CPI – Los reiterados cortes de caminos en la zona sur y quemas de camiones, principalmente en las regiones del Biobío y La Araucanía, vinculados al conflicto mapuche, muestran lo vulnerable que puede ser la infraestructura ante este tipo de hechos y otros, como los desastres naturales, que han dejado sectores completos de nuestro territorio desconectados.
Para enfrentar esta fragilidad es, a juicio de los expertos, fundamental elaborar estrategias de mitigación en infraestructura -en forma preventiva y no sólo reactiva- que ayuden a reducir el impacto socioeconómico que implica perder conectividad. Estas deberían incluir no solo la red vial, sino también, las redes de comunicación, de agua potable, alcantarillado y conectividad digital, entre otras.
“Desde el punto de vista de la infraestructura, una de las áreas más vulnerables es la red vial -Chile cuenta con más de 27.000 km de caminos- y es prioritaria para el desarrollo y la calidad de vida de sus habitantes”, señala el ex ministro de Obras Públicas y consejero del CPI, Hernán de Solminihac.
Coincide el vicepresidente de la Cámara Chilena de la Construcción (CChC) y director del CPI, Jorge Letelier, comentando que, debido a la configuración geográfica del país y la escasez de alternativas en una cantidad importante de tramos de carreteras y caminos interiores, existen zonas en que la infraestructura carretera no es redundante y, por lo tanto, no está preparada para enfrentar eventos y amenazas de origen antrópico.
A juicio del presidente de COPSA y de la Corporación CPI, Leonardo Daneri, los atentados en la región de La Araucanía revelan que la infraestructura de carreteras no está preparada para soportar eventos de este tipo, que frecuentemente tienen como resultado el corte de caminos.
“Sin duda se necesita más redundancia en las estructuras críticas y puntos singulares, susceptibles de ser dañados, además de sistemas de vigilancia y control en tiempo real”, agrega.
Para lograr que la infraestructura vial sea resiliente, hay que aumentar la redundancia, es decir, contar con alternativas para que los usuarios puedan desplazarse de forma paralela, principalmente cuando un evento interrumpe alguna vía.
“Para realizar inversiones de ese tipo es importante mejorar el sistema de evaluación social de inversiones, de modo de incluir los beneficios de tener esta redundancia”, agrega De Solminihac.
Además de la necesidad de seguridad, en términos de inversión, los expertos afirman que se requiere de una visión holística en el diseño de planes integrales de desarrollo de la infraestructura de uso productivo, que incluya proyectos de vialidad urbana e interurbana, de puertos y ferrocarriles, de red aeroportuaria, y de logística y telecomunicaciones, que permita operar con cierta redundancia del equipamiento y poder hacer frente a eventos tanto de origen natural como humanos.
“En los puertos es donde se deben enfrentar mayores desafíos de cambio y donde las respuestas se requieren con mayor urgencia debido a lo extenso de los plazos de ejecución de los proyectos. Su importancia radica en que más del 90% del comercio exterior de Chile se produce a través del transporte marítimo”, aclara Jorge Letelier.
En la misma línea, menciona al ferrocarril, responsable de transportar casi 26 millones de toneladas de carga al año. “Este medio de transporte, si cumple los criterios antes señalados – un desarrollo sustentable y sostenible-, potenciaría la conectividad, robustecería la resiliencia de nuestra infraestructura y complementaría las distintas formas de transportes de personas y carga”, asegura Hernán de Solminihac.
La inversión en infraestructura aeroportuaria también adquiere relevancia, debido al crecimiento acelerado de la demanda hasta antes de la irrupción del Covid. Como resultado del dinamismo de las ciudades, la operación de servicios de bajo costo y el aumento del valor del tiempo, el número de pasajeros se incrementa fuertemente, tanto en destinos nacionales como internacionales. Por lo anterior, el rezago de inversiones en infraestructura se traduce directamente en un servicio deficiente a los pasajeros.
Cambio climático y desastres naturales
Otra área de la infraestructura que demanda medidas urgentes para incrementar su resiliencia es la relacionada con la crisis hídrica, producto de los efectos del cambio climático, y el aumento de la frecuencia e intensidad de eventos hidroclimáticos extremos, que han producido desbordes de ríos, inundaciones y aluviones en la zona norte.
