QUÉ PASA – Falta de precipitaciones, altas temperaturas, cambio climático, calentamiento global, sumado a intervención de terceros, son los principales motivos de la actual escasez hídrica que afecta a parte importante de la zona central del país.
Bajo este escenario, el pasado jueves, la Mesa de Emergencia Hídrica, encabezada por el Gobierno Regional y el programa Escenarios Hídricos de la Fundación Chile, anunció una cartera de cinco proyectos para evitar el racionamiento de agua potable en la Región Metropolitana.
La iniciativa, plantea cinco mecanismos, entre los que se cuentan medidas de eficiencia hídrica, nuevas oficinas y proyectos locales, reutilización de aguas grises y de aguas residuales, entre otros, totalizando una inversión de $3.240 millones.
A pesar de la riqueza hídrica que representan, el plan de trabajo no considera las aguas subterráneas como parte de una solución definitiva.
De acuerdo al estudio “Resiliencia histórica del acuífero de Santiago 1965 a 2021″, realizado por Hidrogestión, consultora de ingeniería hidráulica especialista en aguas subterráneas, la variación real del acuífero principal de la Región Metropolitana durante estos últimos 14 años de sequía, solo ha disminuido a un 96% de su volumen de regulación histórica, en circunstancias que la pluviometría ha llegado a 27% del promedio histórico y los caudales superficiales del río Maipo han disminuido al 51% de su media.
La investigación establece que los niveles de agua subterránea en Santiago equivalen a 100 embalses El Yeso, siendo el volumen útil total de este embalse de 230 Hm3, una medida de seguridad para el abastecimiento anual de agua potable de la Región Metropolitana y el volumen disponible actual del acuífero de Santiago del orden de 30.000 Hm3.
Una de las reservas de agua que se encuentra en la Región Metropolitana es el acuífero de Peñaflor, ubicado en la misma comuna, en la provincia de Talagante, a 37 kilómetros en dirección suroeste del centro de la capital, el que podría convertirse en una alternativa de suministro.
Eugenio Celedón, ingeniero hidráulico de la Universidad Católica y autor del estudio, explica que “al verificar las condiciones pluviométricas e hídricas, tanto superficiales como subterráneas que se describen en el comportamiento histórico de los datos y antecedentes recogidos de la información que maneja y administra la Dirección General de Aguas (DGA), se puede concluir con propiedad objetiva que el embalse subterráneo de Santiago sigue siendo el pulmón o salvavidas natural para estas épocas críticas”.
“Representando un volumen cercano a 100 embalses El Yeso de agua subterránea para atender los déficits superficiales y las necesidades de abastecimiento de la población, a través de soluciones estratégicas de largo plazo que terminen de una vez por todas con las amenazas de racionamiento de agua y de restricciones de riego para la pequeña agricultura”, añade.
Erika Álvarez, directora Centro Tecnológico TerritorioMayor de la Universidad Mayor, establece que el acuífero de la Región Metropolitana, “es de formación sedimentaria, conformado por los sedimentos que a lo largo de la historia a permitido el río Maipo. Su extensión es del tamaño del valle de la región”.
Daniele Tardani, académico de la Universidad Estatal de O’Higgins (UOH) y doctor en Geología, señala que a pesar de que en los últimos días hayamos tenido abundantes precipitaciones, no podemos olvidar que estamos viviendo una sequía que ya se extiende por más de 10 años y que ha generado una merma en las posibilidades de abastecimiento de agua para consumo humano. “Por ello, el uso adecuado de este elemento y el cuidado de las reservas es fundamental, estamos hablando no solamente de aquella agua que vemos sobre la superficie, sino que también aquella que se encuentra bajo tierra”.
“Y, en este punto los acuíferos subterráneos cobran vital relevancia. En ellos se encuentra un alto porcentaje del agua que consumimos y son fundamentales en zonas costeras, donde el recurso hídrico superficial es salino y por ende inutilizable para riego, consumo humano y muchos de los procesos industriales”, añade Tardani.
