Jueves, Diciembre 26, 2024

Las complejidades del desplazamiento urbano

EL MERCURIO – Las desigualdades en movilidad -entendiendo ésta como la conectividad expedita y eficiente entre distintos puntos de la ciudad, y el acceso a transporte público, privado o a modos de transporte no motorizados-, se manifiesta como una problemática contemporánea urgente de resolver.

La movilidad y el transporte en un país cada vez más urbano, como Chile, son temas que deben estar en el centro de la agenda nacional. En este sentido, una de las claves para el desplazamiento urbano armónico y sustentable lo constituye la intermodalidad, entendida como el mecanismo a través del cual las personas pueden desplazarse por la ciudad combinando distintos modos de transporte.

Intermodalidad

“La intermodalidad debe entenderse tanto como la posibilidad que una persona viaje de un origen a un destino utilizando una diversidad de modos, como que los diferentes modos puedan convivir sin competir entre ellos y con total colaboración”, afirma Óscar Figueroa, académico del Instituto de Estudios Urbanos y Territoriales UC, y agrega que “se debe promover la colaboración entre diversas formas de movilizarse, pues en la medida en que esto se consigue se está promoviendo un concepto colectivo y social en la movilidad, esencial para un sistema eficiente y equitativo, configurando un proceso de cooperación e integración en lugar de la competencia intermodal”.

Carola Zurob, académica de la Escuela de Diseño UC, comparte el diagnóstico, y agrega que “en la práctica no existe la infraestructura que permita estacionar en ciertas estaciones de Metro o combinar entre bicicleta y buses del transporte público, por ende, planificar el transporte considerando estos intercambios podría potenciar el uso del transporte público en los sectores donde resulta más eficiente que el privado”, y destaca la importancia de “facilitar el intercambio de modos de manera que las personas que utilizan un automóvil puedan moverse hacia modos más eficientes y sustentables en lugares de la ciudad y horarios más críticos en términos de congestión y contaminación”.

Por su parte, Sandra Iturriaga, Directora del proyecto Mapocho 42K (desarrollado en el Mapocho 42K-LAB) y académica de la Escuela de Arquitectura UC, advierte que es necesario dejar atrás los análisis para dar paso a la concreción de soluciones. “Si consideramos el crecimiento sostenido del automóvil como modo prioritario para desplazarse por la ciudad y los efectos negativos en la calidad de vida de nuestras ciudades que esto genera, el incentivar e integrar otros modos de desplazamiento debería dejar de ser una aspiración y volverse un foco central. Ello implica implementar infraestructura acorde que posibilite la alternancia entre los distintos modos, generar integración tarifaria entre los servicios que incluye, e innovar en tecnologías que posibiliten de mejor manera la interconexión entre ellos”, afirma.

Al respecto, Figueroa agrega que “debe lograrse un sistema de integración entre todos los modos, desde el automóvil privado, cómodo para las zonas residenciales de la periferia, hasta el transporte público, fundamental en las áreas densas; o desde las bicicletas, que sirven para la última milla del viaje, hasta los peatones, que somos todos en algún momento del viaje. Deben generarse facilidades operativas, físicas e incluso económicas (tarifarias) para obtener las mejores soluciones integradas para beneficio de la ciudad y de sus ciudadanos”.

Zurob enfatiza en que toda política de transporte y movilidad debe poner al centro a las personas, y comparte la experiencia adquirida en la Escuela de Diseño UC con el proceso de desarrollo de un Sistema de Información a Usuarios de Transantiago. “Estuvimos mucho tiempo en los paraderos, desplazándonos en los buses y conversando con las personas en la calle. Esto nos permitió comprender, por ejemplo, que la incertidumbre de los tiempos de viaje, o la necesidad de evitar ciertos sectores de la ciudad pueden determinar en gran medida las decisiones de desplazamiento en la ciudad. Sin embargo, estas situaciones no aparecen en los modelos de flujo y pueden llevar a las autoridades a generar políticas que no se ajustan a las necesidades de las personas”, sostiene.

La ciudad, sostiene Iturriaga, debe ser pensada como un engranaje donde no solo hay un componente que se prioriza desplazando a los otros -como es el caso del automóvil- sino como un conjunto de componentes que se integran para contribuir a la calidad de vida de la ciudad en su conjunto. Así, esgrime, “si un niño crece pudiendo desplazarse por la ciudad alternando fácilmente entre distintos modos igualmente cualificados, es mucho más probable que su experiencia se enriquezca con ello, y contribuya a formar una cultura urbana en términos de lo que esta experiencia lo provee. Los beneficios de la intermodalidad -que están ampliamente demostrados- deberían extenderse especialmente a quienes tienen dificultades para desplazarse por la ciudad, de lo contrario es condenarlos a una mala calidad de vida”.

