PAÍS CIRCULAR – El Ministerio de Medio Ambiente planteó hace un par de meses el desafío de aumentar la valorización de los residuos orgánicos municipales desde el 1% actual, al 66% en 2040. La cifra es ambiciosa, pero desde la cartera sostienen que es la única forma de frenar la contaminación que produce la disposición de esos desechos en vertederos o rellenos sanitarios.
Se suele pensar que botar a la basura los restos de frutas, verduras y otros residuos orgánicos no es dañino para el medio ambiente porque se biodegradan. Sin embargo, no es inocuo colocar esos elementos en la misma bolsa que los otros desechos para que los recoja el camión de la basura y los lleve a un relleno sanitario o un vertedero. Al ser depositados en esas condiciones, con falta de oxígeno, los residuos orgánicos producen dos tipos de contaminación: una atmosférica, al generar gas metano, uno de los principales responsables del cambio climático; y otra de los suelos y el agua subterránea, pues producen un líquido (lixiviado) con sustancias tóxicas que escurren en la tierra, llegando a las napas.
Frente a lo anterior, a nivel mundial se está avanzando en cambiar esta costumbre, principalmente a través de dos estrategias vinculadas con los residuos orgánicos. Por una parte, tratar de reducir su generación, algo no menor si se considera que el desperdicio llega al 17% del total de alimentos disponibles (931 millones de toneladas en 2019) según datos de la ONU. Y por otro lado, aumentar al máximo su reciclaje (valorización), lo que en Chile no alcanza ni siquiera el 1%, según datos de Ministerio de Medio Ambiente (MMA).
Una de las formas más conocida de reciclar los residuos orgánicos (RO) es transformarlos en abono natural mediante el compostaje, un sistema de tratamiento en condiciones controladas por efecto de la acción de microorganismos. Este procedimiento a veces incluye la ayuda de lombrices, lo que se denomina vermicompostaje o lombricultura, de la cual surge un abono con gran poder fertilizante, llamado humus.
El compostaje es posible realizarlo desde una escala muy pequeña, a nivel domiciliario, hasta una escala industrial, con grandes plantas de tratamiento.
Si bien en el país existen iniciativas de compostaje en algunas comunas (por ejemplo Santa Juana, La Pintana, San Antonio, Viña del Mar) y en los últimos años se comenzó a popularizar esta técnica en algunos hogares, la cantidad reciclada sigue siendo ínfima, frente a una urgencia ambiental que exige aumentarla considerablemente. Lo habitual en Chile es botar los RO junto con todo tipo de desechos, cuyo retiro y disposición final está a cargo de los municipios, que destinan gran parte de su presupuesto a esta tarea.
Para promover que los municipios -principalmente, pero no de forma excluyente- avancen ampliamente hacia el compostaje de esos residuos, en junio pasado el MMA lanzó la Estrategia Nacional de Residuos Orgánicos (ENRO) que, según explica la ministra Carolina Schmidt, “busca aumentar significativamente la valorización de los residuos orgánicos, que corresponden al 58% de los residuos gestionados por los municipios, y que son generados en nuestras casas, ferias libres, parques y jardines”.
La meta que se plantea la ENRO es ambiciosa, agrega la titular del MMA, pues busca “valorizar el 66% de los residuos orgánicos que generamos en nuestras casas al 2040, un desafío enorme que plantea, por ejemplo, la masificación de las composteras o vermicomposteras en los domicilios, instalaciones en los barrios y a nivel comunal e intercomunal, como también en los colegios, parques e instituciones públicas, fortaleciendo la educación ambiental”.
“La gradualidad es fundamental”
Desde el mismo ministerio, el encargado del Área de Gestión de Residuos, Pablo Fernandois señala que los impactos de cambiar la forma en que se tratan los desechos orgánicos son enormes. “En lo ambiental, destacaría la reducción de la generación de gases de efecto invernadero, al desviar los residuos de los rellenos sanitarios y de esta forma aumentar su vida útil. Lo anterior, también se relaciona directamente con beneficios sociales. En lo económico, se podrían presentar ahorros por no transportar y disponer los residuos en rellenos sanitarios, además de la oportunidad de percibir ingresos por la venta de los productos derivados de la valorización de los residuos orgánicos. Eso sí, se debe considerar que existen costos de operación asociados a instalaciones de valorización de residuos orgánicos, que se deben tener en cuenta”.
Sobre este último punto, Fernandois explica que, precisamente, una de las principales brechas detectadas para llevar adelante este tipo de proyectos es el financiamiento. Esto, dice, está relacionado principalmente con el alto nivel de exención del pago del derecho de aseo existente en el país. Otra brecha importante, agrega, se relaciona con que actualmente no existe ninguna obligación legal, que exija a las municipalidades valorizar los residuos orgánicos que manejan.
