Lunes, Diciembre 23, 2024

El silencioso beneficio de los buses eléctricos

QUÉ PASA – “Si camino no hablar, nadie venir”, rezaba un antiguo comercial de neumáticos de la década de los 80. Y es que históricamente las calles y carreteras están asociadas al sonido de los motores, las bocinas y el roce de los neumáticos.
30 años más tarde, el ansiado anhelo del indio de Firestone de encontrar un camino silencioso es cada vez más complicado. El ruido de las máquinas y los atochamientos de la ciudad ya forman parte de lo que se conoce como Contaminación Acústica, un fenómeno que afecta nuestra salud y calidad de vida de maneras similares a la contaminación por partículas.
El ruido de las calles, que para muchos ya es costumbre, trae consigo consecuencias nefastas principalmente para nuestra salud mental: el rugido constante del transporte nos genera estrés, ansiedad e incluso daño auditivo, sobre todo cuando llevamos música que debemos escuchar más fuerte de lo necesario solo para colocarse sobre el ruido del ambiente.
Pero esto podría estar a punto de cambiar gracias a la llegada del transporte eléctrico, el cual no solo ayuda a descontaminar el ambiente por su nula emisión de gases, sino que también porque su transporte virtualmente silencioso a través de las calles viene para mejorar la calidad de vida de todos quienes transitan por la ciudad.
Decibeles que cuentan
Se dice que el 70% del ruido ambiental de una metrópolis es generado por el transporte vehicular, y por lo mismo, cuando llega un agente de cambio en esta área, se nota. Y hoy las calles de Santiago están comenzando a ser un poco menos ruidosas gracias a la llegada de la nueva flota de buses eléctricos del Transantiago.
Rojos y blancos por fuera, y con todo el poder de la electricidad por dentro, la flota traída en primera instancia por Enel X y ahora por Engie, ya suma 200 vehículos rondando por las calles y sus beneficios ya se perciben, pero por sobre todo en el campo de la contaminación acústica.
Y es así como sonómetro en mano, la Ministra del Medio Ambiente Carolina Schmidt, realizó una serie de mediciones para conocer en la práctica, y no solo en la teoría, la verdadera diferencia que existe entre un bus eléctrico y uno a diesel.
Antes de ver las mediciones, las diferencias eran presentadas por los mismos usuarios. “Llegas al trabajo sin estrés”, “los oídos van más cuidados” y “se nota mucha la diferencia” fueron algunos de los comentarios recibidos por la ministra mientras abordaba uno de estos nuevos buses.

LA MINISTRA DE MEDIO AMBIENTE CAROLINA SCHMIDT VERIFICANDO EN TERRENO EL IMPACTO ACÚSTICO DE LOS BUSES ELÉCTRICOS

Frases que finalmente fueron respaldadas por las cifras. Las mediciones, realizadas en diferentes puntos como la Alameda y en Avenida Grecia, muestran diferencias de hasta 21 decibeles entre los buses diesel y los buses eléctricos. Y dado que la escala del decibel está expresada en potencia, esto significa que son hasta 100 veces menos ruidosos que sus pares de diesel.
Un bus tradicional en circulación registró 79 decibeles en el sonómetro, mientras que uno eléctrico, en el mismo recorrido, hizo solo 58. Hay momentos en donde la diferencia es menor pero igual cuentan: la aceleración de un bus de los antiguos genera 83 decibeles, mientras que el del eléctrico sólo 72, es decir, 11 de diferencia. Lo mismo que cuando el bus se detiene: 72 para el de combustible y 61 para el eléctrico.
Para poner las cifras en contexto, la OCDE establece que un nivel de ruido aceptable es de 65 db en el día y 55 en la noche, cifras que claramente son más fáciles de obtener con la electromovilidad.
Y los efectos se sienten sobre todo para quienes viajan en estos buses: desde los pasajeros que pueden ir más tranquilos e incluso conversar hasta el chofer, quien es sin duda quien sufre más con el ruido del vehículo. Y al parecer esto se agradece con nuevos comportamientos de los pasajeros.
“El ruido es un contaminante invisible, y pudimos comprobar en terreno los efectos positivos de la electromovilidad. La implementación de los buses eléctricos tiene un efecto positivo en la reducción de contaminación acústica de Santiago”, señaló Schmidt durante su recorrido, en donde además fue testigo de cómo los usuarios preferían subirse y llenar los microbuses nuevos en desmedro de los con combustible.
Pero por supuesto, aun queda camino por recorrer. 200 buses es solo una pequeña cuota del total del transporte de Transantiago, y mientras la ciudad no pasa a ser totalmente eléctrica, de igual manera podemos aportar con gestos como no tocar la bocina, no acelerar innecesariamente, no usar tronadores en el tubo de escape y tener presente que no solo nuestra basura contamina sino también los ruidos innecesarios.
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Fuente: Qué Pasa, miércoles 23 de enero de 2019

