Jueves, Diciembre 26, 2024

Disponibilidad del agua, por Jéssica López Saffie

PULSO – El cambio climático no es una amenaza, ya llegó. Y a nuestro país, llegó para quedarse. Después de una década de sequía y de informes que indican que esto seguirá así, es mejor que asumamos que nuestro clima cambió y aprendamos todos a vivir con menos agua.
Concordamos con la necesidad de las obras para aumentar la oferta de agua: nuevos sondajes, agua de mar desalada, infraestructura para guardar más agua, entre muchas otras. Pero también resulta imprescindible que optimicemos el uso del agua por parte de todos: los sectores productivos y las personas. El uso eficiente y responsable del agua por parte de los sectores productivos intensivos en el recurso hídrico, debe ayudar a reducir considerablemente la brecha actual y futura del recurso.
En ese contexto, hay que tener presente que el agua destinada al consumo de las personas alcanza en Chile al 12% del total disponible; el agua que utiliza el sector agrícola por su parte, llega al 73% del total, todo según cifras oficiales de la Dirección General de Aguas. La minería, que usa el 4% del agua, ha realizado avances significativos al incorporar procesos que permiten usar agua salada y aguas servidas tratadas y con ello, ha disminuido el uso de agua fresca. Esto estresa menos las cuencas, en especial en el centro-norte del país.
Las empresas sanitarias mantendrán la reposición de infraestructura y mejorarán la gestión de sus redes, con nuevas tecnologías. Asimismo, se impone una activa estrategia de reúso de las aguas servidas tratadas. Todo lo anterior es necesario para mantener los altos niveles de continuidad del servicio y, también, para disminuir las mermas de agua de los procesos.
Desde la perspectiva de las personas, el objetivo es reducir el consumo (hoy usamos un promedio de 170 litros diarios por persona en Chile). Además de ajustar nuestro consumo a la escasez de agua, el establecimiento de un nuevo esquema tarifario, que incorpore incentivos claros para reducir el consumo, debe ser seriamente evaluado.
Necesitamos una visión integral -que, por cierto, incluye muchas otras iniciativas-, para ayudarnos a asumir y adaptarnos a la nueva realidad: nuestro clima ha cambiado y contamos con menos agua. En cualquier caso, insistimos que el consumo humano debe ser la prioridad. Para ello, se deben adoptar las medidas para garantizar el agua a las personas, hoy y también a las futuras generaciones.
Fuente: Pulso,  Miércoles 05 de Febrero de 2020

PULSO – El cambio climático no es una amenaza, ya llegó. Y a nuestro país, llegó para quedarse. Después de una década de sequía y de informes que indican que esto seguirá así, es mejor que asumamos que nuestro clima cambió y aprendamos todos a vivir con menos agua.
Concordamos con la necesidad de las obras para aumentar la oferta de agua: nuevos sondajes, agua de mar desalada, infraestructura para guardar más agua, entre muchas otras. Pero también resulta imprescindible que optimicemos el uso del agua por parte de todos: los sectores productivos y las personas. El uso eficiente y responsable del agua por parte de los sectores productivos intensivos en el recurso hídrico, debe ayudar a reducir considerablemente la brecha actual y futura del recurso.
En ese contexto, hay que tener presente que el agua destinada al consumo de las personas alcanza en Chile al 12% del total disponible; el agua que utiliza el sector agrícola por su parte, llega al 73% del total, todo según cifras oficiales de la Dirección General de Aguas. La minería, que usa el 4% del agua, ha realizado avances significativos al incorporar procesos que permiten usar agua salada y aguas servidas tratadas y con ello, ha disminuido el uso de agua fresca. Esto estresa menos las cuencas, en especial en el centro-norte del país.
Las empresas sanitarias mantendrán la reposición de infraestructura y mejorarán la gestión de sus redes, con nuevas tecnologías. Asimismo, se impone una activa estrategia de reúso de las aguas servidas tratadas. Todo lo anterior es necesario para mantener los altos niveles de continuidad del servicio y, también, para disminuir las mermas de agua de los procesos.
Desde la perspectiva de las personas, el objetivo es reducir el consumo (hoy usamos un promedio de 170 litros diarios por persona en Chile). Además de ajustar nuestro consumo a la escasez de agua, el establecimiento de un nuevo esquema tarifario, que incorpore incentivos claros para reducir el consumo, debe ser seriamente evaluado.
Necesitamos una visión integral -que, por cierto, incluye muchas otras iniciativas-, para ayudarnos a asumir y adaptarnos a la nueva realidad: nuestro clima ha cambiado y contamos con menos agua. En cualquier caso, insistimos que el consumo humano debe ser la prioridad. Para ello, se deben adoptar las medidas para garantizar el agua a las personas, hoy y también a las futuras generaciones.
Fuente: Pulso,  Miércoles 05 de Febrero de 2020

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