EL MERCURIO ON LINE – En el verano de 2012, los agricultores de Oklahoma, en Estados Unidos –uno de los principales graneros del planeta– esperaban una gran cosecha. Pero unos días después de la siembra del maíz, en mayo, emergió una sequía repentina que, en unas pocas semanas, se llevó por delante sus cultivos. En menos de dos meses, el 76% de las plantaciones se vieron afectados y las pérdidas superaron los 30.000 millones de dólares.
Ya no hace falta que haya extensos periodos sin lluvia para que se desate una sequía grave. Un estudio muestra que ahora las sequías repentinas se están generalizando en casi todo el planeta, debido al cambio climático.
El evento ocurrido de 2012 en Estados Unidos puso el foco en las sequías repentinas. El concepto original –sequías “flash”– fue planteado por primera vez en 2002.
Lo que diferencia a estos fenómenos de las sequías hidrológicas es la velocidad y la intensidad. Una sequía lenta, convencional, se produce tras meses o años de precipitaciones por debajo de la media; en cambio las sequías repentinas surgen y llegan a su máximo en semanas, a veces solo en días.
Otro de sus elementos distintivos es que son consecuencia de un complejo proceso que no se limita a la escasez de lluvias. Entre el suelo y la atmósfera hay un equilibrio inestable de intercambio de humedad. En condiciones normales, la lluvia riega suelos y plantas que aportan hidratación al aire mediante la evaporación del suelo y transpiración de las hojas. Pero si no llueve, la atmósfera sigue requiriendo una aportación hídrica que le roba a la superficie y la vegetación. Si se produce una ola de calor o vientos secos en un lugar donde no ha llovido, entonces se desata una sequía repentina.
Sequías “flash” aumentaron en el 74% del planeta, excluyendo los polos
Ahora un grupo de investigadores chinos y estadounidenses analizaron los datos disponibles desde 1951 para detectar la evolución y distribución de las sequías repentinas. El trabajo –publicado en la revista científica Science– muestra una tendencia al alza de estos eventos, tanto en el territorio como en el tiempo.
Geográficamente, estas sequías se están produciendo más en las regiones húmedas del planeta, desde Canadá hasta Siberia, pasando por el golfo de Guinea, la selva amazónica o las junglas del sudeste asiático, y las grandes islas de Indonesia y Papúa Nueva Guinea. En estas partes del mundo, la frecuencia de las sequías repentinas es hasta tres veces mayor que en el resto del planeta.
Tras estas regiones más afectadas, aparecen en la lista otras más acostumbradas a las sequías, sean hidrológicas o repentinas: Sahel y Magreb en África, norte de Australia, este y centro de México y el este de Asia.
Pero el problema es global y va de mal en peor. La frecuencia de sequías repentinas aumentó en el 74% de la superficie del planeta, dejando fuera los polos. Los motivos son varios: el descenso de las precipitaciones, la subida global de la temperatura, el aumento de la frecuencia, y intensidad y duración de las olas de calor.
La vegetación tiene menos tiempo para adaptarse a una sequía repentina
“La sequía era un fenómeno de evolución lenta. Sin embargo, la velocidad de inicio aumentó significativamente debido al cambio climático, lo que da como resultado una transición a sequías repentinas”, explica a “El País” Xing Yuan, decano de la Escuela de Hidrología de la Universidad de Nankín, en China, y principal autor de la investigación.
Dice que esta mayor intensidad y velocidad estaría generando nuevos impactos, ya que, por ejemplo, “la vegetación puede tener menos tiempo para adaptarse a estas sequías de inicio rápido, que además plantean un gran desafío para los sistemas de alerta temprana”. “No tenemos tiempo suficiente para prepararnos para una sequía repentina”, advierte.
En la misma línea, el meteorólogo de la Universidad de Oklahoma, Jordan Christian, coautor de otro trabajo sobre el tema, explica que “la sequía repentina provoca los mismos impactos que una sequía de desarrollo más lento –como descenso del rendimiento agrícola, impactos en el ganado, estrés en los ecosistemas–, pero a un ritmo mucho más rápido”, lo que “crea desafíos en los sistemas de alerta temprana y reduce los tiempos de respuesta de las estrategias de mitigación”.
Para David Walker, investigador experto en sequías de la Universidad de Wageningen, Países Bajos, “tiene lógica que, con unas temperaturas más cálidas provocadas por el cambio climático, tengamos una mayor evapotranspiración, por lo que podemos esperar más sequías”. Pero, añade, “el trabajo de Yuan nos muestra que, además de tener más sequías, surgirán más rápido, y esa transición ya está ocurriendo”.
Explica que si la mayor frecuencia de estos eventos se da en las regiones húmedas, generalmente están en mejores condiciones para enfrentarlos, pero “la amenaza, o el riesgo, es probablemente mayor en las regiones áridas y semiáridas, que tienen menos recursos hídricos disponibles para el riego complementario y sufren más la degradación de la tierra. Además, muchas de ellas son generalmente más pobres, con factores extras como la inestabilidad política y los conflictos”.
Fuente: El Mercurio On Line, Domingo 16 de Abril de 2023