Viernes, Diciembre 27, 2024

Sin urbanismo no hay ciudad, por Rodrigo Guendelman

LA TERCERA – La noticia nos dejó a varios atónitos. “Evalúan poner un cerco a emblemático campus abierto de la U. de Concepción”, decía el post de Teletrece en Instagram. El motivo, una serie de actos delictuales que se han registrado en las últimas semanas en el campus, que por más de un siglo ha estado abierto a toda la ciudadanía en Concepción. Instalar un cerco en este icono del espacio público y académico, sin duda el mejor logrado de nuestro país por la manera en que el campus se relaciona con la ciudad, sería no sólo una derrota del Estado en cuanto a la agenda de seguridad, sino que además se convertiría en una puñalada a uno de los trabajos urbanos más brillantes que existen en Chile. Y un anti homenaje a dos de los más importantes profesionales del urbanismo y la arquitectura de nuestra historia: Karl Brunner y Emilio Duhart.

Uno primero (1931 -1956) y el otro después (1957 en adelante), estos dos hombres brillantes tuvieron la misión de pensar y elaborar el máster plan, el diseño integral del primer campus de estas características en América Latina, cuyo nombre es un fiel reflejo de todos los esfuerzos que hay detrás: Ciudad Universitaria de Concepción.

Brunner y Duhart, especialmente este último, transformaron la propuesta original, que era desarrollar un centro educacional, en “uno de los espacios públicos de mayor relevancia para la ciudad de Concepción”, explica el arquitecto Cristián Berríos en su libro Emilio Duhart. Elaboración de un espacio urbano. Ciudad Universitaria de Concepción (Lom Ediciones).

Sin urbanismo no hay ciudad, dice el título de esta columna. O sea, puede haber un espacio urbano donde vivan miles o millones de personas, pero si usamos ciudad como adjetivo y no sólo como sustantivo, lo que se intenta decir es que sólo desde la planificación urbana, desde la mirada macro que pone objetivos de largo plazo, que combina visión y reglas claras, y por qué no, un sueño, una meta hacia el futuro, sólo así podemos llegar a tener ciudades que funcionen. Es lo que explicaba el urbanista Germán Bannen cuando hablaba de Providencia, comuna para la cual trabajó casi medio siglo. Para él, Providencia debía pensarse como una ciudad. De hecho, así se llama el libro más importante sobre la obra de este maestro de la arquitectura y el urbanismo: La ciudad de Providencia (Ediciones ARQ).

Es tan importante el legado de Bannen para esa comuna que él entendía como ciudad, es decir como un espacio dotado de servicios y comercio que permitía a sus habitantes evitar desplazarse a otras comunas (una de las primeras cosas que se preocupó de que tuviera Providencia fue una notaría), que por algo recibió el Premio Nacional de Urbanismo en 2003. Un premio que, lamentablemente se ha entregado muy pocas veces, a muy pocas personas y sin una temporalidad clara.

Hasta ahora. Me alegra inmensamente que el Ministerio de Vivienda y Urbanismo haya decidido reponerlo y darle continuidad. Después de haber anunciado esta semana a los nominados, seis personas (Lake Sagaris, Pablo Allard, Eduardo Zenteno, Olga Segovia, Ximena Bórquez, Joan Mac Donald) y una oficina (Urbe), el miércoles se conoció a la ganadora. Joan Mac Donald (2022), arquitecta chilena que ha desarrollado una carrera en torno a la teoría y la práctica sobre la vivienda y su relación con la pobreza, se suma así a Miguel Eyquem (1971), Juan Parrochia (1996), Ignacio Santa María (1998), Germán Bannen (2003), Pastor Correa y Juan Honold (2010) y Sergio Baeriswyl (2014).

“El MINVU busca reconocer la trayectoria de personas que han realizado contribuciones relevantes en esta disciplina y a la calidad de vida de quienes habitan las ciudades de Chile”, decía el texto que acompañaba la noticia de quienes habían sido nominados. Y agregaba que “este premio, de carácter honorífico, ha sido entregado en seis oportunidades por el ministerio, la última en 2014. Por ello, en septiembre de este año se resolvió dar continuidad a esta convocatoria, que contribuye a reflexionar en torno a las ciudades y su futuro”. Una justa ganadora, sin duda, y un premio que se vuelve a posicionar en el momento preciso: es justamente el MINVU el que debe cumplir un ambicioso y demandante Plan de Emergencia Habitacional para ayudar a enfrentar el inmenso déficit. Y claro, sin urbanismo, sin mirada de largo plazo, sin poner a las mejores mentes a proyectar el desarrollo de las urbes de Chile, sólo tendremos techos, pero no ciudad.

