Miércoles, Noviembre 13, 2024

Dos miradas a la segregación de Santiago

EL MERCURIO – José Rosas, arquitecto de la PUC, plantea que el modelo radiocéntrico que siempre primó en Santiago como un atenuante relevante contra la segregación fue dejado de lado en los últimos 40 años con graves efectos sobre el tejido urbano. Aquí seis hitos en esta evolución.
1 UN PLANO DE 1850
Para José Rosas, arquitecto y profesor de la Universidad Católica con una maestría en desarrollo urbano regional, se pueden marcar seis hitos en la historia de Santiago y su segregación: una primera expresión de esta ya se muestra en un plano de 1850. Se ve ahí una dualidad entre la ciudad colonial consolidada, compacta, y en extramuros aparecen tres núcleos distintos que incluso por sus nombres se hacen diferentes: hacia el norte la población Ovalle, un paño privado para acoger vivienda económica; hacia el poniente aparece la villa Yungay, cerca de la Quinta Normal, que acoge una clase media intelectual donde viven Claudio Gay y Domingo Sarmiento, por ejemplo. Y al sur, cerca del Zanjón de la Aguada, surge el barrio Matadero, con una población obrera. Tres sectores que representan tipos de viviendas distintas y manzanas diferentes de la ciudad colonial y una cierta espacialización de grupos sociales distintos.
2 LA FIGURA DE VICUÑA MACKENNA
La ciudad fue creciendo y aparecen nuevos barrios de urbanismo residencial con poco equipamiento, como República, Bascuñán, Brasil, que van formando un mosaico de piezas que no están conectadas entre sí, plantea Rosas. Era una segregación naciente que tenía límites. Y aparece la figura emblemática de Vicuña Mackenna, quien trabaja el tema de la segregación de una manera equivalente a lo que sucede en Europa en esos años, es decir, con un estilo de modernización que llamó aristocrático, en el buen sentido de la palabra, pensando en una sociedad que no puede tener grupos marginados, muchos de los cuales están llegando del campo y se instalan en terrenos arrendados de mala calidad. Vicuña Mackenna dice ‘no puede haber una ciudad propia y una ciudad ajena’. Siguiendo las directrices del urbanismo del siglo XIX, higienista y de disciplinamiento social, aborda el problema diciendo que si bien hay una segregación socioespacial, tiene que haber una estructura superior que imbrique y articule a estas distintas formas de habitar. Estos espacios de interacción y encuentro fueron los paseos, las avenidas, rondas, la alameda, el camino cintura, etcétera. Una modernización aristocrática, comprometida con una visión asistencialista, un poco paternalista, pero claramente consciente de que hay que evitar la consecuencias de la segregación que es la inequidad urbana.
3 SANTIAGO EN EL CENTENARIO
Vicuña Mackenna tuvo un éxito parcial pero positivo. Logró construir un argumento de peso: les otorgó a los espacios públicos el rol de estructuración de la ciudad y estableció una continuidad o una secuencia espacial compuesta en que la gente se encontrara. Eran lugares de inclusión social. El proyecto urbano de Vicuña Mackenna se consolidó en 1910 con el Centenario, ya con la acción directa del Estado como agente urbanizador, y la conclusión del alcantarillado como gran hito integrador. Otras obras que vienen de Vicuña Mackenna: canalización del Mapocho; resolución de canales de Negrete, de San Miguel; camino cintura, incluso la creación de un cuerpo de policía, creación de quintas de recreo, en su conjunto, embellecen la ciudad, concluye José Rosas.
