Sábado, Diciembre 28, 2024

Es un tren, no un elefante, por Vivian Modak

DIARIO FINANCIERO – El Tren Valparaíso Santiago (TVS) hace que algunos tengan visiones de elefantes blancos, algo muy similar a las críticas en los 90 por la concesión del Aeropuerto Internacional de Santiago, o la transformación en autopista de la Ruta 5 entre La Serena y Puerto Montt.

Los argumentos de hoy son los mismos que hace 25 años: no habrá demanda suficiente, la infraestructura quedará sin utilizar y el Estado tendrá que hacerse cargo. Sin embargo, los datos de crecimiento de demanda de transporte en las últimas décadas difieren de esa apreciación.

Por ejemplo, desde 2011 el tráfico interurbano por carreteras concesionadas se ha duplicado; lo mismo ha ocurrido con el transporte aéreo de pasajeros. Sólo la Ruta 68 tuvo el año pasado 61 millones de viajes de personas y 1,8 millones de camiones.

Lo que en realidad ha ocurrido es que las infraestructuras han resultado insuficientes, lo que provoca altos costos sociales por congestión en rutas y puertos, mayores costos de combustible, tiempo y accidentes, y más grave aún, pérdida de competitividad de nuestras exportaciones. Una de las fortalezas del TVS es que se financiará con ingresos del transporte de carga y pasajeros, al igual que las concesiones viales.

La experiencia internacional ha demostrado que un proyecto de concesión fracasa por tres razones: por un mal diseño (de ingeniería, operación o contratos); una mala elección del concesionario (oferta temeraria, maldición del ganador, escasas garantías, falta de experiencia o poco patrimonio de respaldo); o por captura del regulador.

Se menciona al Transantiago como un ejemplo donde el Estado ha tenido que subrogar costos de un mal proyecto. El diseño público subestimó la indispensable inversión en vías exclusivas, la flota inicial de buses y los costos del sistema, así como también las garantías del contrato, entre otras dificultades. La mayor parte de las concesiones viales, portuarias, aeroportuarias o sanitarias no ha tenido esos problemas.

Las reglas del juego en una concesión se basan en la transferencia de riesgos: el Estado debe fijar exigencias técnicas del proyecto, estándares de servicio, garantías del contrato y supervisar la concesión; el sector privado estudia la ejecución del proyecto de la forma más eficiente, optimiza la inversión, los costos y sus ingresos, obteniendo una rentabilidad de largo plazo.

La evidencia internacional demuestra que el sector privado tiene más incentivos para no sobredimensionar o subdimensionar los proyectos. Sin embargo, esto se asocia a la regla principal: si el proyecto va mal o el concesionario falla, el Estado debe extinguir el contrato, cobrar las garantías, dejar que el concesionario pierda el capital que arriesgó y relicitar el proyecto. Cuando esta premisa no se cumple, los contribuyentes pagamos la cuenta y las concesiones pierden su reputación.

En otras latitudes el elefante es símbolo de buena suerte y superación de los obstáculos. Esperemos que con el concurso del sector público y el sector privado, la licitación del tren Valparaíso Santiago sea exitosa y nos traiga grandes cosas que nos enorgullezcan como país.

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Fuente: Diario Financiero, Miércoles 03 de octubre de 2018

DIARIO FINANCIERO – El Tren Valparaíso Santiago (TVS) hace que algunos tengan visiones de elefantes blancos, algo muy similar a las críticas en los 90 por la concesión del Aeropuerto Internacional de Santiago, o la transformación en autopista de la Ruta 5 entre La Serena y Puerto Montt.

Los argumentos de hoy son los mismos que hace 25 años: no habrá demanda suficiente, la infraestructura quedará sin utilizar y el Estado tendrá que hacerse cargo. Sin embargo, los datos de crecimiento de demanda de transporte en las últimas décadas difieren de esa apreciación.

Por ejemplo, desde 2011 el tráfico interurbano por carreteras concesionadas se ha duplicado; lo mismo ha ocurrido con el transporte aéreo de pasajeros. Sólo la Ruta 68 tuvo el año pasado 61 millones de viajes de personas y 1,8 millones de camiones.

Lo que en realidad ha ocurrido es que las infraestructuras han resultado insuficientes, lo que provoca altos costos sociales por congestión en rutas y puertos, mayores costos de combustible, tiempo y accidentes, y más grave aún, pérdida de competitividad de nuestras exportaciones. Una de las fortalezas del TVS es que se financiará con ingresos del transporte de carga y pasajeros, al igual que las concesiones viales.

La experiencia internacional ha demostrado que un proyecto de concesión fracasa por tres razones: por un mal diseño (de ingeniería, operación o contratos); una mala elección del concesionario (oferta temeraria, maldición del ganador, escasas garantías, falta de experiencia o poco patrimonio de respaldo); o por captura del regulador.

Se menciona al Transantiago como un ejemplo donde el Estado ha tenido que subrogar costos de un mal proyecto. El diseño público subestimó la indispensable inversión en vías exclusivas, la flota inicial de buses y los costos del sistema, así como también las garantías del contrato, entre otras dificultades. La mayor parte de las concesiones viales, portuarias, aeroportuarias o sanitarias no ha tenido esos problemas.

Las reglas del juego en una concesión se basan en la transferencia de riesgos: el Estado debe fijar exigencias técnicas del proyecto, estándares de servicio, garantías del contrato y supervisar la concesión; el sector privado estudia la ejecución del proyecto de la forma más eficiente, optimiza la inversión, los costos y sus ingresos, obteniendo una rentabilidad de largo plazo.

La evidencia internacional demuestra que el sector privado tiene más incentivos para no sobredimensionar o subdimensionar los proyectos. Sin embargo, esto se asocia a la regla principal: si el proyecto va mal o el concesionario falla, el Estado debe extinguir el contrato, cobrar las garantías, dejar que el concesionario pierda el capital que arriesgó y relicitar el proyecto. Cuando esta premisa no se cumple, los contribuyentes pagamos la cuenta y las concesiones pierden su reputación.

En otras latitudes el elefante es símbolo de buena suerte y superación de los obstáculos. Esperemos que con el concurso del sector público y el sector privado, la licitación del tren Valparaíso Santiago sea exitosa y nos traiga grandes cosas que nos enorgullezcan como país.

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Fuente: Diario Financiero, Miércoles 03 de octubre de 2018

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