EL MERCURIO – Ahora que las actividades van volviendo lentamente a la normalidad se comienzan a percibir otras facetas del inmenso daño que los ataques a la red del metro infligieron a los santiaguinos, los que —un mes después de los primeros hechos violentistas— aún pagan cotidianamente el costo de lo ocurrido. Y esto, pese a que una parte relevante de los estudiantes de educación superior todavía no regresan a clases, con la presión adicional que ello significaría para el sistema de transporte.
Desde luego, los tiempos de viaje se han extendido, en algunos casos, hasta cuatro veces. También los modos de transporte se han alterado, en ausencia de muchos de los servicios del metro, al tiempo que la destrucción masiva de semáforos ha afectado la fluidez de la circulación. En ese contexto, la flota de buses se aumentó con servicios contratados por las municipalidades para poder trasladar a sus vecinos. Todo ello ha llevado a un incremento en la congestión. Una consecuencia inesperada es que muchas personas que tal vez no lo habrían hecho en otras circunstancias están optando por la bicicleta para desplazarse: sus flujos han aumentado entre un 30% y un 200%, dependiendo de la zona.
Por su parte, Metro ha hecho un esfuerzo mayor para recuperar las estaciones, de manera que ya puede usarse la Línea 4 a Puente Alto, una de las que más sufrieron con los ataques. Esto beneficiará a sus habitantes y permitirá que la municipalidad no siga requiriendo los buses que tenía contratados para suplir la falta del ferrocarril. Sin embargo, muchas estaciones de esa línea continúan dañadas, por lo que el servicio seguirá siendo incompleto. Otras líneas también tienen estaciones que no se encuentran operativas, especialmente la 5, con las estaciones hacia Maipú posteriores a Quinta Normal afectadas. Con todo, durante los próximos seis meses se prevé que se podrá recuperar casi toda la red del metro. La excepción son siete estaciones que sufrieron tantos daños, que sus usuarios tendrán que esperar hasta fines de 2020 para volver a usarlas.
Un ferrocarril metropolitano es indispensable en cualquier metrópolis moderna que aspira a tener un transporte público de calidad. Ello explica que sea tan valorado por los alcaldes y los habitantes de las comunas cada vez que se anuncia la llegada de estaciones a sus zonas. Por lo mismo, resulta difícil de comprender la pasividad de muchos de quienes participan en manifestaciones, así como de algunos sectores políticos, frente a los continuos ataques a la red del metro. Tal actitud llega a extremos como lo ocurrido el día en que se reabrió la estación Plaza de Puente Alto, cuando una protesta de estudiantes obligó a cerrar el servicio a las pocas horas. Esta ofensa gratuita les costó a muchos puentealtinos varias horas adicionales de viaje a sus hogares.
Por cierto, cabe desestimar algunos cuestionamientos a la resiliencia del sistema de transporte de Santiago por su dependencia del metro. En cualquier metrópolis importante, si se daña gravemente al menos la mitad del sistema, los tiempos de viaje y la congestión aumentan brutalmente. Un sistema de transporte que no se vea afectado por la destrucción de parte importante de su infraestructura reflejaría probablemente una ineficiente sobreinversión, pues este tipo de ataques no parece concebible en sociedades donde prima la racionalidad.
Fuente: El Mercurio, Miércoles 20 de Noviembre de 2019
Difícil normalización
EL MERCURIO – Ahora que las actividades van volviendo lentamente a la normalidad se comienzan a percibir otras facetas del inmenso daño que los ataques a la red del metro infligieron a los santiaguinos, los que —un mes después de los primeros hechos violentistas— aún pagan cotidianamente el costo de lo ocurrido. Y esto, pese a que una parte relevante de los estudiantes de educación superior todavía no regresan a clases, con la presión adicional que ello significaría para el sistema de transporte.
Desde luego, los tiempos de viaje se han extendido, en algunos casos, hasta cuatro veces. También los modos de transporte se han alterado, en ausencia de muchos de los servicios del metro, al tiempo que la destrucción masiva de semáforos ha afectado la fluidez de la circulación. En ese contexto, la flota de buses se aumentó con servicios contratados por las municipalidades para poder trasladar a sus vecinos. Todo ello ha llevado a un incremento en la congestión. Una consecuencia inesperada es que muchas personas que tal vez no lo habrían hecho en otras circunstancias están optando por la bicicleta para desplazarse: sus flujos han aumentado entre un 30% y un 200%, dependiendo de la zona.
Por su parte, Metro ha hecho un esfuerzo mayor para recuperar las estaciones, de manera que ya puede usarse la Línea 4 a Puente Alto, una de las que más sufrieron con los ataques. Esto beneficiará a sus habitantes y permitirá que la municipalidad no siga requiriendo los buses que tenía contratados para suplir la falta del ferrocarril. Sin embargo, muchas estaciones de esa línea continúan dañadas, por lo que el servicio seguirá siendo incompleto. Otras líneas también tienen estaciones que no se encuentran operativas, especialmente la 5, con las estaciones hacia Maipú posteriores a Quinta Normal afectadas. Con todo, durante los próximos seis meses se prevé que se podrá recuperar casi toda la red del metro. La excepción son siete estaciones que sufrieron tantos daños, que sus usuarios tendrán que esperar hasta fines de 2020 para volver a usarlas.
Un ferrocarril metropolitano es indispensable en cualquier metrópolis moderna que aspira a tener un transporte público de calidad. Ello explica que sea tan valorado por los alcaldes y los habitantes de las comunas cada vez que se anuncia la llegada de estaciones a sus zonas. Por lo mismo, resulta difícil de comprender la pasividad de muchos de quienes participan en manifestaciones, así como de algunos sectores políticos, frente a los continuos ataques a la red del metro. Tal actitud llega a extremos como lo ocurrido el día en que se reabrió la estación Plaza de Puente Alto, cuando una protesta de estudiantes obligó a cerrar el servicio a las pocas horas. Esta ofensa gratuita les costó a muchos puentealtinos varias horas adicionales de viaje a sus hogares.
Por cierto, cabe desestimar algunos cuestionamientos a la resiliencia del sistema de transporte de Santiago por su dependencia del metro. En cualquier metrópolis importante, si se daña gravemente al menos la mitad del sistema, los tiempos de viaje y la congestión aumentan brutalmente. Un sistema de transporte que no se vea afectado por la destrucción de parte importante de su infraestructura reflejaría probablemente una ineficiente sobreinversión, pues este tipo de ataques no parece concebible en sociedades donde prima la racionalidad.
Fuente: El Mercurio, Miércoles 20 de Noviembre de 2019