EL DIVISADERO – Esta nueva fuente de energía podría estar más cerca de nuestro territorio de lo que pensamos, ya que recientes estudios indican que uno de los lugares más propicios para desarrollar este proyecto, estaría acá en la Patagonia, debido a su inconmensurable potencial eólico.
A medida que el país avanza hacia un estado de desarrollo económico, que implica un nivel de consumo y producción industrial más cercano al de países desarrollados, también va necesitando cada vez más energía para satisfacer sus crecientes demandas. Actualmente, esta energía se obtiene a través de fuentes convencionales tales como combustibles fósiles (carbón, gas, petróleo); los cuales son de carácter finito y además generan un importante impacto ambiental (gases de efecto invernadero y calentamiento global).
Al impacto ya mencionado, se suma el hecho de que Chile es un país altamente dependiente en materia de energía, puesto que importa alrededor del 70% de la que consume, elevando este porcentaje a casi 100% para los casos del uso de petróleo y gas natural.
No obstante, este escenario de “pobreza energética” en cuanto a energías convencionales, Chile se encuentra en una posición auspiciosa en relación a su potencial como productor de otras fuentes energéticas no convencionales.
Nuestro país ya produce -para consumo interno- una serie de energías renovables no convencionales (ERNC), tales como energía solar, eólica y fotovoltaica, a las cuales se podría sumar una fuente energética, relativamente incipiente, conocida como hidrógeno verde, que se produce a través de agua y las energías renovables que ya mencionamos, diferenciándose de este modo del hidrógeno a secas, que se obtiene a través de combustibles fósiles, produciendo a su vez, una serie de gases contaminantes tales como el monóxido y el de dióxido de carbono.
De esta forma, debido a la gran disponibilidad de agua y energías renovables que posee Chile, el país no solo es un gran candidato para convertirse en productor de hidrógeno verde, sino que, además se podría convertir en uno de los productores más competitivos del mundo, ya que a su gran disponibilidad de recursos para producir este tipo de fuente energética, se le suma su relativa facilidad para exportarla, toda vez que su angosto territorio esta “siempre cerca de algún puerto”; lo cual permite llevar rápidamente la producción hacia los mercados extranjeros.
Esta nueva fuente de energía podría estar más cerca de nuestro territorio de lo que pensamos, ya que recientes estudios indican que uno de los lugares más propicios para desarrollar este proyecto, estaría acá en la Patagonia, debido a su inconmensurable potencial eólico; elemento clave para la producción de hidrógeno verde. De hecho, según análisis del Ministerio de Energía, tan solo la región de Magallanes podría producir el 13% de todo el hidrógeno verde del planeta debido a su potencial eólico y a su salida hacia el estrecho del mismo nombre.
En ese escenario, también la región de Aysén tiene potencial en esta materia energética; aunque el escaso desarrollo de la infraestructura portuaria y la relativamente mala conectividad vial, son por ahora un gran escollo. De prosperar lo esbozado en esta columna, no solo se aceleraría la descarbonización de la matriz productiva proyectada para el año 2050, sino que, además obtendríamos una energía barata, limpia y con múltiples usos tales como la producción de amoniaco verde para la agricultura y la refinación de combustibles fósiles para la industria. No obstante, esos son tan solo los usos tradicionales, ya que la gran posibilidad radica en que esta “nueva energía” pudiera ser usada como combustible para distintos tipos de vehículos motorizados, reemplazando en el largo plazo al petróleo y sus derivados.
Para lograr lo anteriormente descrito, será clave una asociación público – privada entre los distintos actores involucrados, ya que se trata de un proceso productivo que de momento no es barato. El mercado no puede operar sin una lógica de incentivos que faciliten su ingreso a estos nuevos proyectos. También será necesaria una estrategia basada en un marco regulatorio claro y con reglas precisas que genere un incentivo a la implementación y desarrollo de esta nueva energía. Por lo demás, sería necesario una adecuada gobernanza, de manera que esta vez los beneficios de la producción de este nuevo combustible queden mayoritariamente en la o las regiones que desarrollen esta industria.
Fuente: El Divisadero, Lunes 07 de Junio de 2021