Jueves, Diciembre 26, 2024

Experto español Gonzalo Delacámara: “Chile ocupa el puesto 16 en términos de estrés hídrico en el mundo”

EXANTE – Entre el 20 y 21 de marzo se desarrollará en Santiago un Congreso de la Asociación Chilena de Desalación y Reúso (Acades) que reunirá a expertos nacionales e internacionales, profesionales del área del agua, representantes del gobierno y del mundo empresarial.

Entre los principales problemas que se abordarán se cuentan el cambio climático y la seguridad hídrica, la conservación de la biodiversidad y la inserción territorial, además de las políticas públicas sobre infraestructura hídrica, la innovación tecnológica, el water positive y reciclaje de agua, entre otros relacionados a la generación de nuevas fuentes de agua.

El evento contará con las ministras de Obras Públicas y Minería, Jessica López y Aurora Williams, respectivamente; el ex presidente Eduardo Frei; y Graciela Chichilnisky, integrante del grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático, quienes en 2007 ganaron el Premio Nobel de la Paz.

La mirada desde la academía. El director del Centro para Agua y Cambio Climático de la IE University, Gonzalo Delacámara, se ha especializado en la gestión económica de los recursos naturales como el agua, clima y océanos. Aquí sus definiciones.

-¿Las sequías seguirán siendo uno de los principales riesgos que deberán enfrentar países como Chile?

-Las dificultades no están asociadas sólo a las sequías, sino a la escasez a largo plazo de agua. La sequía es, en realidad, una manifestación aguda de un desafío crónico para amplias zonas del país y del mundo. La actual megasequía en Chile, como antes ocurrieron otras en Australia o en California, por mencionar dos parecidos razonables, nos han mostrado que cuando esta se repite, es estructural. Cuando se intensificó el fenómeno de La Niña en 2010, pocos pudieron prever que esa sequía (2010-2011), que afectó de modo especialmente intenso a los ríos Petorca, La Ligua y Aconcagua, alcanzaría tal intensidad en 2015.

La evidencia científica muestra que las sequías serán cada vez más frecuentes, intensas y se desencadenarán más rápido. Además, su carácter plurianual tiende a debilitar la capacidad para hacer frente a la siguiente. En regiones como Coquimbo, Valparaíso, O´Higgins o la Región Metropolitana, hace tiempo que un pasado de lluvias que no diría idílico, sino más bien idealizado, dejó de ser lo normal. Insisto, sin embargo, en la idea de que el foco debería estar en la seguridad hídrica a largo plazo y no sólo en la adopción de medidas coyunturales frente a la sequía.

-¿Cómo ve que ha avanzado Chile en cuanto a las políticas públicas sobre seguridad hídrica y sequías?

-Chile no es un ejemplo especialmente sencillo de analizar. Coexisten una legislación que, si se aplicase en toda su extensión y de modo cabal, permitiría enfrentar una parte importante de los desafíos actuales, y un sistema de gestión de los recursos hídricos que admite mejoras, pues el agua en Chile todavía no se gestiona a nivel de cuenca y, además, las cuencas están seccionadas.

El Código de Aguas, en su versión enmendada en 2022, es una legislación sólida, pero es posible que sea necesario profundizar en otros terrenos: la mejora de la institucionalidad (reforzando las capacidades de la Dirección General de Agua), el aumento de la eficiencia en el uso de agua, la conservación de las cabeceras de cuenca, la diversificación de las fuentes de oferta (aumentando el reúso de aguas regeneradas y la desalación de agua de mar y agua salobre), y la gestión de las actividades que generan presiones sobre los ecosistemas acuáticos.

–¿Cuánto es el riesgo o estrés hídrico en Chile?

-De acuerdo con la versión actualizada (en agosto de 2023) del proyecto Aqueduct del World Resources Institute, un think tank basado en Washington, que analiza el riesgo de estrés de hídrico en el mundo, Chile ocupa ya el puesto número 16 en términos de estrés hídrico en el mundo, por detrás fundamentalmente de países de Oriente Medio.

El nivel de riesgo, si no idéntico, sí es equivalente al de los 17 estados del oeste de EE.UU., buena parte de la costa del Pacífico de América Latina, el este y el noreste de Brasil, algunas repúblicas del centro de Asia, el sur de Australia o las cuencas del Mediterráneo (tanto en el sur de Europa como en el norte de África, amplias regiones en China o India, además de los países de Oriente Medio.

Las regiones más vulnerables van desde Coquimbo a la región del Bío-Bío, aunque incluso La Araucanía se está viendo afectada.

