Martes, Julio 23, 2024

Carreteras hídricas: ¿Dónde hay agua para trasladar en Chile?

REVISTA DEL CAMPO – Un estudio financiado por Corfo muestra que, independiente de la situación actual de los cauces, existe una oferta de agua disponible para un proyecto de este tipo, entre las regiones del Maule y Los Lagos, aunque varía según la zona del río (alta, media o desembocadura) y del cauce que se evalúe. Los datos arrojan que, desde el punto de vista de la disponibilidad, incluso podría construirse más de un proyecto.
La sequía que afecta desde Antofagasta hasta el Biobío ha puesto en primera fila a la urgente necesidad de invertir en obras para asegurar la disponibilidad de agua tanto para el consumo humano como para el sector productivo, especialmente el agroalimentario.
Si bien desde hace décadas existen proyectos que avanzan a paso lento, como embalses y obras de riego en distintas regiones, ya desde hace casi diez años que comenzaron a aparecer nuevas alternativas, como las plantas desalinizadoras -existen cerca de 20 en el país- y la idea de construir un sistema de trasvase de agua, para llevarla desde el sur al norte.
Hasta ahora se han conocido al menos tres propuestas para construir una llamada “carretera hídrica”, por parte de empresas privadas, tanto de capitales extranjeros como nacionales. Sin embargo, faltaba información sobre la disponibilidad real del recurso. Ello llevó a la Corfo a encargar un estudio independiente a la Universidad de Chile en 2017, cuyos resultados se dieron a conocer recientemente, para analizar la factibilidad de hacer en Chile una obra de este tipo, en base a datos concretos sobre la disponibilidad de agua, la demanda que hay por este recurso y los precios a los que se podría comercializar para ser viable.
Los resultados de ese estudio, que miden la oferta y la demanda de agua en distintas cuencas nacionales, muestran que, desde ese punto de vista -es decir, sin considerar variables de otro tipo, como ambientales, sociales o políticas, ni tampoco los proyectos específicos que se han presentado hasta ahora- sí sería viable construir una carretera hídrica, en la que los principales beneficiarios serían los agricultores, ya que es el sector que al año 2050 mostraría un mayor crecimiento en la demanda por agua (ver recuadro al final de la nota).
“Los resultados pueden ser considerados como una referencia para la toma de decisiones, tanto por organismos públicos como privados a nivel general. Sin embargo, dados los niveles de incertidumbre que persisten en la información de base de un estudio de escala regional como este, es relevante destacar que los resultados en ningún caso pueden reemplazar estudios de mayor detalle”, indica el reporte, ya que los proyectos específicos van a necesitar análisis más profundos.
Para calcular demanda de agua, se tomaron las cuencas consideradas deficitarias, entre las regiones de Arica y Parinacota y Valparaíso, mientras que para estimar la oferta disponible que se podría trasvasar se incluyeron nueve cuencas entre las regiones de O’Higgins y Los Lagos, que corresponden a los ríos Maule, Biobío, Imperial, Toltén, Valdivia, Bueno, la cuenca entre los ríos Bueno y Puelo, y dos cuencas costeras, entre el río Puelo y Yelcho, y entre el río Yelcho y el límite regional, respectivamente.
En cada una de ellas se establecieron eventuales nodos o puntos específicos de captación en las secciones altas, medias y bajas de los ríos para hacer las mediciones, y se realizó una diferenciación entre la oferta jurídica -las aguas superficiales que se pueden entregar a los usuarios que tienen derechos- y la oferta natural, correspondiente a la disponibilidad de agua superficial.
No hay agua en la parte alta de los ríos
Uno de los principales resultados que arroja el estudio de Corfo, en cuanto a la disponibilidad de agua para un proyecto de trasvase, es que en la parte alta de los ríos que se analizaron no existe agua disponible, por lo que se debería descartar esa área para una carretera.
Sin embargo, en los niveles medios y bajos de las cuencas, los datos reflejan que sí existen cantidades de agua que eventualmente podrían existir para una iniciativa de este tipo, ya que en la zona media habría un volumen de 375 metros cúbicos por segundo disponibles durante cuatro meses del año, en el invierno, y en la parte baja o tercera sección habría un caudal mucho mayor.

