Miércoles, Noviembre 20, 2024

La innovación, el emprendimiento y el comercio local son claves en el impulso de las ciudades circulares

PAÍS CIRCULAR – La crisis socioeconómica generada por la pandemia global de coronavirus, y el llamado a retomar conciencia por efecto de la emergencia climática en curso – plasmada en el último informe del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC)- han llevado a acelerar las iniciativas para lograr un futuro más resiliente, donde se consideran ciclos técnicos y biológicos al momento de producir bienes o servicios, utilizando como base la economía circular. Parte importante de ese foco se está poniendo en la implementación de las ciudades circulares que buscan generar conciencia e integración de modelos de negocio que permitan capturar el valor, tanto a nivel productivo, como de consumidor y de los materiales que circulan en las ciudades.

A esto es a lo que apunta, por ejemplo, la “Declaración de Ciudades Circulares” de la Unión Europea, firmada en octubre pasado por cerca de 30 urbes de ese continente, y que entre otras cosas establece el compromiso de avanzar en esta línea impulsando prácticas circulares en toda su administración, y entre los ciudadanos y empresas locales, así como el fomento de un marco regulatorio local que permita y promueva el desarrollo de mercados secundarios y esquemas de reparación, reutilización y distribución dentro del proceso productivo.

La idea principal es generar sistemas circulares de ciclo cerrado dentro de las ciudades, dado que cuentan con gran potencial -como cunas de innovación y transformación socioeconómica- para liderar esta transición, especialmente en cadenas de valor clave como la electrónica, las baterías y vehículos, embalajes, plásticos, textiles, construcción, edificios y comida.

Esto implica transformar las ciudades para generar y retener valor, donde métodos de producción innovadores, nuevos modelos de negocios y el comportamiento del consumo prioricen la reutilización de los materiales. En este esquema, los materiales reciclados de alta calidad representan una parte creciente de la demanda local de insumos, apuntando a ciclos cerrados lo más pequeño posible dentro de la comunidad local, buscando las cadenas de valor cortas y eficientes. Esto implica desde la promoción de la “economía colaborativa”, que se mueve desde la propiedad del producto al uso de bienes mediante servicios, hasta esquemas de reparación, reutilización y manufactura que crean nuevas oportundiades comerciales y generan empleos locales verdes.

Y en esta última materia, las posiblidades económicas, comerciales y de generación de empleo son amplias. Según el estudio “Europa Circular: Cómo gestionar con éxito la transición de un mundo lineal a uno circular”, presentado en 2020 por Enel Foundation y The European House-Ambrosetti, en 2018 la economía circular generó entre 300 mil y 800 mil millones de euros de PIB y un aumento de entre 2,4 y 2,5 millones de puestos de trabajo en los 27 países de la Unión Europea y en el Reino Unido. El impacto en el PIB per cápita fue de 650 euros, mientras que el aumento de la productividad se cuantificó entre 570 y 940 euros por empleado en Europa.

En Chile, en tanto, la Hoja de Ruta para la Economía Circular establece entre sus metas que al año 2030 la economía circular haya generado 100 mil nuevos empleos en actividades como la gestión de residuos, la logística, la remanufactura y la reparación, y que al año 2040 estos hayan llegado a 180 mil.

La economía circular, señala el mismo estudio, tiene todo lo que se necesita para convertirse en un “catalizador del bien común”. Esto, llevado al ámbito urbano, implica una transición hacia ciudades más habitables, donde la integración social se mejora mediante un mayor intercambio de bienes y espacios, así como una mayor proximidad entre lugares para vivir, trabajar y jugar. Una ciudad donde los ciudadanos son consumidores empoderados de bienes y servicios, informados de la huella ambiental de su consumo e involucrados en la co-creación de soluciones circulares.