Tardani recalca que un factor a considerar es la sustentabilidad en el tiempo. “Hay que considerar cuánto es la salida de agua y su recarga. Si saco agua sin tener recarga en el mismo volumen, la reserva de agota. Además, debe tener cierta calidad para ser utilizada”.
El documento aborda la evolución en el tiempo de los niveles de agua subterránea en el acuífero de la Región Metropolitana desde 1965 a 2021, considerando el período de extensa sequía reciente (2006 a 2021) así como el año 2019, que fue el de menor valor de agua caída, analizando las mediciones históricas en la Región Metropolitana obtenidas de 69 estaciones de la DGA (pluviométricas, fluviométricas y de niveles del acuífero), dando cuenta que la baja pluviometría regional ha tenido un efecto significativo en los cursos y disponibilidad de las aguas superficiales, pero que, en relación al agua subterránea, su impacto es marginal y muy poco significativo en la disminución del volumen almacenado de los recursos en el acuífero.
Tardani considera que si bien en Chile el Estado tiene un registro de los reservorios de agua superficial como de los acuíferos subterráneos, no existe una política pública clara sobre el manejo del agua que tenemos bajo tierra. Es decir, “existen catastros parciales de los pozos perforados en cada acuífero, se otorgan derechos para poder extraer agua de dichos pozos, pero el Estado no tiene la capacidad de responder a la pregunta de cuánto es el máximo de agua que se puede extraer desde un acuífero sin producir daños irreversibles en un contexto de cambio climático”.
“Esto significa que no existe la capacidad de realizar un manejo adecuado del recurso. Tener estudios recientes y completos sobre estos acuíferos en su estado actual y su proyección a futuro es el gran desafío en el país para el corto plazo”, explica este último.
“Bajo el prisma histórico, es posible observar cómo es de resiliente este recurso en materia de solución a épocas de escasez hídrica. Si bien la utilización de este acuífero se puede mejorar en criterios de seguridad, desarrollando proyectos sencillos de recarga artificial en épocas húmedas, la inversión en el uso intensivo de las aguas subterráneas resulta una solución muy efectiva, de gran valor, sostenible, segura y significativa para reemplazar la ausencia de los recursos de agua superficiales”, destaca Celedón.
Aguas “invisibles”
¿De dónde proviene el agua de los acuíferos subterráneos? “Esa agua se infiltra en el suelo por las precipitaciones en la Cordillera de Los Andes y se mueve lentamente por debajo de la superficie en medios porosos o fracturados hasta llegar al océano, donde, al igual que el agua superficial, desemboca. A priori cuesta imaginar qué son estos acuíferos subterráneos o cómo se ven, una buena aproximación es pensar que tenemos una caja llena de arroz y que en el espacio vacío que queda entre cada granito hay agua líquida que es capaz de desplazarse y acumularse, y que podemos aprovechar”, dice Tardani.
El mismo Tardani señala que considerando por ejemplo que en un reporte de la UNESCO, de este año, se menciona que el 70% de la extracción mundial de aguas subterráneas se ocupa para producción de comida, es relevante pensar en políticas públicas que resguarden este importante recurso, “el manejo consciente del agua es cada vez más importante. Estas reservas de agua subterránea son sumamente vulnerables, tanto desde el punto de vista de la disminución de ese stock como por los riesgos de contaminación”, agrega.
“En los sectores costeros este recurso es aún más vulnerable, ya que el agua dulce está directamente en contacto con el agua salina y eso puede producir un proceso llamado intrusión salina. Este proceso está causado por el ingreso de agua de mar en los acuíferos de agua dulce y tiene causas naturales como el aumento del nivel del mar, o causas antrópicas, como una excesiva explotación del agua subterránea, que conlleva una disminución de su nivel y que favorece la entrada de agua salina. Si esto ocurre, la calidad del agua se degrada y su uso se hace imposible tanto para riego como para consumo humano”, detalla el Doctor en Geología.
