Viernes, Diciembre 27, 2024

Llegada del invierno, por Hernán de Solminihac

PULSO – “Con la llegada del invierno, en un año particularmente poco lluvioso, nos encontramos expuestos nuevamente a estos escenarios, que pueden alterar el normal desarrollo económico y social de las comunidades chilenas, impactando su conectividad con centros de educación, servicios de salud, abastecimiento, entre otros”.

Los eventos naturales nos recuerdan lo majestuosa e imponente que puede ser la naturaleza. No es novedad que Chile siendo uno de los países más sísmicos del mundo y con mayor longitud de borde costero, se encuentre expuesto a terremotos y tsunamis. Sin embargo, hay otros tipos de eventos que pueden impactar el normal funcionamiento de la infraestructura como aumentos de caudal, desbordes de ríos, inundaciones, deslizamientos, aluviones, entre otros.

En particular, Chile pierde en promedio US$ 3 mil millones al año por eventos naturales extremos, transformandolo en el país de la OCDE con mayor riesgo de desastres. A lo largo de la historia hemos aprendido de estos eventos y puesto en práctica mejoras de ingeniería en diseño y construcción de obras, considerando su probabilidad de ocurrencia para mitigar sus efectos.

Con la llegada del invierno, en un año particularmente poco lluvioso (hasta ahora), nos encontramos expuestos nuevamente a estos escenarios, que pueden alterar el normal desarrollo económico y social de las comunidades chilenas, impactando su conectividad con centros de educación, servicios de salud, abastecimiento, entre otros. Aquí radica la importancia de resolver estos desafíos y destinar la importancia, urgencia y recursos que se requieren.

En Chile se ha avanzado en estudios de evaluación socioeconómica para la mitigación del riesgo de infraestructura crítica, proponiendo un marco de gestión sostenible de riesgos para caminos rurales. Estas investigaciones dan cuenta de la vulnerabilidad social de la población rural, la vulnerabilidad física de los caminos rurales y el contexto ambiental en términos de amenazas naturales.

En este sentido, incorporar la vulnerabilidad social como una dimensión relevante al momento de tomar decisiones de inversión, permitiría a las autoridades diseñar estrategias sostenibles de mitigación y recuperación, y sin duda incidirá en una mayor resiliencia de los caminos, al igual que en la vida y bienestar de las personas y sus familias.

Asimismo, en el contexto de contracción económica mundial producto de la pandemia, los planes de inversión en resiliencia representan una oportunidad para recuperar empleos y mejorar la productividad. Además, según un informe del Banco Mundial, el beneficio neto de invertir en infraestructura más resiliente en los países de ingreso bajo y medio ascendería a los US$ 4,2 billones, lo que representa un beneficio de US$ 4 por cada dólar invertido. Cifra cercana al reportado por el Instituto para la Resiliencia ante Desastres (Itrend), que fue de unos US $3 por cada dólar invertido.

Invertir en infraestructura vial rural más resiliente a los eventos naturales extremos, no sólo permitiría al país enfrentar de mejor forma la llegada del invierno y sus diversas situaciones de riesgo hacia la población, sino también permitiría transformar su exposición en una ventaja sostenible en el tiempo, garantizando el desarrollo económico y social de sus habitantes, mediante las menores pérdidas asociadas a los desastres.

Hernán de Solminihac
Director de Clapes UC

Fuente: Pulso, Martes 06 de Julio de 2021

PULSO – “Con la llegada del invierno, en un año particularmente poco lluvioso, nos encontramos expuestos nuevamente a estos escenarios, que pueden alterar el normal desarrollo económico y social de las comunidades chilenas, impactando su conectividad con centros de educación, servicios de salud, abastecimiento, entre otros”.

Los eventos naturales nos recuerdan lo majestuosa e imponente que puede ser la naturaleza. No es novedad que Chile siendo uno de los países más sísmicos del mundo y con mayor longitud de borde costero, se encuentre expuesto a terremotos y tsunamis. Sin embargo, hay otros tipos de eventos que pueden impactar el normal funcionamiento de la infraestructura como aumentos de caudal, desbordes de ríos, inundaciones, deslizamientos, aluviones, entre otros.

En particular, Chile pierde en promedio US$ 3 mil millones al año por eventos naturales extremos, transformandolo en el país de la OCDE con mayor riesgo de desastres. A lo largo de la historia hemos aprendido de estos eventos y puesto en práctica mejoras de ingeniería en diseño y construcción de obras, considerando su probabilidad de ocurrencia para mitigar sus efectos.

Con la llegada del invierno, en un año particularmente poco lluvioso (hasta ahora), nos encontramos expuestos nuevamente a estos escenarios, que pueden alterar el normal desarrollo económico y social de las comunidades chilenas, impactando su conectividad con centros de educación, servicios de salud, abastecimiento, entre otros. Aquí radica la importancia de resolver estos desafíos y destinar la importancia, urgencia y recursos que se requieren.

En Chile se ha avanzado en estudios de evaluación socioeconómica para la mitigación del riesgo de infraestructura crítica, proponiendo un marco de gestión sostenible de riesgos para caminos rurales. Estas investigaciones dan cuenta de la vulnerabilidad social de la población rural, la vulnerabilidad física de los caminos rurales y el contexto ambiental en términos de amenazas naturales.

En este sentido, incorporar la vulnerabilidad social como una dimensión relevante al momento de tomar decisiones de inversión, permitiría a las autoridades diseñar estrategias sostenibles de mitigación y recuperación, y sin duda incidirá en una mayor resiliencia de los caminos, al igual que en la vida y bienestar de las personas y sus familias.

Asimismo, en el contexto de contracción económica mundial producto de la pandemia, los planes de inversión en resiliencia representan una oportunidad para recuperar empleos y mejorar la productividad. Además, según un informe del Banco Mundial, el beneficio neto de invertir en infraestructura más resiliente en los países de ingreso bajo y medio ascendería a los US$ 4,2 billones, lo que representa un beneficio de US$ 4 por cada dólar invertido. Cifra cercana al reportado por el Instituto para la Resiliencia ante Desastres (Itrend), que fue de unos US $3 por cada dólar invertido.

Invertir en infraestructura vial rural más resiliente a los eventos naturales extremos, no sólo permitiría al país enfrentar de mejor forma la llegada del invierno y sus diversas situaciones de riesgo hacia la población, sino también permitiría transformar su exposición en una ventaja sostenible en el tiempo, garantizando el desarrollo económico y social de sus habitantes, mediante las menores pérdidas asociadas a los desastres.

Hernán de Solminihac
Director de Clapes UC

Fuente: Pulso, Martes 06 de Julio de 2021

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