En el mundo, los ejemplos de economía circular aplicada en las ciudades se multiplican, y la pandemia de coronavirus ha ayudado a impulsar la reutilización de materiales a través de la venta de artículos de segunda mano. Un estudio realizado en España, por ejemplo, mostró que en 2020 se vendieron más de 3 millones de artículos usados solo por internet, permitiendo una reducción de 800 mil toneladas de CO2, en relación a si esos artículos se hubiesen comprado nuevos. Encuestas realizadas en ese país mostraron que un 80% de las personas seguirá apostando por un consumo responsable en el futuro, mientras que el 77% dijo que incorporará el comercio local a su consumo habitual.

En Chile, en tanto, un estudio realizado por Accenture, muestra que el consumidor post pandemia es distinto y es, también, más sustentable. Por ejemplo, hoy prefiere las compras de marcas locales frente a marcas globales, porque incrementa la confianza y la conexión personal, al tiempo que entiende que así ayuda a la reactivación de pequeños locales vecinos “que más lo necesitan”. Se entrevistó a más de 600 personas, y las cifras de la encuesta revelan que desde el inicio de la pandemia la preferencia por comprar productos a pequeñas marcas locales aumentó un 41%, mientras que las compras de marcas nacionales se incrementaron un 35%. El 57% de ellos dice que prefiere comprar en las tiendas del vecindario, y el 54% opta por productos de origen local. También, el 64% prefiere comprar en pequeños comercios vecinos que en grandes cadenas de retail, y más del 90% de ellos dice que lo seguirá haciendo a futuro una vez que termine la pandemia.

El rol clave del comercio, la innovación y el emprendimiento local

Para la creación de los “sistemas de ciclo cerrado en las ciudades”, que mantengan por mayor tiempo los materiales y su valor en la economía, el comercio, la innovación y el emprendimiento local son claves no solo para darle un nuevo uso a dichos materiales, sino para cambiar las relaciones de consumo urbanas. De acuerdo a un position paper sobre economía circular presentado a fines de 2020 por Enel, esto es porque un modelo circular se basa en mantener el valor a través del mantenimiento, la reparación y el servicio y, por lo tanto, está más vinculado al diseño y la innovación por un lado, y a las habilidades “manuales” y de relación por el otro.

“Además -agrega el documento-, al considerar modelos de negocios, como el modelo producto como servicio, el enfoque de interacción con el cliente cambia: de una transacción única y puntual pasamos a una relación más estable con el consiguiente fortalecimiento del rol de los servicios”. Se trata además de soluciones locales y descentralizadas, cercanas a las viviendas, que impulsan también un cambio de comportamiento en los consumidores ayudando a la creación de una cultura circular.

“Las ciudades son un espacio diverso, de encuentro, necesitamos trabajar para que nuestros barrios y las personas que los habitan sean comunidad. Cuando hablamos que la economía circular requiere de un cambio en la mentalidad de las personas y la forma de relacionarnos, también hablamos de recuperar el vínculo con lo cotidiano, el valor de las experiencias por sobre el consumo impulsivo, el compartir con la comunidad, los negocios locales y el goce de los espacios. Hoy la innovación y las nuevas tecnologías nos permiten conectarnos de una manera nunca vista, la pregunta es cómo podemos utilizarlas al servicio de la calidad de vida de las personas, y aquí los principios y estrategias de la economía circular se transforman en una herramienta poderosa para innovar y repensar la ciudad”, dice Natalia Correa, Head of Circular Economy de Enel Chile.

El comercio local, o canal tradicional, es clave para promover las economías circulares urbanas y fortalecer el rol de los servicios, dice Pablo Allard, urbanista y decano de la Facultad de Arquitectura y Arte de la Universidad del Desarrollo (UDD). “Por un lado tenemos los almacenes y kioscos locales, donde la relación de ‘casera y locatario’ permite vínculos de confianza que facilitan no solo el fiado, sino además el reciclaje de botellas, recolección de aceite usado, e incluso la reducción del packaging al generarse compra por kilos o litros. Estas prácticas tradicionales se han visto potenciadas por emprendimientos que venden a granel o ‘local shop” que mezclan lo mejor de la tecnología y la tradición barrial’.

