EL MERCURIO – Ya sea por un estilo de vida saludable o por cuidar el planeta, en muchas ciudades del mundo los autos están siendo reemplazados por bicicletas y peatones. El cambio es bueno para todos e, incluso, vuelve a las urbes más amigables, pero la transición es altamente compleja.
“Tenemos que entender que todos somos peatones. Incluso los automovilistas, porque en algún momento se tienen que bajar a comprar, por ejemplo”, dice Jill Cooper, codirectora del Centro de investigación y educación en seguridad del transporte Berkeley (SafeTREC) de la Universidad de California Berkeley, en Estados Unidos.
La investigadora estuvo en Chile en el contexto del seminario “Movilidad peatonal: desafíos para la planificación urbana”, realizado en la Universidad Diego Portales y parte de un proyecto Fondecyt que busca entender la percepción de los peatones sobre las calles en la ciudad, qué los motiva e inhibe a caminar.
Cambio de foco
En el mundo, en general, la planificación vial está orientada al transporte motorizado desde una mirada ingenieril, y en desmedro de los peatones y las bicicletas, dice Geraldine Herrmann, académica de la Escuela de Arquitectura de la UDP y organizadora del seminario. “Necesitamos un cambio de paradigma, donde entre otras cosas, existan los recursos para modificar la infraestructura”, agrega. Ciclovías segregadas en calles principales y veredas más anchas, de al menos 2,5 metros, son solo el punto de partida.
“Este es un problema muy complejo y que no se resuelve de un día para otro”, dice Jill Cooper. Efectivamente, tiene que ver con la infraestructura y con grandes inversiones, pero también con la cultura de la gente, agrega.
El que los automovilistas aprendan a convivir con los ciclistas y viceversa es un problema que se da en todas partes y que no es fácil de resolver, por ello Berkeley SafeTREC está tomando un enfoque participativo en la búsqueda de la solución. “Los planes de seguridad tienen que venir con retroalimentación de la comunidad”, asegura la investigadora.
El centro tiene una serie de programas en California que no solo buscan educar a la gente en seguridad vial, sino también trabajar en conjunto con ellos para mejorar el diseño vial, utilizar datos y mapas de accidentabilidad, y buscar fondos para ejecutar las mejoras.
Mientras en Santiago, Geraldine Herrmann encabeza el trabajo de descubrir qué quiere el peatón. “De momento hemos encontrado que la gente prefiere veredas anchas, arborizadas y con locales comerciales y de servicio”, cuenta. Esto último tiene que ver con la sensación de seguridad que da una calle ocupada. Pero también hay datos de lo negativo: el ruido y el alto tráfico son lo que obtiene la mayoría de los votos.
Lograr que peatones, ciclistas y automovilistas convivan en paz tiene mucho de cultura, pero también de los espacios disponibles. “No se puede pensar en planificar la ciudad solo con la voz de uno de ellos”, dice Geraldine. Pero es necesario entender las necesidades de todos para lograr un punto de equilibrio. “El tema aquí es priorizar, es trasladar el foco desde el automóvil a las otras formas de movilidad urbana”, agrega Jill Cooper. De momento, no hay una receta que garantice el éxito.
Fuente: El Mercurio, Jueves 04 de octubre de 2018