Sábado, Noviembre 23, 2024

Construir una ciudad resiliente

LA SEGUNDA – Un reciente informe del Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de la ONU definió a Santiago como una de las ciudades más vulnerables a los desastres naturales. El trabajo, que analizó la situación de 1.146 urbes, destacó que la capital —en conjunto con Tokio, Manila y Ciudad de Guatemala— tiene el mayor riesgo de sufrir desastres naturales, como terremotos, inundaciones, sequías, erupciones volcánicas y deslizamientos de tierra. Si bien es cierto que por sus condiciones naturales Santiago siempre ha sido susceptible a estos fenómenos, este y otros análisis se deberían constituir en valiosos insumos para mejorar los sistemas de prevención y respuesta frente a estas eventualidades.
Ya en julio del año pasado otro informe, el Lloyd’s City Risk Index 2018, realizado por la Universidad de Cambridge y la aseguradora inglesa Lloyd, indicaba que Santiago era la séptima ciudad más riesgosa de América Latina, debido a su “creciente vulnerabilidad y la poca resiliencia a catástrofes naturales”. En diciembre último, en tanto, un trabajo de «100 Resilient Cities», de la Fundación Rockefeller, señaló que faltaba mejorar la planificación de la resiliencia de la ciudad (a nivel de gobernanza y coordinación) entre los municipios y el gobierno central. Desde esta perspectiva, un consenso local ha identificado los impactos naturales que, por su recurrencia, pueden provocar disrupciones mayores: los terremotos y la presencia de la falla de San Ramón; las salidas de ríos, aluviones y cortes de agua y la desertificación y los incendios forestales.
Cualquier estrategia que pretenda tratar estos puntos críticos de manera integral debiese incluir, por ejemplo, un reforzamiento de las áreas de riesgo por inundaciones y evacuación de aguas lluvia. Hoy zonas bajas de la ciudad, como Lampa o Tiltil, y áreas más precordilleranas, como Peñalolén, podrían verse afectadas por fenómenos de remoción de material rocoso por efectos de lluvias intensas en períodos muy cortos. Asimismo, tendría que evaluarse introducir restricciones a la urbanización de fallas y quebradas (tal como ha ocurrido en las inmediaciones de la falla de San Ramón) que expone a la población a daños y pérdidas, y que en caso de alguna contingencia podrían afectar de forma significativa el desarrollo de toda la ciudad.
Así, la «estrategia de resiliencia» trabajada por la Intendencia de Santiago (desde 2016) y la labor del Instituto para la Resiliencia ante Desastres (Itrend), un esfuerzo conjunto entre la Corfo, el Ministerio del Interior y las universidades de Chile y Católica, parecen ir en un camino correcto al identificar los puntos críticos y proponer planes para mejorar los sistemas de resistencia. Estas estrategias, dada la complejidad del desafío, deben insertarse en temáticas más amplias, como contaminación, movilidad, segregación y inseguridad.
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Fuente: La Segunda, Lunes 01 de Julio de 2019

LA SEGUNDA – Un reciente informe del Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de la ONU definió a Santiago como una de las ciudades más vulnerables a los desastres naturales. El trabajo, que analizó la situación de 1.146 urbes, destacó que la capital —en conjunto con Tokio, Manila y Ciudad de Guatemala— tiene el mayor riesgo de sufrir desastres naturales, como terremotos, inundaciones, sequías, erupciones volcánicas y deslizamientos de tierra. Si bien es cierto que por sus condiciones naturales Santiago siempre ha sido susceptible a estos fenómenos, este y otros análisis se deberían constituir en valiosos insumos para mejorar los sistemas de prevención y respuesta frente a estas eventualidades.
Ya en julio del año pasado otro informe, el Lloyd’s City Risk Index 2018, realizado por la Universidad de Cambridge y la aseguradora inglesa Lloyd, indicaba que Santiago era la séptima ciudad más riesgosa de América Latina, debido a su “creciente vulnerabilidad y la poca resiliencia a catástrofes naturales”. En diciembre último, en tanto, un trabajo de «100 Resilient Cities», de la Fundación Rockefeller, señaló que faltaba mejorar la planificación de la resiliencia de la ciudad (a nivel de gobernanza y coordinación) entre los municipios y el gobierno central. Desde esta perspectiva, un consenso local ha identificado los impactos naturales que, por su recurrencia, pueden provocar disrupciones mayores: los terremotos y la presencia de la falla de San Ramón; las salidas de ríos, aluviones y cortes de agua y la desertificación y los incendios forestales.
Cualquier estrategia que pretenda tratar estos puntos críticos de manera integral debiese incluir, por ejemplo, un reforzamiento de las áreas de riesgo por inundaciones y evacuación de aguas lluvia. Hoy zonas bajas de la ciudad, como Lampa o Tiltil, y áreas más precordilleranas, como Peñalolén, podrían verse afectadas por fenómenos de remoción de material rocoso por efectos de lluvias intensas en períodos muy cortos. Asimismo, tendría que evaluarse introducir restricciones a la urbanización de fallas y quebradas (tal como ha ocurrido en las inmediaciones de la falla de San Ramón) que expone a la población a daños y pérdidas, y que en caso de alguna contingencia podrían afectar de forma significativa el desarrollo de toda la ciudad.
Así, la «estrategia de resiliencia» trabajada por la Intendencia de Santiago (desde 2016) y la labor del Instituto para la Resiliencia ante Desastres (Itrend), un esfuerzo conjunto entre la Corfo, el Ministerio del Interior y las universidades de Chile y Católica, parecen ir en un camino correcto al identificar los puntos críticos y proponer planes para mejorar los sistemas de resistencia. Estas estrategias, dada la complejidad del desafío, deben insertarse en temáticas más amplias, como contaminación, movilidad, segregación y inseguridad.
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Fuente: La Segunda, Lunes 01 de Julio de 2019

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