota naviera como por los rezagos en las órdenes de importación debido a la incertidumbre que existía a principios de año. La consecuencia fue que casi se duplicó la venta de vehículos usados, elevando fuertemente su precio. Este año, en tanto, el problema es que, a raíz de la pandemia, la industria que produce los chips utilizados en los vehículos desvió su producción a otros ámbitos, lo que ha generado una escasez mundial de estos componentes. De este modo, varios fabricantes importantes en Europa, Japón y los Estados Unidos han debido reducir su producción, y se estima así que la producción global de automóviles podría caer en un 5% el primer trimestre.
El crecimiento del parque automotor impacta negativamente en las ciudades. De hecho, los expertos en transporte temen que este incremento reduzca en forma permanente el número de usuarios del transporte público, lo que podría traer consecuencias sobre su equilibrio financiero. A su vez, el cambio en el modo de transporte agudiza la congestión, con el costo asociado en términos de tiempo perdido y de una menor calidad de vida. Por algún motivo, la crisis parece haber detenido, al menos en forma momentánea, el incipiente mercado de bajas emisiones que venía desarrollándose. Esto significa que el alza en el número de automóviles incidirá también en una mayor contaminación. Un elemento que podría actuar en la dirección contraria es que la experiencia del trabajo a distancia se mantenga —al menos en parte— en el tiempo. Esto debería tender a reducir el número de viajes en automóvil, atenuando el impacto del mayor parque automotor. Claro que en definitiva el modo eficaz de enfrentar la congestión —según plantean los expertos— pasa por que los usuarios de vehículos privados asuman el costo real de las externalidades que provocan. Ello significa estudiar algún sistema de cobros por congestión acoplado con el incentivo de un mejoramiento sustancial en la calidad del transporte público.
El gremio automotor ve con esperanzas este año, pero las razones de tal optimismo tienen alcances complejos para el conjunto de la sociedad. Parece, en efecto, algo desalentador observar que, producto de decisiones políticas equivocadas, es probable que parte de los recursos originalmente destinados al ahorro previsional hayan terminado licuándose en gastos tan pasajeros como la compra de un vehículo. El peso de estas equivocaciones recaerá sobre las generaciones jóvenes, que deberán asumir el costo de esas pensiones.
Fuente: El Mercurio, Viernes 19 de Marzo de 2021