Este es un fenómeno que está ocurriendo actualmente en la ciudad, donde han comenzado a resurgir oficios tradicionales barriales como las barberías, cafeterías, veterinarias, tatuadores, tiendas de juegos y cómics o talabarterías, a lo que se suman negocios de reparación como costureras, zapaterías y reparación de bicicletas.

“Si bien estos oficios vienen de la mano de nuevos estilos de vida de los millennials, todavía se remiten a barrios de clase media emergente. Lo interesante es que este grupo etareo es precisamente el más abierto a ‘colonizar’ barrios post-industriales o en regeneración, promoviendo prácticas circulares que fortalecen la diversidad y cohesión social”, plantea Allard.

Son precisamente ese tipo de prácticas las que ha recogido, por ejemplo, el concurso “Nuevas economías metropolitanas” impulsado por el Centro de Innovación en Ciudades de la UDD, donde se seleccionará a 4 pymes de la Región Metropolitana -de entre 12 finalistas- para que trabajen con especialistas en innovación de manera que sus ideas activen nuevas economías circulares y colaborativas.

Entre ellas hay, por ejemplo, aplicaciones para impulsar y facilitar el reciclaje, una red de coworks para el reciclaje y uso local del plástico, una aplicación de servicios para el mantenimiento del hogar o una plataforma colaborativa para el intercambio y venta de ropa de bebé. También iniciativas que buscan evitar el desperdicio de alimentos; y una granja urbana colaborativa de crías de insectos para generar fertilizante y proteínas, que le paga a las personas por cada kilo de residuo orgánico entregado para su alimentación.

Los gobiernos locales y la activación de la economía circular

En el impulso de esta economía local que active los circuitos circulares, los gobiernos locales cumplen un rol fundamental. “La única forma de activar las economías circulares locales es desde los territorios y las comunidades, ya que dependen fuertemente de los vínculos de proximidad. En este sentido, el rol de los gobiernos locales es clave para activar y enriquecer los ecosistemas de emprendimiento. A nivel municipal esto va de la mano de fomentar y dar facilidades para que se permitan usos mixtos y densidad armónica en barrios donde hay condiciones de centralidad, para que se genere esta vida de barrio”, dice Pablo Allard.

Un ejemplo de ello es el trabajo que está desarrollando en la comuna de Providencia, donde el municipio apostó por crea un Hub de Innovación, que con el tiempo se transformó en un Departamento de Innovación inserto dentro de la orgánica de la municipalidad. Un proceso que se inició en 2017 con una aceleradora llamada “Fábrica de Innovación” donde, ante el importante número de proyectos orientados a la gestión de residuos y el reciclaje, se creó en 2020 el proyecto “Providencia Circular”.

Allí, el objetivo fue capacitar a emprendedores tradicionales para que incorporaran estrategias de economía circular dentro de su modelo de producción, desde el diseño del producto y la obtención de materias primas hasta el packaging. También se impulsó un programa llamado “preciado plástico”, enfocado en startups que trabajan con plástico reciclado. Para el cual se montó un laboratorio de innovación específico para este material para mejorar procesos de producción, hacer pruebas de durabilidad y resolver desafíos.

“Ahora el departamento de innovación es un departamento de innovación pública, donde tenemos un modelo de tres laboratorios. Uno de gobierno local, que trabaja con los propios funcionarios municipales identificando retos, ya sea institucionales o del territorio; un laboratorio ciudadano, que instala capacidades para innovar en los vecinos, que no son necesariamente emprendedores sino que quieren contribuir en la mejora de sus propios barrios, y que tienen ideas; y tenemos un laboratorio vivo, que es el espacio físico donde toda esta innovación ocurre. Lo que promovemos es que la comuna de Providencia, como territorio, sea un laboratorio vivo para testear la innovación”, explica Nicole Castro, jefa del Departamento de Innovación del municipio.

Esto último resulta clave, porque muchas iniciativas de innovación nunca llegan a ser validadas -aunque hayan ganado premios y financiamiento- porque no logran obtener permisos para usar el espacio público y testear sus productos. El objetivo, entonces, es promover que las startups puedan probar sus pilotos y puedan validarse, y tengan su primer caso de éxito para salir a vender soluciones.

