PAÍS CIRCULAR – La glacióloga chilena Inés Dussaillant realizó un riguroso estudio que estima el derretimiento de los glaciares andinos durante los últimos 18 años. La pérdida de hielo ha sido sostenida a lo largo de todas las regiones andinas, pero en una región intermedia, en la zona ubicada en los contornos de Santiago y el norte de Chile, los glaciares han aumentado significativamente sus tasas de pérdida durante la segunda década estudiada, coincidiendo con la “megasequía” que afecta a la región desde 2010. “En el futuro los glaciares alcanzarán el ‘peak flow’, es decir, su tamaño se verá reducido a tal punto que su capacidad de contribuir a los ríos irá disminuyendo. Tendremos, por lo tanto, menos agua, sobre todo en los meses sin lluvia de verano y en años de sequía. Este escenario no se puede revertir, y la única solución es adaptarse a los cambios que vienen”, plantea.
El tiempo que todo lo cura, también todo lo derrite”, dice el músico uruguayo Jorge Drexler en “Despedir a los glaciares”, una canción de su último disco Salvavidas de hielo que toca directamente la emergencia climática actual. En ella habla de la extinción progresiva de los cuerpos de hielo de la Sierra Nevada de Mérida, en Venezuela: hoy solo sobrevive uno, llamado La Corona. Sin embargo, científicos proyectan su desaparición dentro de las próximas décadas.
En Chile y el resto de los Andes, en tanto, la gran mayoría de los glaciares está retrocediendo, con solo contadas excepciones de glaciares en la Patagonia que han aumentado su tamaño. El estudio desarrollado por la glacióloga chilena Inés Dussaillant, como parte del equipo liderado por el investigador francés Etienne Berthier y publicado recientemente por la revista Nature, calculó de manera íntegra y homogénea la pérdida de masa de los glaciares de la Cordillera de los Andes durante las últimas dos décadas. La pérdida de hielo es evidente a lo largo de toda la cordillera. Sin embargo, la magnitud de esta pérdida es menor que las estimaciones previas obtenidas con otros métodos.
Se trata de una situación que ya había sido constatada durante la actualización del Catastro Nacional de Glaciares que está desarrollando la Dirección General de Aguas (DGA) del Ministerio de Obras Públicas, que detectó que los glaciares andinos de la Región Metropolitana están adelgazando y pierden hasta dos metros de espesor por año, con un importante retroceso y fragmentación de las masas de hielo.
Para analizar el retroceso glaciar entre 2000 y 2018, la investigadora chilena -cuyo trabajo es al mismo tiempo su tesis de doctorado en Francia- empleó series de tiempo de modelos de elevación de terreno digital (DEM) generados a partir de pares de fotografías estereoscópicas satelitales obtenidas por el sensor ASTER (a bordo del satélite TERRA de la NASA). La diferenciación temporal de estos DEM permite medir la pérdida de volumen de un glaciar o una región glaciar y evaluar su evolución. Es lo que se conoce como el método geodético.
“Los glaciares no son solo estos cuerpos majestuosos de hielo, de una belleza increíble. Su estudio es muy importante por tres razones. Primero, son un indicador del clima que los rodea, de manera que los cambios experimentados por un glaciar son un efecto directo de los cambios observados en el clima. Segundo, son reservas de agua a largo plazo. En regiones áridas, cumplen una función muy importante asegurando la contribución de agua a los ríos durante los meses más secos del verano y ayudado a contrarrestar los impactos negativos en periodos de sequía. Por último, son importantes contribuidores al alza del nivel del mar global”, explica Dussaillant, quien en pregrado se tituló como agrónoma en la Universidad Católica y además se dedica al montañismo desde los 18 años.
