DIARIO FINANCIERO – Además de la sequía, el ejecutivo dice que hay que combatir a la desconfianza que hay en los temas relacionados con el agua.
Doce años de sequía y contando. Si los pronósticos no se equivocan, el año será de normal a seco este 2021, cuenta José Luis Murillo, gerente general de Esval y Aguas del Valle, sanitarias que atienden a las zonas urbanas de Valparaíso y Coquimbo, respecto de los informes que han revisado hasta el momento.
La empresa está impulsando inversiones por $ 60.000 millones para este ejercicio, dentro de un plan 2021-2025 por $ 400.000 millones. Murillo dice que este plan es consistente con los que han impulsado en los quinquenios anteriores y que les han permitido que el largo período de escasez hídrica no se traduzca en racionamientos.
El resultado de esto lo grafica así: en 2017, la planta que tienen en Concón -que abastece parte del Gran Valparaíso y la zona costera hacia el norte, hasta La Ligua-, sufrió eventos de turbiedad que se produjeron por más de 24 horas en el río Aconcagua, por lo cual dejó de funcionar y produjo interrupción de suministro en algunas zonas. Ahora, en la última temporada de lluvias, dado que no hubo agua en esta parte del río, la misma planta estuvo 215 días sin extraer de forma superficial, pero no hubo cortes. Esto, por las obras de seguridad que han realizado, al conectar de mejor manera el embalse Los Aromos con este centro de producción.
Murillo dice que los desafíos de inversión siguen: primero, para lograr aumentar las reservas de Los Aromos, pero también para abordar los problemas que se ven en los sistemas de agua potable rural (APR), para que también tengan la seguridad de suministro. En esto último -agrega- el problema ha sido la falta de confianza que han visto en la
discusión de iniciativas en esta línea.
– ¿Cómo se está viendo la situación de sequía?
– La sequía es un problema de balance de agua, es decir, cómo calzamos la demanda y la oferta. Por eso es importante tener en cuenta que la gestión del agua tiene que ser compartida entre todos los actores. Si uno mira este tema parcialmente, cree que el desarrollo de sus obras van a tener un determinado efecto, pero en realidad no podemos creer que siempre los otros factores van estar constantes. Hay cosas que van cambiando. Esto hace que el balance del agua sea complejo.
La desconfianza era algo patente en el mundo del agua, afortunadamente los distintos actores nos hemos acostumbrado a colaborar. Los grandes actores, como la industria o la agricultura, hemos logrado tener una relación mucho más cercana, siempre intermediada por las autoridades.
Pero creo que tenemos un tema pendiente como país, que es incorporar a todas aquellas áreas que tienen dificultades para acceder a este recurso en tiempos de sequía, principalmente las áreas rurales, integrándolas a este balance, para que el acceso al agua sea una realidad.
– Se ven hartas críticas de comunidades que no tienen agua, pero al lado se riega un campo… ¿esta visión de que hay que integrar a todos, es compartida?
– Hemos visto un cambio. Nosotros lo vemos en la Mesa del Aconcagua y en otras instancias permanentes que tenemos. Hay una preocupación, pero creo que esto nos ha pillado un poco tarde, porque hay muchas comunidades que están sufriendo un problema, y que no están seguras de que los grandes actores del consumo estemos pensando en ellos. La desconfianza genera una animadversión a cómo está estructurado todo el mundo del agua hoy, porque se piensa que en algunos lugares los problemas han sido por eso y que no tenemos la voluntad de solucionarlo, cuando en realidad es bien distinto.
– ¿En qué sentido?
– Cuando tenemos lugares donde se están consumiendo 3.000 o 4.000 litros por segundo, y tenemos gente en zonas rurales que tienen un problema vital que se solucionaría con 20 litros por segundo, creo que es evidente que lo ideal es que todos nos pongamos de acuerdo y aseguremos que ellos tengan efectivamente acceso al agua. Esas comunidades muchas veces están poniendo su voz de la manera más efectiva que consideran arriba de la mesa, a veces con acciones que no son las ideales, porque tienen miedo de que lo que necesiten no esté disponible. Nosotros como sociedad tenemos que asegurarles que no va a pasar.
– ¿Cree que fuera del mundo sanitario se entiende esto también?
– Creo que estamos evolucionando. Por ejemplo, en la Quinta Región tenemos un acuerdo con un empresario agrícola llamado Jorge Smith, que riega a través de derechos de agua subterráneos, todos regularizados. El año pasado llegamos a un acuerdo con él, donde nos entrega gratuitamente los excedentes que tiene, para que podamos cubrir nuestras necesidades.
