Viernes, Noviembre 22, 2024

La urgente necesidad de pensar estratégicamente en el agua, por José Araos

PAÍS CIRCULAR – Sabemos que Chile dispone a lo largo y ancho de su territorio de 101 cuencas hidrográficas y 1200 ríos que fluyen de este a oeste. Estos ríos transitan a lo largo de una intrincada topografía y están sujetos, según su elevación y localización, a distintos regímenes climáticos, desde ambientes glaciares a regiones de extrema aridez.

Las precipitaciones representan la fuente de alimentación más importante para estos cursos de agua, definiendo en parte su caudal, o en términos simplificados, cuánta agua trae un rio, y que puede fluctuar temporalmente según la variabilidad del clima, ya sea esta de carácter interanual, los bien conocidos eventos Niña y Niño, o bien interdecadal representada por la no tan conocida Oscilación Decadal del Pacífico.

Además, dependiendo de la región en que se emplazan los ríos del país, su caudal también fluctuará. Por ejemplo, en el norte del país los ríos son alimentados por fusión de nieve en verano, en la zona central los ríos se alimentan de fusión de hielo y nieve en verano además de lluvias invernales, mientras que hacia el sur los ríos son alimentados eminentemente por lluvias, por cierto, cada vez más escasas e infrecuentes.

Por otra parte, la alimentación de los ríos por fusión de nieves y glaciares denominadas también “torres de agua”, ha experimentado un sostenido decrecimiento, Esto porque los glaciares andinos, producto del cambio climático, han experimentado pérdidas de masa equivalentes a 20 mil millones de toneladas de agua, anualmente.

De esta forma, durante las últimas cuatro décadas la reducción de las precipitaciones y particularmente durante el último decenio la condición de megasequía y retracción de la superficie cubierta de hielo y nieve, ha trastocado la alimentación de los ríos disminuyendo así su caudal hasta casi un 70% en la zona central del país durante el año 2019, lo que ha obligado a la construcción y profundización de pozos para asegurar el suministro de agua.

A lo anterior es necesario considerar el patrón de consumo de agua en el país, según la publicación escenarios hídricos 2030 (Fundación Chile, Fundación Futuro Latinoamericano y Fundación Avina). La actividad agrícola y forestal alcanza casi un 96 % del uso intensivo del agua, por otra parte, el agua potable y saneamiento consume aproximadamente un 2 % del recurso, la minería cerca de 1,3 %, el 0,7 % restante se divide entre la generación eléctrica el uso industrial y pecuario. Muchas de las actividades mencionadas anteriormente no disponen aun de la tecnología adecuada para retornar parte del recurso utilizado al sistema natural.

Por tanto, Chile enfrenta hoy un escenario de estrés hídrico resultante de factores como: la distribución irregular del recurso a lo largo de un territorio extenso y estrecho, donde las principales ciudades se encuentran aisladas, resultando esto en una compleja administración del recurso y la consecuente brecha hídrica que generalmente afecta a la población mas vulnerable. La ONU en su publicación Escasez Hídrica en Chile, desafíos pendientes (2021) suma a lo anterior factores como: los efectos del cambio climático sobre los recursos hídricos, las presiones ejercidas por las actividades productivas y/o extractivas, la carencia de infraestructura adecuada para enfrentar la escasez hídrica, falta de conexión entre las instituciones de gobierno vinculadas al agua y los vacíos de información que imposibilitan la toma de decisiones en cuanto a la gestión del recurso.

Consecuentemente es necesario fortalecer aún más el concepto de uso estratégico del recurso agua. Al respecto ya se han realizado algunos avances desde el punto de vista de la tecnología para el uso sustentable del agua en la actividad agrícola, un esfuerzo conjunto entre instituciones públicas y privados que pretende enfatizar la evaluación previa de mejoras en el uso del agua para incrementar su eficiencia, ya viene mostrando frutos en la reducción de superficie regada, según los datos preliminares del censo agropecuario. Desde la perspectiva de lo institucional la reforma al código de aguas, un hito reciente, consagra el agua como un derecho humano y otorga un marco legal para afrontar los desafíos en la gestión del agua en el escenario de cambio climático.

No obstante, aun hay muchas iniciativas de carácter urgente y que es necesario desarrollar, por ejemplo: fortalecer las iniciativas de investigación y desarrollo, particularmente mejorando la comunicación entre lo que dice la ciencia respecto al uso de los recursos hídricos y el cambio climático, mejorar y unificar los sistemas de monitoreo del recurso para evitar la dispersión de la información, donde la ciencia ciudadana puede adquirir un protagonismo largamente esperado, otorgar un mayor protagonismo a las comunidades del agua. Promover una cultura del uso sustentable del agua, con particular énfasis a los usuarios que mas demandan el recurso, además de concientizar a todos y todas los usuarios y usuarias de agua sobre su futura disponibilidad en el contexto del cambio climático.

La reforma al código de aguas, la redacción de la nueva constitución bajo un escenario de cambio climático, un nuevo gobierno que otorgue finalmente el debido peso a las problemáticas ambientales, representa un escenario apropiado para fortalecer las iniciativas antes señaladas y se espera este atento a las nuevas ideas, programas y estrategias conducentes al uso sustentable del recurso hídrico y a la apropiada gobernanza de este.

Si bien es cierto la evidencia climática y los antecedentes sobre el uso de recurso nos mueve a ver el vaso “medio vacío”, un escenario de renovación en la gestión del agua debe alentarnos a cambiar nuestra perspectiva y visualizar más bien un vaso “medio lleno” que formula nuevos desafíos orientados al cuidado de este recurso fundamental para el desarrollo de la vida.