Los glaciares de los Andes, agrega, entran en el conjunto de glaciares de montaña del planeta, definición que excluye a los grandes continentes de hielo (Ice sheet): Groenlandia y la Antártica. “La pérdida de los glaciares de montaña del mundo entero contribuye actualmente a cerca de un 25 por ciento en el alza observada del nivel del mar. Esta alza, de continuar, puede conllevar impactos políticos importantes, generando grandes migraciones de poblaciones que actualmente viven en zonas costeras”, acota. La investigadora calcula que un 10% de ese 25% en el alza reciente del nivel del mar proviene directamente de la contribución de los Andes.
Dussaillant exploró mediante su metodología todos los glaciares andinos y los dividió en tres grandes sectores: Andes Tropicales (que corresponden aproximadamente al área glaciar dentro de Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia), Andes Áridos (entre los cuales están los Andes Desérticos y los Andes Centrales, ambos, en el norte y centro-sur de Chile y Argentina) y los Andes Patagónicos (extremo sur de Chile y Argentina).
“Los glaciares no siempre tendrán la capacidad de entregar el mismo volumen de agua frente a un alza en las temperaturas ambientales. En un principio entregarán cada vez más agua, hasta que el glaciar alcanzar un tamaño tal en el cual esta contribución llegara a ser máxima. Pasado ese punto, el tamaño del glaciar no será suficiente para sustentar ese nivel de contribución y su capacidad de aportar agua se verá reducida progresivamente”.
Inés Dussaillant, glacióloga.
La figura muestra el cambio interdecadal de todos los glaciares de los Andes. En la segunda década estudiada, 2009-2018, se aprecia la pérdida sostenida en los Andes Centrales que rodean Santiago.
La contribución “desbalanceada” de un glaciar
En una sección clave para entender los resultados de su estudio, Dussaillant explica que los glaciares contribuyen de dos maneras diferentes al caudal a los ríos. La literatura científica las ha diferenciado entre una contribución “balanceada” y una “desbalanceada”. Ambas son importantes para los ríos localizados en regiones áridas porque son contribuciones estacionalmente retrasadas, es decir, aportan agua a los ríos justamente en los periodos donde no hay otra fuente de agua, durante los meses más secos del año y cuando el período de lluvias ya ha pasado.
La contribución “balanceada” asume que un glaciar mantiene su tamaño de un año a otro. Corresponde al componente estacional de derretimiento de un glaciar: en invierno recibe nieve que se transforma en hielo, y en verano ese hielo se derrite. “Si consideramos que el glaciar no ha cambiado su tamaño de un año a otro, la nieve y el hielo que se derriten en verano de ese año corresponderá a una contribución balanceada a la cuenca de ese glaciar. Esta contribución es muy importante en regiones áridas, asegurando un suministro de agua continuo a los ríos durante los meses de verano”, complementa ella.
Por el contrario, la contribución “desbalanceada”, llamada a veces “exceso de descarga”, ocurre únicamente cuando el glaciar esta en desequilibrio con el clima. “El glaciar está expuesto a condiciones (aumento de las temperaturas, disminución de precipitaciones, etcétera) que hacen que su tamaño se vea reducido de un año a otro (o de un período a otro). Esa diferencia de volumen de hielo perdido corresponde a la contribución desbalanceada y representa una reducción de la capacidad de un glaciar de ser una reserva de agua a largo plazo”, explica la experta. En este caso, a diferencia del anterior, si el glaciar no ha cambiado su tamaño de un año a otro, la contribución por desbalance es igual a cero. Pero si el glaciar va disminuyendo su tamaño, este ‘exceso’ de descarga contribuida al río por derretimiento “desbalanceado” puede llegar a ser un importante mitigador de los efectos negativos causados por periodos prolongados de sequía, sobretodo en regiones áridas como Santiago de Chile durante la actual “megasequía” constatada científicamente a partir de 2010.
