DIARIO FINANCIERO – Ya están por cumplirse dos años desde el inicio del estallido social y sigue dando que hablar. Distintos expertos han analizado el fenómeno que se desató aquel 18 de octubre de 2019, y uno de ellos es el arquitecto y urbanista, Iván Poduje.
Ha vuelto a recorrer los barrios de Santiago y considera que en materia urbana, aún falta por reconstruir e impulsar nuevas obras, teniendo como base que una de las demandas eran ciudades más justas y equitativas.
Sobre el déficit habitacional, que se acrecentó en la pandemia, recalca la importancia de traspasar los terrenos fiscales para la construcción de viviendas sociales a nivel nacional, especialmente de cara a un nuevo gobierno.
– Desde que surgió el estallido social ha sido crítico de un sector de la élite que no condena los hechos de violencia, ¿esto ha tenido algún costo personal?
– Ha tenido costos y el principal fue haber tenido que renunciar a la Universidad Católica por los vetos que me quisieron poner para dar mi opinión desde ahí, y por la crítica que hice a muchos profesores que trabajan en la universidad, quienes hicieron silencio respecto de la violencia o directamente la validaron.
– ¿Mantiene esa postura contra esas posiciones?
– Estoy más convencido que nunca, porque de hecho he ido a ver los lugares que se dañaron, porque lamentablemente para la elite que está enamorada del estallido, todo pasa en Baquedano, ellos no salen de la Plaza Italia, a lo más llegan hasta Lastarria, pero nunca han ido a ver lo que pasó en Santa Rosa en La Pintana, donde se destruyeron los únicos supermercados que habían. No han ido a ver lo que pasó en Conchalí, Quinta Normal, Cerro Navia, Pudahuel, en Teniente Cruz, donde nunca más volvieron. Para qué decir Valparaíso, cuyo centro sigue muy dañado después de la violencia. La población Bonilla de Antofagasta. Entonces, todo ese drama que vivió la gente, donde la violencia más ha aumentado, ha sido completamente invisibilizada por esta élite que está enamorada de esta revuelta que nunca existió y que tiene su foco solamente puesto en la Plaza Baquedano.
– ¿Cuál es su principal reflexión a dos años del estallido social? ¿Ve avances en las demandas que surgieron en las calles?
– Yo creo que ha pasado muy poco y mi impresión es que el malestar de la ciudadanía se controló con la pandemia, que fue el verdadero factor que paró la violencia. Luego los retiros de pensiones y el IFE han generado una estabilidad falsa o artificial, por la cantidad de plata que se ha entregado, y creo que cuando eso se acabe vamos a tener un problema severo, porque no se ha trabajado en ninguno de los aspectos más serios que la gente levantó.
– Ha recorrido los distintos lugares que se vieron afectados, ¿ve ánimo del Estado o de las municipalidades de reconstruir lo que quedó pendiente?
– Lo que veo es que donde estaban los supermercados, los bancos, tiendas por departamento o ferreterías, hay sitios eriazos, muchos de ellos están con malezas, con las rejas rotas. Veo mucho basural, a los cuarteles de carabineros atrincherados con bloques de cemento, con cholguán en las ventanas para que no les tiren bengalas y muy poca presencia policial en las calles.
Es una realidad completamente distinta a la que se percibe. Primero, estamos peor que antes del estallido en materia de seguridad y segregación, y segundo, está más invisibilizada esa realidad, porque como los políticos están arriba de la pelota con la Constitución, con la refundación, con la destitución del Presidente, no están viendo este tema.
Un ejemplo: los campamentos se triplicaron en Santiago, a nivel del país se duplicaron, y no fue tema. Hoy día tenemos 11 campamentos como la toma de Peñalolén y no es tema, casi no está en el debate presidencial. Obviamente tenemos un empeoramiento significativo de las condiciones respecto al 2019 y eso es preocupante.
– Ya con la pandemia más controlada se han retomado las protestas, ¿considera que la opinión pública ya no le toma tanto el peso como antes?
– Hay que diferenciar el desmán de la Plaza Baquedano, que es muy acotado. Yo creo que la violencia de la periferia está muy descontrolada, se cubre muy poco, pero tiene que ver con el estallido, que produjo en la periferia fue un debilitamiento de la presencia del estado de derecho, de los policías y un avance de bandas que ganaron mucho territorio y eso está bastante complejo hoy día.
Hemos visto que han aumentado los asesinatos, los robos con violencia, que los fuegos artificiales están desatados. Entonces creo que de eso la gente está muy preocupada, pero no se habla nada porque el estallido se asocia a Baquedano, que es un fetiche de los poetas del estallido y los políticos.
Entorno urbano
– ¿Este empeoramiento del cuadro general lo ve centrado en vivienda con el aumento de campamentos, o también se extiende a los temas urbanos?
– Yo creo que hay algunas obras importantes que se están avanzando, por ejemplo, el proyecto Mapocho Río es muy importante, porque avanza con los parques por el río hacia el poniente. Pero claramente es poco para la magnitud de la tarea que tenemos.
