Sábado, Diciembre 21, 2024

Infraestructura para la transición energética, por Ignacio Santelices

FCh – Chile es frecuentemente visto como un ejemplo a nivel internacional por el impresionante despliegue que han tenido en la última década las energías renovables, solar y eólica, en el marco de la transición energética, hacia un sector energético bajo en emisiones.

Este importante avance se explica por el desarrollo de buenas políticas públicas, estabilidad regulatoria y macroeconómica, desarrollo tecnológico y condiciones propicias de mercado.

El proceso de la transición energética tiene muchas dimensiones y debemos abordarlas en forma integral si queremos seguir avanzando. Estamos en el punto en que la incorporación de nueva generación renovable requerirá de nuevas inversiones en infraestructura. Tanto nueva capacidad de almacenamiento, como nueva infraestructura de transmisión en forma urgente, y nueva infraestructura de distribución y mecanismos de gestión de demanda en el mediano plazo.

Al respecto, la Asociación de Transmisoras estima inversiones necesarias al 2030 por US$900 millones, más una nueva línea HVDC antes del 2040, que podría costar al menos US$2.000 millones adicionales. Por otra parte, la Asociación Latinoamericana de Distribuidoras Eléctricas estima inversiones al 2040 entre US$6.500 y US$10.000 millones adicionales. En total, estamos hablando de inversiones adicionales, en transmisión y distribución, por sobre los US$10.000 millones en los próximos 16 años.

Sin embargo, para que estas inversiones puedan materializarse, es importante generar las condiciones necesarias, tanto en términos regulatorios como de señales de estabilidad para los inversionistas.

Al respecto, una buena noticia es el avance del proyecto de ley de Transición Energética, que despeja varios nudos existentes para el desarrollo de la transmisión, y que fue recientemente aprobado en particular en la Comisión de Minería y Energía de la Cámara de Diputadas y Diputados. Respecto de la distribución eléctrica, los recientes episodios de cortes prolongados nos mostraron la importancia de reformar el sector y promover nuevas inversiones, y existe el compromiso del ministro de Energía de enviar al Congreso un proyecto de ley al respecto.

Adicionalmente, para poder avanzar en el desarrollo de esta infraestructura habilitante para la transición energética, debemos promover grandes acuerdos nacionales respecto de la importancia que tienen. Es necesario generar un cambio cultural para entender que, si bien habrá un impacto en el valor de la electricidad, en la medida que reemplacemos el uso de combustibles fósiles por electricidad, podremos reducir nuestro gasto total en energía, lo que redundará en un ahorro económico para los hogares, mayor productividad para las empresas, menores gastos en salud pública por la menor contaminación local, y menores emisiones de gases de efecto invernadero.

Las transiciones siempre son períodos revueltos, en que temporalmente se producen desajustes entre los costos y beneficios de las distintas acciones que se tomen, pero si somos capaces de mirar al largo plazo al momento de plantear las discusiones y establecer las regulaciones y políticas públicas, además de las decisiones de inversión, estaremos contribuyendo a crear un Chile mejor para todos.

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Fuente: Fundación Chile (FCh), Martes 17 de Diciembre de 2024

FCh – Chile es frecuentemente visto como un ejemplo a nivel internacional por el impresionante despliegue que han tenido en la última década las energías renovables, solar y eólica, en el marco de la transición energética, hacia un sector energético bajo en emisiones.

Este importante avance se explica por el desarrollo de buenas políticas públicas, estabilidad regulatoria y macroeconómica, desarrollo tecnológico y condiciones propicias de mercado.

El proceso de la transición energética tiene muchas dimensiones y debemos abordarlas en forma integral si queremos seguir avanzando. Estamos en el punto en que la incorporación de nueva generación renovable requerirá de nuevas inversiones en infraestructura. Tanto nueva capacidad de almacenamiento, como nueva infraestructura de transmisión en forma urgente, y nueva infraestructura de distribución y mecanismos de gestión de demanda en el mediano plazo.

Al respecto, la Asociación de Transmisoras estima inversiones necesarias al 2030 por US$900 millones, más una nueva línea HVDC antes del 2040, que podría costar al menos US$2.000 millones adicionales. Por otra parte, la Asociación Latinoamericana de Distribuidoras Eléctricas estima inversiones al 2040 entre US$6.500 y US$10.000 millones adicionales. En total, estamos hablando de inversiones adicionales, en transmisión y distribución, por sobre los US$10.000 millones en los próximos 16 años.

Sin embargo, para que estas inversiones puedan materializarse, es importante generar las condiciones necesarias, tanto en términos regulatorios como de señales de estabilidad para los inversionistas.

Al respecto, una buena noticia es el avance del proyecto de ley de Transición Energética, que despeja varios nudos existentes para el desarrollo de la transmisión, y que fue recientemente aprobado en particular en la Comisión de Minería y Energía de la Cámara de Diputadas y Diputados. Respecto de la distribución eléctrica, los recientes episodios de cortes prolongados nos mostraron la importancia de reformar el sector y promover nuevas inversiones, y existe el compromiso del ministro de Energía de enviar al Congreso un proyecto de ley al respecto.

Adicionalmente, para poder avanzar en el desarrollo de esta infraestructura habilitante para la transición energética, debemos promover grandes acuerdos nacionales respecto de la importancia que tienen. Es necesario generar un cambio cultural para entender que, si bien habrá un impacto en el valor de la electricidad, en la medida que reemplacemos el uso de combustibles fósiles por electricidad, podremos reducir nuestro gasto total en energía, lo que redundará en un ahorro económico para los hogares, mayor productividad para las empresas, menores gastos en salud pública por la menor contaminación local, y menores emisiones de gases de efecto invernadero.

Las transiciones siempre son períodos revueltos, en que temporalmente se producen desajustes entre los costos y beneficios de las distintas acciones que se tomen, pero si somos capaces de mirar al largo plazo al momento de plantear las discusiones y establecer las regulaciones y políticas públicas, además de las decisiones de inversión, estaremos contribuyendo a crear un Chile mejor para todos.

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Fuente: Fundación Chile (FCh), Martes 17 de Diciembre de 2024

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