Miércoles, Noviembre 20, 2024

“Hay que planificar la desalación integrando oferta y demanda, porque pueden haber otras soluciones más baratas”, Nir Becker

DIARIO FINANCIERO – Israel ha destacado por la gestión y el manejo de sus recursos hídricos. Fue el precursor del riego por goteo y hace más de una década comenzó a explorar la desalinización de agua de mar, para enfrentar la baja en las precipitaciones y la sequía. Hoy cuentan con un plan centralizado de desalación público-privado, que a la fecha contempla seis plantas desaladoras multipropósito que cubren el 40% de la demanda de agua potable y apoya a la agricultura.

El economista israelí Nir Becker, experto en desalación y profesor de economía de la Universidad de Tel-Hai Academic College, sostiene que si Chile quiere seguir el modelo de Israel, debe tomar en consideración los costos del agua. Plantea que “hay que planificar la desalación integrando tanto la oferta como la demanda, para no pensar sólo en el suministro de agua, sino también en su precio”, afirma.

El académico -quien fue panelista en el seminario de Fundación Copec-UC “Uso del Agua de Mar, ¿es una solución para la escasez hídrica?”, realizado la semana pasada- explica que hoy el agua desalinizada en Israel cuesta entre 50% y 100% más que el agua regular, por lo que “debería haber una gestión integrada que planifique de forma dinámica y calcule el momento óptimo de la desalinización”.

Plantea que en el caso de Chile, se debe estudiar si hay soluciones más baratas para la escasez hídrica, “podría ser aumentar el precio del agua y luego intentar compensar a los agricultores o tratar de lidiar con las consecuencias de este problema, lo que podría ser menos perjudicial para el presupuesto del país”, dice.

Externalidades ambientales

El economista no cree que el sistema israelí de desalación haya sido tan exitoso, ya que, aunque el 40% de los recursos hídricos provienen de este y su tecnología esté muy avanzada, todavía quedan flancos abiertos. Apunta a la planificación, los tiempos de demora de construcción de infraestructuras y la “incoherencia a la hora de tener en cuenta los efectos medioambientales de las plantas” como factores que no se han considerado en el costo.

“La gente dice que ya no tenemos problemas de agua, pero lo que ha ocurrido es que hemos sustituido los problemas de agua por problemas de dinero, porque pagamos, según algunos, mucho más de lo que deberíamos”, explica Becker.

Asegura que el costo directo de la desalinización seguirá bajando a medida que sigan avanzando las tecnologías, pero el costo indirecto y externo está subiendo, ya que se producen externalidades negativas como la contaminación del mar y del aire por parte de las plantas.

Sostiene que “no es muy optimista” acerca de la sostenibilidad de las desaladoras a futuro, ya que las empresas que administran las plantas “no tienen el incentivo para hacerlo, no quieren dejar de contaminar porque cuesta dinero, necesitan ser regulados por el Estado”.

Becker señala que el Estado debe regular dos aspectos en el caso de las desaladoras: las externalidades medioambientales, es decir la contaminación que se produce- y el precio del agua.

Como el agua es pública en Israel y es gestionada por la Autoridad del Agua a nivel central, sugiere que los reguladores, cuando adjudiquen licitaciones para las plantas, tienen que “pensar muy bien en el precio del agua para que la gente la compre y si el precio es muy alto, la gente no la comprará y entonces te quedas con las plantas de desalinización y el Estado tendrá que compensar a los propietarios de las plantas”.

Proyecciones

A pesar de que en un principio Becker se opuso a la desalinización debido a que no estaba de acuerdo con que el proceso partiera tan pronto en Israel, hoy lo ve como una necesidad frente al aumento de la población -el país tiene una tasa de natalidad de 2,8 hijos por familia, sobre la media mundial- y la demanda de agua que conlleva.

Afirma que hay un alza de demandas desde la población en ámbitos como el nivel de vida, la preocupación medioambiental de insertar agua en los ríos y cuencas y de dar dinero a los países vecinos Palestina y Jordania, cuyos recursos hídricos “son aún peores que los nuestros”.

Además, la región tiene un 30% menos de precipitaciones que hace 40 años y se sugiere la construcción de un canal para desviar el agua hacia el Mar de Galilea y el Mar Muerto, ya que no les entra agua.

“Este efecto lleva a la única conclusión de que se necesitará resolver el problema de forma drástica en el futuro. Se requiere construir más plantas desalinizadoras, se necesita reciclar más agua y aumentar el precio”, sostiene Becker.

Acerca de nuevas fuentes de agua, señala que Israel es líder en reúso y reciclaje de aguas residuales tratadas. “Esto es un gran logro, diría que unos dos tercios del agua de la agricultura se riegan con aguas residuales recicladas o tratadas. Esta es la otra fuente principal que Israel puede utilizar. Aparte de esto, no veo ninguna otra manera”, dice.

