PAÍS CIRCULAR – El naciente Instituto para la Resiliencia ante Desastres de Origen Natural (Itrend) parte de la premisa que Chile es reconocido mundialmente por su capacidad de levantarse ante un evento catastrófico. No obstante, la entidad promueve la transición desde esa cultura de respuesta hacia otra de anticipación y prevención ante desastres, y articular a los diversos actores que trabajan cada uno desde su especialidad. Su director ejecutivo, Felipe Machado, explica en esta entrevista cómo Itrend busca en un horizonte de 20 años transformar la amenaza de origen natural en una oportunidad de crear una nueva industria que genere tecnología y conocimiento en esta temática.
En un cómodo salón del quinto piso de ese inmueble trabaja el director ejecutivo de Itrend, Felipe Machado. Él y su equipo tienen por objetivo central conducir y seguir una estrategia con un horizonte a 20 años sobre resiliencia y gestión de riesgo de desastres de origen natural.
El organismo nació al alero de un comité interdisciplinario de 80 expertos, cuya principal conclusión fue que la resiliencia ante desastres de origen natural “es un bien público”, comenta Machado. La comisión pensó en la necesidad de crear una institución que velara por dicha estrategia para hacer un país más resiliente y recordó que Corfo tenía una línea llamada “institutos públicos tecnológicos” (ITP). A continuación le pidieron a la Escuela de Ingeniería de la Universidad Católica y al Centro de Modelamiento Matemático de la Universidad de Chile actuar como centros incubadores del flamante proyecto.
El Itrend fue aprobado como ITP el 12 de diciembre de 2018. Actualmente es financiado por Corfo y el Ministerio del Interior, pero no es un organismo dependiente de ellos. “La apuesta de los ITP como Itrend es que cumplamos un rol más articulador y de abordar las fallas de los sistemas de investigación y desarrollo (I+D) en gestión de riesgo de desastres más que nosotros hacer investigación. Nuestro trabajo de inteligencia tiene ver con cómo observamos la actividad de los diversos actores para identificar las brechas”, sostiene Felipe Machado, sociólogo y doctor en Economía, para quien es prioritario saltar de una “cultura de la respuesta y recuperación a otra de la prevención y anticipación”.
-¿Cómo y en qué contexto nace la comisión de expertos?
-Nació en 2016 en un contexto internacional asociado al Marco de Sendai y al Marco de Hyogo, donde Chile asumió ciertos compromisos en temas de resiliencia y gestión de riesgo de desastres. También surgió en virtud de la política nacional de reducción en riesgo de desastres de origen natural. La comisión definió qué rol podía jugar la investigación, desarrollo e innovación (I+D+i) en hacer de Chile un país más resiliente, y cómo contribuir desde la transferencia de ese conocimiento a las políticas públicas, industria y comunidad.
-¿Cuál fue la principal conclusión de la mesa?
-Definir una estrategia país a 20 años donde se identificaron cinco condiciones habilitantes y 14 tareas prioritarias para investigar. La idea es avanzar hacia un país modelo a nivel mundial en lo que es el ciclo de preparación, respuesta y reconstrucción. Haciendo un símil con la astronomía, donde Chile es un país privilegiado para atraer inversión extranjera y nuevas tecnologías, queremos transformar el flagelo de la amenaza de origen natural en una oportunidad para generar una nueva industria o un ecosistema emprendedor que genere tecnología y conocimiento de punta, y que se exporte a otras partes del mundo.
«Queremos transformar el flagelo de la amenaza de origen natural en una oportunidad para generar una nueva industria o un ecosistema emprendedor que genere tecnología y conocimiento de punta, y que se exporte a otras partes del mundo».
Felipe Machado, director ejecutivo del Instituto para la Resiliencia ante Desastres de Origen Natural (Itrend)
-Que los actores que están generando conocimiento para abordar el tema de la resiliencia trabajan de manera muy dispersa; no existe la conciencia de una red que trabaje por una meta común. Están los vulcanólogos por un lado, los sismólogos por otro, los sociólogos viendo la relación con la vulnerabilidad social. Pero la resiliencia necesita convocar a distintas disciplinas. Hay una masa crítica que está trabajando desde la sociedad civil, pero no de manera colaborativa, y sin la conciencia de aportar hacia una misma meta. Entonces queremos crear una institucionalidad que congregue a estos actores y que eso favorezca la generación de una red colaborativa. Ahora bien, nosotros como Itrend tenemos una hoja de ruta bastante definida, pero los desastres naturales están en constante cambio, por lo que es importante actualizar las tareas, ir sobre la marcha abordando los nuevos desafíos que aparecen como las trombas marinas y los tornados, de los cuales hay registros históricos, pero no estaban en el radar de las políticas públicas ni de los investigadores.