4 EL URBANISTA AUSTRÍACO KARL BRUNNER
El siguiente hito urbano de Santiago es 1929-1939 con la llegada del urbanista Karl Brunner. Él propone una nueva forma para la ciudad, para hacerse cargo de la nueva escala con un proyecto que permitiera su crecimiento hasta el millón de habitantes. Y ese plan que él dibujó reconoce la ciudad de Vicuña Mackenna, con el camino cintura y el anillo de circunvalación ferroviaria; Rosas agrega que Brunner propone otro anillo que circunde la ciudad, buscando fortalecer el esquema radial y concéntrico, privilegiando el rol articulador de los espacios públicos. Brunner no logra que le encarguen el plan intercomunal de Santiago, sino solo la comuna de Santiago, y lo hace con Roberto Humeres. Fue aprobado en 1939 y duró 50 años. A su vez, Luis Muñoz Maluschka hace el plan intercomunal para todo Santiago, agregando un nuevo anillo concéntrico parecido en su trazado al de Américo Vespucio, un poco más pequeño. Lo hace con la misma idea de unir áreas separadas por distancia y relacionándolo con la geografía de Santiago. Ellos replican las ideas del urbanismo moderno realizado desde el Estado en que prevalece la norma única y universal que busca la equidad urbana, actuando a través de la intendencia, el municipio y el Estado, a través de instrumentos como los planos reguladores.
5 LA VIALIDAD MODERNA DE LA CIUDAD
En 1960 aparece el arquitecto urbanista Juan Parrochia, quien recoge muchas de las ideas de lo que fue el Seminario del Gran Santiago realizado en 1955. Ahí nació el plan regulador metropolitano de vialidad para Santiago, que está pensado en la misma línea que los anteriores: cómo fortalecer la idea de una ciudad compacta, con un límite urbano que la haga crecer no indefinidamente; un centro vital, teniendo como modelo de las nuevas comunas el centro de Santiago; un sistema de transporte vinculado a los usos del suelo y no segregado. José Rosas afirma que cuando las vías se empiezan a pensar segregadas, ya no están imbricadas en una simultaneidad de velocidades con su perímetro y produce que esa vialidad segregada vaya a muy alta velocidad, evitando la fricción con el espacio urbano, creando así una barrera; lo contrario a ello es la simultaneidad de la velocidad de los distintos medios de transporte que permite el encuentro y la inclusión en vez de la exclusión de los ciudadanos; un ejemplo de ello es la calle Pocuro, de Providencia, de Germán Bannen; hay ahí un enlace de velocidades que nos obliga a todos a respetarnos. El transporte segregado implica autopistas concesionadas ausentes de la relación con la ciudad (que no es crítica a la idea de la concesión), sobre todo cuando están pensadas solo desde el punto de vista de la movilidad y no del concepto más complejo del transporte.
6 LA LIBERALIZACIÓN DEL SUELO URBANO
Otro hito es el decreto con fuerza de ley 420, de 1979, entre otras normativas de esa época. Ello desarma la estructura de planificación urbana chilena y potencia un tema sacado de los principios de economía monetaria de la Escuela de Chicago. Se plantea que el suelo no es un bien escaso. En esa época ya se sabía desde la disciplina del urbanismo que esa idea era inaceptable. El suelo es un bien escaso, tiene límites, naturales incluso. Por ejemplo, en Santiago la falla de San Ramón estaba limitada ya por el diseño de Juan Parrochia. La arquitectura y el urbanismo trabajan con restricciones y si no se tiene esa premisa, se introduce una distorsión en el mercado que produce inequidad urbana. La liberación del suelo desarmó la ciudad radioconcéntrica que buscó siempre la idea de una ciudad compacta, para un tamaño de población específico, con ciudades satélites afuera, como San Bernardo, Melipilla, etcétera. Surge en cambio una ciudad en forma de archipiélago donde las comunas fueron quedando aisladas, mal equipadas y sin servicios suficientes. Se pierde movilidad, las personas quedan encadenadas a un lugar, y la ciudad, que es un ámbito multiescalar y multirrelacional, se convierte en un campo de conflictos como los que vemos a diario en la TV con residentes reclamando por la mala calidad de los lugares en que viven. La falta de protagonismo del Estado en su papel de regulador y orientador del mercado trabajando en coproducción del espacio público-privado tuvo por consecuencia el nacimiento de esta forma de archipiélago de la ciudad: islas conectadas por la movilidad de las autopistas sin un uso de suelo asociado, afirma Rosas.
Vicuña Mackenna logró construir un argumento de peso: le otorgó a los espacios públicos el rol estructurador de la ciudad”.
