PLATAFORMA ARQUITECTURA – Entonces, ¿cuáles son nuestras prioridades? ¿Cómo elegimos qué salvar? ¿Cómo hacernos cargo de este futuro incierto?
Las conversaciones en torno a la resiliencia de hoy parecen implicar que los planificadores y diseñadores podrían ser capaces, incluso se podría esperar, que pudieran salvar todos los edificios y espacios públicos en riesgo. La triste verdad es, sin embargo, que no podemos, y quizás no deberíamos. El cambio climático y su consiguiente aumento del nivel del mar rediseñaran radicalmente los bordes urbanos, obligándonos a tomar decisiones difíciles. Incluso si tuviéramos todo el dinero necesario para proteger el precario escenario actual, eso no sería suficiente para evitar lo inevitable.
Entonces, ¿cuáles son nuestras prioridades? ¿Cómo elegimos qué salvar? ¿Cómo hacernos cargo de este futuro incierto? Creo que las respuestas a estas y otras preguntas similares deberían comenzar con una evaluación honesta de tres consideraciones esenciales:
(1) Considerar la vida útil de los edificios, estructuras y espacios públicos
Cuando pensamos en cómo asignar fondos para la evaluación de la resiliencia y el riesgo, la “vida útil” de una instalación debe ser un punto determinante para seleccionar en qué ahorrar (teniendo en cuenta que no digo “proteger”, un objetivo potencialmente más accesible). Cada estructura y espacio público está diseñado para tener una “vida útil”: una vida útil anticipada basada en el diseño y la construcción. Esto generalmente lo determinan los clientes, pero también debería ser una consideración importante para los diseñadores. Por ejemplo, los hospitales están diseñados para, como mínimo, una existencia de 100 años, incluso si los sistemas mecánicos internos requieren una actualización para mantenerse al día con los avances tecnológicos.
Lamentablemente, en el caso de la vivienda, particularmente las residencias independientes y adosadas, este límite es mucho más bajo. Uno de los principales riesgos de este sector es que construimos en gran medida estos edificios en concreto, también utilizado para la infraestructura. Las estructuras de concreto expuesto, como puentes y túneles, tienen una vida útil aproximada de 50 a 60 años. En otras palabras, la infraestructura de la era de Robert Moses de Nueva York ha llegado a su fin. Las estructuras de acero también son limitadas, si no se inspeccionan y controlan regularmente para detectar el óxido y el deterioro. Como resultado, en el futuro, los hospitales ubicados cerca o en zonas inundables podrían garantizar su supervivencia, pero las viviendas e infraestructura en riesgo podrían no hacerlo.
(2) Evaluar su valor para la sociedad
Cada edificio y espacio debe ser considerado para las personas a través de su capacidad para resistir y sostener los impactos de un evento físicamente perturbador, es decir, la capacidad de recuperarse de un evento traumático. Las instalaciones críticas incluyen hospitales, sistemas de almacenamiento y entrega de alimentos, e infraestructura como puentes, carreteras y telecomunicaciones que brindan oportunidades de evacuación y respuesta a emergencias. Entre estos, las instalaciones consideradas altamente críticas deben evaluarse en función de su capacidad para integrar sistemas redundantes que les permitirán funcionar inmediatamente después de un evento catastrófico. Por ejemplo, después del huracán Sandy, una serie de instalaciones importantes a lo largo de Upper East Side de Nueva York que carecían de redundancia incorporada hicieron que sus sistemas mecánicos se vieran abrumados por las inundaciones, lo que resultó en semanas de interrupción en la atención médica.
Considerando los espacios públicos, uno podría preguntarse si los parques, por ejemplo, son “infraestructura crítica”. Claramente, no son vitales para nosotros al momento de recuperarnos o sobrevivir a un evento catastrófico, pero ¿son críticos en términos de la vida diaria? Yo diría que lo son. Entonces, ¿qué nivel de riesgo estamos dispuestos a aceptar para un parque? Y si el área de este parque, aproximadamente a 201 km (125 millas) de la costa de 1.327 km (525 millas) de la ciudad de Nueva York, por ejemplo, se encuentra dentro de una zona de vulnerabilidad por las tormentas y el aumento del nivel del mar, ¿veremos lentamente su desaparición a medida que aumentan los mares y la frecuencia de las tormentas se acelera? ¿Deberíamos estar planeando reemplazar ese parque en otro lugar? ¿Deberíamos reubicar (“retirar”) a las personas de las comunidades costeras para poder construir parques de reemplazo en una elevación más alta (una opción altamente improbable)? ¿O simplemente aceptamos esta “toma” del parque por las fuerzas naturales? Por otro lado, ¿cuándo ya no se puede usar un “parque inundable”? ¿Cada cuánto se inunda, mensualmente, semanalmente, o diariamente? Todos estos elementos se tienen en cuenta al evaluar el valor de inversión de las intervenciones de resiliencia en estos espacios.
