Jueves, Diciembre 26, 2024

La oportunidad que tiene Chile para recuperar sitios contaminados y devolverlos a la ciudad

EL MOSTRADOR – El trabajo mancomunado entre el mundo privado y público, la generación de normas legales para hacerse cargo de un pasado industrial y la colaboración junto a las comunidades locales donde opera cualquier tipo de proyecto, son algunas de las claves y soluciones concretas para poder recuperar los más de 600 suelos urbanos contaminados a lo largo de Chile.

Según un catastro que establece el Ministerio del Medio Ambiente, en Chile existen 3.363 suelos con potencial presencia de contaminantes -principalmente hidrocarburos y metales pesados-, de los cuales un 30,9% se asocia a la actividad minera, un 24,2% a la disposición de residuos, un 8,74% a la actividad silvoagropecuaria y un 14,75% a otras actividades.

De estos miles de sitios, poco más de 600 terrenos urbanos se encuentran insertos dentro de la ciudad, convirtiéndose en sitios eriazos abandonados que “se transforman en algo negativo para la calidad de vida para las personas”, impidiendo que las ciudades se reinventen y crezcan con su dinamismo natural, explica Jaime Henríquez, gerente de sustentabilidad del Ferrocarril Antofagasta Bolivia (FCAB), quien es parte del equipo a cargo de la remediación de 48 hectáreas de lo que fue el Ferrocarril de Antofagasta a Bolivia.

“Como país podemos generar políticas de regeneración urbana o de suelos con principios sustentables, ya que todo lo que es manejo de pasivos industriales también es economía circular que pasa de uso natural a industrial y luego a urbano, lo que es positivo”, señala el abogado con un Máster en Planificación Territorial y Gestión Ambiental, Medioambientales y comunidades de la Universitat de Barcelona.

Sin embargo, FCAB no es el único proyecto emblemático en nuestro país que pretende generar un impacto positivo en el medioambiente y la recuperación de suelos. Camilo Quiroga, gerente de Medio Ambiente de Las Salinas -empresa que recibió la luz verde para comenzar la última etapa de saneamiento del terreno de 16 hectáreas ubicado en la recta Las Salinas en Viña del Mar-, comenta que “tenemos un sentir muy propio respecto de lo importante que son los procesos de remediación para reconvertir terrenos que inicialmente fueron industriales o mineros o que tienen algún tipo de pasivo ambiental y con este proceso que es la remediación transformarlos, devolverlos a la ciudad y re-convertirlos para que la ciudad pueda seguir desarrollándose”.

Comunidades como clave para el avance

Hace solo algunos años atrás la participación de las comunidades en proyectos de distinta índole era notoriamente escasa. A medida que las legislaciones ambientales y preocupación por el entorno han ido en aumento, también se ha considerado a las juntas de vecinos, organizaciones y comunidades en general en procesos participativos para que se genere una conversación entre todas las partes y hacer de los proyectos instancias más colaborativas.

En esta línea, Quiroga explica que “hace 20 años atrás la manera en la cual las autoridades se aproximaban a un proyecto era bastante más distante, con un mayor desconocimiento e incrementalmente con la propia maduración del sistema de impacto ambiental y del conocimiento de las comunidades respecto a las temáticas ambientales, la gente ha ido aportando con consultas, con observaciones, con inquietudes muy propias y muy reales, de forma tal de hacer que los proyectos que son efectivamente aprobados sean mucho mejores y mayor la calidad”.

En relación al proyecto de FCAB, Henríquez comenta que al ser tan grande y estar en el corazón de la ciudad de Antofagasta, “tiene que ser un proyecto altamente participativo y es así como lo hemos desarrollado. Llevamos más o menos 5 años de procesos de participación ciudadana, puerta a puerta y vinculados con nuestros trabajadores. Estamos próximos al inicio de la ejecución en octubre, por lo tanto hemos hecho más de 20 participaciones ciudadanas y llegado a más de mil personas, lo que nos ha ayudado a entender cuáles son sus preocupaciones, temores y considerarlos como un aporte en el desarrollo del proyecto”.

Y lo mismo sucede con la remediación de suelos, -tema ampliamente conversado y utilizado alrededor del mundo-, ya que “lo más interesante de todo es que las comunidades, con el tiempo, hace 40 años atrás, hace 20 años atrás en otros países, hacían las mismas preguntas que están haciendo ahora: ¿Es importante remediar o no? ¿O preferimos dejar este sitio contaminado como está? Con el tiempo todos se han dado cuenta de algo que, a la larga, es natural: quién podría oponerse a remediar un terreno que al día de hoy tiene un riesgo, latente o no y llevarlo a un nuevo nivel de servicios para la misma comunidad”, concluye Quiroga.

Si bien aún existen problemas regulatorios, como la falta de una ley de norma de suelos, que impiden a este tipo de proyectos avanzar con mayor facilidad, estos proyectos se han ido transformando en una suerte de referentes para la recuperación de suelos contaminados en Chile y aportan a la construcción de futuras políticas públicas para poder reincorporar a la trama urbana terrenos que, aparentemente, ya no tendrían nuevos usos.