“La ENRO es un instrumento estratégico de política pública que entrega orientaciones no vinculantes respecto a cómo avanzar al 2040 en torno al manejo de los residuos orgánicos”, comenta el especialista del MMA y agrega: “Dicho eso, nos parece importante avanzar hacia la obligatoriedad, siempre teniendo en cuenta que estas son transformaciones que no ocurren de la noche a la mañana y, por lo tanto, la gradualidad es fundamental. Estamos analizando mecanismos para avanzar en esa dirección”.
En consideración de esa muy probable obligatoriedad futura, de la acuciante crisis climática y haciéndose cargo de la sugerencia de gradualidad, el programa Local Compost propone a los municipios una alternativa para subirse al carro del reciclaje de los RO de una forma rápida, integral y con bajos costos de inversión inicial.
Se trata de la implementación de un sistema piloto de compostaje que consta de tres componentes: una planta de valorización a baja escala -para unas 800 a mil familias el primer año-; la logística asociada al retiro de los residuos orgánicos; y un programa educacional, algo indispensable para el funcionamiento presente y futuro del sistema.
El director ejecutivo del Local Compost, Munir Rumie, cuenta que este programa surge a partir de dos organizaciones con amplia experiencia en el rubro del compostaje: Armony, una empresa B con 38 años de historia y que maneja la planta de gestión de RO más grande del país (12 hectáreas en Pudahuel), y Chicureo Sustentable, un punto orgánico en Colina con más de 10 años de experiencia, que genera abono a pequeña escala. Ambas empresas formaron parte de la Comisión Nacional que diseñó la ENRO.
Lo que busca Local Compost -explica Rumie- es colaborar con los municipios, mediante alianzas púbico-privadas, y replicar plantas como la de Chicureo, considerando las particularidades de cada territorio comunal.
Uno de los fundadores de Chicureo Sustentable, Gianni Sichel, explica que “la bandera que estamos llevando es tratamiento local, empleo local, regeneración local. Tanto nosotros como Armony enviamos productos (abono) de Arica a Puerto Montt y resulta que ellos tienen las materias primas, sobre todo en el sur, para generar esos productos ahí mismo y desarrollando la economía local”.
A su vez, la gerente de Asuntos Corporativos de Armony, Carolina Rivera Z., señala que “en Armony buscamos la adaptación de la economía chilena hacia la circularidad, a través del reciclaje y transformación de residuos en productos orgánicos, mediante soluciones tecnológicas sustentables, con un triple impacto en lo económico, social y medioambiental. Hoy es urgente dar una solución al problema de la basura en Chile. En temas de sustentabilidad, como sociedad hemos transitado del querer, luego al poder y hoy hacia el deber. Es una obligación y parte de nuestro rol es poder entregar las herramientas necesarias para que así sea. A través del programa Local Compost podemos hacer que todo nuestro conocimiento y trayectoria llegue a muchos más lugares, a distintas zonas y rincones de todo Chile. Queremos poner ese conocimiento al servicio de pequeñas comunidades y emprendimientos para lograr un real impacto social y ambiental”.
La clave, coinciden ambos, es un enfoque descentralizado, que permita avanzar a nivel local, desde los municipios.
Pequeñas escalas, grandes impactos
Al respecto, el encargado de Local Compost explica que “la implementación de plantas de compostaje de gran escala -por ejemplo, para varias comunas- toma mucho tiempo, varios años, para algo que es urgente. Por eso proponemos una planta a baja escala, que va a estar funcionando en un mes o dos (…), que va a empezar a generar datos y a desarrollar capacidades entre los vecinos y en el mismo municipio. Además, se trata de una planta escalable, para que vaya creciendo año a año, sumando más hogares gradualmente”.
Rumie aclara que, si bien se trata de un programa que no busca solucionar el problema completo de los RO de una comuna, en aquellos municipios más pequeños, sobre todo fuera de Santiago, puede ser significativo en términos proporcionales. Para esto solo basta echar números, dice. “El primer año vamos a partir con unas mil familias y el segundo año ya podemos tener dos mil familias, que pueden llegar a ser hasta 8 mil personas, y entonces las cifras empiezan a ponerse interesantes porque en promedio cada persona genera 1,2 kilos de basura al día, unos 700 gramos de RO, es decir, estás evitando que 5.600 kilos de RO vayan al vertedero o relleno sanitario cada día”.
