Jueves, Diciembre 26, 2024

Manuel Albaladejo: “La economía circular es donde se encuentran la agenda productiva y la ambiental; hoy no se entiende una sin la otra”

PAÍS CIRCULAR – Representante de la Organización de las Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial (ONUDI) en la región, y uno de los principales impulsores de la economía circular en Latinoamérica, Albaladejo afirma que cualquier gobierno que quiera apostar por un modelo de desarrollo inclusivo y sostenible deberá enfrentar el cambio de paradigma que supone esta megatendencia, la que hoy -afirma- es irreversible, y apostar por la innovación y la competitividad. En esta entrevista reflexiona sobre el rol de los incentivos, la oferta y la demanda en su desarrollo, y agrega que, a nivel de empleos, supone amenazas pero también grandes oportunidades. “Tengo mucho optimismo en el futuro del trabajo porque estoy convencido que se viene una ola sin precedente de emprendedores sociales, digitales y comprometidos con los retos climáticos”, afirma.
Días antes de la asunción presidencial de Luis Lacalle Pou el pasado 1 de marzo, y mientras aún se realizaban los trabajos para engalanar el escenario en la Plaza de la Independencia, Manuel Albaladejo recibió a País Circular en su oficina del piso 9 ubicada en este importante centro cívico para analizar los desafíos de la economía circular en la región -y de nuestro país- de cara a esta nueva década, y evaluar las posibilidades de los distintos sectores productivos para sumarse a esta megatendencia.
Para el representante de la Organización de las Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial (ONUDI) para Uruguay, Argentina, Chile y Paraguay, casado, con tres hijos, radicado en Uruguay desde 2017, “cualquier gobierno que quiera apostar por un modelo de desarrollo inclusivo y sostenible va a enfrentarse al cambio de paradigma que supone la economía circular, tanto por el lado de la producción como por la del consumo”.
Albaladejo es considerado hoy por hoy uno de los grandes promotores de la economía circular en nuestro continente. Con una visión crítica y con la experiencia de ser el gestor de proyectos en economía circular como BIOVALOR en el país oriental, BIOENERGIA en la vecina Argentina y promotor del Foro de Economía Circular (FEC) en la región, este español desglosa en esta entrevista la hoja de ruta que debería seguir la economía circular en Chile.
¿Cómo ves el desarrollo de la economía circular en un continente que está entrando en una nueva década con importantes cambios políticos y sociales?
La tendencia hacia la economía circular es irreversible. Cada vez vemos más países en la región diseñando hojas de rutas, y cada vez más observamos empresas abrazando la circularidad como modelo empresarial viable de triple impacto.  Este cambio de paradigma, fundamentado en una creciente presión climática y el cuestionamiento de los modelos actuales de crecimiento, es disruptivo por naturaleza. Y en este contexto América Latina, con su gran riqueza en recursos y su necesidad imperiosa de crecer, no puede quedarse atrás. Los gobiernos de la región empiezan a entender que la economía circular crea un punto de encuentro entre la agenda productiva y ambiental, dos agendas tradicionalmente antagónicas que hoy no se entienden la una sin la otra.
¿Sigue siendo favorable ante el contexto político que están viviendo varios países de la región, algunos con cambios de gobiernos y otros con estallidos sociales recientes como es el caso de Chile?
Debemos diferenciar prioridades a corto y a medio/largo plazo. El contexto político en Chile requiere medidas de urgencia inmediatas para paliar las necesidades del pueblo. La economía circular es, sin embargo, una agenda de cambio estructural a medio y largo plazo. No olvidemos que lo que estamos viviendo en Chile y en otros países es el descontento por un modelo de desarrollo que ha generado grandes desigualdades. La economía circular nos hace replantear ese modelo productivo para hacerlo más inclusivo y sostenible. No va a ser la solución para Chile pero puede acompañar a repensar un nuevo modelo de desarrollo del país que tome en cuenta otras dimensiones además de la económica.
¿La economía circular puede ser parte de la solución para avanzar en un modelo de desarrollo más sostenible e inclusivo?
La economía circular no es la panacea por sí sola, sino que debe ser entendida como una herramienta que nos ayude a concebir modelos de crecimiento inclusivos y sostenibles. Por ejemplo, el sector minero en Chile puede aplicar principios de circularidad para ser más eficiente en los usos de recursos y valorizar los residuos que genere. La transición energética hacia renovables de origen fotovoltaico en el norte del país tiene que considerar de antemano la gestión de tecnología que se va a ser obsoleta en unos años. La economía circular nos ayuda a hacer prospectiva buscando todos los posibles ámbitos de mejora sectorial pero con una visión mucho más holística. Por eso los principios de circularidad se pueden transversalizar a todos los sectores de la economía.