En vivienda tenemos un rezago importante, hemos levantado el tema de los terrenos fiscales, ha habido un avance, pero todavía insuficiente. Hay que traspasar ya los terrenos, me cuesta entender porque todavía están en manos de agencias públicas, botados, cuando tenemos a 500.000 personas sin vivienda.
En este bienestar artificial generado por los retiros se tradujo en que la gente arregló su casa, cambió el auto, entonces hoy día tienen una sensación de bienestar en su vivienda que está generada por esta plata dulce, artificial, porque es su pensión, pero afuera de su vivienda no hay ningún cambio en el entorno urbano y eso es porque los políticos no se han preocupado nada de ese tema.
– El déficit habitacional fue una de las consignas del estallido, ¿esa demanda se tradujo en algo concreto?
– Yo veo que se hizo un primer esfuerzo para aumentar la cantidad de construcción de vivienda, por traspasar los terrenos fiscales a raíz de la propuesta que hicimos al Serviu, pero sólo fue una parte, y la construcción aumentó de 60.000 a 75.000 unidades, pero tenemos que llegar a 100.000 y para eso tenemos que traspasar todos los terrenos fiscales.
Hay regiones como Valparaíso donde casi no se hacen viviendas y los terrenos están botados. Ahí tampoco se está haciendo el Parque Barón, entonces tenemos una situación muy compleja de estancamiento en la construcción de viviendas, y en el discurso político hay cosas inconcebibles, como la vivienda en arriendo como solución al déficit.
Trabajamos con seis comités de vivienda, todos quieren casa propia, han luchado por eso durante ocho o diez años y ahora le quieren ofrecer una casa fiscal en arriendo desde la izquierda, o desde la derecha les ofrecen que paguen un arriendo protegido a una inmobiliaria. Son cosas que uno no logra entender, cómo, con el déficit que tenemos y con la aspiración del derecho a la vivienda, han aparecido estas cosas, que son paliativos, pero no es el foco.
– ¿Cuál debería ser la mirada de Estado en el tema vivienda?
– Debería hacerse una transferencia de todos los terrenos fiscales a las familias sin casa ahora.
Segundo, creo que hay que hacer un plan de intervención en los barrios críticos que quedaron más afectados del estallido, para reforzar la presencia del Estado, mejorar la infraestructura policial, la cantidad de luminaria, llevar servicios.
En tercer lugar, hay que hacer un plan de transformación de todos los sitios eriazos que hoy día son lugares inseguros y contaminantes.
Y un cuarto tema, que me parece fundamental, es que hay que empezar a ver qué zonas vamos a incorporar a la ciudad para resolver el déficit de vivienda, porque una cosa son los terrenos fiscales, pero eso te alcanza para un porcentaje del déficit. Tenemos que sumar terrenos en la periferia que hoy día están sin urbanización, o industriales con baja densidad que están cerca de líneas de metro o de trenes en regiones.
– En la mirada urbana, ¿cuáles deberían ser las obras claves para ejecutar en los próximos años para mejorar las ciudades?
– Hay que focalizarse en tres aspectos. El primero es poder renovar los bordes costeros y fluviales de las ciudades, lo que se ha hecho en Copiapó con el parque Kaukari hay que hacerlo con el estero de Viña, hay que abrir el borde costero de Valparaíso, donde ese proyecto está parado increíblemente y así con cada una de las regiones. Que los bordes costeros y fluviales sean lugares más bellos, pero también más seguros.
El segundo foco es la conectividad y que sea innovadora: trenes, tranvía, avenidas de circunvalación. Hay que hacer un plan para resolver cuellos de botellas que tenemos en Rancagua con Machalí, en Talca con Maule y San Clemente, entre Valparaíso y Viña, en la parte alta de Antofagasta.
Tú vas viendo región por región y hay carteras de proyectos de transporte que hay que empujar y ojalá con tecnología nueva, eléctrica.
Lo tercero, son los centros cívicos, donde tenemos que llevar piscinas temperadas, más escuelas, jardines, servicios, en aquellos barrios que han sufrido más con la segregación y la violencia.
– ¿Cómo ves el panorama a futuro, tanto en vivienda como en temas urbanos?
– Si el próximo gobierno se toma en serio el tema de la vivienda y los barrios, y asume un compromiso para poder entregar terrenos a las familias, poder llevar servicios, reforzar la seguridad y se dedica a eso, en los cuatro años puede tener un cambio muy positivo en la calidad de vida de la gente.
Veo una oportunidad enorme en esa materia, mucho más que en el tema de discusión de pensiones, que es más larga. Hay dos temas que son muy importantes en la calidad de la vida de la gente: una es la vivienda y el barrio, incluyendo la seguridad, y el otro es la salud, sobre eso, si el gobierno futuro se concentra, vamos a ir bien.
Ahora, si se va a refundar todo, a crear empresas estatales para hacer viviendas, se va a gastar los cuatro años en burocracias y eso puede generar un problema mayor de malestar social, de aumento de la informalidad, explosión de campamentos, de comercio ambulante, etc.
Fuente: Diario Financiero, Viernes 15 de Octubre de 2021