–¿Son una solución las desaladoras para resolver el tema hídrico? ¿Cómo se combinan con minería, agricultura y consumo humano?

-La desalación no es una panacea, no resolverá todos los desafíos, pero no puedo pensar en un futuro que no incluya un papel más relevante para la desalación y el reúso de aguas residuales y de tormenta regeneradas. En la medida en que las aguas superficiales y subterráneas de Chile están, especialmente en las zonas más vulnerables a la inseguridad hídrica, sobreexplotadas y, en muchas ocasiones, contaminadas, diversificar las fuentes de oferta parece no tanto una decisión racional, que lo es, como una necesidad lógica. Frente al uso insostenible de los recursos convencionales de ríos y acuíferos, la desalación y la reutilización son planificables y permiten reducir de modo significativo los niveles de incertidumbre.

Eso sí, esas plantas de desalación prioritariamente deberían concebirse en el marco de una gestión de cuenca, como una contribución a la seguridad hídrica a esa escala. Gestionar el agua es gestionar conflictos (entre usos que compiten entre sí) y gestionar riesgos, de modo que es importante un debate público sereno y sobre la base de evidencia sobre ese reparto de riesgos, desde mi punto de vista.

-Toda solución requiere de inversión y estas se ven enfrentadas a toda una estructura de permisos sectoriales y ambientales. ¿Cómo se compatibiliza el menor impacto ambiental con la solución hídrica?

-La regulación pública no debería percibirse como una restricción, sino como la oportunidad para alinear intereses individuales legítimos (de hogares, conservacionistas, regantes, industrias, salmoneras, y mineras) con objetivos colectivos. Eso no quiere decir que toda la regulación sea buena ni tampoco que toda se aplique de modo adecuado, pero el papel de la regulación es esencial.

Hay que pensar que la desalación o la reutilización son soluciones estructurales. No permiten resolver la sequía de hoy, sino las que vendrán, pero es fundamental avanzar en ese sentido. La desalación presentaba tradicionalmente tres desafíos: el reciclado o el reemplazo de las membranas de ósmosis inversa, el consumo energético y el tratamiento de la salmuera (soluciones con alto contenido en sales que resultan como subproducto de la desalación). Bueno, pues en esos tres terrenos de ha avanzado de modo claro y Chile sólo puede beneficiarse de esos desafíos tecnológicos. A veces, llegar un poco tarde tiene ventajas.

Ver artículo

Fuente: Exante, Martes 19 de Marzo de 2024

EXANTE – Entre el 20 y 21 de marzo se desarrollará en Santiago un Congreso de la Asociación Chilena de Desalación y Reúso (Acades) que reunirá a expertos nacionales e internacionales, profesionales del área del agua, representantes del gobierno y del mundo empresarial.

Entre los principales problemas que se abordarán se cuentan el cambio climático y la seguridad hídrica, la conservación de la biodiversidad y la inserción territorial, además de las políticas públicas sobre infraestructura hídrica, la innovación tecnológica, el water positive y reciclaje de agua, entre otros relacionados a la generación de nuevas fuentes de agua.

El evento contará con las ministras de Obras Públicas y Minería, Jessica López y Aurora Williams, respectivamente; el ex presidente Eduardo Frei; y Graciela Chichilnisky, integrante del grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático, quienes en 2007 ganaron el Premio Nobel de la Paz.

La mirada desde la academía. El director del Centro para Agua y Cambio Climático de la IE University, Gonzalo Delacámara, se ha especializado en la gestión económica de los recursos naturales como el agua, clima y océanos. Aquí sus definiciones.

-¿Las sequías seguirán siendo uno de los principales riesgos que deberán enfrentar países como Chile?

-Las dificultades no están asociadas sólo a las sequías, sino a la escasez a largo plazo de agua. La sequía es, en realidad, una manifestación aguda de un desafío crónico para amplias zonas del país y del mundo. La actual megasequía en Chile, como antes ocurrieron otras en Australia o en California, por mencionar dos parecidos razonables, nos han mostrado que cuando esta se repite, es estructural. Cuando se intensificó el fenómeno de La Niña en 2010, pocos pudieron prever que esa sequía (2010-2011), que afectó de modo especialmente intenso a los ríos Petorca, La Ligua y Aconcagua, alcanzaría tal intensidad en 2015.

La evidencia científica muestra que las sequías serán cada vez más frecuentes, intensas y se desencadenarán más rápido. Además, su carácter plurianual tiende a debilitar la capacidad para hacer frente a la siguiente. En regiones como Coquimbo, Valparaíso, O´Higgins o la Región Metropolitana, hace tiempo que un pasado de lluvias que no diría idílico, sino más bien idealizado, dejó de ser lo normal. Insisto, sin embargo, en la idea de que el foco debería estar en la seguridad hídrica a largo plazo y no sólo en la adopción de medidas coyunturales frente a la sequía.

