LA TERCERA – Para el 2050 el mundo tendrá cerca de 10 mil millones de habitantes. El 75% vivirá en zonas urbanas, y el 60% en ciudades mayores a 10 millones de personas. La población de tercera edad representará en torno al 30%, lo que es impactante. Muy pronto habrá en circulación 2.500 millones de vehículos cuando el 2011 eran 1.100 millones. Al año se producen unos 100 millones de vehículos de los cuales 75% son autos. El principal productor es China, y seguirá avanzando, los mejores autos luego vendrán de allá. El comercio marítimo se duplicará y el transporte aéreo se triplicará.
Los drones abrirán el nuevo espacio económico de 1.000 metros en torno a la tierra. La mezcla de congestión y contaminación hará las ciudades invivibles a menos que empecemos los cambios ya. Esa es parte de la trama que es de público conocimiento. La infraestructura física nunca va a crecer a ese ritmo; por lo tanto, la respuesta no es más de lo mismo.
La iniciativa ciudad inteligente debiera tener primera prioridad nacional, ya que toma mucho tiempo construirla. La cantidad de horas humanas perdidas en la congestión es simplemente enorme; es fundamental cambiar la manera de vivir, trabajar, y transportarse. Súmese a lo anterior los crecientes desafíos de seguridad, reparaciones muy disruptivas para la ciudad, los accidentes, las marchas, protestas, etc.
Ciudades inteligentes y descentralización debieran ser proyectos de Estado, no de gobierno. Ahí hay espacio para acuerdos. Lo primero que debemos cambiar son por cierto los departamentos de tránsito, a los reguladores obsoletos, abrir más espacios a las concesiones para cambiar la infraestructura antigua; en fin, mirar al futuro. Pero claro, nuestros legisladores están preocupados de otras cosas como los chalecos amarillos o cómo se deben llevar a las mascotas en el auto. Y qué hablar de poner radares para pasar más y más multas. Hay algunos honorables que quisieron regular los saleros en los restaurantes u obligar a firmar cartas de consentimiento formales antes de tener relaciones sexuales. Los hay preocupados de la violencia en el “pololeo”, una figura jurídica que habrá que definir antes de poder ser aplicada. Toda forma de violencia es mala, punto.
La brecha digital de nuestra sociedad es creciente y alarmante. Se trata de aprender a pensar digitalmente, que no es lo mismo que saber programar como cree el gobierno y la autoridad de Educación. Es entender qué significa de fondo que la geografía no sea una barrera; que el tiempo sea una variable, no una constante; que la noción misma de naturaleza ha cambiado, que la tecnología nunca ha sido neutra; que la inteligencia artificial cambia todo, etc.
Las malas leyes laborales matan el empleo, ya lo estamos viendo en nuestro país. Las universidades empiezan a quedar obsoletas, también el modelo tradicional de familia. La reproducción humana es crecientemente tecnológica y seguirá avanzando.No hay que descalificar al mensajero, es algo que ya está ocurriendo. El sistema democrático no se ha adaptado a la nueva manera de funcionar del mundo. Ya no hay tres poderes, hay muchos otros que ni siquiera entendemos. El dinero es virtual hace mucho rato y será aún más. Los cambios de paradigma en salud son gigantescos y los políticos no lo entienden.
Ya no es una realidad que entiendan nuestras ideologías obsoletas. No es ni capitalismo ni es socialismo, ni menos “la tercera vía”: es algo nuevo que estamos tratando de construir para una realidad global, que no descansa nunca, que tiene enormes controles de inteligencia artificial y que se mueve a la nueva frontera digital.
Fuente: La Tercera, Domingo 08 de julio de 2018