¿Qué oportunidades ves en los distintos sectores productivos en que Chile debería apostar por una mirada de circularidad?
La economía circular tiene aplicación a todos los sectores de la economía, pero quiero hacer referencia a dos en particular. Chile es un país con mucha producción de biomasa y que además sigue utilizando fuentes energéticas contaminantes, peligrosas y dañinas para la salud, como la leña. Los modelos de negocio circular hacia la producción de bioenergía son factibles. Sin ir más lejos nuestro proyecto de “biogás lechero” en Los Ríos y Los Lagos apoya a productores lecheros de pequeña escala para la producción de biogás.
El sector de alimentos tiene un potencial de circularidad impresionante. El mundo desecha entre 30-40% de los alimentos, los países en desarrollo principalmente por las pérdidas post-cosecha y los países desarrollados por perdidas durante distribución y consumo final. País Circular hizo referencia a un estudio de la Universidad de Talca cuyos resultados son impactantes: el 95% de las personas entrevistadas reconocen tirar comida llegando a perder casi $10,000 al mes. Aquí hay mucho por hacer, empezando por la concienciación ciudadana, pero también apoyar a que el sector empresarial encuentre soluciones innovadoras a estas fallas estructurales.
¿Cómo cambia el discurso de cambio estructural con la economía circular?
La economía circular, y la industria 4.0, nos deberían hacer cambiar la forma de entender el concepto de cambio estructural en el país. Hace unos años el discurso giraba en torno a la dependencia de Chile del sector extractivo y la importancia de diversificarse hacia la manufacturera. Aunque esto sigue siendo relevante para Chile, tenemos que emplazar este debate en el contexto de tres grandes tendencias: la ´comoditización´ de la manufactura, cuyos precios están en bajos mínimos históricos; la demanda creciente de algunos recursos en los que Chile tiene grandes reservas (ejemplo cobre y litio); y la irrupción de la economía circular y la industria 4.0 como nuevos catalizadores de crecimiento económico inclusivo y sostenible. Por estos motivos, y desde mi humilde punto de vista, el discurso de cambio estructura pasa de ser un discurso de selección de sectores (ganadores y perdedores) a uno de valorización de los sectores existentes del país. A día de hoy me parecería imposible imaginar que Chile se desvinculara de esos sectores de alta demanda mundial, aunque estuvieran ligados a la minería o sector alimentos. Lo que me parece mucho más coherente es plantear cómo la economía circular y la industria 4.0 pueden hacer de Chile un líder mundial en innovación y competitividad en estos sectores.
¿De qué manera esto podría impactar en el empleo de los países?
Los cambios de paradigma suponen amenazas y oportunidades para el mercado laboral. Por un lado, somos conscientes que se van a perder muchos empleos, particularmente aquellos que dependan de rutinas no cognitivas. Sin embargo, las oportunidades van a ser muchas. Por ejemplo, la industria 4.0, que va a ser catalizadora de una economía circular eficiente, ya está demandando una serie de perfiles profesionales a los que todavía no tiene respuesta el sistema educativo formal. La aplicación de principios de circularidad también se va a transversalizar en muchas carreras universitarias y formación vocacional. En un futuro el mercado va a demandar ingenieros industriales con nociones de eco-diseño y uso de impresión 3D; y arquitectos con conocimiento del building information modelling (BIM) que permite crear simulaciones digitales en el diseño de estructuras. Además, tengo mucho optimismo en el futuro del trabajo porque estoy convencido que se viene una ola sin precedente de emprendedores sociales, digitales y comprometidos con los retos climáticos. Sólo pensemos como los nuevos modelos de negocio hacia la venta de servicios, en vez de productos, ha generado muchísimos emprendimientos y puestos de trabajo.

¿El rol de la política -y de las buenas políticas públicas- es insustituible?