“En ese sentido las inversiones para asegurar la disponibilidad del recurso hídrico, -y la eficiencia en su uso-, y para proteger las ciudades de las inundaciones y los aluviones, son las que adquieren mayor relevancia. Entre las primeras podríamos destacar la construcción de nuevos embalses e inversión en proyectos de desalinización, el mejoramiento de redes de agua potable (que pierden hasta un 40% del agua potabilizada en plantas durante su conducción: aguas no facturadas) y drenaje urbano, e inversiones en infraestructura de riego agrícola tecnificado”, detalla Jorge Letelier.
En términos de desastres naturales que enfrenta periódicamente el país – terremotos, maremotos, incendios y erupciones volcánicas, entre otros- las áreas más vulnerables serían el borde costero en general, y algunas zonas de las regiones de Coquimbo, Los Lagos y Aysén, debido a su aislamiento, y el porcentaje de superficie en riesgo de erosión.
“En este caso, las medidas que adquieren relevancia -complementa Letelier- son múltiples. Entre ellas se podrían mencionar el diseño de infraestructura redundante que permita la continuidad (o pronta restauración) del servicio u operación en caso de desastres (por ejemplo, en recintos hospitalarios), y que permita la evacuación y desplazamiento de las personas y servicios de emergencia (en el caso de vialidad, puentes, por ejemplo)”.
Según la Comisión para la Resiliencia frente a Desastres de Origen Natural (2016), la implementación de la estrategia nacional de resiliencia, estimada en US$ 914 millones a 20 años, permitiría recuperar 2,3 pesos por cada peso invertido en el plan. Para el caso de terremotos, el beneficio-costo es de 2,5 pesos.
“Lo anterior demuestra la relevancia de aplicar programas para aumentar la resiliencia en naciones altamente expuestas a desastres de origen natural, como es nuestro caso”, puntualiza De Solminihac.
Conectividad digital
La actual situación de pandemia ha permitido visualizar, también, las carencias de la infraestructura digital para responder adecuadamente a situaciones extremas.
“Es fundamental y prioritario invertir en la conectividad de comunicaciones para contar con una red apropiada que cubra todo el país, con centros de contacto en todas las comunidades, considerando un entorno predefinido que dé un soporte base para todas las actividades humanas”, opina el consejero permanente de la CChC, Mario Díaz.
Añade que es importante cuidar los sistemas de comunicación vía internet, radio y otros, que permitan conocer y dimensionar la situación -en caso de emergencias-, en tiempo real, en distintos lugares, y así priorizar el envío de recursos y usar los puentes aéreos de forma más efectiva y permanente.
Diseño de proyectos resilientes
En promedio, entre 1980 y 2011, Chile registró pérdidas anuales cercanas al 1,2% de su PIB debido a desastres naturales .
“En términos de continuidad del funcionamiento, las medidas de adaptación se hacen vitales, considerando la probabilidad de que este tipo de eventos aumenten en frecuencia. Por lo anterior, en el largo plazo, la generación de proyectos resilientes es costo eficiente”, opina Jorge Letelier.
Para ello, considera que es relevante que en las bases de licitación de los proyectos futuros de inversión la resiliencia sea un factor a incluir.
“Tenemos que optar por una política más decisiva en cuanto a la inversión que se requiere en infraestructura, que nos permita avanzar y alcanzar un sistema más resiliente, para enfrentar mejor los impactos derivados de eventos de la naturaleza. Uno de los primeros pasos para lograrlo es modificar el Sistema Nacional de Inversiones, incluyendo los beneficios de la resiliencia en la evaluación social”, destaca De Solminihac.
Coincide Leonardo Daneri, puntualizando que es conveniente incentivar la incorporación de conceptos de resiliencia, porque éstos normalmente van acompañados de nuevas tecnologías, que posteriormente se expanden al resto de la infraestructura y mejoran y optimizan los diseños.