 
Francisco Sabatini: “Antes de 1980 no había guetos en Santiago”
Para Francisco Sabatini, planificador urbano, profesor del Instituto de Estudios Urbanos de la UC, la segregación urbana es la aglomeración en el espacio de personas de una misma condición social. Históricamente, hasta avanzado el siglo XIX, la ciudades de América Latina y en Europa eran poco segregadas, la gente de distinta condición social vivía bastante próxima, el centro de Santiago, por ejemplo, era muy mezclado. Diversos testimonios escritos de esos años lo confirman, como el del argentino Luis Alberto Romero en su libro ¿Qué hacer con los pobres? Ahí describe vivamente cómo era Santiago en el siglo XIX, escindida por una parte pero integrada a la vez, ricos y pobres vivían en el mismo espacio urbano.
-Qué hitos ve usted en el comienzo de la segregación de Santiago a partir de esa condición previa no segregada.
“Comenzó una lenta formación del barrio alto de Santiago, que tiene algún nivel de réplica en otras ciudades de América Latina, con la formación de un cono de alta renta. Empieza en las últimas décadas del siglo XIX y sigue durante gran parte del siglo XX. Algunos de los hitos que lo explican fueron, por ejemplo, las enfermedades infecto-contagiosas, que afectan más a las poblaciones pobres. Se forma una asociación un poco ideológica entre los pobres, que tendrían malas costumbres, y las enfermedades. Ese fue un estímulo para las clases más cultas de apartarse. En el caso de Santiago, también influyen en la formación de este cono las revueltas sociales a partir de la decadencia del salitre y la migración subsecuente a Santiago, junto con la crisis de 1929 y la formación de partidos de izquierda. La ciudad comienza a ser para la clase más ilustrada un lugar amenazante”.
-¿Hay otros aspectos culturales que a su juicio refuerzan esta tendencia a la segregación?
“Empieza a tener influencia en nuestra ciudades la tradición del suburbio, de moda primeramente en Inglaterra, y las élites se van suburbanizando. Se imita esta tendencia que pasa de Inglaterra a Estados Unidos, el país de la segregación. Una segregación que ahí tiene causas religiosas, en el puritanismo protestante, como lo explica Max Weber. Un puritanismo intramundano, profundamente antiurbano, que ve la ciudad como el centro de los pecados, de la tentación, del gasto, el lujo y contrario al ahorro y la austeridad. La tradición católica europea es menos segregada, nosotros somos muchos más prourbanos, pero en la formación de estos nuevos barrios altos sí hubo una cierta influencia de lo que sucedía en Estados Unidos. Un cierto ánimo de abandonar la ciudad. Acá se van, primeramente, al Llano Subercaseaux, hacia el norte, hacia Recoleta y terminan esos grupos en la inmediaciones del río Mapocho hacia el oriente. Creo que tiene que ver con que ese es un sector bien ventilado, asoleado, para defenderse, por ejemplo, de la tuberculosis. Pero nadie calculó ese poblamiento, se fue dando”.
-Se dice que la segregación es la expresión espacial de las desigualdades…
“No es así. Hay una relación pero la segregación es mucho más compleja. Porque el Santiago del siglo XIX era muy desigual y no era segregado. Hoy somos desiguales y segregados. Pero ya a comienzos de la década de 1980 comenzó un nuevo fenómeno que llamo ‘la ruptura del patrón de segregación tradicional’. Se trata de familias de clase media y alta que hasta entonces tenían un lugar de habitación posible, que era el barrio alto, y empiezan a abrir localizaciones nuevas en otras partes de la ciudad. Y eso tiene como causa la liberación de los mercados del suelo, la nuevas políticas de vivienda aplicadas con el neoliberalismo que implicó la liberación de los límites urbanos”.
-¿Qué implicancias tuvo ello en la segregación?