Sin embargo, asegura Dussaillant, “los glaciares no siempre tendrán la capacidad de entregar el mismo volumen de agua frente a un alza en las temperaturas ambientales. En un principio entregarán cada vez más agua, pues la contribución desbalanceada aumentaráhasta que el glaciar alcance un tamaño tal que esta contribución llegará a ser máxima. Pasado ese punto, el tamaño del glaciar no será suficiente para sustentar ese nivel de contribución y su capacidad de aportar agua se verá reducida progresivamente, hasta que finalmente el glaciar llegue a un nuevo equilibrio o desaparezca”. Es lo que ha sido definido por los científicos como “peak flow” (flujo máximo), concepto central para despejar las dudas sobre lo que sucederá en los Andes Áridos, en cuyo entorno vive la mayoría de la población de Chile, sobre todo en Santiago.
Lo primero que hizo Dussaillant en su trabajo fue fijar una mirada panorámica para el período 2000-2018 en toda la superficie continental de los Andes. “Nos llamó la atención observar que el balance de masa (la diferencia entre la masa que gana y pierde un glaciar en un año glaciológico) era bastante negativo en los Andes Tropicales y en los Andes Patagónicos, pero había una zona intermedia (Andes Áridos) donde la pérdida se revelaba bastante moderada “, dice la experta chilena. Ese dato le planteó una nueva pregunta y optó por analizar las dos décadas por separado, subdividiendo los períodos: 2000-2009 y 2009-2018.
En el glaciar colgante del cerro El Morado, en el Cajón del Maipo (Santiago), la cascada que nace entre la pared sur y el mirador de El Morado está hoy más angosta y delgada. Es probable que en un futuro muy próximo se produzca un quiebre porque el hielo se adelgaza y fluye más rápido. Cuando se desconecta la parte alta del glaciar de la baja, para el trozo de glaciar que queda descolgado es la crónica de una muerte anunciada.
Al observar de forma diferenciada ambos períodos, Dussaillant advirtió que efectivamente en los Andes Áridos, los glaciares estuvieron en relativo equilibrio durante la primera década, cambiando significativamente a fuertes pérdidas de masa a partir de 2009. “La pérdida de masa en los Andes Tropicales y Patagónicos es más alta que en esta región intermedia, pero los valores se mantienen estables de una década a la otra. En los Andes Áridos el cambio es significativo de una década a otra”.
En esta última región, la contribución “desbalanceada” de los glaciares de cuatro cuencas hidrográficas estudiadas, entre ellas la del Maipo que abastece a la ciudad de Santiago, se vio aumentada de una década a otra. Este cambio coincide con un período intenso de sequía que afecta a la región desde el año 2010 hasta el presente, definida como “megasequía”. Los glaciares, por lo tanto, han ayudado a mitigar los efectos negativos de esta crisis durante los últimos 10 años.
Para determinar cuánto pierde un glaciar (balance de masa negativo) y comparar las perdidas relativas entre un glaciar y otro, los especialistas utilizan metros de agua equivalente por año. Se establece utilizando un factor de conversión a agua dependiendo del material que ha sido perdido (nieve o hielo) y representa la capa relativa de agua perdida por el glaciar. Para comparar la pérdida de agua en regiones más extensas, esta se transforma a volumen integrando por el área cubierta por el hielo, y se representa en la unidad de masa del gigatón (se abrevia Gt y equivale a mil millones de toneladas de agua) por año.
Dussaillant asegura que, a través de su método, los glaciares de todos los Andes tuvieron una pérdida de masa de -23 Gt/yr -1 durante las últimas dos décadas. Esto quiere decir que los glaciares perdieron 23 mil millones de toneladas de agua por año en el período examinado. Esta medida tiene un margen de error de +-6 Gt. “Nuestra estimación no es exacta, pero podemos asegurar que la pérdida de masa real se encuentra entre -17 y 29 Gt”, aclara. Esto corresponde a un aumento del nivel del mar de 0.06 mm por año, el doble de lo que han contribuido todos los glaciares del Himalaya durante el mismo periodo considerando que contienen una superficie de hielo tres veces mayor.
¿Y qué ocurre con el ‘peak flow’ en Santiago?