Con el rol de la política en la economía circular hago siempre la misma reflexión. ¿Nos hemos parado a pensar donde funciona la circularidad de manera incuestionable? Funciona en un contexto de recursos limitados y pocas alternativas. Por eso la vemos aplicada en ambientes hostiles en nuestro planeta y como la única practica viable si algún día colonizamos otro planeta. El gran obstáculo a la economía circular es tener alternativas, y peor aún, alternativas que no apuntan al bien colectivo. ¿Qué debería hacer la política pública? A través de incentivos, desincentivos e incluso prohibiciones, la política pública debería minimizar las alternativas solo en aquellas que favorezcan al bien común. Por lo tanto, la política publica es absolutamente necesaria para establecer las reglas del juego que incentiven a empresas y consumidores a tomar el camino correcto. Por ejemplo, hoy ya somos conscientes de la importancia del diseño para extender la vida útil de los productos y minimizar la generación de residuo. Instrumentos como apoyar el I+D en diseño sostenible o la imposición de una certificación de diseño sostenible son ejemplos de como la política pública puede tener un rol significativo.
¿Cuáles son las lecciones aprendidas en los proyectos de economía circular que has gestionado?
Hay muchas lecciones. Posiblemente la más importante es desmitificar la economía circular como solución absoluta a todo. Como cambio sistémico la economía circular precisa el alineamiento de muchos factores que no siempre se dan. Cuando quieres incidir en los modelos de negocio, pero el marco regulatorio no es el adecuado entonces muy posiblemente estás abocado al fracaso. Uno de los temas que solemos olvidar es el mercado para esos productos nuevos circulares: ¿A qué precio salen, son competitivos, gustan al consumidor? Si no tenemos un cambio en la demando difícilmente habrá un cambio en la oferta.
Todas estas lecciones provienen de los proyectos que estamos ejecutando en el Cono Sur. En algunos casos queremos incidir en modelos de negocio que fueron concebidos de forma lineal y que es imposible circularizarlos. En otros casos, la viabilidad económica de la circularidad no es aplicable a la empresa como tal y pasa por la simbiosis industrial, es decir, por la incorporación de un tercero que pueda, por ejemplo, hacer de la gestión de residuos un negocio per se. No olvidemos una cosa, las empresas que siguen modelos circulares necesitan de los mismos factores de producción que aquellas que no lo son. Si los costos de producción son altos, la infraestructura deficiente y la mano de obra poco cualificada, entonces tendremos un problema de competitividad independientemente del modelo empresarial.

¿Cómo ves el mapa de Latinoamérica respecto a la economía circular?
Pues veo mucho movimiento y entusiasmo. Quizás un poco desmedido porque algunos quisieran atribuir a la economía circular elementos mágicos que no tiene. Es bueno que los gobiernos de la región se replanteen cambios en los modelos productivos, y entiendan que la economía circular ofrece un excelente marco para juntar agendas ambientales y productivas. No me cabe la menor duda que vamos a ver mayor número de iniciativas en el futuro que esperemos se traduzcan en nuevos marcos normativos, inversión, empresas y, en definitiva, nuevas fuentes de crecimiento.
A nivel de ONUDI seguimos apostando por la cooperación técnica a través de proyectos demostrativos y apoyo al desarrollo de hojas de ruta y ajuste del marco normativo. Estamos en proceso de conformar una Coalición de Economía Circular en América Latina que estaría formada por la ONUDI, ONU Ambiente, la Fundación Konrad Adenauer y la Fundación Ellen MacArthur. Esta iniciativa pretende posicionar el tema en la agenda política de los gobiernos de la región, y también generar sinergias entre entidades que ya estamos trabajando en esta dirección.
Hay dos grandes líneas que creo van consolidar la agenda de economía circular en la región.  El financiamiento a través del Fondo Mundial para el Medio Ambiente (GEF en inglés) y el Fondo Verde del Clima (GCF en inglés) ya están empezando a priorizar la economía circular en sus programas. El Centro y Red de Tecnología del Clima (CTCN en inglés) está apoyando a muchos países de la región a desarrollar sus hojas de ruta en economía circular. Sin ir más lejos, Chile, Brasil, México y Uruguay ya están recibiendo asistencia técnica. Esto significa que el tema está en las agendas de los donantes. El segundo aspecto tiene que ver con los requisitos cada vez más exigentes de los mercados internacionales para la comercialización de bienes y servicios. No me queda la menor duda que los nuevos acuerdos comerciales van a enfatizar las certificaciones y estándares que incluyan buenas prácticas ambientales y laborales como requisito para entrar al mercado. Si la Unión Europea está apostando por un Pacto Verde Europeo para convertirse en el primer continente climáticamente neutro, es de pensar que vayan a exigir a sus socios compartir esos principios. En ese sentido estamos abocados a que la economía circular se convierta en facilitadora de la entrada productos Latinoamericanos al mercado europeo.