-¿Qué otras tareas se propone Itrend en esta área?
-Bueno, hay que fortalecer la capacidad del país para tener más y mejor investigación para gestionar el riesgo de desastres. El Marco de Sendai definió que el tema de la resiliencia no puede ser solo responsabilidad del Estado, sino también del sector académico, del sector privado y la sociedad civil. Hemos ido transitando desde una perspectiva de protección civil del Estado ante las distintas amenazas a una mirada de resiliencia y reducción de riesgo de desastres, donde gana mayor relevancia la anticipación y la prevención. Chile es bastante reconocido por su capacidad de recuperarse de un evento catastrófico, pero la idea de la resiliencia es tratar de minimizar el impacto de las amenazas de origen natural pensando en el ciclo completo, aunque priorizando la prevención y anticipación más que solo en la respuesta y recuperación.
-Ustedes han dicho que poner el foco en la prevención significaría un ahorro importante para el Estado en comparación con la recuperación y respuesta.
-Claro. Chile es el campeón de la OCDE en el índice de riesgo mundial. Somos el país más expuesto y vulnerable, más que Japón. Por eso es importante no solo ser reconocido como un país que es capaz de levantarse después de una tragedia, sino además capaz de ahorrar costos. Chile gastó en promedio durante las últimas tres décadas el 1,2% de su PIB anual en la recuperación y respuesta ante los desastres, es decir, 3 mil millones de dólares. Los estudios que vienen del grupo de expertos dicen que por cada peso invertido en investigación, desarrollo, innovación y emprendimiento (I+D+i+e) en prevención tendría un retorno de 2,3 pesos. Es un ahorro significativo si uno piensa que en un año crítico como en 2010, por el terremoto del 27F, el gasto en recuperación llegó a ser el 18% del PIB, o sea, 30 mil millones de dólares.
«Chile gastó en promedio durante las últimas tres décadas el 1,2% de su PIB anual en la recuperación y respuesta ante los desastres, es decir, 3 mil millones de dólares. Los estudios que vienen del grupo de expertos dicen que por cada peso invertido en investigación, desarrollo, innovación y emprendimiento (I+D+i+e) en prevención tendría un retorno de 2,3 pesos».
Felipe Machado aspira a que Itrend tenga en el futuro infraestructura propia y personalidad jurídica para convertirse en una fundación o una corporación sin fines de lucro. Cerca de dos meses estarán en el Edificio Ciencia y Tecnología, y después deberán buscar donde instalarse con su staff de trabajo. Hay otros dos directores que representan a las dos casas de estudios que actúan como incubadoras del proyecto: Juan Carlos de La Llera, decano de la Facultad de Ingeniería de la UC; y Alejandro Jofré, miembro del Centro de Modelamiento Matemático de la U. de Chile.
“Nuestra intención es tener una fundación cuyo directorio esté conformado por el mundo académico, la industria, el Gobierno y la sociedad civil. Queremos un gobierno corporativo bien equilibrado”, dice Machado. El seminario que marcará la inauguración oficial del Itrend será el próximo 13 de agosto entre las 08.30 y las 13.30 horas en el Auditorio Moneda Bicentenario (Teatinos 92).
-¿Qué implica la segunda condición habilitante: el capital humano avanzado?
-Se estima que 300 expertos trabajan de manera activa la resiliencia y la reducción del riesgo de desastre. De acá a 20 años debemos quintuplicar ese número para tener una masa crítica. Tenemos que coordinar con la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo y con el Ministerio de Ciencia cómo intencionar que los programas de formación de capital humano se focalicen en estas áreas prioritarias. Desde focalización de becas hasta doctorados 2+2, donde las universidades chilenas hacen convenios con universidades más avanzadas.
-¿Qué otras tareas están pendientes?
-Tiene que ver con la tercera condición habilitante. Existen muchos datos útiles para hacer investigación y generar conocimiento pero están muy dispersos y no son de fácil acceso, como lo que pasa con Sernageomin o el SHOA. El Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR)2 genera una masa de conocimiento importante, pero no tiene una base de datos disponible para que otros sigan haciendo investigación. La idea es que los datos para la resiliencia sean bienes públicos y deberían estar disponibles. Como Itrend propondremos una plataforma nacional de datos de libre acceso. Nosotros vamos a curar esos datos, homogeneizarlos, hacer cumplir ciertos estándares para que otros expertos puedan acceder y hagan más investigación.
-El cuarto punto es la infraestructura experimental. ¿A qué se refiere?
