Domingo, Noviembre 24, 2024

Japón vs China: los pasos que llevaron a Subtel a definir la fibra óptica que conectará con el Asia Pacífico

DIARIO FINANCIERO – Ocho propuestas fueron las analizadas por la Subsecretaría de Telecomunicaciones (Subtel), antes de optar por la ruta para conectar a Chile con el Asia Pacífico a través de un cable de fibra óptica submarino de más de 13 mil kilómetros que unirá al país con Nueva Zelanda y Australia, proyecto que el Estado viene trabajando desde hace unos cuatro años.
Una publicación del Financial Times de este martes, citando fuentes niponas, le puso condimentos a la decisión dada a conocer el 27 de julio, por los impactos geopolíticos que podrían haber detrás, ya que no se eligió una opción que conecte con China, lo que le daría ventajas a Japón, que en julio completó su propio enlace submarino con Australia y de donde habría venido esta alternativa.
Sin embargo, la mañana de este miércoles, la titular de la Subtel, Pamela Gidi, expuso ante la Comisión de Transportes y Telecomunicaciones del Senado y relató algunos detalles del proceso, donde descartó que el anclaje sea únicamente con Japón, sino que también es extensible a Beijing y otras partes del continente.

Contó que su cartera se dedicó durante un año a hablar con más de cuarenta instituciones financieras y Estados para llegar a la mejor opción posible de construcción. La que se realizará en un consorcio con Brasil y están a la espera de la respuesta de Argentina. 
Durante este proceso, el equipo de gobierno filtró las seis propuestas más serias, cuyas rutas pasaban por lugares como Hawai, la Polinesia y Hong Kong, entre otras latitudes del mundo. Al final del camino, se optó por el proyecto que contemplaba los gastos de capital y costos operacionales más económicos. “Es un proyecto de alto riesgo financiero”, enfatizó Gidi.
En total, su construcción requerirá de una inversión de US$ 388 millones, mientras que los costos operaciones serán de US$ 18,4 millones. Esta, la Ruta 2A, va entre Chile, Nueva Zelanda y Australia.
Así quedaron atrás opciones como la Ruta 1, que consideraba Chile-Polinesia Francesa-Shanghái (que implicaba invertir US$ 605 millones); la Ruta 3 (Chile-Auckland-Sídney-Guam-Tokio-Hong Kong, US$ 738 millones), o la Ruta 4 (Chile-Hawai-Tokio-Corea del Sur, US$ 625 millones).

El desafío
La titular de Telecomunicaciones expuso que uno de los cuestionamientos más delicados de su cartera para lanzarse al proyecto, era despejar la rentabilidad, punto que aclaró a través los estudios de factibilidad financiados por Banco de Desarrollo de América Latina (CAF) y que costaron US$ 3 millones.
En su búsqueda consultó al mundo empresarial, porque la red que pretende construir Chile no es común que la hagan los Estados. Sin embargo, las respuestas que recibió de grandes corporaciones no fueron satisfactorias: le respondieron que preferían tener un décimo de un cable entre Estados Unidos y Europa, que ser los primeros en conectar estos dos continentes tan lejanos. 
“Pensamos que lo peor que nos podía pasar con el estudio era decir que de todas las rutas, ninguna era rentable”, relató Gidi.
Esto la llevó a emprender un trabajo muy detallado para definir la ruta más rentable. Por eso, en las seis alternativas sobre que puso la mesa se fijaron algunos criterios como: tráfico estimado futuro de cada industria local y cada país donde tocara puerto, y la extensión del cable.
“Los kilómetros de cada ruta eran muy distintos y habían algunos que eran la mitad, lo que significa menos riesgos de cortes e inversión”, sostuvo.
De este modo se llegó a la opción ofrecida: “La que escogimos es la que involucra menos desembolso para Chile, lo que representa menos riesgos de ser reembolsado por clientes en la carretera digital”, añadió.
Esta alternativa era el cable más corto (13.180 km) y su puerto final era Australia, país que muestra ventajas como ser un mercado abierto y desarrollado en telecomunicaciones, porque en Sydney hay cinco estaciones de amarre y 12 cables submarinos. Además de la presencia de un alto número de data centers y otros puntos de conexión.
“Considera el uso de cables submarinos ya existentes, lo que permite flexibilidad y potencialmente bajo costo de contratación de pares de fibra óptica hacia distintos países de Asia, al poseer mayor competencia”, dijo la subsecretaria.
Ver artículo
Fuente: Diario Financiero, Miércoles 12 de Agosto de 2020