QUÉ PASA – “Si camino no hablar, nadie venir”, rezaba un antiguo comercial de neumáticos de la década de los 80. Y es que históricamente las calles y carreteras están asociadas al sonido de los motores, las bocinas y el roce de los neumáticos.
30 años más tarde, el ansiado anhelo del indio de Firestone de encontrar un camino silencioso es cada vez más complicado. El ruido de las máquinas y los atochamientos de la ciudad ya forman parte de lo que se conoce como Contaminación Acústica, un fenómeno que afecta nuestra salud y calidad de vida de maneras similares a la contaminación por partículas.
El ruido de las calles, que para muchos ya es costumbre, trae consigo consecuencias nefastas principalmente para nuestra salud mental: el rugido constante del transporte nos genera estrés, ansiedad e incluso daño auditivo, sobre todo cuando llevamos música que debemos escuchar más fuerte de lo necesario solo para colocarse sobre el ruido del ambiente.
Pero esto podría estar a punto de cambiar gracias a la llegada del transporte eléctrico, el cual no solo ayuda a descontaminar el ambiente por su nula emisión de gases, sino que también porque su transporte virtualmente silencioso a través de las calles viene para mejorar la calidad de vida de todos quienes transitan por la ciudad.
Decibeles que cuentan
Se dice que el 70% del ruido ambiental de una metrópolis es generado por el transporte vehicular, y por lo mismo, cuando llega un agente de cambio en esta área, se nota. Y hoy las calles de Santiago están comenzando a ser un poco menos ruidosas gracias a la llegada de la nueva flota de buses eléctricos del Transantiago.
Rojos y blancos por fuera, y con todo el poder de la electricidad por dentro, la flota traída en primera instancia por Enel X y ahora por Engie, ya suma 200 vehículos rondando por las calles y sus beneficios ya se perciben, pero por sobre todo en el campo de la contaminación acústica.
Y es así como sonómetro en mano, la Ministra del Medio Ambiente Carolina Schmidt, realizó una serie de mediciones para conocer en la práctica, y no solo en la teoría, la verdadera diferencia que existe entre un bus eléctrico y uno a diesel.
Antes de ver las mediciones, las diferencias eran presentadas por los mismos usuarios. “Llegas al trabajo sin estrés”, “los oídos van más cuidados” y “se nota mucha la diferencia” fueron algunos de los comentarios recibidos por la ministra mientras abordaba uno de estos nuevos buses.

LA MINISTRA DE MEDIO AMBIENTE CAROLINA SCHMIDT VERIFICANDO EN TERRENO EL IMPACTO ACÚSTICO DE LOS BUSES ELÉCTRICOS

Frases que finalmente fueron respaldadas por las cifras. Las mediciones, realizadas en diferentes puntos como la Alameda y en Avenida Grecia, muestran diferencias de hasta 21 decibeles entre los buses diesel y los buses eléctricos. Y dado que la escala del decibel está expresada en potencia, esto significa que son hasta 100 veces menos ruidosos que sus pares de diesel.
Un bus tradicional en circulación registró 79 decibeles en el sonómetro, mientras que uno eléctrico, en el mismo recorrido, hizo solo 58. Hay momentos en donde la diferencia es menor pero igual cuentan: la aceleración de un bus de los antiguos genera 83 decibeles, mientras que el del eléctrico sólo 72, es decir, 11 de diferencia. Lo mismo que cuando el bus se detiene: 72 para el de combustible y 61 para el eléctrico.
Para poner las cifras en contexto, la OCDE establece que un nivel de ruido aceptable es de 65 db en el día y 55 en la noche, cifras que claramente son más fáciles de obtener con la electromovilidad.
Y los efectos se sienten sobre todo para quienes viajan en estos buses: desde los pasajeros que pueden ir más tranquilos e incluso conversar hasta el chofer, quien es sin duda quien sufre más con el ruido del vehículo. Y al parecer esto se agradece con nuevos comportamientos de los pasajeros.
“El ruido es un contaminante invisible, y pudimos comprobar en terreno los efectos positivos de la electromovilidad. La implementación de los buses eléctricos tiene un efecto positivo en la reducción de contaminación acústica de Santiago”, señaló Schmidt durante su recorrido, en donde además fue testigo de cómo los usuarios preferían subirse y llenar los microbuses nuevos en desmedro de los con combustible.
Pero por supuesto, aun queda camino por recorrer. 200 buses es solo una pequeña cuota del total del transporte de Transantiago, y mientras la ciudad no pasa a ser totalmente eléctrica, de igual manera podemos aportar con gestos como no tocar la bocina, no acelerar innecesariamente, no usar tronadores en el tubo de escape y tener presente que no solo nuestra basura contamina sino también los ruidos innecesarios.
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Fuente: Qué Pasa, miércoles 23 de enero de 2019

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