Esto no tiene ningún afán de lucro. La importancia de esto es que no solo tenemos agua para nuestros clientes del área urbana, sino que también para realizar proyectos de entregar recursos hídricos a sistemas de agua potable rural, permitiendo que el consumo humano quede asegurado.
Cuando tenemos un empresario agrícola que se decide a hacer un convenio de este estilo, donde no le pagamos ni un solo peso, eso quiere decir que las cosas están cambiando significativamente. Esto es algo que tenemos que hacer, porque lo que ve clarísimo Jorge Smith es que independiente que sus extracciones sean 100% legal, la sostenibilidad social del sistema es fundamental.
– ¿Cree que esto se ha ido reconociendo en los territorios?
– Es complicado. Hay una desconfianza generalizada que hace pensar que cualquier proyecto que se desarrolla, incluso uno como este, es mentira. Lo mismo nos pasa con un proyecto como el de Los Aromos-Concón, que me permite acumular agua en un lugar que nos sirve tanto para abastecer áreas urbanas, como rurales, y no que estoy tratando de secar a alguien. Cuando explicamos esto en la comunidad rural, algunos nos han creído -y ya tenemos algunos sistemas de APR conectados a nuestra red para darles seguridad hídrica-, pero otros dicen que los queremos secar, para luego venderles el agua. Cuando alguien piensa eso, es difícil convencerlo de lo contrario.
– ¿Cómo se logra cambiar eso?
– Esto requiere un trabajo muy pausado, donde se vayan viendo realidades, por ejemplo, consiguiendo que los 13 APR que tenemos conectados en Valparaíso y los 18 en la de Coquimbo, sean capaces de sentarse con el resto y explicar que esta conexión solo se utiliza cuando tengan un problema en sus pozos, ya sea de calidad o cantidad, para que abran una llave y llegue el agua de las sanitarias.
– ¿El tema desconfianza está siendo más complicado para el sector que la misma escasez?
– El problema crece con la escasez hídrica. Por eso estamos en un proceso inversor gigantesco.
– ¿Por qué eso ha mostrado esta dificultad?
– Porque esto ha implicado que tenemos que desarrollar fuentes hídricas que antes no eran necesarias. Por lo tanto, relacionarnos con personas con las que antes no teníamos contacto. Cuando tenemos que ir a buscar recursos a lugares distantes de las ciudades, en el momento en que tú te presentas, algunas personas tienen desconfianza por muchas razones, problemas que han tenido antes con el agua u otros temas. Algunas comunidades rechazan que actuemos cerca de su ámbito, porque desconfían que los vayamos realmente a fortalecer. Por eso tenemos que generar confianzas, generar proyectos globales, que permitan que esas confianzas se generen, porque nadie tiene la intención de dejarlos secos.
– ¿Qué alcance podría tener?
– El 75% de los APR de la región de Valparaíso están a menos de 10 kilómetros de nuestras conducciones y se puedan beneficiar de esa seguridad hídrica. Esto les permitiría suplir parte de los déficits que tienen o, incluso, entregarles el agua completa si lo desean.
Nosotros estamos gestionando todas las fuentes de la población urbana, y creemos que podemos aportar mucho al rural, con toda esta infraestructura para asegurarlos a ellos.
– ¿Esta desconfianza no está dada por algún déficit de cómo se regulan estos traspasos?
– En el mundo de los APR hay mucha desconfianza y, probablemente, alguna de ella sea lógica desde el punto de vista de la institucionalidad o incluso desde nuestro sector, que quizás no ha sido todo lo empático que se requería. Pero, pese a que la nueva ley de APR prohíbe que una sanitaria gestione la infraestructura de ellos, muchas veces se entiende mal el modelo que les ofrecemos, porque se piensa que queremos meternos en su infraestructura y hacernos indispensables. Esto nos ha costado mucho explicarlo, pero tenemos casi 30 sistemas interconectados, y cuando hablas con ellos, están satisfechos, porque cuando necesitan el recurso lo utilizan y somos transparentes en la tarifa que les cobramos, que es la regulada, supervisada por la Superintendencia, ni más, ni menos. Pero tenemos que avanzar, seguir conversando. Lo bueno es que ya tenemos experiencia que contar.
Fuente: Diario Financiero, Miércoles 24 de Marzo de 2021