Fuente: CPI, Lunes 17 de Agosto de 2020
Falta una estrategia para dotar a Chile de infraestructura más resiliente
CPI – Los reiterados cortes de caminos en la zona sur y quemas de camiones, principalmente en las regiones del Biobío y La Araucanía, vinculados al conflicto mapuche, muestran lo vulnerable que puede ser la infraestructura ante este tipo de hechos y otros, como los desastres naturales, que han dejado sectores completos de nuestro territorio desconectados.
Para enfrentar esta fragilidad es, a juicio de los expertos, fundamental elaborar estrategias de mitigación en infraestructura -en forma preventiva y no sólo reactiva- que ayuden a reducir el impacto socioeconómico que implica perder conectividad. Estas deberían incluir no solo la red vial, sino también, las redes de comunicación, de agua potable, alcantarillado y conectividad digital, entre otras.
“Desde el punto de vista de la infraestructura, una de las áreas más vulnerables es la red vial -Chile cuenta con más de 27.000 km de caminos- y es prioritaria para el desarrollo y la calidad de vida de sus habitantes”, señala el ex ministro de Obras Públicas y consejero del CPI, Hernán de Solminihac.
Coincide el vicepresidente de la Cámara Chilena de la Construcción (CChC) y director del CPI, Jorge Letelier, comentando que, debido a la configuración geográfica del país y la escasez de alternativas en una cantidad importante de tramos de carreteras y caminos interiores, existen zonas en que la infraestructura carretera no es redundante y, por lo tanto, no está preparada para enfrentar eventos y amenazas de origen antrópico.
A juicio del presidente de COPSA y de la Corporación CPI, Leonardo Daneri, los atentados en la región de La Araucanía revelan que la infraestructura de carreteras no está preparada para soportar eventos de este tipo, que frecuentemente tienen como resultado el corte de caminos.
“Sin duda se necesita más redundancia en las estructuras críticas y puntos singulares, susceptibles de ser dañados, además de sistemas de vigilancia y control en tiempo real”, agrega.
Para lograr que la infraestructura vial sea resiliente, hay que aumentar la redundancia, es decir, contar con alternativas para que los usuarios puedan desplazarse de forma paralela, principalmente cuando un evento interrumpe alguna vía.
“Para realizar inversiones de ese tipo es importante mejorar el sistema de evaluación social de inversiones, de modo de incluir los beneficios de tener esta redundancia”, agrega De Solminihac.
Además de la necesidad de seguridad, en términos de inversión, los expertos afirman que se requiere de una visión holística en el diseño de planes integrales de desarrollo de la infraestructura de uso productivo, que incluya proyectos de vialidad urbana e interurbana, de puertos y ferrocarriles, de red aeroportuaria, y de logística y telecomunicaciones, que permita operar con cierta redundancia del equipamiento y poder hacer frente a eventos tanto de origen natural como humanos.
“En los puertos es donde se deben enfrentar mayores desafíos de cambio y donde las respuestas se requieren con mayor urgencia debido a lo extenso de los plazos de ejecución de los proyectos. Su importancia radica en que más del 90% del comercio exterior de Chile se produce a través del transporte marítimo”, aclara Jorge Letelier.
En la misma línea, menciona al ferrocarril, responsable de transportar casi 26 millones de toneladas de carga al año. “Este medio de transporte, si cumple los criterios antes señalados – un desarrollo sustentable y sostenible-, potenciaría la conectividad, robustecería la resiliencia de nuestra infraestructura y complementaría las distintas formas de transportes de personas y carga”, asegura Hernán de Solminihac.
La inversión en infraestructura aeroportuaria también adquiere relevancia, debido al crecimiento acelerado de la demanda hasta antes de la irrupción del Covid. Como resultado del dinamismo de las ciudades, la operación de servicios de bajo costo y el aumento del valor del tiempo, el número de pasajeros se incrementa fuertemente, tanto en destinos nacionales como internacionales. Por lo anterior, el rezago de inversiones en infraestructura se traduce directamente en un servicio deficiente a los pasajeros.