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Fuente: País Circular, Lunes 09 de Marzo de 2020

PAÍS CIRCULAR – Representante de la Organización de las Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial (ONUDI) en la región, y uno de los principales impulsores de la economía circular en Latinoamérica, Albaladejo afirma que cualquier gobierno que quiera apostar por un modelo de desarrollo inclusivo y sostenible deberá enfrentar el cambio de paradigma que supone esta megatendencia, la que hoy -afirma- es irreversible, y apostar por la innovación y la competitividad. En esta entrevista reflexiona sobre el rol de los incentivos, la oferta y la demanda en su desarrollo, y agrega que, a nivel de empleos, supone amenazas pero también grandes oportunidades. “Tengo mucho optimismo en el futuro del trabajo porque estoy convencido que se viene una ola sin precedente de emprendedores sociales, digitales y comprometidos con los retos climáticos”, afirma.
Días antes de la asunción presidencial de Luis Lacalle Pou el pasado 1 de marzo, y mientras aún se realizaban los trabajos para engalanar el escenario en la Plaza de la Independencia, Manuel Albaladejo recibió a País Circular en su oficina del piso 9 ubicada en este importante centro cívico para analizar los desafíos de la economía circular en la región -y de nuestro país- de cara a esta nueva década, y evaluar las posibilidades de los distintos sectores productivos para sumarse a esta megatendencia.
Para el representante de la Organización de las Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial (ONUDI) para Uruguay, Argentina, Chile y Paraguay, casado, con tres hijos, radicado en Uruguay desde 2017, “cualquier gobierno que quiera apostar por un modelo de desarrollo inclusivo y sostenible va a enfrentarse al cambio de paradigma que supone la economía circular, tanto por el lado de la producción como por la del consumo”.
Albaladejo es considerado hoy por hoy uno de los grandes promotores de la economía circular en nuestro continente. Con una visión crítica y con la experiencia de ser el gestor de proyectos en economía circular como BIOVALOR en el país oriental, BIOENERGIA en la vecina Argentina y promotor del Foro de Economía Circular (FEC) en la región, este español desglosa en esta entrevista la hoja de ruta que debería seguir la economía circular en Chile.
¿Cómo ves el desarrollo de la economía circular en un continente que está entrando en una nueva década con importantes cambios políticos y sociales?
La tendencia hacia la economía circular es irreversible. Cada vez vemos más países en la región diseñando hojas de rutas, y cada vez más observamos empresas abrazando la circularidad como modelo empresarial viable de triple impacto.  Este cambio de paradigma, fundamentado en una creciente presión climática y el cuestionamiento de los modelos actuales de crecimiento, es disruptivo por naturaleza. Y en este contexto América Latina, con su gran riqueza en recursos y su necesidad imperiosa de crecer, no puede quedarse atrás. Los gobiernos de la región empiezan a entender que la economía circular crea un punto de encuentro entre la agenda productiva y ambiental, dos agendas tradicionalmente antagónicas que hoy no se entienden la una sin la otra.
¿Sigue siendo favorable ante el contexto político que están viviendo varios países de la región, algunos con cambios de gobiernos y otros con estallidos sociales recientes como es el caso de Chile?
Debemos diferenciar prioridades a corto y a medio/largo plazo. El contexto político en Chile requiere medidas de urgencia inmediatas para paliar las necesidades del pueblo. La economía circular es, sin embargo, una agenda de cambio estructural a medio y largo plazo. No olvidemos que lo que estamos viviendo en Chile y en otros países es el descontento por un modelo de desarrollo que ha generado grandes desigualdades. La economía circular nos hace replantear ese modelo productivo para hacerlo más inclusivo y sostenible. No va a ser la solución para Chile pero puede acompañar a repensar un nuevo modelo de desarrollo del país que tome en cuenta otras dimensiones además de la económica.
¿La economía circular puede ser parte de la solución para avanzar en un modelo de desarrollo más sostenible e inclusivo?
La economía circular no es la panacea por sí sola, sino que debe ser entendida como una herramienta que nos ayude a concebir modelos de crecimiento inclusivos y sostenibles. Por ejemplo, el sector minero en Chile puede aplicar principios de circularidad para ser más eficiente en los usos de recursos y valorizar los residuos que genere. La transición energética hacia renovables de origen fotovoltaico en el norte del país tiene que considerar de antemano la gestión de tecnología que se va a ser obsoleta en unos años. La economía circular nos ayuda a hacer prospectiva buscando todos los posibles ámbitos de mejora sectorial pero con una visión mucho más holística. Por eso los principios de circularidad se pueden transversalizar a todos los sectores de la economía.