De hecho, los especialistas plantean que desde el punto de vista hídrico, incluso se podrían construir en paralelo dos proyectos, uno en cada sección.
“Si se observa el tremendo caudal de las desembocaduras, podría haber dos proyectos operando, ya que no serían excluyentes… Podría haber un proyecto corto, por el caudal medio, que abasteciera de agua a la zona centro sur, y un proyecto largo, con el agua de las desembocaduras, que llegue hasta el norte”, plantea Orlando Acosta, gerente de Gestionare Consultores, quien fue director técnico del programa de recursos hídricos de Corfo.
En ese sentido, resalta que el volumen disponible a nivel de desembocadura en las cuencas del sur es tan alto, refiriéndose a los ríos Maule, Biobío y Toltén, que no habría intervención entre dos iniciativas de carreteras hídricas.
“Sí es relevante mencionar que los datos muestran que, en el caso de la cuenca media, las aguas serían aportadas por los ríos Valdivia y Maule, ya que en ese nivel el río Biobío no tiene excedentes. Y, en un proyecto asociado a esa sección de los ríos, se debe considerar la construcción de embalses intermedios para aplanar la oferta de agua, que en forma natural se concentra solo en los meses de invierno”, advierte.
¿Disponibilidad de pago?
Uno de los puntos importantes del estudio fue determinar, a nivel general, cuál sería la disposición a pagar por aguas provenientes de una carretera hídrica en distintos sectores económicos, especialmente en el agro, que representarán el grueso de la demanda por este recurso en el norte.
En base a encuestas con expertos y experiencias internacionales de proyectos hídricos similares, se llegó a un nivel promedio de capacidad de pago de 20 centavos de dólar por metro cúbico en el caso de la agricultura, que varía en un rango de 0,05 a 0,36 centavos de dólar, dependiendo del cultivo que tenga un usuario y la región donde esté ubicado, entre otros factores.
“La única demanda capaz de sostener un proyecto de carretera hídrica es la agricultura, por lo que la disposición a pagar que tiene ese sector es el parámetro que marcará si un proyecto vuela o se hunde”, asegura Orlando Acosta, y añade que, si bien es un punto que no consideró el estudio de Corfo, también será crucial ver cómo cada proyecto en particular puede asegurar la disponibilidad de agua para los usuarios en el momento que la requieren.
Por otro lado, también se plantea la opción de pagar o compensar a los usuarios de las cuencas que entregarían agua a una carretera hídrica, como parte de las herramientas que hacen que una iniciativa así sea viable.
“Como opinión personal, yo no veo que un proyecto de esta envergadura sea factible si los promotores no están dispuestos a compensar a las cuencas que ceden el agua. Y para los usuarios es una oportunidad, porque si tienen aguas de invierno que no usan, que nunca van a usar, y pueden entregar parte de ellas con estudios que comprueben que no se va a afectar el ecosistema, y alguien puede pagarles por eso, el potencial de riqueza para la zona que cede el agua es muy relevante”, plantea Orlando Acosta.
En ese sentido, el elemento de compensación lo puede proponer cada proyecto en particular, ya que podría ir desde el pago directo por metro cúbico hasta obras en el territorio desde donde se obtiene el agua, en una fórmula similar a cómo opera la minería, y que permitiría generar más actividad económica en base al recurso hídrico.
Soluciones conjuntas
Todo indica que en esto más vale sumar que restar, construyendo tanto plantas desalinizadoras, embalses y carreteras hídricas, ya que son alternativas complementarias. En un análisis presentado recientemente en las XXI Jornadas de Derecho y Gestión de Aguas de la Universidad Católica, Orlando Acosta realizó una comparación entre los volúmenes de agua que aportaría cada solución en de diez años, donde está pendiente calcular el costo por metro cúbico que significaría cada una, para poder llegar a disponer del volumen de agua que va a requerir la economía chilena para crecer a futuro.

“Hoy tenemos un ingreso per cápita de 27 mil dólares y como país consumimos 400 metros cúbicos de agua por segundo al año. Si en 2030 se pretende alcanzar un ingreso per cápita de 42 mil dólares, la pregunta que debemos hacernos es con qué agua lo vamos a lograr, porque gran parte de ese desarrollo requiere de agua, y los números hoy no nos dan… El país puede perder competitividad y verse rezagado por la falta de las inversiones a tiempo para tener el agua que ese desarrollo va a requerir”, asegura.
Por eso, uno de los puntos para avanzar en las decisiones relacionadas con el agua es mejorar la institucionalidad, tal como lo sugirió hace ya ocho años el Banco Mundial. “Es difícil pensar que proyectos de estas dimensiones, a nivel nacional, puedan avanzar sin una institucionalidad importante, con jerarquía técnica y política, para generar los acuerdos necesarios”, dice Acosta.
Se necesitará más agua