-Nos referimos a los laboratorios u observatorios para testear nuevas tecnologías. Hay cinco áreas donde existen brechas. Por ejemplo, ver de manera controlada cómo responde un material ante un tsunami; mesas sísmicas con nuevos materiales para construir, etcétera. Queremos también impulsar un observatorio social del riesgo de desastres, como una suerte de Casen, para entender cómo los chilenos perciben los desastres. Sabemos además que no es la solución más eficiente que cada universidad tenga un laboratorio por su cuenta; promoveremos una infraestructura experimental nacional que tendrá la misma lógica que los observatorios astronómicos: los astrónomos postulan con un proyecto para tener horas de observación. Acá sería lo mismo para acceder al laboratorio.
-¿Qué hay con la quinta y última condición?
-Consiste en asegurar de qué manera la investigación científica se traduce en políticas públicas basadas en evidencia. Queremos promover el diálogo entre el mundo académico y los expertos con los tomadores de decisiones. Es una manera de transferir el conocimiento. Otro punto tiene que ver con la transferencia hacia la comunidad, cómo transformarla en cultura ciudadana. El lenguaje de la ciencia es un poco críptico, entonces es importante traducirlo. Impulsaremos un programa que se llamará Agencia Resiliencia, a través del cual apoyaremos a los investigadores que traduzcan sus trabajos a propuestas concretas de políticas públicas. Además, vamos a cruzar el currículum escolar de prekinder a cuarto medio para detectar en qué momento los profesores pueden utilizar la temática de la resiliencia en sus asignaturas. Por ejemplo, para entender la historia de Chile es necesario conocer los desastres naturales que han ocurrido. De esta manera queremos tratar a edad temprana el tema de la resiliencia.
«Se estima que 300 expertos trabajan de manera activa la resiliencia y la reducción del riesgo de desastre. De acá a 20 años debemos quintuplicar ese número para tener una masa crítica».
-Chile reúne siete de las nueve condiciones de vulnerabilidad al cambio climático. ¿El instituto pone el foco en aquellos desastres asociados a cambio climático como los aluviones que van a tener mayor ocurrencia, más que en eventos puntuales que generan gran conmoción como los terremotos?
-Sí, la comisión identificó dentro de las seis amenazas prioritarias de Chile a los eventos climatológicos extremos. Los otros son los terremotos, tsunamis, erupciones volcánicas, aluviones e incendios. Que llueva en Santiago y se inunde es un problema de orden público, pero está más abordado desde las políticas públicas. Tenemos buen conocimiento en el resto de las amenazas, pero el cambio climático es un desafío. Lo que muestra el cambio climático es que los distintos fenómenos podrían estar correlacionados. Hay una línea de investigación que es la multiamenaza, es decir, salir de la investigación de solo terremotos para abordar cómo estas distintas amenazas se potencian con el cambio climático. O ver de qué manera el cambio climático, debido al aumento de la temperatura de la Tierra, tendría un impacto eventualmente en que haya más terremotos o erupciones. Es un área por explorar. Una de nuestras misiones es fomentar esa investigación multiamenaza.
-¿Pero es aventurado decir, por ejemplo, que un terremoto podría provocar más aluviones ya que la nieve se derrite más rápido por efectos del cambio climático?
-No hay que entender el concepto de la multiamenaza como una causalidad lineal. No es que el cambio climático directamente va a producir terremotos o erupciones, sino mas bien en cómo cambia las condiciones del entorno, y en ese sentido el impacto de las amenazas puede ser distinto. Para nosotros es muy importante trabajar con el (CR)2 y Maisa Rojas (directora del citado centro y coordinadora de las mesas científicas de la COP25) justamente abordará en nuestro seminario de inauguración la relación entre cambio climático y desastres de origen natural.
-¿Cuentan con un mapeo de los sectores críticos del país más vulnerables al cambio climático?
-No, porque los centros de investigación tienen los mapas de riesgos de las regiones. Hay una buena comprensión del entorno y de la exposición de la amenaza. Porque hay que hacer una distinción: una erupción volcánica no es un desastre. Por eso es importante hablar de desastres “de origen natural” y no “naturales”, porque una erupción sin un entorno construido o personas alrededor no es un desastre; lo que hace que una amenaza se convierta en un desastre es que tenga un impacto sobre la población o sobre la infraestructura construida. Las decisiones de planificación urbana transforman las amenazas en desastres: hoy muchos planes reguladores no toman en cuenta las zonas por donde pasa un aluvión, o por donde pasaría la lava de un volcán. Hoy existe ese conocimiento, pero no lo tomamos en cuenta al momento de otorgar los permisos de construcción. Después del 27F volvimos a construir infraestructura crítica como escuelas o centros de salud en zonas inundables. Una ciudad resiliente tiene relación con la capacidad del territorio de saber cuáles son las amenazas y de qué manera se exponen las personas. En los terremotos tenemos una alta exposición, pero somos poco vulnerables si lo comparamos con otros países como Haití. Y eso es porque las normas de construcción en Chile tienen estándares bastante altos.