“Ahí lo que hacemos como departamento de innovación es que somos como una agencia de match: nos llegan desafíos, llegan empresas, tenemos emprendedores, tenemos permisos y espacio público, y lo que hacemos es vincular toda la necesidad, la demanda, con una posible oferta, para que se vaya desarrollando la innovación”, dice Nicole Castro.

Hoy el foco está en pilotar estos proyectos. Y no son pocos. Con Fundación Basura, por ejemplo, trabajan con un proyecto para evitar el desperdicio de alimentos recuperando frutas y verduras de ferias libres a través de redes voluntarias de vecinos, los que después son entregados a una iglesia y se avanza en una alianza con los hogares del Sename en la comuna. Otra startup llamada Limay Organic trabajan con la gestión de los residuos orgánicos de cítricos, limones y naranjas. Recojen estos desechos de restaurantes y bares, y con la cáscara crean un desengrasante que luego venden en ferias y en los mismos restaurantes y bares, cerrando el círculo.

Con esa misma startup trabajan un segundo proyecto, recuperando el pelo de las peluquerías para transformarlo en filtros para el agua de alcantarillado o sistemas de riego público, para una mejor gestión hídrica, y también se usan en la base de las plantas para retener la humedad.

Con Redciclach, que diseñó un contenedor de reciclaje inteligente e interactivo, hicieron un piloto en un colegio de la comuna que incluyó concursos de reciclaje con los alumnos, experiencia que les permitió validar el sistema y la plataforma para luego ofrecerlo a comunidades de edificios de Providencia y a empresas, para validar el modelo comercial.

Otro emprendedor está trabajando con las baterías de scooters desechadas, que ya no rinden a un 100% pero aún les queda hasta un 80% de capacidad de carga disponible, para reutilizarlas en una estación de carga solar. Ya se dispuso un prototipo en la municipalidad que permite cargar celulares y probar el sistema en un lugar de alto tráfico, donde los vecinos esperan para realizar trámites.

Hoy, el 85% de las inicitivas que apoyamos el Departamento de Innovación de Providencia incorporan de una u otra forma la sustentabilidad, principalmente a través del reciclaje y la reutilización de materiales.

“Las cosas que no tienen solución hoy y que son una fuente de problemas infinitos, y de oportunidades infinitas, la forma en que creemos que se deben trabajar es con la innovación, porque invita a que los distintos actores colaboren y busquen nuevas soluciones. Y si no sale como esperábamos, no pasa nada; es aprendizaje, y volvemos a empezar el proceso. Lo que esperamos es que se formen cada vez más emprendedores que trabajen aprovechando estas materias primas, que le vean el valor que tienen, para que se reactive el comercio local y a lo mejor crear barrios comerciales verdes”, dice Nicole Castro.

A nivel global, la iniciativa anunciada en el reporte de World Economic Forum 2014 (WEF); “Sharing City Seoul”, es un instrumento gubernamental de Corea del Sur que incluye diversas políticas y programas para generar la estructura de una “ciudad compartida”. Esta alternativa permite afrontar problemas económicos, sociales y medioambientales de la ciudad de forma simultánea, mediante la creación de oportunidades de negocio y el desarrollo de relaciones de confianza dentro de la comunidad para obtener mayores beneficios con menos recursos. Algunos ejemplos de esto son el servicio de uso compartido de vehículos, administración y habilitación de estacionamientos en edificios municipales durante las horas libres y días de inactividad, y gestión de habitaciones entre estudiantes y personas mayores que puedan ofrecer este servicio extra, entre otras.

Los beneficios de esta práctica del modelo de economía circular significó para el gobierno una mayor prestación de servicios para los ciudadanos con un menor presupuesto, además de obtener un aumento de la productividad de los recursos, mayor capacidad de seguimiento de los productos, componentes y materiales, lo que aumenta la oportunidad de revalorización rentable al final del respectivo ciclo de vida.

