LA TERCERA – Parafraseando al diseñador Bruce Mau: “Las infraestructuras son invisibles hasta que fallan.” Y el mega apagón del pasado martes hizo visible la brutal fragilidad de nuestra infraestructura eléctrica. Afortunadamente, ocurrió en verano; de haber sucedido un “megalunes” como hoy, o en medio de un temporal como el 2024, las consecuencias habrían sido aún peores, por lo que esta crisis debe impulsarnos a reflexionar sobre el futuro de nuestra red eléctrica y la necesidad urgente de modernizarla.
Chile necesita avanzar hacia una infraestructura eléctrica resiliente, moderna y adaptada a los desafíos del cambio climático y las tecnologías del siglo XXI. El problema no es exclusivo de nuestro país: en 2021, la tormenta Uri colapsó la red de transmisión y distribución de Texas, dejando a más de 4,5 millones de usuarios sin energía por semanas.
Curiosamente, la solución no es reducir nuestra dependencia de la electricidad, sino electrificar aún más nuestras ciudades, pero de manera inteligente. Para vivir un futuro más eléctrico en Chile existen cinco innovaciones que debemos implementar con urgencia: redes de transmisión más redundantes, medidores inteligentes, generación distribuida, almacenamiento doméstico y distrital, e inteligencia artificial (IA) aplicada a la gestión eléctrica.
El problema de fondo en este mega-apagón no fue la distribución como el 2024, sino la transmisión. Chile tiene un sistema de transmisión altamente centralizado y con pocas redundancias, lo que significa que una falla en una línea troncal puede afectar vastas regiones del país. Necesitamos una red de transmisión más mallada, con rutas alternativas que permitan mantener el suministro incluso cuando una línea crítica falle. Se ha culpado a la burocracia o permisología en ralentizar el desarrollo de nuevos proyectos de transmisión, pero la electrificación es un sistema complejo, y el daño se podría haber evitado por otras vías.
A nivel de distribución, los medidores inteligentes son clave. Si nuestra red hubiese contado con estos dispositivos, el 2024 se habría podido detectar los puntos de falla en tiempo real y aislar las zonas afectadas, permitiendo reponer el servicio en el resto de la red. Estos dispositivos llevan más de una década disponibles en Chile, pero su masificación se vio truncada por una regulación confusa y una polémica respecto a la propiedad y el financiamiento de estos equipos.
La generación distribuida es otra pieza clave para una red resiliente, permitiendo que hogares y empresas con paneles solares puedan inyectar energía a la red, reduciendo la dependencia de fuentes centralizadas. Si a esto sumamos la Ley 21.505, que promueve el almacenamiento de energía y la electromovilidad, su implementación fomentará la instalación de baterías domésticas, incluyendo las de los vehículos eléctricos, que podrían activarse automáticamente en caso de un apagón, garantizando suministro a hogares y electrodependientes.
Pero el verdadero salto cualitativo vendrá con la instalación de sistemas de almacenamiento local a nivel barrial o urbano. Gracias a la nueva legislación, las empresas distribuidoras podrán desplegar estaciones de megabaterías en puntos estratégicos de la ciudad, almacenando energía en los momentos de baja demanda para liberarla en situaciones críticas.
Finalmente, la inteligencia artificial puede revolucionar la gestión de la energía. Estos sistemas pueden analizar patrones climáticos, horarios de consumo y eventos masivos para predecir la oferta y la demanda eléctrica con mayor precisión. Al anticipar caídas en el suministro o peaks de demanda, las baterías podrían cargarse y descargarse de manera eficiente, optimizando el uso de la energía disponible y reduciendo la posibilidad de cortes masivos.
Este tipo de fallos revelan la urgencia de invertir en sistemas más robustos, descentralizados y flexibles.
La tecnología está disponible, la regulación comienza a alinearse y el cambio climático nos exige adaptarnos cuanto antes. Si queremos ciudades preparadas para el futuro, necesitamos redes eléctricas resilientes, inteligentes y descentralizadas. No es una opción, es una oportunidad impostergable.
Por Pablo Allard, decano de la Fac. de Arquitectura, Universidad del Desarrollo
Fuente: La Tercera, Domingo 2 de Marzo de 2025