Miércoles, Octubre 30, 2024

Competitividad global

EL MERCURIO – El Foro Económico Mundial publicó recientemente su informe de Competitividad Global 2018, donde hace una medición de múltiples dimensiones que determinan la competitividad del ambiente de negocios en un país. En esta ocasión, el Foro Económico Mundial introdujo un nuevo índice, llamado 4.0, que busca reflejar de mejor manera las necesidades de los países en un mundo donde la digitalización y el cambio tecnológico generan grandes cambios en los modelos de negocio de las empresas.

El informe busca colaborar con los países en la identificación de brechas con otros, y poder así aportar en la discusión de políticas públicas y mejores prácticas. En particular, a los componentes tradicionales del índice se agregan otros como cultura de innovación, capacidad colaborativa, pensamiento crítico, meritocracia, o índices de capital social. De acuerdo con el estudio, estos últimas aspectos serían determinantes para la capacidad de crecimiento y desarrollo en el futuro.

El ranking para Chile tiene resultados dentro de lo esperable. El índice agregado lo ubica con el mayor valor para toda la región de América Latina y el Caribe, y en torno a países europeos como Italia, Estonia, Portugal o Eslovenia. Ello debiera contribuir a una discusión con altura sobre los desafíos de la economía chilena a partir de la observación de que el modelo de desarrollo en las últimas cuatro décadas ha sido tremendamente exitoso tanto en reducir la pobreza como en permitir una caída gradual, pero secular, de los índices de desigualdad.

Aun así, los desafíos son grandes, especialmente porque Chile debe aspirar a compararse con países desarrollados. Mientras sus fortalezas están en estabilidad macroeconómica y en los niveles de infraestructura, sus puntos más débiles son la capacidad innovativa y de adaptación en las empresas, así como algunos aspectos del funcionamiento del mercado laboral, donde el país se halla en el grupo con peores índices en adaptabilidad y contratación de trabajadores, y altos costos de terminar una relación laboral.

Con todo, es importante ponderar estos rankings en varias dimensiones. Por de pronto, no es claro si son la receta para lograr el desarrollo o son consecuencia de este. Esta dicotomía queda en evidencia al observar que buena parte de los resultados pauta una correlación alta con el ingreso per capita de los países. La dificultad por atribuir causalidad a esta relación es importante porque la discusión pública muchas veces converge rápidamente a identificar brechas, y a proponer un sinnúmero de programas y políticas públicas, sin un razonable análisis acerca de su impacto, costos y beneficios.

Esto es especialmente relevante en indicadores más blandos, como innovación o pensamiento crítico. Una cosa es determinar la necesidad de mayor innovación, y otra es saber cuáles son las políticas requeridas para implementar aquello.

Un informe de este tipo permite identificar brechas en términos amplios, y como tal es un aporte. Pero estos indicadores deben ser complementados con otros análisis que permitan priorizar las áreas de mayor impacto y diseñar el conjunto de políticas públicas adecuadas. Como ha quedado claro en los últimos años, las políticas concretas y el detalle de su implementación son tanto o más importantes que los objetivos gruesos que persiguen.

Ver Artículo

Fuente: El Mercurio, Viernes 19 de octubre de 2018

EL MERCURIO – El Foro Económico Mundial publicó recientemente su informe de Competitividad Global 2018, donde hace una medición de múltiples dimensiones que determinan la competitividad del ambiente de negocios en un país. En esta ocasión, el Foro Económico Mundial introdujo un nuevo índice, llamado 4.0, que busca reflejar de mejor manera las necesidades de los países en un mundo donde la digitalización y el cambio tecnológico generan grandes cambios en los modelos de negocio de las empresas.

El informe busca colaborar con los países en la identificación de brechas con otros, y poder así aportar en la discusión de políticas públicas y mejores prácticas. En particular, a los componentes tradicionales del índice se agregan otros como cultura de innovación, capacidad colaborativa, pensamiento crítico, meritocracia, o índices de capital social. De acuerdo con el estudio, estos últimas aspectos serían determinantes para la capacidad de crecimiento y desarrollo en el futuro.

El ranking para Chile tiene resultados dentro de lo esperable. El índice agregado lo ubica con el mayor valor para toda la región de América Latina y el Caribe, y en torno a países europeos como Italia, Estonia, Portugal o Eslovenia. Ello debiera contribuir a una discusión con altura sobre los desafíos de la economía chilena a partir de la observación de que el modelo de desarrollo en las últimas cuatro décadas ha sido tremendamente exitoso tanto en reducir la pobreza como en permitir una caída gradual, pero secular, de los índices de desigualdad.

Aun así, los desafíos son grandes, especialmente porque Chile debe aspirar a compararse con países desarrollados. Mientras sus fortalezas están en estabilidad macroeconómica y en los niveles de infraestructura, sus puntos más débiles son la capacidad innovativa y de adaptación en las empresas, así como algunos aspectos del funcionamiento del mercado laboral, donde el país se halla en el grupo con peores índices en adaptabilidad y contratación de trabajadores, y altos costos de terminar una relación laboral.

Con todo, es importante ponderar estos rankings en varias dimensiones. Por de pronto, no es claro si son la receta para lograr el desarrollo o son consecuencia de este. Esta dicotomía queda en evidencia al observar que buena parte de los resultados pauta una correlación alta con el ingreso per capita de los países. La dificultad por atribuir causalidad a esta relación es importante porque la discusión pública muchas veces converge rápidamente a identificar brechas, y a proponer un sinnúmero de programas y políticas públicas, sin un razonable análisis acerca de su impacto, costos y beneficios.

Esto es especialmente relevante en indicadores más blandos, como innovación o pensamiento crítico. Una cosa es determinar la necesidad de mayor innovación, y otra es saber cuáles son las políticas requeridas para implementar aquello.

Un informe de este tipo permite identificar brechas en términos amplios, y como tal es un aporte. Pero estos indicadores deben ser complementados con otros análisis que permitan priorizar las áreas de mayor impacto y diseñar el conjunto de políticas públicas adecuadas. Como ha quedado claro en los últimos años, las políticas concretas y el detalle de su implementación son tanto o más importantes que los objetivos gruesos que persiguen.

Ver Artículo

Fuente: El Mercurio, Viernes 19 de octubre de 2018

TITULARES