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Fuente: País Circular, Lunes 4 de Octubre de 2021

PAÍS CIRCULAR – La crisis socioeconómica generada por la pandemia global de coronavirus, y el llamado a retomar conciencia por efecto de la emergencia climática en curso – plasmada en el último informe del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC)- han llevado a acelerar las iniciativas para lograr un futuro más resiliente, donde se consideran ciclos técnicos y biológicos al momento de producir bienes o servicios, utilizando como base la economía circular. Parte importante de ese foco se está poniendo en la implementación de las ciudades circulares que buscan generar conciencia e integración de modelos de negocio que permitan capturar el valor, tanto a nivel productivo, como de consumidor y de los materiales que circulan en las ciudades.

A esto es a lo que apunta, por ejemplo, la “Declaración de Ciudades Circulares” de la Unión Europea, firmada en octubre pasado por cerca de 30 urbes de ese continente, y que entre otras cosas establece el compromiso de avanzar en esta línea impulsando prácticas circulares en toda su administración, y entre los ciudadanos y empresas locales, así como el fomento de un marco regulatorio local que permita y promueva el desarrollo de mercados secundarios y esquemas de reparación, reutilización y distribución dentro del proceso productivo.

La idea principal es generar sistemas circulares de ciclo cerrado dentro de las ciudades, dado que cuentan con gran potencial -como cunas de innovación y transformación socioeconómica- para liderar esta transición, especialmente en cadenas de valor clave como la electrónica, las baterías y vehículos, embalajes, plásticos, textiles, construcción, edificios y comida.

Esto implica transformar las ciudades para generar y retener valor, donde métodos de producción innovadores, nuevos modelos de negocios y el comportamiento del consumo prioricen la reutilización de los materiales. En este esquema, los materiales reciclados de alta calidad representan una parte creciente de la demanda local de insumos, apuntando a ciclos cerrados lo más pequeño posible dentro de la comunidad local, buscando las cadenas de valor cortas y eficientes. Esto implica desde la promoción de la “economía colaborativa”, que se mueve desde la propiedad del producto al uso de bienes mediante servicios, hasta esquemas de reparación, reutilización y manufactura que crean nuevas oportundiades comerciales y generan empleos locales verdes.

Y en esta última materia, las posiblidades económicas, comerciales y de generación de empleo son amplias. Según el estudio “Europa Circular: Cómo gestionar con éxito la transición de un mundo lineal a uno circular”, presentado en 2020 por Enel Foundation y The European House-Ambrosetti, en 2018 la economía circular generó entre 300 mil y 800 mil millones de euros de PIB y un aumento de entre 2,4 y 2,5 millones de puestos de trabajo en los 27 países de la Unión Europea y en el Reino Unido. El impacto en el PIB per cápita fue de 650 euros, mientras que el aumento de la productividad se cuantificó entre 570 y 940 euros por empleado en Europa.

En Chile, en tanto, la Hoja de Ruta para la Economía Circular establece entre sus metas que al año 2030 la economía circular haya generado 100 mil nuevos empleos en actividades como la gestión de residuos, la logística, la remanufactura y la reparación, y que al año 2040 estos hayan llegado a 180 mil.

La economía circular, señala el mismo estudio, tiene todo lo que se necesita para convertirse en un “catalizador del bien común”. Esto, llevado al ámbito urbano, implica una transición hacia ciudades más habitables, donde la integración social se mejora mediante un mayor intercambio de bienes y espacios, así como una mayor proximidad entre lugares para vivir, trabajar y jugar. Una ciudad donde los ciudadanos son consumidores empoderados de bienes y servicios, informados de la huella ambiental de su consumo e involucrados en la co-creación de soluciones circulares.

En el mundo, los ejemplos de economía circular aplicada en las ciudades se multiplican, y la pandemia de coronavirus ha ayudado a impulsar la reutilización de materiales a través de la venta de artículos de segunda mano. Un estudio realizado en España, por ejemplo, mostró que en 2020 se vendieron más de 3 millones de artículos usados solo por internet, permitiendo una reducción de 800 mil toneladas de CO2, en relación a si esos artículos se hubiesen comprado nuevos. Encuestas realizadas en ese país mostraron que un 80% de las personas seguirá apostando por un consumo responsable en el futuro, mientras que el 77% dijo que incorporará el comercio local a su consumo habitual.