“Una reducción de esta, en parte. Es la economía inmobiliaria la que lo produce. Hoy se están vendiendo viviendas a los grupos ascendentes que buscan mejores casas en las áreas de la periferia popular. Es el caso de la antigua comuna de Barrancas donde está Pudahuel hoy. Las inmobiliarias compran ahí ‘a precio obrero’, arman un proyecto en otra escala, lo cercan, instalan guardias de seguridad, hay más y mejor arquitectura y lo venden luego en precio de clase media alta. Es el uso del suelo como renta capitalizada. Hoy la dinámica inmobiliaria explica los avances y retrocesos de la segregación. Aquellas comunas más duras que eran un manchón de vivienda social homogénea, como Cerro Navia, La Pintana, empiezan a mostrar viviendas de clase media, media alta, asociadas a las autopistas. Todo este movimiento disminuye la segregación. Es lo que se llama gentrificación, que es la colonización de un área por personas de mayores ingresos en comparación con la gente que vive en esa área. Compra gente de afuera del barrio, pero también se da una gentrificación endémica, de gente que vive en esos barrios y mejoran sus viviendas”.
-¿Un beneficio de la acción inmobiliaria de libre mercado?
“Sí, pero hay un segundo momento negativo, se genera un fenómeno en el precio del suelo de aquellos que tienen terrenos en esos barrios gentrificados, que se llama “monopolio competitivo”, donde muchos propietarios de terrenos pequeños se comportan como si fueran uno solo. Por el precio del suelo, se van homogeneizando en su comportamiento. Así, la familia nueva que se forma salida de los antiguos hogares del barrio y que no tiene ingresos más altos sino que se mantiene en el mismo nivel de ingresos que sus padres, esas personas no encuentran vivienda en sus barrios y son desplazados hacia fuera de la ciudad. Pero para ellos no se está construyendo en la periferia como era la acción tradicional de la vivienda social. Porque los terrenos periurbanos, como Lampa, tienen un uso más rentable en otros giros. Por tanto esa gente pensamos que está volviendo a los campamentos, que están creciendo, se están allegando en la casa de los padres, o terminan en el arrendamiento irregular, ilegal, que son los tugurios. Estamos volviendo a vivir procesos que pensábamos que habíamos derrotado hacía décadas”.
-¿Ve usted una causalidad entre planificación urbana deficiente y violencia urbana?
“La violencia está asociada a la figura más bien del gueto, que más que un barrio es un fenómeno sociológico. Ahí los más jóvenes que los habitan ya no creen en el patrón valórico de sus padres y de los caminos de progreso y de integración social que ellos les enseñaron. El gueto es una forma extrema de segregación. En Santiago no había guetos hasta 1980, sí había mucha pobreza, pero no guetos. Estos aparecen cuando se pierde la esperanza en el sistema social, en las pautas de valores que armaban el cuerpo social y aparece un grupo humano desafectado, y eso está relacionado con las políticas de vivienda. En Chile, el Estado chileno llegó a regalar la vivienda social, desde los años 80, pero con un pequeño pero… regalaba la casa en sectores como Bajos de Mena. Se produce una estigmatización de las personas que viven ahí y se las asocia con malos hábitos urbanos, como el crimen organizado. Pasó a ser una forma de vida de proyecto para los jóvenes que está muy conectada con la segregación. Ahí nace el gueto, los hijos lo captan mejor y se rebelan”.
-¿Qué políticas podrían contribuir a frenar esta dinámica?
“Una medida sería poner cuotas de vivienda social para cada municipio. El caso más conocido es Francia, donde cada municipio, relativamente pequeño, tiene que construir cada año un 20 por ciento de vivienda económica. Anualmente se revisa esa cuota y por cada vivienda que falte para llegar a ese 20 por ciento el municipio paga una multa importante. Esa hace que la motivación para integrar a la personas en sus propios lugares sea bastante fuerte. En España se ha logrado algo similar con el concepto de “vivienda protegida”.
En Francia, cada municipio tiene que construir cada año un 20 por ciento de vivienda económica. Si no cumple es multado”.