En la ENRO se proponen al menos tres escalas de valorización, complementarias entre sí: domiciliaria, barrial y a gran escala. Según explican desde el MMA, cuando se habla de escala barrial se trata de pequeñas plantas que pueden ser operadas por una comunidad organizada, sin generar molestias al entorno, y sin la necesidad de requerir maquinaria para su operación en la mayoría de los casos; o también se pueden implementar utilizando varios equipos diseñados para compostar residuos a pequeña escala.
Consultado sobre las bondades de este nivel intermedio, el encargado del Área de Gestión de Residuos del MMA explica que “una de las ventajas de implementar plantas de compostaje de escala barrial se sustenta en que se ubican muy cerca del lugar de generación de los residuos, lo que tiene un impacto económico directo, toda vez que se ahorran los costos asociados al transporte de los residuos; pero también en lo ambiental, al disminuir la emisión de gases de efecto invernadero derivada del transporte y su eliminación en rellenos sanitarios”.
“En términos de impacto social -agrega Fernandois-, este tipo de iniciativas se transforman en un instrumento que fortalece la organización social y la interacción entre los vecinos. Adicionalmente, el compost generado puede ser utilizado como insumo para la producción de alimentos (agricultura urbana), aumentando su impacto económico y social”.
Sobre esto último, la propuesta de Local Compost contempla que el abono -principalmente humus- producido los dos primeros años queda a disposición del municipio que contrata el servicio, y con ese fertilizante se puede hacer renovación de espacios verdes, plazas de bolsillo, o entregarlo a las familias que participan del piloto.
Los tres componentes
Para la implementación de dicho piloto se requiere un terreno de tres mil metros cuadrados, donde se instala una planta de compostaje, con distintas técnicas para empezar a trabajar los RO de la comuna, y un centro de educación ambiental, “un lugar donde se puede entender el cierre de ciclo de la materia, donde las personas pueden ver cómo los residuos se transforman en abono y luego ese abono se ocupa en un invernadero, en un huerto, fertilizando el suelo y las plantas”, dice el ejecutivo de Local Compost.
Respecto al programa de educación, comenta Rumie, incluye además capacitaciones -casa a casa, juntas de vecinos, en el municipio- que no solo están relacionadas con el tratamiento de los residuos, sino también con otros temas ambientales, y un canal de comunicación -por ejemplo WhatsApp- donde junto con informaciones prácticas relacionadas con los retiros de desechos se comparten documentales, reportajes y diversas informaciones de interés sobre el tema.
Y en cuanto a la logística, se trata de la elaboración de una ruta eficiente, que es recorrida por un camión liviano que va entregando en las casas un balde vacío, al tiempo que retira el recipiente con los residuos orgánicos, para luego llevarlos a la planta que, a diferencia de vertederos y rellenos, está en la misma zona residencial.
Local Compost se hace cargo del diseño, implementación y operación del programa piloto municipal con estos tres componentes. El costo del servicio, explica Rumie, no es un desembolso extra para la comuna, pues se compensa con creces a partir de los ahorros que se generan, principalmente en transporte -por lo general los rellenos sanitarios o vertederos están a distancias de 50 a 100 km de los centros poblados- y disposición final de los RO.
“Se necesitan esos tres componentes para que el sistema funcione: la infraestructura y operación de la planta de tratamiento, la logística para que los residuos lleguen, y el programa de educación para concientizar a las personas”, concluye el especialista.
En cuanto al aspecto educacional, se trata de algo “clave”, comenta el encargado del Área de Gestión de Residuos del MMA. “Cualquier esfuerzo que se haga en relación a iniciativas de compostaje no prosperará si no se involucra fuertemente a la ciudadanía, visualizándose la educación y la sensibilización ciudadana como elementos centrales que deben acompañar cualquier iniciativa de este tipo, a objeto de alcanzar el nivel de participación requerido para garantizar su operación”.
Fernandois es enfático en este punto: “Se requiere que la ciudadanía modifique su conducta y pase de entregar todos los residuos mezclados en la bolsa negra al camión recolector, a separarlos en su hogar y entregarlos de esa forma en días y horarios diferenciados, o compostarlos en su misma casa, proceso que será gradual y tomará un tiempo en ser asimilado para ser llevado a la práctica”.
En este sentido, el cofundador de Chicureo Sustentable destaca que “la piedra angular de Local Compost -aparte de armar las plantas de compostaje y la recolección- son los programas de educación y concientización para la comunidad. Si no, no lo vamos a lograr”. “Un tercio de los residuos orgánicos, un tercio de la comida que se produce, ni siquiera se utiliza. Es un tema conductual, vamos a crear la infraestructura y la forma de retirar, pero si no hay conciencia es seguir estirando el elástico”, comenta Sichel.
La experiencia de Zapallar
Un municipio que se ha atrevido a avanzar en reciclaje y cuidado del medio ambiente es el de Zapallar, donde actualmente están “trabajando en una licitación que hará retiro de orgánicos casa a casa”, según cuenta su alcalde Gustavo Alessandri Bascuñán.
