EL MERCURIO – El sistema frontal que afecta a la zona centro y sur del país desde la madrugada del jueves —y que se extenderá hasta mañana— provocó que la capital amaneciera alborotada. Calles inundadas, canales desbordados, semáforos apagados y trastornos en el transporte público fueron algunos de los efectos que sortearon los santiaguinos para desplazarse hacia sus lugares de trabajo o estudio. Esto, a pesar de que solo cayeron 24 milímetros en la capital entre las 4:00 y 20:00 horas de ayer, según la Dirección Meteorológica.
El impacto de las lluvias en la ciudad fue tal que la Unidad Operativa de Control de Tránsito (UOCT) reportó que entre las 6:00 y 10:00 se apagaron 22 semáforos, y hasta las 18:00 horas de ayer, 13 dispositivos de distintas comunas seguían sin funcionar, generando grandes atochamientos.
Además, 49 mil clientes se quedaron sin servicio la madrugada de ayer, y hasta las 18:00 horas ocho mil seguían sin luz.
Esta situación recordó lo ocurrido hace dos semanas, cuando los fuertes vientos y la lluvia que afectaron a la capital provocaron que 225 mil clientes quedaran sin electricidad y se cayeran 650 árboles. Sin embargo, estas escenas se repiten cada vez que el mal tiempo llega a Santiago.
Las dificultades
¿Por qué la lluvia hace colapsar la ciudad? El académico del Instituto de Estudios Urbanos UC, Óscar Figueroa, asegura que se trata de un problema estructural histórico, ya que la red de aguas lluvias fue hecha en el siglo XIX, pero luego no se siguió ampliando y se optó por juntarla con la de alcantarillado. “Cada vez hay más aguas servidas y el flujo crece, por lo que ya no hay capacidad”, plantea.
Otra hipótesis común entre los expertos es la hiperurbanización del territorio, que ha provocado que se eliminen canales y sectores naturales por donde antes pasaba el agua. La superficie de la ciudad cada vez tiene más pavimento, por lo que la tierra tiene menos capacidad de absorción. “A medida de que aumenta la superficie pavimentada, el agua escurre y no se filtra”, explica Figueroa.
Javier Vergara, director de la Fundación Ciudad Emergente, añade que “hay viviendas donde antiguamente no las había, hay mayor consumo con la misma infraestructura que tenemos hace décadas, entonces hoy distintos lugares se ven sobrepasados porque la ciudad se ha ido construyendo de forma extendida y sin actualizarse”.
En esa línea, Jonás Figueroa, académico de la Escuela de Arquitectura de la U. de Santiago, agrega que “hasta las mismas plazas las hemos pavimentado (…). Entonces nos estamos quejando de que no llueve, pero cuando viene la lluvia, deja la grande”.
En tanto, Cristina Huidobro, jefa de la Unidad de Ciudades Resilientes del Gobierno Metropolitano, postula que Santiago tiene problemas crónicos, como los de movilidad, y se le agregan “situaciones agudas”, como los sistemas frontales. “En estos episodios se combinan las dos”, explica. Agrega que “bajo estas tensiones, el transporte siempre está afectado por tacos y la convivencia de los otros medios, y si a eso se le suma un evento un poco agudo, se transforman en pequeños desastres”.
Cortes de electricidad
Otra escena que se repite es que producto del viento, ramas y árboles caen sobre tendidos eléctricos, dejando sin luz a miles de clientes. Esto, pese a que este año se exigió a las eléctricas podar el arbolado para evitar cortes masivos. Para Michel De L’Herbe, consultor en gestión de emergencias, esto ocurre en menos casos en el centro de la ciudad, reflejando la mala planificación territorial de la periferia. “Cuando hay un viento pequeño o que pueda estar dentro de lo normal, nuestro arbolado no es capaz de resistir”, afirma.
“Si se compara al Santiago de 2019 con el de 1990, en esa fecha no quedaban tantos colapsos como hoy”.
JAVIER VERGARA
Director de la Fundación Ciudad Emergente
“Una ciudad resiliente primero tiene que mirar hacia su pasado y tomar acciones hacia el futuro”.
Cristina Huidobro
Jefa de la Unidad de Ciudades Resilientes del Gore
Fuente: El Mercurio, Viernes 14 de Junio de 2019