Ver artículo

Fuente: El Mostrador, Miércoles 13 de Septiembre de 2023

EL MOSTRADOR – El trabajo mancomunado entre el mundo privado y público, la generación de normas legales para hacerse cargo de un pasado industrial y la colaboración junto a las comunidades locales donde opera cualquier tipo de proyecto, son algunas de las claves y soluciones concretas para poder recuperar los más de 600 suelos urbanos contaminados a lo largo de Chile.

Según un catastro que establece el Ministerio del Medio Ambiente, en Chile existen 3.363 suelos con potencial presencia de contaminantes -principalmente hidrocarburos y metales pesados-, de los cuales un 30,9% se asocia a la actividad minera, un 24,2% a la disposición de residuos, un 8,74% a la actividad silvoagropecuaria y un 14,75% a otras actividades.

De estos miles de sitios, poco más de 600 terrenos urbanos se encuentran insertos dentro de la ciudad, convirtiéndose en sitios eriazos abandonados que “se transforman en algo negativo para la calidad de vida para las personas”, impidiendo que las ciudades se reinventen y crezcan con su dinamismo natural, explica Jaime Henríquez, gerente de sustentabilidad del Ferrocarril Antofagasta Bolivia (FCAB), quien es parte del equipo a cargo de la remediación de 48 hectáreas de lo que fue el Ferrocarril de Antofagasta a Bolivia.

“Como país podemos generar políticas de regeneración urbana o de suelos con principios sustentables, ya que todo lo que es manejo de pasivos industriales también es economía circular que pasa de uso natural a industrial y luego a urbano, lo que es positivo”, señala el abogado con un Máster en Planificación Territorial y Gestión Ambiental, Medioambientales y comunidades de la Universitat de Barcelona.

Sin embargo, FCAB no es el único proyecto emblemático en nuestro país que pretende generar un impacto positivo en el medioambiente y la recuperación de suelos. Camilo Quiroga, gerente de Medio Ambiente de Las Salinas -empresa que recibió la luz verde para comenzar la última etapa de saneamiento del terreno de 16 hectáreas ubicado en la recta Las Salinas en Viña del Mar-, comenta que “tenemos un sentir muy propio respecto de lo importante que son los procesos de remediación para reconvertir terrenos que inicialmente fueron industriales o mineros o que tienen algún tipo de pasivo ambiental y con este proceso que es la remediación transformarlos, devolverlos a la ciudad y re-convertirlos para que la ciudad pueda seguir desarrollándose”.

Comunidades como clave para el avance

Hace solo algunos años atrás la participación de las comunidades en proyectos de distinta índole era notoriamente escasa. A medida que las legislaciones ambientales y preocupación por el entorno han ido en aumento, también se ha considerado a las juntas de vecinos, organizaciones y comunidades en general en procesos participativos para que se genere una conversación entre todas las partes y hacer de los proyectos instancias más colaborativas.

En esta línea, Quiroga explica que “hace 20 años atrás la manera en la cual las autoridades se aproximaban a un proyecto era bastante más distante, con un mayor desconocimiento e incrementalmente con la propia maduración del sistema de impacto ambiental y del conocimiento de las comunidades respecto a las temáticas ambientales, la gente ha ido aportando con consultas, con observaciones, con inquietudes muy propias y muy reales, de forma tal de hacer que los proyectos que son efectivamente aprobados sean mucho mejores y mayor la calidad”.

En relación al proyecto de FCAB, Henríquez comenta que al ser tan grande y estar en el corazón de la ciudad de Antofagasta, “tiene que ser un proyecto altamente participativo y es así como lo hemos desarrollado. Llevamos más o menos 5 años de procesos de participación ciudadana, puerta a puerta y vinculados con nuestros trabajadores. Estamos próximos al inicio de la ejecución en octubre, por lo tanto hemos hecho más de 20 participaciones ciudadanas y llegado a más de mil personas, lo que nos ha ayudado a entender cuáles son sus preocupaciones, temores y considerarlos como un aporte en el desarrollo del proyecto”.

Y lo mismo sucede con la remediación de suelos, -tema ampliamente conversado y utilizado alrededor del mundo-, ya que “lo más interesante de todo es que las comunidades, con el tiempo, hace 40 años atrás, hace 20 años atrás en otros países, hacían las mismas preguntas que están haciendo ahora: ¿Es importante remediar o no? ¿O preferimos dejar este sitio contaminado como está? Con el tiempo todos se han dado cuenta de algo que, a la larga, es natural: quién podría oponerse a remediar un terreno que al día de hoy tiene un riesgo, latente o no y llevarlo a un nuevo nivel de servicios para la misma comunidad”, concluye Quiroga.

Si bien aún existen problemas regulatorios, como la falta de una ley de norma de suelos, que impiden a este tipo de proyectos avanzar con mayor facilidad, estos proyectos se han ido transformando en una suerte de referentes para la recuperación de suelos contaminados en Chile y aportan a la construcción de futuras políticas públicas para poder reincorporar a la trama urbana terrenos que, aparentemente, ya no tendrían nuevos usos.

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Fuente: El Mostrador, Miércoles 13 de Septiembre de 2023

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