En Chile, en tanto, un estudio realizado por Accenture, muestra que el consumidor post pandemia es distinto y es, también, más sustentable. Por ejemplo, hoy prefiere las compras de marcas locales frente a marcas globales, porque incrementa la confianza y la conexión personal, al tiempo que entiende que así ayuda a la reactivación de pequeños locales vecinos “que más lo necesitan”. Se entrevistó a más de 600 personas, y las cifras de la encuesta revelan que desde el inicio de la pandemia la preferencia por comprar productos a pequeñas marcas locales aumentó un 41%, mientras que las compras de marcas nacionales se incrementaron un 35%. El 57% de ellos dice que prefiere comprar en las tiendas del vecindario, y el 54% opta por productos de origen local. También, el 64% prefiere comprar en pequeños comercios vecinos que en grandes cadenas de retail, y más del 90% de ellos dice que lo seguirá haciendo a futuro una vez que termine la pandemia.

El rol clave del comercio, la innovación y el emprendimiento local

Para la creación de los “sistemas de ciclo cerrado en las ciudades”, que mantengan por mayor tiempo los materiales y su valor en la economía, el comercio, la innovación y el emprendimiento local son claves no solo para darle un nuevo uso a dichos materiales, sino para cambiar las relaciones de consumo urbanas. De acuerdo a un position paper sobre economía circular presentado a fines de 2020 por Enel, esto es porque un modelo circular se basa en mantener el valor a través del mantenimiento, la reparación y el servicio y, por lo tanto, está más vinculado al diseño y la innovación por un lado, y a las habilidades “manuales” y de relación por el otro.

“Además -agrega el documento-, al considerar modelos de negocios, como el modelo producto como servicio, el enfoque de interacción con el cliente cambia: de una transacción única y puntual pasamos a una relación más estable con el consiguiente fortalecimiento del rol de los servicios”. Se trata además de soluciones locales y descentralizadas, cercanas a las viviendas, que impulsan también un cambio de comportamiento en los consumidores ayudando a la creación de una cultura circular.

“Las ciudades son un espacio diverso, de encuentro, necesitamos trabajar para que nuestros barrios y las personas que los habitan sean comunidad. Cuando hablamos que la economía circular requiere de un cambio en la mentalidad de las personas y la forma de relacionarnos, también hablamos de recuperar el vínculo con lo cotidiano, el valor de las experiencias por sobre el consumo impulsivo, el compartir con la comunidad, los negocios locales y el goce de los espacios. Hoy la innovación y las nuevas tecnologías nos permiten conectarnos de una manera nunca vista, la pregunta es cómo podemos utilizarlas al servicio de la calidad de vida de las personas, y aquí los principios y estrategias de la economía circular se transforman en una herramienta poderosa para innovar y repensar la ciudad”, dice Natalia Correa, Head of Circular Economy de Enel Chile.

El comercio local, o canal tradicional, es clave para promover las economías circulares urbanas y fortalecer el rol de los servicios, dice Pablo Allard, urbanista y decano de la Facultad de Arquitectura y Arte de la Universidad del Desarrollo (UDD). “Por un lado tenemos los almacenes y kioscos locales, donde la relación de ‘casera y locatario’ permite vínculos de confianza que facilitan no solo el fiado, sino además el reciclaje de botellas, recolección de aceite usado, e incluso la reducción del packaging al generarse compra por kilos o litros. Estas prácticas tradicionales se han visto potenciadas por emprendimientos que venden a granel o ‘local shop” que mezclan lo mejor de la tecnología y la tradición barrial’.