¿Qué oportunidades ves en los distintos sectores productivos en que Chile debería apostar por una mirada de circularidad?
La economía circular tiene aplicación a todos los sectores de la economía, pero quiero hacer referencia a dos en particular. Chile es un país con mucha producción de biomasa y que además sigue utilizando fuentes energéticas contaminantes, peligrosas y dañinas para la salud, como la leña. Los modelos de negocio circular hacia la producción de bioenergía son factibles. Sin ir más lejos nuestro proyecto de “biogás lechero” en Los Ríos y Los Lagos apoya a productores lecheros de pequeña escala para la producción de biogás.
El sector de alimentos tiene un potencial de circularidad impresionante. El mundo desecha entre 30-40% de los alimentos, los países en desarrollo principalmente por las pérdidas post-cosecha y los países desarrollados por perdidas durante distribución y consumo final. País Circular hizo referencia a un estudio de la Universidad de Talca cuyos resultados son impactantes: el 95% de las personas entrevistadas reconocen tirar comida llegando a perder casi $10,000 al mes. Aquí hay mucho por hacer, empezando por la concienciación ciudadana, pero también apoyar a que el sector empresarial encuentre soluciones innovadoras a estas fallas estructurales.
¿Cómo cambia el discurso de cambio estructural con la economía circular?
La economía circular, y la industria 4.0, nos deberían hacer cambiar la forma de entender el concepto de cambio estructural en el país. Hace unos años el discurso giraba en torno a la dependencia de Chile del sector extractivo y la importancia de diversificarse hacia la manufacturera. Aunque esto sigue siendo relevante para Chile, tenemos que emplazar este debate en el contexto de tres grandes tendencias: la ´comoditización´ de la manufactura, cuyos precios están en bajos mínimos históricos; la demanda creciente de algunos recursos en los que Chile tiene grandes reservas (ejemplo cobre y litio); y la irrupción de la economía circular y la industria 4.0 como nuevos catalizadores de crecimiento económico inclusivo y sostenible. Por estos motivos, y desde mi humilde punto de vista, el discurso de cambio estructura pasa de ser un discurso de selección de sectores (ganadores y perdedores) a uno de valorización de los sectores existentes del país. A día de hoy me parecería imposible imaginar que Chile se desvinculara de esos sectores de alta demanda mundial, aunque estuvieran ligados a la minería o sector alimentos. Lo que me parece mucho más coherente es plantear cómo la economía circular y la industria 4.0 pueden hacer de Chile un líder mundial en innovación y competitividad en estos sectores.
¿De qué manera esto podría impactar en el empleo de los países?
Los cambios de paradigma suponen amenazas y oportunidades para el mercado laboral. Por un lado, somos conscientes que se van a perder muchos empleos, particularmente aquellos que dependan de rutinas no cognitivas. Sin embargo, las oportunidades van a ser muchas. Por ejemplo, la industria 4.0, que va a ser catalizadora de una economía circular eficiente, ya está demandando una serie de perfiles profesionales a los que todavía no tiene respuesta el sistema educativo formal. La aplicación de principios de circularidad también se va a transversalizar en muchas carreras universitarias y formación vocacional. En un futuro el mercado va a demandar ingenieros industriales con nociones de eco-diseño y uso de impresión 3D; y arquitectos con conocimiento del building information modelling (BIM) que permite crear simulaciones digitales en el diseño de estructuras. Además, tengo mucho optimismo en el futuro del trabajo porque estoy convencido que se viene una ola sin precedente de emprendedores sociales, digitales y comprometidos con los retos climáticos. Sólo pensemos como los nuevos modelos de negocio hacia la venta de servicios, en vez de productos, ha generado muchísimos emprendimientos y puestos de trabajo.

¿El rol de la política -y de las buenas políticas públicas- es insustituible?
