Jueves, Diciembre 26, 2024

¿Por qué no hablamos más de infraestructura?

DIARIO FINANCIERO – En el actual contexto de crisis económica debido a la pandemia, abundan las presiones para que el Estado gaste aún más recursos en combatirla, pese a que los ya muy cuantiosos que ha comprometido probablemente no tengan precedente. De hecho, el eventual acuerdo nacional al que ha llamado el Presidente Piñera en torno a un plan de emergencia depende, en buena medida, de que su Gobierno acepte el mayor gasto fiscal que plantea la oposición.

Menos abundantes, en cambio, son las presiones para que del conjunto de medidas impulsadas como respuesta a esta contingencia, surja una posible estrategia de más largo plazo para impulsar el desarrollo del país, lastrado por bajos niveles de crecimiento y productividad desde mucho antes de las crisis del 18-O y el Covid-19. Por cierto que la diversificación de nuestra matriz productiva o el impulso de la transformación digital, entre otras, son áreas donde hay mucho que hacer —y mucho se ha estudiado— para convertirlas en fuentes de progreso a futuro. Pero aunque ésos son objetivos ineludibles para el mediano o largo plazo, se echa en falta debatir opciones de impacto más inmediato, y que a la vez proyecten sus frutos en un horizonte amplio.
En estas páginas, por ejemplo, diversas columnas y cartas han planteado que la construcción de infraestructura brinda esa oportunidad de generar beneficios cercanos, en inversión y empleo, y hacia el futuro, como motores de desarrollo: obras viales, embalses, puertos, centrales de energía, puentes, reconstrucción post 18-O, ¡hospitales!
Rentabilidad social y potencial de progreso. Es una combinación que otras naciones emergentes han puesto en práctica en experiencias que vale la pena tener a la vista, para enfocarlas desde la perspectiva de las necesidades y posibilidades de Chile. De hecho, la propia experiencia chilena de comienzos de este siglo deja interesantes lecciones, por ejemplo, sobre el potencial (hoy cada vez menos valorado en muchos sectores) de la asociatividad público-privada.
Esta no es una dimensión ausente en la discusión nacional, aunque sí insuficientemente relevada. Si se trata de ver oportunidades en medio de la crisis, aquí parece haber una.
Ver artículo
Fuente: Diario Financiero, Lunes 08 de Junio de 2020

DIARIO FINANCIERO – En el actual contexto de crisis económica debido a la pandemia, abundan las presiones para que el Estado gaste aún más recursos en combatirla, pese a que los ya muy cuantiosos que ha comprometido probablemente no tengan precedente. De hecho, el eventual acuerdo nacional al que ha llamado el Presidente Piñera en torno a un plan de emergencia depende, en buena medida, de que su Gobierno acepte el mayor gasto fiscal que plantea la oposición.

Menos abundantes, en cambio, son las presiones para que del conjunto de medidas impulsadas como respuesta a esta contingencia, surja una posible estrategia de más largo plazo para impulsar el desarrollo del país, lastrado por bajos niveles de crecimiento y productividad desde mucho antes de las crisis del 18-O y el Covid-19. Por cierto que la diversificación de nuestra matriz productiva o el impulso de la transformación digital, entre otras, son áreas donde hay mucho que hacer —y mucho se ha estudiado— para convertirlas en fuentes de progreso a futuro. Pero aunque ésos son objetivos ineludibles para el mediano o largo plazo, se echa en falta debatir opciones de impacto más inmediato, y que a la vez proyecten sus frutos en un horizonte amplio.
En estas páginas, por ejemplo, diversas columnas y cartas han planteado que la construcción de infraestructura brinda esa oportunidad de generar beneficios cercanos, en inversión y empleo, y hacia el futuro, como motores de desarrollo: obras viales, embalses, puertos, centrales de energía, puentes, reconstrucción post 18-O, ¡hospitales!
Rentabilidad social y potencial de progreso. Es una combinación que otras naciones emergentes han puesto en práctica en experiencias que vale la pena tener a la vista, para enfocarlas desde la perspectiva de las necesidades y posibilidades de Chile. De hecho, la propia experiencia chilena de comienzos de este siglo deja interesantes lecciones, por ejemplo, sobre el potencial (hoy cada vez menos valorado en muchos sectores) de la asociatividad público-privada.
Esta no es una dimensión ausente en la discusión nacional, aunque sí insuficientemente relevada. Si se trata de ver oportunidades en medio de la crisis, aquí parece haber una.
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Fuente: Diario Financiero, Lunes 08 de Junio de 2020

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