Este es un fenómeno que está ocurriendo actualmente en la ciudad, donde han comenzado a resurgir oficios tradicionales barriales como las barberías, cafeterías, veterinarias, tatuadores, tiendas de juegos y cómics o talabarterías, a lo que se suman negocios de reparación como costureras, zapaterías y reparación de bicicletas.

“Si bien estos oficios vienen de la mano de nuevos estilos de vida de los millennials, todavía se remiten a barrios de clase media emergente. Lo interesante es que este grupo etareo es precisamente el más abierto a ‘colonizar’ barrios post-industriales o en regeneración, promoviendo prácticas circulares que fortalecen la diversidad y cohesión social”, plantea Allard.

Son precisamente ese tipo de prácticas las que ha recogido, por ejemplo, el concurso “Nuevas economías metropolitanas” impulsado por el Centro de Innovación en Ciudades de la UDD, donde se seleccionará a 4 pymes de la Región Metropolitana -de entre 12 finalistas- para que trabajen con especialistas en innovación de manera que sus ideas activen nuevas economías circulares y colaborativas.

Entre ellas hay, por ejemplo, aplicaciones para impulsar y facilitar el reciclaje, una red de coworks para el reciclaje y uso local del plástico, una aplicación de servicios para el mantenimiento del hogar o una plataforma colaborativa para el intercambio y venta de ropa de bebé. También iniciativas que buscan evitar el desperdicio de alimentos; y una granja urbana colaborativa de crías de insectos para generar fertilizante y proteínas, que le paga a las personas por cada kilo de residuo orgánico entregado para su alimentación.

Los gobiernos locales y la activación de la economía circular

En el impulso de esta economía local que active los circuitos circulares, los gobiernos locales cumplen un rol fundamental. “La única forma de activar las economías circulares locales es desde los territorios y las comunidades, ya que dependen fuertemente de los vínculos de proximidad. En este sentido, el rol de los gobiernos locales es clave para activar y enriquecer los ecosistemas de emprendimiento. A nivel municipal esto va de la mano de fomentar y dar facilidades para que se permitan usos mixtos y densidad armónica en barrios donde hay condiciones de centralidad, para que se genere esta vida de barrio”, dice Pablo Allard.

Un ejemplo de ello es el trabajo que está desarrollando en la comuna de Providencia, donde el municipio apostó por crea un Hub de Innovación, que con el tiempo se transformó en un Departamento de Innovación inserto dentro de la orgánica de la municipalidad. Un proceso que se inició en 2017 con una aceleradora llamada “Fábrica de Innovación” donde, ante el importante número de proyectos orientados a la gestión de residuos y el reciclaje, se creó en 2020 el proyecto “Providencia Circular”.

Allí, el objetivo fue capacitar a emprendedores tradicionales para que incorporaran estrategias de economía circular dentro de su modelo de producción, desde el diseño del producto y la obtención de materias primas hasta el packaging. También se impulsó un programa llamado “preciado plástico”, enfocado en startups que trabajan con plástico reciclado. Para el cual se montó un laboratorio de innovación específico para este material para mejorar procesos de producción, hacer pruebas de durabilidad y resolver desafíos.

“Ahora el departamento de innovación es un departamento de innovación pública, donde tenemos un modelo de tres laboratorios. Uno de gobierno local, que trabaja con los propios funcionarios municipales identificando retos, ya sea institucionales o del territorio; un laboratorio ciudadano, que instala capacidades para innovar en los vecinos, que no son necesariamente emprendedores sino que quieren contribuir en la mejora de sus propios barrios, y que tienen ideas; y tenemos un laboratorio vivo, que es el espacio físico donde toda esta innovación ocurre. Lo que promovemos es que la comuna de Providencia, como territorio, sea un laboratorio vivo para testear la innovación”, explica Nicole Castro, jefa del Departamento de Innovación del municipio.

Esto último resulta clave, porque muchas iniciativas de innovación nunca llegan a ser validadas -aunque hayan ganado premios y financiamiento- porque no logran obtener permisos para usar el espacio público y testear sus productos. El objetivo, entonces, es promover que las startups puedan probar sus pilotos y puedan validarse, y tengan su primer caso de éxito para salir a vender soluciones.