”Santiago en el siglo XIX era muy desigual y no era segregado. Hoy somos, en cambio, desiguales y segregados”
Fuente: El Mercurio, Domingo 15 de Diciembre de 2019

EL MERCURIO – José Rosas, arquitecto de la PUC, plantea que el modelo radiocéntrico que siempre primó en Santiago como un atenuante relevante contra la segregación fue dejado de lado en los últimos 40 años con graves efectos sobre el tejido urbano. Aquí seis hitos en esta evolución.
1 UN PLANO DE 1850
Para José Rosas, arquitecto y profesor de la Universidad Católica con una maestría en desarrollo urbano regional, se pueden marcar seis hitos en la historia de Santiago y su segregación: una primera expresión de esta ya se muestra en un plano de 1850. Se ve ahí una dualidad entre la ciudad colonial consolidada, compacta, y en extramuros aparecen tres núcleos distintos que incluso por sus nombres se hacen diferentes: hacia el norte la población Ovalle, un paño privado para acoger vivienda económica; hacia el poniente aparece la villa Yungay, cerca de la Quinta Normal, que acoge una clase media intelectual donde viven Claudio Gay y Domingo Sarmiento, por ejemplo. Y al sur, cerca del Zanjón de la Aguada, surge el barrio Matadero, con una población obrera. Tres sectores que representan tipos de viviendas distintas y manzanas diferentes de la ciudad colonial y una cierta espacialización de grupos sociales distintos.
2 LA FIGURA DE VICUÑA MACKENNA
La ciudad fue creciendo y aparecen nuevos barrios de urbanismo residencial con poco equipamiento, como República, Bascuñán, Brasil, que van formando un mosaico de piezas que no están conectadas entre sí, plantea Rosas. Era una segregación naciente que tenía límites. Y aparece la figura emblemática de Vicuña Mackenna, quien trabaja el tema de la segregación de una manera equivalente a lo que sucede en Europa en esos años, es decir, con un estilo de modernización que llamó aristocrático, en el buen sentido de la palabra, pensando en una sociedad que no puede tener grupos marginados, muchos de los cuales están llegando del campo y se instalan en terrenos arrendados de mala calidad. Vicuña Mackenna dice ‘no puede haber una ciudad propia y una ciudad ajena’. Siguiendo las directrices del urbanismo del siglo XIX, higienista y de disciplinamiento social, aborda el problema diciendo que si bien hay una segregación socioespacial, tiene que haber una estructura superior que imbrique y articule a estas distintas formas de habitar. Estos espacios de interacción y encuentro fueron los paseos, las avenidas, rondas, la alameda, el camino cintura, etcétera. Una modernización aristocrática, comprometida con una visión asistencialista, un poco paternalista, pero claramente consciente de que hay que evitar la consecuencias de la segregación que es la inequidad urbana.
3 SANTIAGO EN EL CENTENARIO
Vicuña Mackenna tuvo un éxito parcial pero positivo. Logró construir un argumento de peso: les otorgó a los espacios públicos el rol de estructuración de la ciudad y estableció una continuidad o una secuencia espacial compuesta en que la gente se encontrara. Eran lugares de inclusión social. El proyecto urbano de Vicuña Mackenna se consolidó en 1910 con el Centenario, ya con la acción directa del Estado como agente urbanizador, y la conclusión del alcantarillado como gran hito integrador. Otras obras que vienen de Vicuña Mackenna: canalización del Mapocho; resolución de canales de Negrete, de San Miguel; camino cintura, incluso la creación de un cuerpo de policía, creación de quintas de recreo, en su conjunto, embellecen la ciudad, concluye José Rosas.