 
Fuente: Revista del Campo, Martes 24 de Septiembre de 2019

REVISTA DEL CAMPO – Un estudio financiado por Corfo muestra que, independiente de la situación actual de los cauces, existe una oferta de agua disponible para un proyecto de este tipo, entre las regiones del Maule y Los Lagos, aunque varía según la zona del río (alta, media o desembocadura) y del cauce que se evalúe. Los datos arrojan que, desde el punto de vista de la disponibilidad, incluso podría construirse más de un proyecto.
La sequía que afecta desde Antofagasta hasta el Biobío ha puesto en primera fila a la urgente necesidad de invertir en obras para asegurar la disponibilidad de agua tanto para el consumo humano como para el sector productivo, especialmente el agroalimentario.
Si bien desde hace décadas existen proyectos que avanzan a paso lento, como embalses y obras de riego en distintas regiones, ya desde hace casi diez años que comenzaron a aparecer nuevas alternativas, como las plantas desalinizadoras -existen cerca de 20 en el país- y la idea de construir un sistema de trasvase de agua, para llevarla desde el sur al norte.
Hasta ahora se han conocido al menos tres propuestas para construir una llamada “carretera hídrica”, por parte de empresas privadas, tanto de capitales extranjeros como nacionales. Sin embargo, faltaba información sobre la disponibilidad real del recurso. Ello llevó a la Corfo a encargar un estudio independiente a la Universidad de Chile en 2017, cuyos resultados se dieron a conocer recientemente, para analizar la factibilidad de hacer en Chile una obra de este tipo, en base a datos concretos sobre la disponibilidad de agua, la demanda que hay por este recurso y los precios a los que se podría comercializar para ser viable.
Los resultados de ese estudio, que miden la oferta y la demanda de agua en distintas cuencas nacionales, muestran que, desde ese punto de vista -es decir, sin considerar variables de otro tipo, como ambientales, sociales o políticas, ni tampoco los proyectos específicos que se han presentado hasta ahora- sí sería viable construir una carretera hídrica, en la que los principales beneficiarios serían los agricultores, ya que es el sector que al año 2050 mostraría un mayor crecimiento en la demanda por agua (ver recuadro al final de la nota).
“Los resultados pueden ser considerados como una referencia para la toma de decisiones, tanto por organismos públicos como privados a nivel general. Sin embargo, dados los niveles de incertidumbre que persisten en la información de base de un estudio de escala regional como este, es relevante destacar que los resultados en ningún caso pueden reemplazar estudios de mayor detalle”, indica el reporte, ya que los proyectos específicos van a necesitar análisis más profundos.
Para calcular demanda de agua, se tomaron las cuencas consideradas deficitarias, entre las regiones de Arica y Parinacota y Valparaíso, mientras que para estimar la oferta disponible que se podría trasvasar se incluyeron nueve cuencas entre las regiones de O’Higgins y Los Lagos, que corresponden a los ríos Maule, Biobío, Imperial, Toltén, Valdivia, Bueno, la cuenca entre los ríos Bueno y Puelo, y dos cuencas costeras, entre el río Puelo y Yelcho, y entre el río Yelcho y el límite regional, respectivamente.
En cada una de ellas se establecieron eventuales nodos o puntos específicos de captación en las secciones altas, medias y bajas de los ríos para hacer las mediciones, y se realizó una diferenciación entre la oferta jurídica -las aguas superficiales que se pueden entregar a los usuarios que tienen derechos- y la oferta natural, correspondiente a la disponibilidad de agua superficial.
No hay agua en la parte alta de los ríos
Uno de los principales resultados que arroja el estudio de Corfo, en cuanto a la disponibilidad de agua para un proyecto de trasvase, es que en la parte alta de los ríos que se analizaron no existe agua disponible, por lo que se debería descartar esa área para una carretera.
Sin embargo, en los niveles medios y bajos de las cuencas, los datos reflejan que sí existen cantidades de agua que eventualmente podrían existir para una iniciativa de este tipo, ya que en la zona media habría un volumen de 375 metros cúbicos por segundo disponibles durante cuatro meses del año, en el invierno, y en la parte baja o tercera sección habría un caudal mucho mayor.

