Jueves, Diciembre 26, 2024

No habrá salida a la crisis del Covid 19 sin un transporte seguro, por Franco Basso

LA TERCERA – Mucho se ha hablado durante esta pandemia sobre la importancia de mantener distancia social, el uso de mascarillas y lavado frecuente de manos. Grandes esfuerzos comunicacionales y normativos para que la ciudadanía incorpore hábitos que los protejan de contagiarse con el temido coronavirus. Medidas necesarias desde el punto de vista del pasajero, pero ¿qué estamos haciendo como país para asegurar a esas personas un viaje seguro? No lo suficiente, sin duda, y no con la urgencia que amerita.
El transporte público es uno de los principales focos de contagio de Covid-19, que es altamente transmisible y que sobrevive varias horas en las superficies. Si bien es difícil trazar exactamente dónde se contagia un paciente, buses y Metro son uno de los pocos lugares donde se pueden reunir legalmente más de 50 personas. Si estas aglomeraciones están prohibidas por razones sanitarias, ¿por qué las permitimos en el transporte?
Si bien es una buena noticia la mantención de frecuencia en buses durante la cuarentena total, es necesario avanzar en otras medidas para asegurar viajes libres de contagio. Lo más urgente de ellas es aumentar la frecuencia de sanitización de buses, que hoy se realiza a lo más una vez al día. Estamos hablando de máquinas donde se suben 500 personas en cada viaje, por lo que éstas deberían sanitizarse cada vez que el bus llega al terminal.
Por otra parte, se debe controlar el ingreso al transporte público, para que la cantidad de pasajeros en buses no supere las 25 personas. Lo mismo en el Metro, con un máximo de 40 pasajeros por vagón. Si esto no se hace, no hay manera de mantener el metro de distancia recomendado por los epidemiólogos. Es indispensable además eliminar la restricción vehicular, dado que hoy no tiene ningún beneficio para el medioambiente ni menos en evitar atochamientos, y en cambio obliga aún a más gente a utilizar el transporte público.
Finalmente, la parte más compleja: implementar horarios escalonados de ingreso y salida del trabajo, para extender en el tiempo las horas punta y reducir la curva de pasajeros. Para ello se requiere un acuerdo público-privado en el que el Estado tiene un rol central.
¿Estas medidas tiene un costo económico? Claro que sí. Pero desde el punto de vista de la prevención, no hay peso mejor gastado que en proveer a la ciudadanía un transporte seguro. Cada pasajero protegido se convierte en un callejón sin salida para el Covid-19, quita presión al sistema hospitalario y, lo más importante, resta una preocupación a su ya compleja situación en medio de esta crisis.
Fuente: La Tercera, Lunes 18 de Mayo de 2020

LA TERCERA – Mucho se ha hablado durante esta pandemia sobre la importancia de mantener distancia social, el uso de mascarillas y lavado frecuente de manos. Grandes esfuerzos comunicacionales y normativos para que la ciudadanía incorpore hábitos que los protejan de contagiarse con el temido coronavirus. Medidas necesarias desde el punto de vista del pasajero, pero ¿qué estamos haciendo como país para asegurar a esas personas un viaje seguro? No lo suficiente, sin duda, y no con la urgencia que amerita.
El transporte público es uno de los principales focos de contagio de Covid-19, que es altamente transmisible y que sobrevive varias horas en las superficies. Si bien es difícil trazar exactamente dónde se contagia un paciente, buses y Metro son uno de los pocos lugares donde se pueden reunir legalmente más de 50 personas. Si estas aglomeraciones están prohibidas por razones sanitarias, ¿por qué las permitimos en el transporte?
Si bien es una buena noticia la mantención de frecuencia en buses durante la cuarentena total, es necesario avanzar en otras medidas para asegurar viajes libres de contagio. Lo más urgente de ellas es aumentar la frecuencia de sanitización de buses, que hoy se realiza a lo más una vez al día. Estamos hablando de máquinas donde se suben 500 personas en cada viaje, por lo que éstas deberían sanitizarse cada vez que el bus llega al terminal.
Por otra parte, se debe controlar el ingreso al transporte público, para que la cantidad de pasajeros en buses no supere las 25 personas. Lo mismo en el Metro, con un máximo de 40 pasajeros por vagón. Si esto no se hace, no hay manera de mantener el metro de distancia recomendado por los epidemiólogos. Es indispensable además eliminar la restricción vehicular, dado que hoy no tiene ningún beneficio para el medioambiente ni menos en evitar atochamientos, y en cambio obliga aún a más gente a utilizar el transporte público.
Finalmente, la parte más compleja: implementar horarios escalonados de ingreso y salida del trabajo, para extender en el tiempo las horas punta y reducir la curva de pasajeros. Para ello se requiere un acuerdo público-privado en el que el Estado tiene un rol central.
¿Estas medidas tiene un costo económico? Claro que sí. Pero desde el punto de vista de la prevención, no hay peso mejor gastado que en proveer a la ciudadanía un transporte seguro. Cada pasajero protegido se convierte en un callejón sin salida para el Covid-19, quita presión al sistema hospitalario y, lo más importante, resta una preocupación a su ya compleja situación en medio de esta crisis.
Fuente: La Tercera, Lunes 18 de Mayo de 2020

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