De acuerdo al estudio, el aprovechamiento de estos recursos subterráneos como compensación de la falta de agua superficiales en épocas de sequía, no es una novedad en nuestro país. El Estado, a través de la Corfo, fundadora de la especialidad de agua subterránea en nuestro país, desarrolló entre los años 1968 y 1969 la campaña denominada Plan Sequía, descargando agua subterránea en los canales que no tenían la disponibilidad de aguas superficiales, por la disminución significativa de las lluvias, mediante la construcción de pozos para aprovechamiento agrícola.
La diferencia con esa época, explica Celedón, “es que en la actualidad se dispone de mayor conocimiento técnico y métodos de modelación numérica predictiva que, asociados al desarrollo de la tecnología, permiten mejorar las características y capacidades de ese tipo de soluciones al determinar de mejor forma y con más exactitud dónde existen las mejores condiciones para maximizar la obtención de caudales de extracción de aguas subterráneas”, dice.
Tardani establece que en un contexto social de crecimiento de la población mundial y en específico en zonas costeras, el agua subterránea es un recurso fundamental e insustituible en aspectos relevantes de nuestra vida. “Por lo mismo es de vital importancia tener un conocimiento acabado de los acuíferos, de sus procesos de recarga y de cuánta agua pueden proporcionar sin producir un daño irreversible y protegerlos de fenómenos de contaminación como la ingresión salina, anteriormente mencionada”, adiciona.
Y con ello, “disminuir el valor total de la inversión y costos de operación necesarios en obras de captación, generando en el corto plazo nuevos recursos de agua adicional como fuente de abastecimiento de las demandas de agua potable y riego agrícola de la Región Metropolitana, que compense los déficit ocurridos con la disminución de las aguas superficiales de los últimos años”, señala Celedón.
De acuerdo al estudio, aún cuando en un plazo de 30 años se multiplicaron por más de seis veces los derechos de aprovechamiento de aguas subterráneas (14 m3/s en 1980 a 90 m3/s en 2010) y por consiguiente la demanda al acuífero en la Región Metropolitana, el descenso del nivel estático no refleja cambios significativos en el tiempo por ese aumento de extracción, en cambio sí es más sensible a las variaciones de la pluviometría y, por consecuencia, de la recarga directa asociada a ella.
En efecto, durante el período 1990 a 2010, a pesar del crecimiento de la demanda, los niveles del agua del acuífero mejoraron en el rango de hasta 7 m. producto del aumento de la recarga natural de una década con una gran pluviometría, que tuvo entre esos años al más lluvioso (2002), incluyendo una tormenta de período de retorno centenario, añade la investigación.
Disminución de las lluvias y megasequía
Después del período seco entre 1965-1971, con una existencia muy menor de pozos de explotación, el acuífero “subió su nivel” alcanzando en 1979 un volumen de aguas subterráneas de 30.000 millones de m3. Luego, en la década del 2000, época de la lluvia centenaria y mucha pluviometría, aumentó por sobre los valores históricos conocidos, con una variación que alcanzó para el volumen del acuífero un valor de hasta un 104% de su regulación estadística, establece el informe.
El mismo añade que mientas que desde 2006 a la fecha la media de lluvia anual se ha reducido desde 293 mm a 177 mm (61%), alcanzando en 2019 el valor más bajo de 82 mm, es decir, solo el 27% de la media pluviométrica, impactando negativamente en los caudales del río Maipo, el que pasó de tener 3.346 Mm3/año a una media de 2.531 Mm3/año y con un mínimo en 2019 de 1.707 Mm3/año, es decir, solo el 51% del caudal medio histórico.
Frente a esa simetría en los cambios temporales de las variables lluvia y caudal superficial, en cambio, el documento agrega que el volumen total de agua subterránea en el acuífero de la Región Metropolitana pasó de una media o 100% de 30.000 Hm3 a un período de crecimiento de 4% (32.000 Hm3) luego de la década lluviosa del 2000, para disminuir solo un 4% (30.000 Hm3) en la situación actual después de más de 14 años de sequía y un año de sequía extremo como fue en 2019.
Fuente: Qué Pasa, Miércoles 13 de Julio de 2022