Jueves, Diciembre 26, 2024

Los cinco Santiagos por Iván Poduje

LA TERCERA – El índice de calidad de vida urbana (ICVU) publicado hace pocos días por el Instituto de Estudios Urbanos y la Cámara Chilena de la Construcción, confirmó que en nuestra ciudad conviven varios Santiagos bien distintos.

El primero, que llamaremos “Moderno”, está formado por el centro histórico y el barrio alto, que como siempre lidera el ranking, esta vez con Providencia. Es el Santiago de las postales y las guías de turismo, los grandes espacios públicos, el distrito financiero donde torres compiten por tamaño, calles arboladas que se cierran para las bicis y los mejores restoranes, protegidos por la dotación más alta de carabineros por habitante. Hasta Transantiago casi funciona en esta ciudad ideal.

El segundo Santiago es más central y antiguo, y en esta versión del ICVU tiene a San Miguel encumbrado en el quinto lugar, gracias a su parque El Llano, dos líneas de Metro y un desarrollo habitacional que ha elevado los ingresos municipales reconvirtiendo talleres y bodegas. También lo integran comunas que se han densificado fuertemente como Estación Central, y otras que parecen congeladas en el tiempo como Cerrillos.

El tercer Santiago simbolizó la clase media de los 90, con emblemas como Maipú y La Florida ubicadas al medio del ranking ICVU. Son comunas enormes, pero que han dejado de expandirse, ya que la demanda se ha volcado al centro buscando proximidad. Es la ciudad de las villas, los restoranes chinos, donde las guaguas nacen en clínicas de malls y los viajes al trabajo superan la hora de traslado.

El cuarto Santiago es el pobre y segregado, y acá tampoco el ICVU muestra sorpresas. La peor calidad de vida sigue estando en la periferia sur y poniente, como hace décadas. La Pintana, El Bosque o Cerro Navia son las comunas con menos áreas verdes, más sitios eriazos y microbasurales y barrios completos afectados por el narcotráfico. Acá Transantiago presta el peor servicio y las autopistas encierran comunas con viaductos que llenarían la sección de cartas del director de estar en la ciudad moderna.

Si este Santiago fue minimizado en la discusión que tuvimos con otra columna, el quinto simplemente no existe para la vanguardia refinada del urbanismo. Se ubica a más de 20 kilómetros de Provi, en localidades semi rurales como Buin, Colina o Peñaflor que operan como “ciudades dormitorio” y que caen estrepitosamente en el ranking, ya que su rápido crecimiento, no ha ido de la mano con infraestructura, transporte público o servicios.

La fractura entre estos cinco Santiagos es una bomba de tiempo social, que debe desactivarse con proyectos urbanos. Necesitamos nuevas líneas de Metro que integren comunas segregadas, parques que crucen la ciudad con una calidad que no dependa del ingreso familiar, trenes que acerquen ciudades dormitorio, centros cívicos y culturales que transformen sitios eriazos y basurales, inversiones que recuperen entornos de autopistas y un Transantiago que, de una vez por todas, preste un servicio acorde al enorme gasto fiscal que demanda.

Solo si logramos hacerlo, podremos hablar con propiedad de un desarrollo sustentable, resolviendo problemas que aún resuenan muy lejos de la agenda de país desarrollado que desvela al Santiago Moderno.

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Fuente: La Tercera, Lunes 14 de mayo de 2018

LA TERCERA – El índice de calidad de vida urbana (ICVU) publicado hace pocos días por el Instituto de Estudios Urbanos y la Cámara Chilena de la Construcción, confirmó que en nuestra ciudad conviven varios Santiagos bien distintos.

El primero, que llamaremos “Moderno”, está formado por el centro histórico y el barrio alto, que como siempre lidera el ranking, esta vez con Providencia. Es el Santiago de las postales y las guías de turismo, los grandes espacios públicos, el distrito financiero donde torres compiten por tamaño, calles arboladas que se cierran para las bicis y los mejores restoranes, protegidos por la dotación más alta de carabineros por habitante. Hasta Transantiago casi funciona en esta ciudad ideal.

El segundo Santiago es más central y antiguo, y en esta versión del ICVU tiene a San Miguel encumbrado en el quinto lugar, gracias a su parque El Llano, dos líneas de Metro y un desarrollo habitacional que ha elevado los ingresos municipales reconvirtiendo talleres y bodegas. También lo integran comunas que se han densificado fuertemente como Estación Central, y otras que parecen congeladas en el tiempo como Cerrillos.

El tercer Santiago simbolizó la clase media de los 90, con emblemas como Maipú y La Florida ubicadas al medio del ranking ICVU. Son comunas enormes, pero que han dejado de expandirse, ya que la demanda se ha volcado al centro buscando proximidad. Es la ciudad de las villas, los restoranes chinos, donde las guaguas nacen en clínicas de malls y los viajes al trabajo superan la hora de traslado.

El cuarto Santiago es el pobre y segregado, y acá tampoco el ICVU muestra sorpresas. La peor calidad de vida sigue estando en la periferia sur y poniente, como hace décadas. La Pintana, El Bosque o Cerro Navia son las comunas con menos áreas verdes, más sitios eriazos y microbasurales y barrios completos afectados por el narcotráfico. Acá Transantiago presta el peor servicio y las autopistas encierran comunas con viaductos que llenarían la sección de cartas del director de estar en la ciudad moderna.

Si este Santiago fue minimizado en la discusión que tuvimos con otra columna, el quinto simplemente no existe para la vanguardia refinada del urbanismo. Se ubica a más de 20 kilómetros de Provi, en localidades semi rurales como Buin, Colina o Peñaflor que operan como “ciudades dormitorio” y que caen estrepitosamente en el ranking, ya que su rápido crecimiento, no ha ido de la mano con infraestructura, transporte público o servicios.

La fractura entre estos cinco Santiagos es una bomba de tiempo social, que debe desactivarse con proyectos urbanos. Necesitamos nuevas líneas de Metro que integren comunas segregadas, parques que crucen la ciudad con una calidad que no dependa del ingreso familiar, trenes que acerquen ciudades dormitorio, centros cívicos y culturales que transformen sitios eriazos y basurales, inversiones que recuperen entornos de autopistas y un Transantiago que, de una vez por todas, preste un servicio acorde al enorme gasto fiscal que demanda.

Solo si logramos hacerlo, podremos hablar con propiedad de un desarrollo sustentable, resolviendo problemas que aún resuenan muy lejos de la agenda de país desarrollado que desvela al Santiago Moderno.

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Fuente: La Tercera, Lunes 14 de mayo de 2018

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