LA TERCERA – El anuncio de un nuevo Ministerio de la Ciudad y Vivienda, más allá de lo semántico incluye una serie de políticas y programas que cambian el foco desde la tradicional producción masiva de soluciones habitacionales hacia la promoción de la integración social y urbana, donde la vivienda encuentre el debido equilibrio con los espacios públicos, transporte, comercio y servicios. La ciudad es un fenómeno complejo y celebramos esta nueva mirada integral, pero no debemos perder de vista que el centro de todo este esfuerzo son las personas y su bienestar.
Pese a todos los avances e indicadores positivos en temas urbanos, vemos que la salud mental de los chilenos empeora. Entonces, ¿cuáles son los problemas individuales y las dinámicas sociales que afectan la salud de los ciudadanos hoy? Chile es uno de los países con mayor prevalencia de enfermedades mentales en el mundo (22,2% anual) y entre las tasas más altas de depresión (17,5%). Nuestros niños y adolescentes también muestran problemas de salud mental con altas tasas de consumo de marihuana, alcohol y trastornos conductuales.
¿Cómo está influyendo la ciudad en nuestra salud mental? ¿En qué condiciones físicas, espaciales y urbanas se desenvuelve nuestra vida diaria? Por lo pronto sabemos que la carencia de ciudad manifestada en la falta de acceso real a servicios básicos y a espacios culturales y recreativos, las carencias en equipamiento social, la falta de seguridad, la contaminación ambiental y acústica, el hacinamiento y otros problemas socio-espaciales, son factores de estrés tóxico que comprometen la salud mental, disminuyen la cohesión social, y generan contextos de violencia. Si el foco de las políticas urbanas estará ahora en promover barrios más integrados y mejor calidad de vida, la perspectiva de la salud mental señala prioridades concretas.
En este contexto, el tratamiento de la ciudad enferma debiese considerar, entre otros aspectos:
1) Reducir los espacios para la violencia, recuperando la calle para la vida de barrio y la comunidad; 2) Atacar el hacinamiento, con programas que saquen a los niños del encierro y sedentarismo, promoviendo el envejecimiento activo y abriendo la experiencia urbana a los postrados; 3) Controlar la contaminación ambiental, atacando la pobreza energética, y en particular la quema de leña y contaminación intra-domiciliaria; 4) Considerar la contaminación acústica, no solo en grandes avenidas, sino también promoviendo el respeto entre vecinos; 5) Aumentar la masa arbórea en plazas y antejardines; 6) Seguir mejorando el transporte público, reduciendo los tiempos de viaje e inyectando equipamiento comunitario y de servicios a distancia caminable del corazón de cada barrio.
La realidad de la salud mental en Chile indica un problema muy profundo. La ciudad es fiel reflejo de una sociedad, y si no queremos tener una juventud enferma, debemos reconocer el problema e intervenir el entorno de manera multidimensional.
Fuente: La Tercera, lunes 17 de diciembre de 2018