4 EL URBANISTA AUSTRÍACO KARL BRUNNER
El siguiente hito urbano de Santiago es 1929-1939 con la llegada del urbanista Karl Brunner. Él propone una nueva forma para la ciudad, para hacerse cargo de la nueva escala con un proyecto que permitiera su crecimiento hasta el millón de habitantes. Y ese plan que él dibujó reconoce la ciudad de Vicuña Mackenna, con el camino cintura y el anillo de circunvalación ferroviaria; Rosas agrega que Brunner propone otro anillo que circunde la ciudad, buscando fortalecer el esquema radial y concéntrico, privilegiando el rol articulador de los espacios públicos. Brunner no logra que le encarguen el plan intercomunal de Santiago, sino solo la comuna de Santiago, y lo hace con Roberto Humeres. Fue aprobado en 1939 y duró 50 años. A su vez, Luis Muñoz Maluschka hace el plan intercomunal para todo Santiago, agregando un nuevo anillo concéntrico parecido en su trazado al de Américo Vespucio, un poco más pequeño. Lo hace con la misma idea de unir áreas separadas por distancia y relacionándolo con la geografía de Santiago. Ellos replican las ideas del urbanismo moderno realizado desde el Estado en que prevalece la norma única y universal que busca la equidad urbana, actuando a través de la intendencia, el municipio y el Estado, a través de instrumentos como los planos reguladores.
5 LA VIALIDAD MODERNA DE LA CIUDAD
En 1960 aparece el arquitecto urbanista Juan Parrochia, quien recoge muchas de las ideas de lo que fue el Seminario del Gran Santiago realizado en 1955. Ahí nació el plan regulador metropolitano de vialidad para Santiago, que está pensado en la misma línea que los anteriores: cómo fortalecer la idea de una ciudad compacta, con un límite urbano que la haga crecer no indefinidamente; un centro vital, teniendo como modelo de las nuevas comunas el centro de Santiago; un sistema de transporte vinculado a los usos del suelo y no segregado. José Rosas afirma que cuando las vías se empiezan a pensar segregadas, ya no están imbricadas en una simultaneidad de velocidades con su perímetro y produce que esa vialidad segregada vaya a muy alta velocidad, evitando la fricción con el espacio urbano, creando así una barrera; lo contrario a ello es la simultaneidad de la velocidad de los distintos medios de transporte que permite el encuentro y la inclusión en vez de la exclusión de los ciudadanos; un ejemplo de ello es la calle Pocuro, de Providencia, de Germán Bannen; hay ahí un enlace de velocidades que nos obliga a todos a respetarnos. El transporte segregado implica autopistas concesionadas ausentes de la relación con la ciudad (que no es crítica a la idea de la concesión), sobre todo cuando están pensadas solo desde el punto de vista de la movilidad y no del concepto más complejo del transporte.
6 LA LIBERALIZACIÓN DEL SUELO URBANO
Otro hito es el decreto con fuerza de ley 420, de 1979, entre otras normativas de esa época. Ello desarma la estructura de planificación urbana chilena y potencia un tema sacado de los principios de economía monetaria de la Escuela de Chicago. Se plantea que el suelo no es un bien escaso. En esa época ya se sabía desde la disciplina del urbanismo que esa idea era inaceptable. El suelo es un bien escaso, tiene límites, naturales incluso. Por ejemplo, en Santiago la falla de San Ramón estaba limitada ya por el diseño de Juan Parrochia. La arquitectura y el urbanismo trabajan con restricciones y si no se tiene esa premisa, se introduce una distorsión en el mercado que produce inequidad urbana. La liberación del suelo desarmó la ciudad radioconcéntrica que buscó siempre la idea de una ciudad compacta, para un tamaño de población específico, con ciudades satélites afuera, como San Bernardo, Melipilla, etcétera. Surge en cambio una ciudad en forma de archipiélago donde las comunas fueron quedando aisladas, mal equipadas y sin servicios suficientes. Se pierde movilidad, las personas quedan encadenadas a un lugar, y la ciudad, que es un ámbito multiescalar y multirrelacional, se convierte en un campo de conflictos como los que vemos a diario en la TV con residentes reclamando por la mala calidad de los lugares en que viven. La falta de protagonismo del Estado en su papel de regulador y orientador del mercado trabajando en coproducción del espacio público-privado tuvo por consecuencia el nacimiento de esta forma de archipiélago de la ciudad: islas conectadas por la movilidad de las autopistas sin un uso de suelo asociado, afirma Rosas.
Vicuña Mackenna logró construir un argumento de peso: le otorgó a los espacios públicos el rol estructurador de la ciudad”.