José Araos, Director Diplomado en Cambio Climático UAH

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Fuente: País Circular, Viernes 1 de Abril de 2022

PAÍS CIRCULAR – Sabemos que Chile dispone a lo largo y ancho de su territorio de 101 cuencas hidrográficas y 1200 ríos que fluyen de este a oeste. Estos ríos transitan a lo largo de una intrincada topografía y están sujetos, según su elevación y localización, a distintos regímenes climáticos, desde ambientes glaciares a regiones de extrema aridez.

Las precipitaciones representan la fuente de alimentación más importante para estos cursos de agua, definiendo en parte su caudal, o en términos simplificados, cuánta agua trae un rio, y que puede fluctuar temporalmente según la variabilidad del clima, ya sea esta de carácter interanual, los bien conocidos eventos Niña y Niño, o bien interdecadal representada por la no tan conocida Oscilación Decadal del Pacífico.

Además, dependiendo de la región en que se emplazan los ríos del país, su caudal también fluctuará. Por ejemplo, en el norte del país los ríos son alimentados por fusión de nieve en verano, en la zona central los ríos se alimentan de fusión de hielo y nieve en verano además de lluvias invernales, mientras que hacia el sur los ríos son alimentados eminentemente por lluvias, por cierto, cada vez más escasas e infrecuentes.

Por otra parte, la alimentación de los ríos por fusión de nieves y glaciares denominadas también “torres de agua”, ha experimentado un sostenido decrecimiento, Esto porque los glaciares andinos, producto del cambio climático, han experimentado pérdidas de masa equivalentes a 20 mil millones de toneladas de agua, anualmente.

De esta forma, durante las últimas cuatro décadas la reducción de las precipitaciones y particularmente durante el último decenio la condición de megasequía y retracción de la superficie cubierta de hielo y nieve, ha trastocado la alimentación de los ríos disminuyendo así su caudal hasta casi un 70% en la zona central del país durante el año 2019, lo que ha obligado a la construcción y profundización de pozos para asegurar el suministro de agua.

A lo anterior es necesario considerar el patrón de consumo de agua en el país, según la publicación escenarios hídricos 2030 (Fundación Chile, Fundación Futuro Latinoamericano y Fundación Avina). La actividad agrícola y forestal alcanza casi un 96 % del uso intensivo del agua, por otra parte, el agua potable y saneamiento consume aproximadamente un 2 % del recurso, la minería cerca de 1,3 %, el 0,7 % restante se divide entre la generación eléctrica el uso industrial y pecuario. Muchas de las actividades mencionadas anteriormente no disponen aun de la tecnología adecuada para retornar parte del recurso utilizado al sistema natural.

Por tanto, Chile enfrenta hoy un escenario de estrés hídrico resultante de factores como: la distribución irregular del recurso a lo largo de un territorio extenso y estrecho, donde las principales ciudades se encuentran aisladas, resultando esto en una compleja administración del recurso y la consecuente brecha hídrica que generalmente afecta a la población mas vulnerable. La ONU en su publicación Escasez Hídrica en Chile, desafíos pendientes (2021) suma a lo anterior factores como: los efectos del cambio climático sobre los recursos hídricos, las presiones ejercidas por las actividades productivas y/o extractivas, la carencia de infraestructura adecuada para enfrentar la escasez hídrica, falta de conexión entre las instituciones de gobierno vinculadas al agua y los vacíos de información que imposibilitan la toma de decisiones en cuanto a la gestión del recurso.

Consecuentemente es necesario fortalecer aún más el concepto de uso estratégico del recurso agua. Al respecto ya se han realizado algunos avances desde el punto de vista de la tecnología para el uso sustentable del agua en la actividad agrícola, un esfuerzo conjunto entre instituciones públicas y privados que pretende enfatizar la evaluación previa de mejoras en el uso del agua para incrementar su eficiencia, ya viene mostrando frutos en la reducción de superficie regada, según los datos preliminares del censo agropecuario. Desde la perspectiva de lo institucional la reforma al código de aguas, un hito reciente, consagra el agua como un derecho humano y otorga un marco legal para afrontar los desafíos en la gestión del agua en el escenario de cambio climático.

No obstante, aun hay muchas iniciativas de carácter urgente y que es necesario desarrollar, por ejemplo: fortalecer las iniciativas de investigación y desarrollo, particularmente mejorando la comunicación entre lo que dice la ciencia respecto al uso de los recursos hídricos y el cambio climático, mejorar y unificar los sistemas de monitoreo del recurso para evitar la dispersión de la información, donde la ciencia ciudadana puede adquirir un protagonismo largamente esperado, otorgar un mayor protagonismo a las comunidades del agua. Promover una cultura del uso sustentable del agua, con particular énfasis a los usuarios que mas demandan el recurso, además de concientizar a todos y todas los usuarios y usuarias de agua sobre su futura disponibilidad en el contexto del cambio climático.

La reforma al código de aguas, la redacción de la nueva constitución bajo un escenario de cambio climático, un nuevo gobierno que otorgue finalmente el debido peso a las problemáticas ambientales, representa un escenario apropiado para fortalecer las iniciativas antes señaladas y se espera este atento a las nuevas ideas, programas y estrategias conducentes al uso sustentable del recurso hídrico y a la apropiada gobernanza de este.

Si bien es cierto la evidencia climática y los antecedentes sobre el uso de recurso nos mueve a ver el vaso “medio vacío”, un escenario de renovación en la gestión del agua debe alentarnos a cambiar nuestra perspectiva y visualizar más bien un vaso “medio lleno” que formula nuevos desafíos orientados al cuidado de este recurso fundamental para el desarrollo de la vida.

José Araos, Director Diplomado en Cambio Climático UAH

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Fuente: País Circular, Viernes 1 de Abril de 2022

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