Los resultados del estudio tienen profundas implicancias para los Andes Centrales. “Es preocupante porque los glaciares sí son importantes en esta zona cordillerana que es la más seca de los Andes, en tanto aportan recursos hídricos en los últimos meses del verano y en los períodos de sequía. Si tomamos en cuenta el ‘peak flow’, el ritmo de contribución del glaciar aumentará en la medida en que las temperaturas continúen en alza, hasta llegar a un máximo en que el glaciar empezará a contribuir cada vez menos hasta desaparecer”, señala Dussaillant.
A juicio de la autora, el escenario futuro que vislumbra su investigación científica invita a todos los sectores de la sociedad chilena a tomar medidas drásticas de adaptación, ya que “hay estudios que demuestran que ese ‘peak flow’ ya se ha alcanzado en algunas de las cuencas de los Andes Áridos” y, más importante aún, otros expertos proyectan que la mayoría de las cuencas de los Andes Áridos habrán alcanzado su ‘peak flow’ para los años 2020 y 2030, o sea, mañana mismo.
La foto muestra el marcado retroceso del glaciar Marinelli, en la Patagonia chilena.
Dussaillant asegura que los glaciares de todos los Andes tuvieron una pérdida de masa de -23 Gt/yr -1 durante las últimas dos décadas. Esto quiere decir que los glaciares perdieron 23 mil millones de toneladas de agua por año en el período examinado.
“Es importante notar que las proyecciones de estos modelos hidrológicos se basan en los datos previamente disponibles de pérdida de masa glaciar observada. En los Andes, los estudios previos muestran pérdidas de masa más acentuadas que nuestro estudio. Puede, por lo tanto, que el ‘peak flow’ se alcance después de los años 2020 y 2030 en la realidad, pero independiente de ello, lo único seguro es que va a suceder pronto. Frente a una problemática así, lo único que queda es la adaptación y mientras antes mejor”, plantea.
¿A qué se refiere específicamente la experta?: “A una optimización del uso del agua en todo sentido. Una idea sería la construcción de embalses que sean capaces de recolectar el agua de las lluvias y el derretimiento de la nieve. Esa agua puede ser liberada poco a poco durante los meses de verano, como lo hace un glaciar naturalmente. También el uso de tecnologías que optimicen el uso del agua en regadío para la agricultura. Actualmente los países desérticos cuentan con tecnologías que optimizan al máximo la poca agua que tienen y podemos basarnos en su experiencia. Es necesario generar conciencia de que esto es una necesidad muy próxima, y resaltar la urgencia de generar políticas públicas que fomenten el desarrollo de estas estrategias”.
“El caso de los Andes Patagónicos es distinto”, aclara Dussaillant. Si bien los glaciares de la Patagonia están perdiendo masa a tasas muy altas, más altas que los glaciares de los Andes Áridos, “esta es una zona en que llueve todo el año”, por lo que “la contribución relativa de un glaciar no es tan importante para los ríos como lo es la lluvia y la nieve de derretimiento”. En los Andes Áridos y las zonas áridas de los Andes Tropicales “los glaciares son importantes por su contribución retrasada, aportando agua durante el período en que no hay lluvias, especialmente en los meses más secos al final del verano cuando ya no queda nieve en la cordillera. En cuencas que cuentan con glaciares, estos son los principales sustentadores del agua de los ríos durante estos meses más secos”.
El mensaje, de acuerdo a la glacióloga, es concreto: “El informe no intenta de ningún modo ser catastrófico: muestra lo que es, lo que le está sucediendo a nuestros glaciares Andinos. No hay que ignorar lo que está pasando. Esto será un tema en la zona central y norte de Chile, donde habita la mayoría de la población de nuestro país. En el futuro tendremos menos contribución de los glaciares a los ríos y menos agua en los meses de verano. Estudios recientes proyectan que los perí,odos de sequía serán cada vez más frecuentes con mayor probabilidad de años con déficit de precipitaciones en la cordillera de los Andes Áridos. De ser así, es muy probable que nuestros ríos nos aportarán cada vez menos agua en el futuro”.
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Fuente: País Circular, Lunes 23 de Septiembre de 2019