Cambio climático y desastres naturales
Otra área de la infraestructura que demanda medidas urgentes para incrementar su resiliencia es la relacionada con la crisis hídrica, producto de los efectos del cambio climático, y el aumento de la frecuencia e intensidad de eventos hidroclimáticos extremos, que han producido desbordes de ríos, inundaciones y aluviones en la zona norte.
“En ese sentido las inversiones para asegurar la disponibilidad del recurso hídrico, -y la eficiencia en su uso-, y para proteger las ciudades de las inundaciones y los aluviones, son las que adquieren mayor relevancia. Entre las primeras podríamos destacar la construcción de nuevos embalses e inversión en proyectos de desalinización, el mejoramiento de redes de agua potable (que pierden hasta un 40% del agua potabilizada en plantas durante su conducción: aguas no facturadas) y drenaje urbano, e inversiones en infraestructura de riego agrícola tecnificado”, detalla Jorge Letelier.
En términos de desastres naturales que enfrenta periódicamente el país – terremotos, maremotos, incendios y erupciones volcánicas, entre otros- las áreas más vulnerables serían el borde costero en general, y algunas zonas de las regiones de Coquimbo, Los Lagos y Aysén, debido a su aislamiento, y el porcentaje de superficie en riesgo de erosión.
“En este caso, las medidas que adquieren relevancia -complementa Letelier- son múltiples. Entre ellas se podrían mencionar el diseño de infraestructura redundante que permita la continuidad (o pronta restauración) del servicio u operación en caso de desastres (por ejemplo, en recintos hospitalarios), y que permita la evacuación y desplazamiento de las personas y servicios de emergencia (en el caso de vialidad, puentes, por ejemplo)”.
Según la Comisión para la Resiliencia frente a Desastres de Origen Natural (2016), la implementación de la estrategia nacional de resiliencia, estimada en US$ 914 millones a 20 años, permitiría recuperar 2,3 pesos por cada peso invertido en el plan. Para el caso de terremotos, el beneficio-costo es de 2,5 pesos.
“Lo anterior demuestra la relevancia de aplicar programas para aumentar la resiliencia en naciones altamente expuestas a desastres de origen natural, como es nuestro caso”, puntualiza De Solminihac.
Conectividad digital
La actual situación de pandemia ha permitido visualizar, también, las carencias de la infraestructura digital para responder adecuadamente a situaciones extremas.
“Es fundamental y prioritario invertir en la conectividad de comunicaciones para contar con una red apropiada que cubra todo el país, con centros de contacto en todas las comunidades, considerando un entorno predefinido que dé un soporte base para todas las actividades humanas”, opina el consejero permanente de la CChC, Mario Díaz.
Añade que es importante cuidar los sistemas de comunicación vía internet, radio y otros, que permitan conocer y dimensionar la situación -en caso de emergencias-, en tiempo real, en distintos lugares, y así priorizar el envío de recursos y usar los puentes aéreos de forma más efectiva y permanente.
Diseño de proyectos resilientes
En promedio, entre 1980 y 2011, Chile registró pérdidas anuales cercanas al 1,2% de su PIB debido a desastres naturales .
“En términos de continuidad del funcionamiento, las medidas de adaptación se hacen vitales, considerando la probabilidad de que este tipo de eventos aumenten en frecuencia. Por lo anterior, en el largo plazo, la generación de proyectos resilientes es costo eficiente”, opina Jorge Letelier.
Para ello, considera que es relevante que en las bases de licitación de los proyectos futuros de inversión la resiliencia sea un factor a incluir.
“Tenemos que optar por una política más decisiva en cuanto a la inversión que se requiere en infraestructura, que nos permita avanzar y alcanzar un sistema más resiliente, para enfrentar mejor los impactos derivados de eventos de la naturaleza. Uno de los primeros pasos para lograrlo es modificar el Sistema Nacional de Inversiones, incluyendo los beneficios de la resiliencia en la evaluación social”, destaca De Solminihac.
Coincide Leonardo Daneri, puntualizando que es conveniente incentivar la incorporación de conceptos de resiliencia, porque éstos normalmente van acompañados de nuevas tecnologías, que posteriormente se expanden al resto de la infraestructura y mejoran y optimizan los diseños.
Fuente: CPI, Lunes 17 de Agosto de 2020