(3) Clasificar oficialmente estructuras y espacios y tomar medidas basadas en consideraciones de gestión de riesgos y cambio climático
La Oficina de Políticas y Programas Climáticos del Alcalde de Nueva York, en la cual colaboro, sugiere que, en el futuro, los edificios y la infraestructura deben clasificarse formalmente en función de cuán “críticos” son y que estas calificaciones deben reflejar el nivel de responsabilidad de los clientes. Presumiblemente, esto se aplicaría a las entidades públicas, pero no siempre. La Corporación de Desarrollo Económico de Nueva York emitió recientemente una solicitud de propuesta a los desarrolladores para la reconstrucción del Mercado de Productos de Hunts Point del Bronx — que entrega productos frescos a 22 millones de personas a lo largo de la costa este — para garantizar que el proyecto brinde Instalación pública suficientemente reforzada. Esto garantizará que, a través de sistemas redundantes y una buena planificación, resistirá o podrá recuperarse rápidamente de un evento catastrófico. En ausencia de tal sistema, el suministro de alimentos se vería interrumpido durante días, y la pérdida económica de los productos alimenticios en mal estado sería de millones de dólares.
Necesitamos un paradigma diferente. La conclusión es que nosotros, como diseñadores y como sociedad, particularmente en ciudades con costas vulnerables, no podemos permitirnos salvar todo nuestro entorno construido tal como está construido actualmente. En Nueva York, es poco probable que seamos una ciudad de “refugiados climáticos”, al menos, no en el futuro inmediato. Entonces, ¿cómo se adapta una ciudad costera de casi 9 millones al cambio climático?
El proceso exigirá un enfoque múltiple que requerirá que prácticamente todas las agencias de la ciudad se anticipen con sus ideas. Si el retiro y la reubicación deben tomarse en serio, por ejemplo, debemos comenzar a buscar áreas en zonas más altas. Necesitamos una estrategia diferente para lidiar con nuestros sistemas de alcantarillado, que determinan los grados de la calle; las calles con desagües de alcantarillado que arrojan aguas pluviales a nuestros ríos con frecuencia son bajas y sirven como conductos para inundaciones internas. Y tenemos que echar un vistazo completo a nuestros parques para identificar dónde desaparecerán nuestros recursos de recreación en los próximos 50 años y si pueden reemplazarse o si deben ser resistentes.
Pero estas sugerencias simplemente refuerzan un enfoque aislado. En última instancia, la ciudad necesita un conjunto integrado de políticas que puedan abarcar todas las agencias, asegurando que cada dólar gastado en resiliencia genere múltiples beneficios a largo plazo.
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Fuente: Plataforma Arquitectura, Lunes 13 de Enero de 2020
Evaluación de la resiliencia y el riesgo: no podemos salvarlo todo, por Signe Nielsen
PLATAFORMA ARQUITECTURA – Entonces, ¿cuáles son nuestras prioridades? ¿Cómo elegimos qué salvar? ¿Cómo hacernos cargo de este futuro incierto?
Las conversaciones en torno a la resiliencia de hoy parecen implicar que los planificadores y diseñadores podrían ser capaces, incluso se podría esperar, que pudieran salvar todos los edificios y espacios públicos en riesgo. La triste verdad es, sin embargo, que no podemos, y quizás no deberíamos. El cambio climático y su consiguiente aumento del nivel del mar rediseñaran radicalmente los bordes urbanos, obligándonos a tomar decisiones difíciles. Incluso si tuviéramos todo el dinero necesario para proteger el precario escenario actual, eso no sería suficiente para evitar lo inevitable.
Entonces, ¿cuáles son nuestras prioridades? ¿Cómo elegimos qué salvar? ¿Cómo hacernos cargo de este futuro incierto? Creo que las respuestas a estas y otras preguntas similares deberían comenzar con una evaluación honesta de tres consideraciones esenciales:
(1) Considerar la vida útil de los edificios, estructuras y espacios públicos
Cuando pensamos en cómo asignar fondos para la evaluación de la resiliencia y el riesgo, la “vida útil” de una instalación debe ser un punto determinante para seleccionar en qué ahorrar (teniendo en cuenta que no digo “proteger”, un objetivo potencialmente más accesible). Cada estructura y espacio público está diseñado para tener una “vida útil”: una vida útil anticipada basada en el diseño y la construcción. Esto generalmente lo determinan los clientes, pero también debería ser una consideración importante para los diseñadores. Por ejemplo, los hospitales están diseñados para, como mínimo, una existencia de 100 años, incluso si los sistemas mecánicos internos requieren una actualización para mantenerse al día con los avances tecnológicos.
Lamentablemente, en el caso de la vivienda, particularmente las residencias independientes y adosadas, este límite es mucho más bajo. Uno de los principales riesgos de este sector es que construimos en gran medida estos edificios en concreto, también utilizado para la infraestructura. Las estructuras de concreto expuesto, como puentes y túneles, tienen una vida útil aproximada de 50 a 60 años. En otras palabras, la infraestructura de la era de Robert Moses de Nueva York ha llegado a su fin. Las estructuras de acero también son limitadas, si no se inspeccionan y controlan regularmente para detectar el óxido y el deterioro. Como resultado, en el futuro, los hospitales ubicados cerca o en zonas inundables podrían garantizar su supervivencia, pero las viviendas e infraestructura en riesgo podrían no hacerlo.