DIARIO FINANCIERO – Ocho propuestas fueron las analizadas por la Subsecretaría de Telecomunicaciones (Subtel), antes de optar por la ruta para conectar a Chile con el Asia Pacífico a través de un cable de fibra óptica submarino de más de 13 mil kilómetros que unirá al país con Nueva Zelanda y Australia, proyecto que el Estado viene trabajando desde hace unos cuatro años.
Una publicación del Financial Times de este martes, citando fuentes niponas, le puso condimentos a la decisión dada a conocer el 27 de julio, por los impactos geopolíticos que podrían haber detrás, ya que no se eligió una opción que conecte con China, lo que le daría ventajas a Japón, que en julio completó su propio enlace submarino con Australia y de donde habría venido esta alternativa.
Sin embargo, la mañana de este miércoles, la titular de la Subtel, Pamela Gidi, expuso ante la Comisión de Transportes y Telecomunicaciones del Senado y relató algunos detalles del proceso, donde descartó que el anclaje sea únicamente con Japón, sino que también es extensible a Beijing y otras partes del continente.

Contó que su cartera se dedicó durante un año a hablar con más de cuarenta instituciones financieras y Estados para llegar a la mejor opción posible de construcción. La que se realizará en un consorcio con Brasil y están a la espera de la respuesta de Argentina. 
Durante este proceso, el equipo de gobierno filtró las seis propuestas más serias, cuyas rutas pasaban por lugares como Hawai, la Polinesia y Hong Kong, entre otras latitudes del mundo. Al final del camino, se optó por el proyecto que contemplaba los gastos de capital y costos operacionales más económicos. “Es un proyecto de alto riesgo financiero”, enfatizó Gidi.
En total, su construcción requerirá de una inversión de US$ 388 millones, mientras que los costos operaciones serán de US$ 18,4 millones. Esta, la Ruta 2A, va entre Chile, Nueva Zelanda y Australia.
Así quedaron atrás opciones como la Ruta 1, que consideraba Chile-Polinesia Francesa-Shanghái (que implicaba invertir US$ 605 millones); la Ruta 3 (Chile-Auckland-Sídney-Guam-Tokio-Hong Kong, US$ 738 millones), o la Ruta 4 (Chile-Hawai-Tokio-Corea del Sur, US$ 625 millones).

El desafío
La titular de Telecomunicaciones expuso que uno de los cuestionamientos más delicados de su cartera para lanzarse al proyecto, era despejar la rentabilidad, punto que aclaró a través los estudios de factibilidad financiados por Banco de Desarrollo de América Latina (CAF) y que costaron US$ 3 millones.
En su búsqueda consultó al mundo empresarial, porque la red que pretende construir Chile no es común que la hagan los Estados. Sin embargo, las respuestas que recibió de grandes corporaciones no fueron satisfactorias: le respondieron que preferían tener un décimo de un cable entre Estados Unidos y Europa, que ser los primeros en conectar estos dos continentes tan lejanos. 
“Pensamos que lo peor que nos podía pasar con el estudio era decir que de todas las rutas, ninguna era rentable”, relató Gidi.
Esto la llevó a emprender un trabajo muy detallado para definir la ruta más rentable. Por eso, en las seis alternativas sobre que puso la mesa se fijaron algunos criterios como: tráfico estimado futuro de cada industria local y cada país donde tocara puerto, y la extensión del cable.
“Los kilómetros de cada ruta eran muy distintos y habían algunos que eran la mitad, lo que significa menos riesgos de cortes e inversión”, sostuvo.
De este modo se llegó a la opción ofrecida: “La que escogimos es la que involucra menos desembolso para Chile, lo que representa menos riesgos de ser reembolsado por clientes en la carretera digital”, añadió.
Esta alternativa era el cable más corto (13.180 km) y su puerto final era Australia, país que muestra ventajas como ser un mercado abierto y desarrollado en telecomunicaciones, porque en Sydney hay cinco estaciones de amarre y 12 cables submarinos. Además de la presencia de un alto número de data centers y otros puntos de conexión.
“Considera el uso de cables submarinos ya existentes, lo que permite flexibilidad y potencialmente bajo costo de contratación de pares de fibra óptica hacia distintos países de Asia, al poseer mayor competencia”, dijo la subsecretaria.
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Fuente: Diario Financiero, Miércoles 12 de Agosto de 2020

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