“Ahí lo que hacemos como departamento de innovación es que somos como una agencia de match: nos llegan desafíos, llegan empresas, tenemos emprendedores, tenemos permisos y espacio público, y lo que hacemos es vincular toda la necesidad, la demanda, con una posible oferta, para que se vaya desarrollando la innovación”, dice Nicole Castro.

Hoy el foco está en pilotar estos proyectos. Y no son pocos. Con Fundación Basura, por ejemplo, trabajan con un proyecto para evitar el desperdicio de alimentos recuperando frutas y verduras de ferias libres a través de redes voluntarias de vecinos, los que después son entregados a una iglesia y se avanza en una alianza con los hogares del Sename en la comuna. Otra startup llamada Limay Organic trabajan con la gestión de los residuos orgánicos de cítricos, limones y naranjas. Recojen estos desechos de restaurantes y bares, y con la cáscara crean un desengrasante que luego venden en ferias y en los mismos restaurantes y bares, cerrando el círculo.

Con esa misma startup trabajan un segundo proyecto, recuperando el pelo de las peluquerías para transformarlo en filtros para el agua de alcantarillado o sistemas de riego público, para una mejor gestión hídrica, y también se usan en la base de las plantas para retener la humedad.

Con Redciclach, que diseñó un contenedor de reciclaje inteligente e interactivo, hicieron un piloto en un colegio de la comuna que incluyó concursos de reciclaje con los alumnos, experiencia que les permitió validar el sistema y la plataforma para luego ofrecerlo a comunidades de edificios de Providencia y a empresas, para validar el modelo comercial.

Otro emprendedor está trabajando con las baterías de scooters desechadas, que ya no rinden a un 100% pero aún les queda hasta un 80% de capacidad de carga disponible, para reutilizarlas en una estación de carga solar. Ya se dispuso un prototipo en la municipalidad que permite cargar celulares y probar el sistema en un lugar de alto tráfico, donde los vecinos esperan para realizar trámites.

Hoy, el 85% de las inicitivas que apoyamos el Departamento de Innovación de Providencia incorporan de una u otra forma la sustentabilidad, principalmente a través del reciclaje y la reutilización de materiales.

“Las cosas que no tienen solución hoy y que son una fuente de problemas infinitos, y de oportunidades infinitas, la forma en que creemos que se deben trabajar es con la innovación, porque invita a que los distintos actores colaboren y busquen nuevas soluciones. Y si no sale como esperábamos, no pasa nada; es aprendizaje, y volvemos a empezar el proceso. Lo que esperamos es que se formen cada vez más emprendedores que trabajen aprovechando estas materias primas, que le vean el valor que tienen, para que se reactive el comercio local y a lo mejor crear barrios comerciales verdes”, dice Nicole Castro.

A nivel global, la iniciativa anunciada en el reporte de World Economic Forum 2014 (WEF); “Sharing City Seoul”, es un instrumento gubernamental de Corea del Sur que incluye diversas políticas y programas para generar la estructura de una “ciudad compartida”. Esta alternativa permite afrontar problemas económicos, sociales y medioambientales de la ciudad de forma simultánea, mediante la creación de oportunidades de negocio y el desarrollo de relaciones de confianza dentro de la comunidad para obtener mayores beneficios con menos recursos. Algunos ejemplos de esto son el servicio de uso compartido de vehículos, administración y habilitación de estacionamientos en edificios municipales durante las horas libres y días de inactividad, y gestión de habitaciones entre estudiantes y personas mayores que puedan ofrecer este servicio extra, entre otras.

Los beneficios de esta práctica del modelo de economía circular significó para el gobierno una mayor prestación de servicios para los ciudadanos con un menor presupuesto, además de obtener un aumento de la productividad de los recursos, mayor capacidad de seguimiento de los productos, componentes y materiales, lo que aumenta la oportunidad de revalorización rentable al final del respectivo ciclo de vida.

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Fuente: País Circular, Lunes 4 de Octubre de 2021

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