(2) Evaluar su valor para la sociedad
Cada edificio y espacio debe ser considerado para las personas a través de su capacidad para resistir y sostener los impactos de un evento físicamente perturbador, es decir, la capacidad de recuperarse de un evento traumático. Las instalaciones críticas incluyen hospitales, sistemas de almacenamiento y entrega de alimentos, e infraestructura como puentes, carreteras y telecomunicaciones que brindan oportunidades de evacuación y respuesta a emergencias. Entre estos, las instalaciones consideradas altamente críticas deben evaluarse en función de su capacidad para integrar sistemas redundantes que les permitirán funcionar inmediatamente después de un evento catastrófico. Por ejemplo, después del huracán Sandy, una serie de instalaciones importantes a lo largo de Upper East Side de Nueva York que carecían de redundancia incorporada hicieron que sus sistemas mecánicos se vieran abrumados por las inundaciones, lo que resultó en semanas de interrupción en la atención médica.
Considerando los espacios públicos, uno podría preguntarse si los parques, por ejemplo, son “infraestructura crítica”. Claramente, no son vitales para nosotros al momento de recuperarnos o sobrevivir a un evento catastrófico, pero ¿son críticos en términos de la vida diaria? Yo diría que lo son. Entonces, ¿qué nivel de riesgo estamos dispuestos a aceptar para un parque? Y si el área de este parque, aproximadamente a 201 km (125 millas) de la costa de 1.327 km (525 millas) de la ciudad de Nueva York, por ejemplo, se encuentra dentro de una zona de vulnerabilidad por las tormentas y el aumento del nivel del mar, ¿veremos lentamente su desaparición a medida que aumentan los mares y la frecuencia de las tormentas se acelera? ¿Deberíamos estar planeando reemplazar ese parque en otro lugar? ¿Deberíamos reubicar (“retirar”) a las personas de las comunidades costeras para poder construir parques de reemplazo en una elevación más alta (una opción altamente improbable)? ¿O simplemente aceptamos esta “toma” del parque por las fuerzas naturales? Por otro lado, ¿cuándo ya no se puede usar un “parque inundable”? ¿Cada cuánto se inunda, mensualmente, semanalmente, o diariamente? Todos estos elementos se tienen en cuenta al evaluar el valor de inversión de las intervenciones de resiliencia en estos espacios.
(3) Clasificar oficialmente estructuras y espacios y tomar medidas basadas en consideraciones de gestión de riesgos y cambio climático
La Oficina de Políticas y Programas Climáticos del Alcalde de Nueva York, en la cual colaboro, sugiere que, en el futuro, los edificios y la infraestructura deben clasificarse formalmente en función de cuán “críticos” son y que estas calificaciones deben reflejar el nivel de responsabilidad de los clientes. Presumiblemente, esto se aplicaría a las entidades públicas, pero no siempre. La Corporación de Desarrollo Económico de Nueva York emitió recientemente una solicitud de propuesta a los desarrolladores para la reconstrucción del Mercado de Productos de Hunts Point del Bronx — que entrega productos frescos a 22 millones de personas a lo largo de la costa este — para garantizar que el proyecto brinde Instalación pública suficientemente reforzada. Esto garantizará que, a través de sistemas redundantes y una buena planificación, resistirá o podrá recuperarse rápidamente de un evento catastrófico. En ausencia de tal sistema, el suministro de alimentos se vería interrumpido durante días, y la pérdida económica de los productos alimenticios en mal estado sería de millones de dólares.
Necesitamos un paradigma diferente. La conclusión es que nosotros, como diseñadores y como sociedad, particularmente en ciudades con costas vulnerables, no podemos permitirnos salvar todo nuestro entorno construido tal como está construido actualmente. En Nueva York, es poco probable que seamos una ciudad de “refugiados climáticos”, al menos, no en el futuro inmediato. Entonces, ¿cómo se adapta una ciudad costera de casi 9 millones al cambio climático?
El proceso exigirá un enfoque múltiple que requerirá que prácticamente todas las agencias de la ciudad se anticipen con sus ideas. Si el retiro y la reubicación deben tomarse en serio, por ejemplo, debemos comenzar a buscar áreas en zonas más altas. Necesitamos una estrategia diferente para lidiar con nuestros sistemas de alcantarillado, que determinan los grados de la calle; las calles con desagües de alcantarillado que arrojan aguas pluviales a nuestros ríos con frecuencia son bajas y sirven como conductos para inundaciones internas. Y tenemos que echar un vistazo completo a nuestros parques para identificar dónde desaparecerán nuestros recursos de recreación en los próximos 50 años y si pueden reemplazarse o si deben ser resistentes.
Pero estas sugerencias simplemente refuerzan un enfoque aislado. En última instancia, la ciudad necesita un conjunto integrado de políticas que puedan abarcar todas las agencias, asegurando que cada dólar gastado en resiliencia genere múltiples beneficios a largo plazo.
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Fuente: Plataforma Arquitectura, Lunes 13 de Enero de 2020