PULSO – Tras el lento comportamiento de la economía, el Gobierno busca reimpulsar la actividad, y qué mejor que la inversión en obras públicas. Existe una potente cartera de proyectos y están las ganas. El ministro Fontaine dejó un ambicioso plan, y el Presidente Piñera puso a un destacado gestor, Alfredo Moreno, para implementarlo.
Pero corremos el riesgo de que ese plan no se pueda implementar. De hecho, el año pasado, se licitó por concesiones menos de un tercio de lo que se espera poder licitar anualmente, de acuerdo a lo anunciado por el propio MOP. ¿Cuál es el problema? Que dicho ministerio no da más velocidad. Es un city car que no puede correr como un auto deportivo, por más que lo exijamos. El desarrollo de proyectos es lento, sus funcionarios temen a la Contraloría, cada trámite requiere decenas de revisiones. En el MOP trabajan más abogados que en cualquier bufete jurídico del país.
Por suerte, la solución está a la mano: el Fondo de Infraestructura. Después de años de discusión este Fondo ya fue aprobado por ley, su directorio designado y sus ejecutivos listos. Pero no hemos sabido bien en que está, que no parte.
El problema del Fondo es que muchos esperaban cosas distintas de él. Una especie de fondo de garantías, decían algunos. Otros esperaban un fondo de estabilización de peajes, para mantener uniformidad en el valor del kilómetro recorrido. También había quienes pensaron en que podríamos encontrar financiamiento para proyectos vistosos, pero de dudosa rentabilidad, como cuando se recurre a la familia o a los amigos (la versión pública del “friends, fools and family”). Por último, también están quienes desde un principio lo vieron como una amenaza: algunas constructoras y bancos que le han hecho la guerra, pues ven en el Fondo a un posible competidor.
En realidad, el Fondo representa algo distinto: una empresa pública de infraestructura, que a través de terceros y mediante procesos competitivos, puede desarrollar un conjunto de proyectos de concesiones contenidos en un plan quinquenal, sin las ataduras burocráticas del MOP. Y de la misma forma que el Metro de Santiago, que partió siendo un servicio público que dependía de este ministerio y hoy es una eficiente corporación pública, el Fondo de Infraestructura (o Fondisa) puede ser una eficiente empresa, capaz de gestionar nuevos proyectos concesionados.
Por cierto la ley no es óptima, pero una empresa con gente capaz y con claridad en sus objetivos debe diseñar buenos contratos. Ha sido un poco lenta su instalación (todavía ni siquiera cuenta con una página web), pero puede perfectamente convertirse en el motor que ayude al MOP a correr más rápido y mejor.
Fuente: Pulso, Jueves 08 de Agosto de 2019
¿Qué pasó con el fondo de Infraestructura?. Por Clemente Pérez
PULSO – Tras el lento comportamiento de la economía, el Gobierno busca reimpulsar la actividad, y qué mejor que la inversión en obras públicas. Existe una potente cartera de proyectos y están las ganas. El ministro Fontaine dejó un ambicioso plan, y el Presidente Piñera puso a un destacado gestor, Alfredo Moreno, para implementarlo.
Pero corremos el riesgo de que ese plan no se pueda implementar. De hecho, el año pasado, se licitó por concesiones menos de un tercio de lo que se espera poder licitar anualmente, de acuerdo a lo anunciado por el propio MOP. ¿Cuál es el problema? Que dicho ministerio no da más velocidad. Es un city car que no puede correr como un auto deportivo, por más que lo exijamos. El desarrollo de proyectos es lento, sus funcionarios temen a la Contraloría, cada trámite requiere decenas de revisiones. En el MOP trabajan más abogados que en cualquier bufete jurídico del país.
Por suerte, la solución está a la mano: el Fondo de Infraestructura. Después de años de discusión este Fondo ya fue aprobado por ley, su directorio designado y sus ejecutivos listos. Pero no hemos sabido bien en que está, que no parte.
El problema del Fondo es que muchos esperaban cosas distintas de él. Una especie de fondo de garantías, decían algunos. Otros esperaban un fondo de estabilización de peajes, para mantener uniformidad en el valor del kilómetro recorrido. También había quienes pensaron en que podríamos encontrar financiamiento para proyectos vistosos, pero de dudosa rentabilidad, como cuando se recurre a la familia o a los amigos (la versión pública del “friends, fools and family”). Por último, también están quienes desde un principio lo vieron como una amenaza: algunas constructoras y bancos que le han hecho la guerra, pues ven en el Fondo a un posible competidor.
En realidad, el Fondo representa algo distinto: una empresa pública de infraestructura, que a través de terceros y mediante procesos competitivos, puede desarrollar un conjunto de proyectos de concesiones contenidos en un plan quinquenal, sin las ataduras burocráticas del MOP. Y de la misma forma que el Metro de Santiago, que partió siendo un servicio público que dependía de este ministerio y hoy es una eficiente corporación pública, el Fondo de Infraestructura (o Fondisa) puede ser una eficiente empresa, capaz de gestionar nuevos proyectos concesionados.
Por cierto la ley no es óptima, pero una empresa con gente capaz y con claridad en sus objetivos debe diseñar buenos contratos. Ha sido un poco lenta su instalación (todavía ni siquiera cuenta con una página web), pero puede perfectamente convertirse en el motor que ayude al MOP a correr más rápido y mejor.
Fuente: Pulso, Jueves 08 de Agosto de 2019