 
Francisco Sabatini: “Antes de 1980 no había guetos en Santiago”
Para Francisco Sabatini, planificador urbano, profesor del Instituto de Estudios Urbanos de la UC, la segregación urbana es la aglomeración en el espacio de personas de una misma condición social. Históricamente, hasta avanzado el siglo XIX, la ciudades de América Latina y en Europa eran poco segregadas, la gente de distinta condición social vivía bastante próxima, el centro de Santiago, por ejemplo, era muy mezclado. Diversos testimonios escritos de esos años lo confirman, como el del argentino Luis Alberto Romero en su libro ¿Qué hacer con los pobres? Ahí describe vivamente cómo era Santiago en el siglo XIX, escindida por una parte pero integrada a la vez, ricos y pobres vivían en el mismo espacio urbano.
-Qué hitos ve usted en el comienzo de la segregación de Santiago a partir de esa condición previa no segregada.
“Comenzó una lenta formación del barrio alto de Santiago, que tiene algún nivel de réplica en otras ciudades de América Latina, con la formación de un cono de alta renta. Empieza en las últimas décadas del siglo XIX y sigue durante gran parte del siglo XX. Algunos de los hitos que lo explican fueron, por ejemplo, las enfermedades infecto-contagiosas, que afectan más a las poblaciones pobres. Se forma una asociación un poco ideológica entre los pobres, que tendrían malas costumbres, y las enfermedades. Ese fue un estímulo para las clases más cultas de apartarse. En el caso de Santiago, también influyen en la formación de este cono las revueltas sociales a partir de la decadencia del salitre y la migración subsecuente a Santiago, junto con la crisis de 1929 y la formación de partidos de izquierda. La ciudad comienza a ser para la clase más ilustrada un lugar amenazante”.
-¿Hay otros aspectos culturales que a su juicio refuerzan esta tendencia a la segregación?
“Empieza a tener influencia en nuestra ciudades la tradición del suburbio, de moda primeramente en Inglaterra, y las élites se van suburbanizando. Se imita esta tendencia que pasa de Inglaterra a Estados Unidos, el país de la segregación. Una segregación que ahí tiene causas religiosas, en el puritanismo protestante, como lo explica Max Weber. Un puritanismo intramundano, profundamente antiurbano, que ve la ciudad como el centro de los pecados, de la tentación, del gasto, el lujo y contrario al ahorro y la austeridad. La tradición católica europea es menos segregada, nosotros somos muchos más prourbanos, pero en la formación de estos nuevos barrios altos sí hubo una cierta influencia de lo que sucedía en Estados Unidos. Un cierto ánimo de abandonar la ciudad. Acá se van, primeramente, al Llano Subercaseaux, hacia el norte, hacia Recoleta y terminan esos grupos en la inmediaciones del río Mapocho hacia el oriente. Creo que tiene que ver con que ese es un sector bien ventilado, asoleado, para defenderse, por ejemplo, de la tuberculosis. Pero nadie calculó ese poblamiento, se fue dando”.
-Se dice que la segregación es la expresión espacial de las desigualdades…
“No es así. Hay una relación pero la segregación es mucho más compleja. Porque el Santiago del siglo XIX era muy desigual y no era segregado. Hoy somos desiguales y segregados. Pero ya a comienzos de la década de 1980 comenzó un nuevo fenómeno que llamo ‘la ruptura del patrón de segregación tradicional’. Se trata de familias de clase media y alta que hasta entonces tenían un lugar de habitación posible, que era el barrio alto, y empiezan a abrir localizaciones nuevas en otras partes de la ciudad. Y eso tiene como causa la liberación de los mercados del suelo, la nuevas políticas de vivienda aplicadas con el neoliberalismo que implicó la liberación de los límites urbanos”.
-¿Qué implicancias tuvo ello en la segregación?