Ver Artículo

Fuente: El Mercurio, Jueves 13 de septiembre de 2018

EL MERCURIO – Las desigualdades en movilidad -entendiendo ésta como la conectividad expedita y eficiente entre distintos puntos de la ciudad, y el acceso a transporte público, privado o a modos de transporte no motorizados-, se manifiesta como una problemática contemporánea urgente de resolver.

La movilidad y el transporte en un país cada vez más urbano, como Chile, son temas que deben estar en el centro de la agenda nacional. En este sentido, una de las claves para el desplazamiento urbano armónico y sustentable lo constituye la intermodalidad, entendida como el mecanismo a través del cual las personas pueden desplazarse por la ciudad combinando distintos modos de transporte.

Intermodalidad

“La intermodalidad debe entenderse tanto como la posibilidad que una persona viaje de un origen a un destino utilizando una diversidad de modos, como que los diferentes modos puedan convivir sin competir entre ellos y con total colaboración”, afirma Óscar Figueroa, académico del Instituto de Estudios Urbanos y Territoriales UC, y agrega que “se debe promover la colaboración entre diversas formas de movilizarse, pues en la medida en que esto se consigue se está promoviendo un concepto colectivo y social en la movilidad, esencial para un sistema eficiente y equitativo, configurando un proceso de cooperación e integración en lugar de la competencia intermodal”.

Carola Zurob, académica de la Escuela de Diseño UC, comparte el diagnóstico, y agrega que “en la práctica no existe la infraestructura que permita estacionar en ciertas estaciones de Metro o combinar entre bicicleta y buses del transporte público, por ende, planificar el transporte considerando estos intercambios podría potenciar el uso del transporte público en los sectores donde resulta más eficiente que el privado”, y destaca la importancia de “facilitar el intercambio de modos de manera que las personas que utilizan un automóvil puedan moverse hacia modos más eficientes y sustentables en lugares de la ciudad y horarios más críticos en términos de congestión y contaminación”.

Por su parte, Sandra Iturriaga, Directora del proyecto Mapocho 42K (desarrollado en el Mapocho 42K-LAB) y académica de la Escuela de Arquitectura UC, advierte que es necesario dejar atrás los análisis para dar paso a la concreción de soluciones. “Si consideramos el crecimiento sostenido del automóvil como modo prioritario para desplazarse por la ciudad y los efectos negativos en la calidad de vida de nuestras ciudades que esto genera, el incentivar e integrar otros modos de desplazamiento debería dejar de ser una aspiración y volverse un foco central. Ello implica implementar infraestructura acorde que posibilite la alternancia entre los distintos modos, generar integración tarifaria entre los servicios que incluye, e innovar en tecnologías que posibiliten de mejor manera la interconexión entre ellos”, afirma.

Al respecto, Figueroa agrega que “debe lograrse un sistema de integración entre todos los modos, desde el automóvil privado, cómodo para las zonas residenciales de la periferia, hasta el transporte público, fundamental en las áreas densas; o desde las bicicletas, que sirven para la última milla del viaje, hasta los peatones, que somos todos en algún momento del viaje. Deben generarse facilidades operativas, físicas e incluso económicas (tarifarias) para obtener las mejores soluciones integradas para beneficio de la ciudad y de sus ciudadanos”.

Zurob enfatiza en que toda política de transporte y movilidad debe poner al centro a las personas, y comparte la experiencia adquirida en la Escuela de Diseño UC con el proceso de desarrollo de un Sistema de Información a Usuarios de Transantiago. “Estuvimos mucho tiempo en los paraderos, desplazándonos en los buses y conversando con las personas en la calle. Esto nos permitió comprender, por ejemplo, que la incertidumbre de los tiempos de viaje, o la necesidad de evitar ciertos sectores de la ciudad pueden determinar en gran medida las decisiones de desplazamiento en la ciudad. Sin embargo, estas situaciones no aparecen en los modelos de flujo y pueden llevar a las autoridades a generar políticas que no se ajustan a las necesidades de las personas”, sostiene.

La ciudad, sostiene Iturriaga, debe ser pensada como un engranaje donde no solo hay un componente que se prioriza desplazando a los otros -como es el caso del automóvil- sino como un conjunto de componentes que se integran para contribuir a la calidad de vida de la ciudad en su conjunto. Así, esgrime, “si un niño crece pudiendo desplazarse por la ciudad alternando fácilmente entre distintos modos igualmente cualificados, es mucho más probable que su experiencia se enriquezca con ello, y contribuya a formar una cultura urbana en términos de lo que esta experiencia lo provee. Los beneficios de la intermodalidad -que están ampliamente demostrados- deberían extenderse especialmente a quienes tienen dificultades para desplazarse por la ciudad, de lo contrario es condenarlos a una mala calidad de vida”.

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Fuente: El Mercurio, Jueves 13 de septiembre de 2018

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