Ver artículo

Fuente: Diario Financiero, Miércoles 17 de Noviembre de 2021

DIARIO FINANCIERO – Israel ha destacado por la gestión y el manejo de sus recursos hídricos. Fue el precursor del riego por goteo y hace más de una década comenzó a explorar la desalinización de agua de mar, para enfrentar la baja en las precipitaciones y la sequía. Hoy cuentan con un plan centralizado de desalación público-privado, que a la fecha contempla seis plantas desaladoras multipropósito que cubren el 40% de la demanda de agua potable y apoya a la agricultura.

El economista israelí Nir Becker, experto en desalación y profesor de economía de la Universidad de Tel-Hai Academic College, sostiene que si Chile quiere seguir el modelo de Israel, debe tomar en consideración los costos del agua. Plantea que “hay que planificar la desalación integrando tanto la oferta como la demanda, para no pensar sólo en el suministro de agua, sino también en su precio”, afirma.

El académico -quien fue panelista en el seminario de Fundación Copec-UC “Uso del Agua de Mar, ¿es una solución para la escasez hídrica?”, realizado la semana pasada- explica que hoy el agua desalinizada en Israel cuesta entre 50% y 100% más que el agua regular, por lo que “debería haber una gestión integrada que planifique de forma dinámica y calcule el momento óptimo de la desalinización”.

Plantea que en el caso de Chile, se debe estudiar si hay soluciones más baratas para la escasez hídrica, “podría ser aumentar el precio del agua y luego intentar compensar a los agricultores o tratar de lidiar con las consecuencias de este problema, lo que podría ser menos perjudicial para el presupuesto del país”, dice.

Externalidades ambientales

El economista no cree que el sistema israelí de desalación haya sido tan exitoso, ya que, aunque el 40% de los recursos hídricos provienen de este y su tecnología esté muy avanzada, todavía quedan flancos abiertos. Apunta a la planificación, los tiempos de demora de construcción de infraestructuras y la “incoherencia a la hora de tener en cuenta los efectos medioambientales de las plantas” como factores que no se han considerado en el costo.

“La gente dice que ya no tenemos problemas de agua, pero lo que ha ocurrido es que hemos sustituido los problemas de agua por problemas de dinero, porque pagamos, según algunos, mucho más de lo que deberíamos”, explica Becker.

Asegura que el costo directo de la desalinización seguirá bajando a medida que sigan avanzando las tecnologías, pero el costo indirecto y externo está subiendo, ya que se producen externalidades negativas como la contaminación del mar y del aire por parte de las plantas.

Sostiene que “no es muy optimista” acerca de la sostenibilidad de las desaladoras a futuro, ya que las empresas que administran las plantas “no tienen el incentivo para hacerlo, no quieren dejar de contaminar porque cuesta dinero, necesitan ser regulados por el Estado”.

Becker señala que el Estado debe regular dos aspectos en el caso de las desaladoras: las externalidades medioambientales, es decir la contaminación que se produce- y el precio del agua.

Como el agua es pública en Israel y es gestionada por la Autoridad del Agua a nivel central, sugiere que los reguladores, cuando adjudiquen licitaciones para las plantas, tienen que “pensar muy bien en el precio del agua para que la gente la compre y si el precio es muy alto, la gente no la comprará y entonces te quedas con las plantas de desalinización y el Estado tendrá que compensar a los propietarios de las plantas”.

Proyecciones

A pesar de que en un principio Becker se opuso a la desalinización debido a que no estaba de acuerdo con que el proceso partiera tan pronto en Israel, hoy lo ve como una necesidad frente al aumento de la población -el país tiene una tasa de natalidad de 2,8 hijos por familia, sobre la media mundial- y la demanda de agua que conlleva.

Afirma que hay un alza de demandas desde la población en ámbitos como el nivel de vida, la preocupación medioambiental de insertar agua en los ríos y cuencas y de dar dinero a los países vecinos Palestina y Jordania, cuyos recursos hídricos “son aún peores que los nuestros”.

Además, la región tiene un 30% menos de precipitaciones que hace 40 años y se sugiere la construcción de un canal para desviar el agua hacia el Mar de Galilea y el Mar Muerto, ya que no les entra agua.

“Este efecto lleva a la única conclusión de que se necesitará resolver el problema de forma drástica en el futuro. Se requiere construir más plantas desalinizadoras, se necesita reciclar más agua y aumentar el precio”, sostiene Becker.

Acerca de nuevas fuentes de agua, señala que Israel es líder en reúso y reciclaje de aguas residuales tratadas. “Esto es un gran logro, diría que unos dos tercios del agua de la agricultura se riegan con aguas residuales recicladas o tratadas. Esta es la otra fuente principal que Israel puede utilizar. Aparte de esto, no veo ninguna otra manera”, dice.

Ver artículo

Fuente: Diario Financiero, Miércoles 17 de Noviembre de 2021

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