Esta licitación es un paso más en el camino hacia la sustentabilidad iniciado hace un lustro en esa comuna de la región de Valparaíso, cuando se construyó el punto limpio de Cachagua. “Ese fue el puntapié original para comenzar un fuerte trabajo en materias de conservación, sustentabilidad y cuidado del medio ambiente. En 2018 se creó la Oficina de Sustentabilidad Municipal y hasta el día de hoy se ha quintuplicado el presupuesto en materias de reciclaje. Se han ampliado paulatinamente los materiales que se pueden disponer, siendo hoy una gran variedad”, cuenta la primera autoridad edilicia.
Entre los materiales a los que se refiere están todos los embalajes, textiles, plumavit, pilas y también orgánicos. Asimismo, se avanza en el programa de retiro de RO que abarcará a todas las localidades de la comuna, de modo de ampliar un plan piloto que desde hace tres años desarrollan en Catapilco (Compostera El Mollar).
Alessandri, quien fue reelegido en Zapallar en mayo pasado, es presidente de la Asociación de Municipalidades de Chile (AMUCH) y, desde ese rol, considera que la ambiciosa meta impuesta por la ENRO a los municipios “debe ser alcanzada, no solo porque existe la voluntad de los municipios, sino porque la ciudadanía así lo exige. Las generaciones han cambiado sus intereses y demandas y desde ese punto de vista, lo medioambiental se ha transformado en uno de los pilares fuertes de toda gestión municipal”.
Asimismo, plantea los múltiples beneficios que significará avanzar en esa dirección: “Una política bien aplicada en este sentido no solo ayudará a disminuir de forma importante ciertos costos en los municipios, sino que además ayudará a cumplir un imperativo ético, que es conseguir concretar una gestión sostenible”.
“Estos días hemos recibido un informe dramático respecto de la responsabilidad que tiene el ser humano en el cambio climático, como consecuencia de conductas que deben cambiar y en eso los municipios seremos líderes indiscutibles. Por eso, debemos reorientar nuestras inversiones, generar un cambio cultural a través de la educación, promover instancias de participación ciudadana en esta materia y, sobre todo, tenemos la obligación de saber instalar la Estrategia Nacional de Residuos Orgánicos como una oportunidad para las nuevas generaciones”, subraya Alessandri.
En el caso puntual de Zapallar, cuenta sobre la licitación para el retiro de residuos orgánicos en todas las viviendas y explica que “hemos dirigido parte importante del presupuesto municipal para esos efectos. Tenemos plena confianza en que este programa piloto será una motivación para muchos y eso nos permitirá aumentar la meta año a año”.
El presidente de la AMUCH considera indispensable la educación y el cambio de conducta; es en esa línea donde visualiza los mayores desafíos para su comuna en materia de reciclaje -incluyendo el compostaje- y cuidado de medio ambiente, en particular con los turistas y los habitantes de los sectores rurales.
“Esta comuna tiene varias características especiales. Primero, tenemos una alta población flotante que, al llegar a nuestra comuna, debe venir predispuesta a darle continuidad al trabajo que realizamos con las personas que viven aquí. No es un desafío menor, pero debemos dar la pelea, porque, aunque ellos no estén aquí de forma permanente, deben sumarse a estos objetivos institucionales que tenemos dibujados en nuestra hoja de ruta. Por otro lado, tenemos una zona rural que no está muy empapada en estos temas, por lo tanto, tenemos una misión mayor desde la educación” explica el alcalde.
Es esperable que para los municipios que, como Zapallar, comiencen desde ya con el reciclaje de residuos orgánicos será mucho más fácil acercarse a las metas propuestas por la ENRO y, en definitiva, obtener los beneficios ambientales, sociales y económicos que eso implica.
El encargado del Área de Gestión de Residuos del MMA lo explica de la siguiente forma: “Más temprano que tarde la separación y aprovechamiento de la fracción orgánica, que representa el 58% de los residuos sólidos municipales, se convertirá en una obligación, pues es el único camino que tenemos para descomprimir el inminente colapso de la infraestructura de disposición final de residuos sólidos”.
“En ese escenario, sin duda que aquellas comunas que hayan tomado la decisión de avanzar en este ámbito se encontrarán en una posición aventajada, en todo aspecto, en comparación con aquellas que no lo han hecho, independientemente del tipo de obligación que se establezca. Podríamos decir que ya recorrieron un tramo de la carrera, mientras que las otras se encuentran recién en la línea de partida”, concluye Pablo Fernandois.
Fuente: País Circular, Jueves 19 de Agosto de 2021