-¿Cómo ve que ha avanzado Chile en cuanto a las políticas públicas sobre seguridad hídrica y sequías?

-Chile no es un ejemplo especialmente sencillo de analizar. Coexisten una legislación que, si se aplicase en toda su extensión y de modo cabal, permitiría enfrentar una parte importante de los desafíos actuales, y un sistema de gestión de los recursos hídricos que admite mejoras, pues el agua en Chile todavía no se gestiona a nivel de cuenca y, además, las cuencas están seccionadas.

El Código de Aguas, en su versión enmendada en 2022, es una legislación sólida, pero es posible que sea necesario profundizar en otros terrenos: la mejora de la institucionalidad (reforzando las capacidades de la Dirección General de Agua), el aumento de la eficiencia en el uso de agua, la conservación de las cabeceras de cuenca, la diversificación de las fuentes de oferta (aumentando el reúso de aguas regeneradas y la desalación de agua de mar y agua salobre), y la gestión de las actividades que generan presiones sobre los ecosistemas acuáticos.

–¿Cuánto es el riesgo o estrés hídrico en Chile?

-De acuerdo con la versión actualizada (en agosto de 2023) del proyecto Aqueduct del World Resources Institute, un think tank basado en Washington, que analiza el riesgo de estrés de hídrico en el mundo, Chile ocupa ya el puesto número 16 en términos de estrés hídrico en el mundo, por detrás fundamentalmente de países de Oriente Medio.

El nivel de riesgo, si no idéntico, sí es equivalente al de los 17 estados del oeste de EE.UU., buena parte de la costa del Pacífico de América Latina, el este y el noreste de Brasil, algunas repúblicas del centro de Asia, el sur de Australia o las cuencas del Mediterráneo (tanto en el sur de Europa como en el norte de África, amplias regiones en China o India, además de los países de Oriente Medio.

Las regiones más vulnerables van desde Coquimbo a la región del Bío-Bío, aunque incluso La Araucanía se está viendo afectada.

–¿Son una solución las desaladoras para resolver el tema hídrico? ¿Cómo se combinan con minería, agricultura y consumo humano?

-La desalación no es una panacea, no resolverá todos los desafíos, pero no puedo pensar en un futuro que no incluya un papel más relevante para la desalación y el reúso de aguas residuales y de tormenta regeneradas. En la medida en que las aguas superficiales y subterráneas de Chile están, especialmente en las zonas más vulnerables a la inseguridad hídrica, sobreexplotadas y, en muchas ocasiones, contaminadas, diversificar las fuentes de oferta parece no tanto una decisión racional, que lo es, como una necesidad lógica. Frente al uso insostenible de los recursos convencionales de ríos y acuíferos, la desalación y la reutilización son planificables y permiten reducir de modo significativo los niveles de incertidumbre.

Eso sí, esas plantas de desalación prioritariamente deberían concebirse en el marco de una gestión de cuenca, como una contribución a la seguridad hídrica a esa escala. Gestionar el agua es gestionar conflictos (entre usos que compiten entre sí) y gestionar riesgos, de modo que es importante un debate público sereno y sobre la base de evidencia sobre ese reparto de riesgos, desde mi punto de vista.

-Toda solución requiere de inversión y estas se ven enfrentadas a toda una estructura de permisos sectoriales y ambientales. ¿Cómo se compatibiliza el menor impacto ambiental con la solución hídrica?

-La regulación pública no debería percibirse como una restricción, sino como la oportunidad para alinear intereses individuales legítimos (de hogares, conservacionistas, regantes, industrias, salmoneras, y mineras) con objetivos colectivos. Eso no quiere decir que toda la regulación sea buena ni tampoco que toda se aplique de modo adecuado, pero el papel de la regulación es esencial.

Hay que pensar que la desalación o la reutilización son soluciones estructurales. No permiten resolver la sequía de hoy, sino las que vendrán, pero es fundamental avanzar en ese sentido. La desalación presentaba tradicionalmente tres desafíos: el reciclado o el reemplazo de las membranas de ósmosis inversa, el consumo energético y el tratamiento de la salmuera (soluciones con alto contenido en sales que resultan como subproducto de la desalación). Bueno, pues en esos tres terrenos de ha avanzado de modo claro y Chile sólo puede beneficiarse de esos desafíos tecnológicos. A veces, llegar un poco tarde tiene ventajas.

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Fuente: Exante, Martes 19 de Marzo de 2024

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