-¿Es posible extrapolar esos mismos altos estándares para terremotos hacia las otras amenazas para hacer ciudades más resilientes?
-De todas maneras. En el último tiempo quedó en evidencia que la norma de viento para la construcción de los techos de las casas o de la infraestructura pública no estaba preparada para resistir a un tornado o a una tromba marina.
-¿Debería tener en cuenta este factor entonces?
-Sí, hay conocimiento científico que debiese ser transferido a las políticas públicas. No podemos evitar las amenazas de origen natural, pero sí hacernos menos vulnerables. Hay que ver cómo la planificación urbana no se expande hacia zonas expuestas, hay que poner ciertos límites. Y si construimos ahí, que lo hagamos con los estándares que nos hagan menos vulnerables.
-¿Y cómo se logra la resiliencia ante incendios forestales?
-Bueno, los incendios son antropogénicos, los provoca el ser humano y tienen múltiples orígenes. También las chispas del sistema de distribución eléctrica los pueden provocar. El tema pasa desde tener una conciencia ciudadana en el manejo del fuego hasta mejorar las vías de evacuación. Lo que pasó el 2017 en Santa Olga que fue que en las zonas al lado de un bosque o de un parque había una sola vía de evacuación.
«Los distintos fenómenos podrían estar correlacionados. Hay una línea de investigación que es la multiamenaza, es decir, salir de la investigación de solo terremotos para abordar cómo estas distintas amenazas se potencian con el cambio climático. O ver de qué manera el cambio climático, debido al aumento de la temperatura de la Tierra, tendría un impacto eventualmente en que haya más terremotos o erupciones. Es un área por explorar. Una de nuestras misiones es fomentar esa investigación multiamenaza».
La nueva Onemi
-¿Qué nivel de intervención tendrán ustedes con el sector privado? Se lo pregunto por las críticas que surgen desde la ciudadanía cuando Aguas Andinas se ve obligado a cortar el servicio producto de los aluviones.
-Uno de nuestros ejes es promover el diálogo entre los científicos y la industria. Tenemos que ver de qué manera como instituto logramos posicionar el tema de la continuidad operativa en los servicios críticos del país como una responsabilidad de las empresas. La primera es no parar la producción. Por otro lado, hay que ampliar la pregunta hacia la responsabilidad de las empresas con el impacto de la amenaza en su entorno. La idea es trabajar desde una perspectiva de anticipación y prevención. En 2010 varias industrias tuvieron muchos daños. Queremos promover con las asociaciones gremiales que hay ciertas industrias prioritarias que deben estar muy preparadas. Que deben involucrarse en crear soluciones innovadoras para disminuir su vulnerabilidad. Y ahí en el fondo está la Onemi, que es la institución de gobierno que se hace cargo de la gestión de riesgo de desastres con enfoque en la respuesta y la recuperación ante la emergencia, pero eso está cambiando.
-¿En qué sentido?
-Después del 27F, la Onemi ha avanzado mucho. Fue evaluada por Naciones Unidas, y presentó una hoja de ruta para el Estado donde se reforma la plataforma nacional de gestión de riesgo, crear una nueva ley y cambiar de rango en la administración pública de oficina a servicio. Es todo lo que se está discutiendo en el Congreso.
-¿La resiliencia es un asunto de seguridad pública? Itrend está mandatado por el Ministerio del Interior y Seguridad Pública.
-Sí, y la Onemi trabaja en esa línea. Ha transitado de una cultura de respuesta hacia otra de prevención. La ley que está en discusión busca que sea un servicio con más atribuciones. El ciclo estaba muy enfocado en respuesta y recuperación, pero ahora el desafío de la Onemi es ver el valor de trabajar en I+D+i para gestionar el riesgo en Chile.
-¿Cambia mucho el panorama para ustedes al existir ahora un Ministerio de Ciencia?
-Es una señal política importante, porque también estamos mandatados por el Consejo Nacional de Innovación para el Desarrollo (CNID). Ellos dependen del Ministerio de Economía, pero serán parte del Ministerio de Ciencia, y ahí tenemos una relación natural. Ciencia es nuestro interlocutor para promover la importancia de la inversión en I+D+i en hacer territorios más resilientes.
«Es importante hablar de desastres ‘de origen natural’ y no ‘naturales’, porque una erupción sin un entorno construido o personas alrededor no es un desastre; lo que hace que una amenaza se convierta en un desastre es que tenga un impacto sobre la población o sobre la infraestructura construida».
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Fuente: País Circular, Miércoles 03 de Julio de 2019