DIARIO CONCEPCIÓN – La limitada superficie disponible en las ciudades para proyectos inmobiliarios es una situación concreta e irreversible, salvo que se opte por remodelarlas, hacer tablas rasas y empezar racionalmente de nuevo, también se puede y así se ha hecho, aumentar el perímetro de la ciudades y avanzar por laderas, o invadir terrenos destinados a la agricultura u otros potenciales usos. Como hay límites evidentes ante estas posibilidades, queda abierta aquella de hacer vivir más gente en el mismo sitio, con el elegante denominador de densificación, que transforma esta operación en algo a lo menos deseable.
Introducida esa opción, el paso que sigue es optimizar las superficies disponibles para aumentar el número de población que ha de vivir en los mismos metros cuadrados, mediante mega construcciones, versiones modernas de las insulae romanas, con parecidas motivaciones. Como aquellas, las grandes construcciones tienen la posibilidad del exceso, de leve, como para alterar la calidad de vida de los habitantes, como un precio variable a pagar por una ubicación conveniente, hasta grave, con impacto negativo en todo el conjunto urbano.
Nuestra ciudad, ante la falta de espacio, ha optado por su densificación, una dinámica facilitada por las consecuencias no bien visibilizadas del terremoto del 27F, la existencia de grandes sectores ruinosos, que obligaron a demoliciones. Así, la reutilización de terrenos de las antiguas edificaciones de la comuna ha permitido e impulsado el aumento de la construcción de edificios habitacionales, cambiando la silueta de la ciudad y de paso mostrando sus consecuencias, algunas no esperables y otras deliberadamente ignoradas.
Según el último censo realizado en 2017, la Región del Bío Bío cuenta con un 55% de densidad de población por kilómetro cuadrado, muy por debajo de Santiago, con un 462%, e incluso de Valparaíso, que registra un 111,3%. Una realidad que desde hace pocos años ha estado evolucionando, según cifras del Ministerio de Vivienda y Urbanismo, la comuna de Concepción solo cuenta con 400 hectáreas de terreno para el futuro desarrollo inmobiliario de la ciudad, lo que se traduce en un 6% de la superficie que por norma se puede destinar a ese propósito. Una cifra acotada y que además debe considerar que de ese total, 333 hectáreas se destinarán a áreas verdes residenciales.
La planificación urbana y la visión de futuro son puestas a prueba en esta forma de crecimiento, encontrar un punto de equilibrio entre la rentabilidad de los proyectos inmobiliarios y el espacio público, más las demandas de circulación vehicular. Densificar sin los debidos resguardos puede transformar la vida en común en una pesadilla, es imperiosa la decisión y voluntad política para armonizar los agentes involucrados, de tal modo que la tarea de planificación urbana y desarrollo del espacio público resulte ser un instrumento para la necesaria y conveniente cohesión e integración social, con evidente visión de largo plazo, ya que se trata de la ciudad que legaremos a las generaciones por venir.
Es alentador que la urbe se renueve, que los espacios disponibles la transformen y modernicen, pero, al mismo tiempo, hay que vigilar que su patrimonio se preserve, que la ciudad siga estando a escala humana, la ciudad verde que siempre ha sido, vigilar y preservar la calidad de vida de los habitantes de la Perla del Bío Bío.
Fuente: Diario Concepción, Viernes 23 de marzo de 2018