Con el rol de la política en la economía circular hago siempre la misma reflexión. ¿Nos hemos parado a pensar donde funciona la circularidad de manera incuestionable? Funciona en un contexto de recursos limitados y pocas alternativas. Por eso la vemos aplicada en ambientes hostiles en nuestro planeta y como la única practica viable si algún día colonizamos otro planeta. El gran obstáculo a la economía circular es tener alternativas, y peor aún, alternativas que no apuntan al bien colectivo. ¿Qué debería hacer la política pública? A través de incentivos, desincentivos e incluso prohibiciones, la política pública debería minimizar las alternativas solo en aquellas que favorezcan al bien común. Por lo tanto, la política publica es absolutamente necesaria para establecer las reglas del juego que incentiven a empresas y consumidores a tomar el camino correcto. Por ejemplo, hoy ya somos conscientes de la importancia del diseño para extender la vida útil de los productos y minimizar la generación de residuo. Instrumentos como apoyar el I+D en diseño sostenible o la imposición de una certificación de diseño sostenible son ejemplos de como la política pública puede tener un rol significativo.
¿Cuáles son las lecciones aprendidas en los proyectos de economía circular que has gestionado?
Hay muchas lecciones. Posiblemente la más importante es desmitificar la economía circular como solución absoluta a todo. Como cambio sistémico la economía circular precisa el alineamiento de muchos factores que no siempre se dan. Cuando quieres incidir en los modelos de negocio, pero el marco regulatorio no es el adecuado entonces muy posiblemente estás abocado al fracaso. Uno de los temas que solemos olvidar es el mercado para esos productos nuevos circulares: ¿A qué precio salen, son competitivos, gustan al consumidor? Si no tenemos un cambio en la demando difícilmente habrá un cambio en la oferta.
Todas estas lecciones provienen de los proyectos que estamos ejecutando en el Cono Sur. En algunos casos queremos incidir en modelos de negocio que fueron concebidos de forma lineal y que es imposible circularizarlos. En otros casos, la viabilidad económica de la circularidad no es aplicable a la empresa como tal y pasa por la simbiosis industrial, es decir, por la incorporación de un tercero que pueda, por ejemplo, hacer de la gestión de residuos un negocio per se. No olvidemos una cosa, las empresas que siguen modelos circulares necesitan de los mismos factores de producción que aquellas que no lo son. Si los costos de producción son altos, la infraestructura deficiente y la mano de obra poco cualificada, entonces tendremos un problema de competitividad independientemente del modelo empresarial.

¿Cómo ves el mapa de Latinoamérica respecto a la economía circular?
Pues veo mucho movimiento y entusiasmo. Quizás un poco desmedido porque algunos quisieran atribuir a la economía circular elementos mágicos que no tiene. Es bueno que los gobiernos de la región se replanteen cambios en los modelos productivos, y entiendan que la economía circular ofrece un excelente marco para juntar agendas ambientales y productivas. No me cabe la menor duda que vamos a ver mayor número de iniciativas en el futuro que esperemos se traduzcan en nuevos marcos normativos, inversión, empresas y, en definitiva, nuevas fuentes de crecimiento.
A nivel de ONUDI seguimos apostando por la cooperación técnica a través de proyectos demostrativos y apoyo al desarrollo de hojas de ruta y ajuste del marco normativo. Estamos en proceso de conformar una Coalición de Economía Circular en América Latina que estaría formada por la ONUDI, ONU Ambiente, la Fundación Konrad Adenauer y la Fundación Ellen MacArthur. Esta iniciativa pretende posicionar el tema en la agenda política de los gobiernos de la región, y también generar sinergias entre entidades que ya estamos trabajando en esta dirección.
Hay dos grandes líneas que creo van consolidar la agenda de economía circular en la región.  El financiamiento a través del Fondo Mundial para el Medio Ambiente (GEF en inglés) y el Fondo Verde del Clima (GCF en inglés) ya están empezando a priorizar la economía circular en sus programas. El Centro y Red de Tecnología del Clima (CTCN en inglés) está apoyando a muchos países de la región a desarrollar sus hojas de ruta en economía circular. Sin ir más lejos, Chile, Brasil, México y Uruguay ya están recibiendo asistencia técnica. Esto significa que el tema está en las agendas de los donantes. El segundo aspecto tiene que ver con los requisitos cada vez más exigentes de los mercados internacionales para la comercialización de bienes y servicios. No me queda la menor duda que los nuevos acuerdos comerciales van a enfatizar las certificaciones y estándares que incluyan buenas prácticas ambientales y laborales como requisito para entrar al mercado. Si la Unión Europea está apostando por un Pacto Verde Europeo para convertirse en el primer continente climáticamente neutro, es de pensar que vayan a exigir a sus socios compartir esos principios. En ese sentido estamos abocados a que la economía circular se convierta en facilitadora de la entrada productos Latinoamericanos al mercado europeo.
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Fuente: País Circular, Lunes 09 de Marzo de 2020

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