DIARIO FINANCIERO – En medio de la emergencia climática que nos azotó el fin de semana pasado, un agricultor del valle del Aconcagua preguntaba -medio en broma, medio en serio- quién le podía prestar un embalse. Y ello porque el río Aconcagua, en el sector de Los Andes, aumentó su caudal casi en un 700% en menos de 24 horas, no habiendo ninguna posibilidad de capturar ni siquiera parte de esa excedencia, para paliar la grave sequía que ha afectado a ese río en la última década.
Más allá de lo anecdótico de la pregunta de este agricultor, refleja fielmente un hecho que ha pasado desapercibido: el fin de semana pasado se perdió la oportunidad de capturar miles de metros cúbicos que pudieron ser almacenados y utilizados en los momentos en que el agua escasea.
Por supuesto que el Maipo no fue la excepción: el embalse El Yeso, única fuente de reserva de agua potable de la Región Metropolitana, sólo es capaz de almacenar el 7% de la producción total de la cuenca, quedando el 93% restante totalmente desregulado. Es probable que estas pérdidas de oportunidad para capturar y almacenar agua sean cada vez más frecuentes puesto que – como se ha repetido ya casi majaderamente – estamos transitando a un régimen hidrológico pluvial, en el que cada vez tendrá menos relevancia el aporte de los glaciares y no tenemos infraestructura que reemplace su función. En efecto, sabemos que estos gigantes se encuentran en retirada y que tendremos agua cuando llueva y sólo si somos capaces de almacenarla, puesto que nuestra cordillera se está calentando (Cetaqua, 2020).
Lo anterior es expresión de las dos caras del cambio climático: el exceso de agua en cortos periodos y la escasez prolongada. Respecto del exceso, si bien existe mucho por mejorar en cuanto a la gestión de riesgos de inundaciones y aluviones, que pueden poner en peligro la vida y bienes de las personas, al menos en el caso del Maipo la ciudad de Santiago pudo tener autonomía respecto del río por cerca de 36 horas, gracias a la operación de los mega estanques de Pirque.
Esta infraestructura proveyó a la ciudad de resiliencia ante el exceso de agua que hasta hace un par de años no existía; sin embargo, aún faltan obras que también la hagan resiliente, pero para la falta de agua. Basta recordar los duros episodios vividos en la sequía extrema que pasamos la temporada 2019-2020, en que fue necesaria la redistribución del río con cargo a más 120.000 hectáreas de riego. Santiago estuvo muy cerca del riesgo de racionamiento, el que, atendida la información científica que tenemos, no se puede volver a repetir.
El Banco Mundial ya en el año 2013 en su informe “Estudio para el mejoramiento del marco institucional para la gestión del agua” alertó a Chile sobre la necesidad de dotar al sistema hídrico de infraestructuras y herramientas de gestión para regular mejor los flujos superficiales y subterráneos. Asimismo, aborda un tema medular y que hemos eludido enfrentar: la ausencia de un sistema integral de financiamiento del agua que revele y dé transparencia a los costos reales del sistema de gestión del agua y que identifique los beneficios que este genera para cada sector. Es un tema que debemos abordar para que, tal como señala el mismo informe, Chile cuente con un sistema productivo moderno que se haga cargo de las brechas financieras, traslade los costos a los sectores beneficiados y asegure la sostenibilidad de los ecosistemas hídricos.
Fuente: Diario Financiero, Miércoles 10 de Febrero de 2021