PULSO – El plan de infraestructura del Presidente Biden en EE.UU. recientemente aprobado por el Congreso —de un trillón de dólares en nomenclatura anglosajona— es grande bajo cualquier métrica. Una parte importante irá a reparaciones de obras existentes y el resto a financiar proyectos nuevos. Como los proyectos nuevos superarán la disponibilidad de fondos será necesario escoger de entre muchas iniciativas las pocas que se ejecutarán. Surge entonces la pregunta: ¿cómo se evalúan los méritos de un proyecto de infraestructura?
El año 1951 Joel Dean, un profesor de la Universidad de Columbia, dio una respuesta estrictamente financiera: el valor de un proyecto es simplemente el valor presente de los flujos de caja. O sea, hay que descontar los flujos con la tasa de descuento apropiada y si este número es positivo, el proyecto es rentable (vale la pena hacerlo). De esto se desprende que si hay que seleccionar un proyecto entre varios, el ganador es el que arroja un mayor valor presente. Para hacer esta sugerencia Dean se apoyó en una analogía con el mercado de renta fija, donde el precio de un bono se estima descontando los flujos con una tasa compatible con el riesgo crediticio del emisor. La idea de Dean, al menos en términos conceptuales, pasó el test de la blancura y hoy, con distintos matices, este es el método generalmente aceptado para evaluar proyectos.
La transparencia del concepto, sin embargo, se ha transformado en oscuridad en la práctica: nadie sabe cómo determinar la tasa de descuento apropiada. O dicho en forma más elegante, existen opiniones divergentes con respecto al valor correcto de la tasa de descuento. Si a las consideraciones puramente económicas se le incorporan los beneficios sociales, el asunto se dificulta aún más. Y si agregamos elementos de equidad intergeneracional, algo relevante en proyectos largos, el asunto es aún más conflictivo. Notemos que debates sobre la tasa adecuada ha involucrado a economistas connotados (e.g., Joseph Stiglitz, Kenneth Arrow, William Nordhaus), sin haber surgido todavía un consenso.
Existe sin embargo consenso en cuanto a cómo resolver el problema inverso. Esto es, como justificar a posteriori un proyecto cuya decisión de ejecutar ya se ha tomado. La verdad es que es muy fácil elegir una tasa de descuento tal, que el valor presente sea tan positivo como sea necesario. Este método, un elemento esencial del clientelismo político norteamericano (pork barrel en inglés), se ha implementado con éxito en muchos otros países. Y ha resistido bien el test del tiempo.
Fuente: Pulso, Miércoles 17 de Noviembre de 2021