“Una reducción de esta, en parte. Es la economía inmobiliaria la que lo produce. Hoy se están vendiendo viviendas a los grupos ascendentes que buscan mejores casas en las áreas de la periferia popular. Es el caso de la antigua comuna de Barrancas donde está Pudahuel hoy. Las inmobiliarias compran ahí ‘a precio obrero’, arman un proyecto en otra escala, lo cercan, instalan guardias de seguridad, hay más y mejor arquitectura y lo venden luego en precio de clase media alta. Es el uso del suelo como renta capitalizada. Hoy la dinámica inmobiliaria explica los avances y retrocesos de la segregación. Aquellas comunas más duras que eran un manchón de vivienda social homogénea, como Cerro Navia, La Pintana, empiezan a mostrar viviendas de clase media, media alta, asociadas a las autopistas. Todo este movimiento disminuye la segregación. Es lo que se llama gentrificación, que es la colonización de un área por personas de mayores ingresos en comparación con la gente que vive en esa área. Compra gente de afuera del barrio, pero también se da una gentrificación endémica, de gente que vive en esos barrios y mejoran sus viviendas”.
-¿Un beneficio de la acción inmobiliaria de libre mercado?
“Sí, pero hay un segundo momento negativo, se genera un fenómeno en el precio del suelo de aquellos que tienen terrenos en esos barrios gentrificados, que se llama “monopolio competitivo”, donde muchos propietarios de terrenos pequeños se comportan como si fueran uno solo. Por el precio del suelo, se van homogeneizando en su comportamiento. Así, la familia nueva que se forma salida de los antiguos hogares del barrio y que no tiene ingresos más altos sino que se mantiene en el mismo nivel de ingresos que sus padres, esas personas no encuentran vivienda en sus barrios y son desplazados hacia fuera de la ciudad. Pero para ellos no se está construyendo en la periferia como era la acción tradicional de la vivienda social. Porque los terrenos periurbanos, como Lampa, tienen un uso más rentable en otros giros. Por tanto esa gente pensamos que está volviendo a los campamentos, que están creciendo, se están allegando en la casa de los padres, o terminan en el arrendamiento irregular, ilegal, que son los tugurios. Estamos volviendo a vivir procesos que pensábamos que habíamos derrotado hacía décadas”.
-¿Ve usted una causalidad entre planificación urbana deficiente y violencia urbana?
“La violencia está asociada a la figura más bien del gueto, que más que un barrio es un fenómeno sociológico. Ahí los más jóvenes que los habitan ya no creen en el patrón valórico de sus padres y de los caminos de progreso y de integración social que ellos les enseñaron. El gueto es una forma extrema de segregación. En Santiago no había guetos hasta 1980, sí había mucha pobreza, pero no guetos. Estos aparecen cuando se pierde la esperanza en el sistema social, en las pautas de valores que armaban el cuerpo social y aparece un grupo humano desafectado, y eso está relacionado con las políticas de vivienda. En Chile, el Estado chileno llegó a regalar la vivienda social, desde los años 80, pero con un pequeño pero… regalaba la casa en sectores como Bajos de Mena. Se produce una estigmatización de las personas que viven ahí y se las asocia con malos hábitos urbanos, como el crimen organizado. Pasó a ser una forma de vida de proyecto para los jóvenes que está muy conectada con la segregación. Ahí nace el gueto, los hijos lo captan mejor y se rebelan”.
-¿Qué políticas podrían contribuir a frenar esta dinámica?
“Una medida sería poner cuotas de vivienda social para cada municipio. El caso más conocido es Francia, donde cada municipio, relativamente pequeño, tiene que construir cada año un 20 por ciento de vivienda económica. Anualmente se revisa esa cuota y por cada vivienda que falte para llegar a ese 20 por ciento el municipio paga una multa importante. Esa hace que la motivación para integrar a la personas en sus propios lugares sea bastante fuerte. En España se ha logrado algo similar con el concepto de “vivienda protegida”.
En Francia, cada municipio tiene que construir cada año un 20 por ciento de vivienda económica. Si no cumple es multado”.
”Santiago en el siglo XIX era muy desigual y no era segregado. Hoy somos, en cambio, desiguales y segregados”
Fuente: El Mercurio, Domingo 15 de Diciembre de 2019

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