Fuente: La Tercera, Viernes 9 de Diciembre de 2022

LA TERCERA – La noticia nos dejó a varios atónitos. “Evalúan poner un cerco a emblemático campus abierto de la U. de Concepción”, decía el post de Teletrece en Instagram. El motivo, una serie de actos delictuales que se han registrado en las últimas semanas en el campus, que por más de un siglo ha estado abierto a toda la ciudadanía en Concepción. Instalar un cerco en este icono del espacio público y académico, sin duda el mejor logrado de nuestro país por la manera en que el campus se relaciona con la ciudad, sería no sólo una derrota del Estado en cuanto a la agenda de seguridad, sino que además se convertiría en una puñalada a uno de los trabajos urbanos más brillantes que existen en Chile. Y un anti homenaje a dos de los más importantes profesionales del urbanismo y la arquitectura de nuestra historia: Karl Brunner y Emilio Duhart.

Uno primero (1931 -1956) y el otro después (1957 en adelante), estos dos hombres brillantes tuvieron la misión de pensar y elaborar el máster plan, el diseño integral del primer campus de estas características en América Latina, cuyo nombre es un fiel reflejo de todos los esfuerzos que hay detrás: Ciudad Universitaria de Concepción.

Brunner y Duhart, especialmente este último, transformaron la propuesta original, que era desarrollar un centro educacional, en “uno de los espacios públicos de mayor relevancia para la ciudad de Concepción”, explica el arquitecto Cristián Berríos en su libro Emilio Duhart. Elaboración de un espacio urbano. Ciudad Universitaria de Concepción (Lom Ediciones).

Sin urbanismo no hay ciudad, dice el título de esta columna. O sea, puede haber un espacio urbano donde vivan miles o millones de personas, pero si usamos ciudad como adjetivo y no sólo como sustantivo, lo que se intenta decir es que sólo desde la planificación urbana, desde la mirada macro que pone objetivos de largo plazo, que combina visión y reglas claras, y por qué no, un sueño, una meta hacia el futuro, sólo así podemos llegar a tener ciudades que funcionen. Es lo que explicaba el urbanista Germán Bannen cuando hablaba de Providencia, comuna para la cual trabajó casi medio siglo. Para él, Providencia debía pensarse como una ciudad. De hecho, así se llama el libro más importante sobre la obra de este maestro de la arquitectura y el urbanismo: La ciudad de Providencia (Ediciones ARQ).

Es tan importante el legado de Bannen para esa comuna que él entendía como ciudad, es decir como un espacio dotado de servicios y comercio que permitía a sus habitantes evitar desplazarse a otras comunas (una de las primeras cosas que se preocupó de que tuviera Providencia fue una notaría), que por algo recibió el Premio Nacional de Urbanismo en 2003. Un premio que, lamentablemente se ha entregado muy pocas veces, a muy pocas personas y sin una temporalidad clara.

Hasta ahora. Me alegra inmensamente que el Ministerio de Vivienda y Urbanismo haya decidido reponerlo y darle continuidad. Después de haber anunciado esta semana a los nominados, seis personas (Lake Sagaris, Pablo Allard, Eduardo Zenteno, Olga Segovia, Ximena Bórquez, Joan Mac Donald) y una oficina (Urbe), el miércoles se conoció a la ganadora. Joan Mac Donald (2022), arquitecta chilena que ha desarrollado una carrera en torno a la teoría y la práctica sobre la vivienda y su relación con la pobreza, se suma así a Miguel Eyquem (1971), Juan Parrochia (1996), Ignacio Santa María (1998), Germán Bannen (2003), Pastor Correa y Juan Honold (2010) y Sergio Baeriswyl (2014).

“El MINVU busca reconocer la trayectoria de personas que han realizado contribuciones relevantes en esta disciplina y a la calidad de vida de quienes habitan las ciudades de Chile”, decía el texto que acompañaba la noticia de quienes habían sido nominados. Y agregaba que “este premio, de carácter honorífico, ha sido entregado en seis oportunidades por el ministerio, la última en 2014. Por ello, en septiembre de este año se resolvió dar continuidad a esta convocatoria, que contribuye a reflexionar en torno a las ciudades y su futuro”. Una justa ganadora, sin duda, y un premio que se vuelve a posicionar en el momento preciso: es justamente el MINVU el que debe cumplir un ambicioso y demandante Plan de Emergencia Habitacional para ayudar a enfrentar el inmenso déficit. Y claro, sin urbanismo, sin mirada de largo plazo, sin poner a las mejores mentes a proyectar el desarrollo de las urbes de Chile, sólo tendremos techos, pero no ciudad.

Fuente: La Tercera, Viernes 9 de Diciembre de 2022

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