De hecho, los especialistas plantean que desde el punto de vista hídrico, incluso se podrían construir en paralelo dos proyectos, uno en cada sección.
“Si se observa el tremendo caudal de las desembocaduras, podría haber dos proyectos operando, ya que no serían excluyentes… Podría haber un proyecto corto, por el caudal medio, que abasteciera de agua a la zona centro sur, y un proyecto largo, con el agua de las desembocaduras, que llegue hasta el norte”, plantea Orlando Acosta, gerente de Gestionare Consultores, quien fue director técnico del programa de recursos hídricos de Corfo.
En ese sentido, resalta que el volumen disponible a nivel de desembocadura en las cuencas del sur es tan alto, refiriéndose a los ríos Maule, Biobío y Toltén, que no habría intervención entre dos iniciativas de carreteras hídricas.
“Sí es relevante mencionar que los datos muestran que, en el caso de la cuenca media, las aguas serían aportadas por los ríos Valdivia y Maule, ya que en ese nivel el río Biobío no tiene excedentes. Y, en un proyecto asociado a esa sección de los ríos, se debe considerar la construcción de embalses intermedios para aplanar la oferta de agua, que en forma natural se concentra solo en los meses de invierno”, advierte.
¿Disponibilidad de pago?
Uno de los puntos importantes del estudio fue determinar, a nivel general, cuál sería la disposición a pagar por aguas provenientes de una carretera hídrica en distintos sectores económicos, especialmente en el agro, que representarán el grueso de la demanda por este recurso en el norte.
En base a encuestas con expertos y experiencias internacionales de proyectos hídricos similares, se llegó a un nivel promedio de capacidad de pago de 20 centavos de dólar por metro cúbico en el caso de la agricultura, que varía en un rango de 0,05 a 0,36 centavos de dólar, dependiendo del cultivo que tenga un usuario y la región donde esté ubicado, entre otros factores.
“La única demanda capaz de sostener un proyecto de carretera hídrica es la agricultura, por lo que la disposición a pagar que tiene ese sector es el parámetro que marcará si un proyecto vuela o se hunde”, asegura Orlando Acosta, y añade que, si bien es un punto que no consideró el estudio de Corfo, también será crucial ver cómo cada proyecto en particular puede asegurar la disponibilidad de agua para los usuarios en el momento que la requieren.
Por otro lado, también se plantea la opción de pagar o compensar a los usuarios de las cuencas que entregarían agua a una carretera hídrica, como parte de las herramientas que hacen que una iniciativa así sea viable.
“Como opinión personal, yo no veo que un proyecto de esta envergadura sea factible si los promotores no están dispuestos a compensar a las cuencas que ceden el agua. Y para los usuarios es una oportunidad, porque si tienen aguas de invierno que no usan, que nunca van a usar, y pueden entregar parte de ellas con estudios que comprueben que no se va a afectar el ecosistema, y alguien puede pagarles por eso, el potencial de riqueza para la zona que cede el agua es muy relevante”, plantea Orlando Acosta.
En ese sentido, el elemento de compensación lo puede proponer cada proyecto en particular, ya que podría ir desde el pago directo por metro cúbico hasta obras en el territorio desde donde se obtiene el agua, en una fórmula similar a cómo opera la minería, y que permitiría generar más actividad económica en base al recurso hídrico.
Soluciones conjuntas
Todo indica que en esto más vale sumar que restar, construyendo tanto plantas desalinizadoras, embalses y carreteras hídricas, ya que son alternativas complementarias. En un análisis presentado recientemente en las XXI Jornadas de Derecho y Gestión de Aguas de la Universidad Católica, Orlando Acosta realizó una comparación entre los volúmenes de agua que aportaría cada solución en de diez años, donde está pendiente calcular el costo por metro cúbico que significaría cada una, para poder llegar a disponer del volumen de agua que va a requerir la economía chilena para crecer a futuro.

“Hoy tenemos un ingreso per cápita de 27 mil dólares y como país consumimos 400 metros cúbicos de agua por segundo al año. Si en 2030 se pretende alcanzar un ingreso per cápita de 42 mil dólares, la pregunta que debemos hacernos es con qué agua lo vamos a lograr, porque gran parte de ese desarrollo requiere de agua, y los números hoy no nos dan… El país puede perder competitividad y verse rezagado por la falta de las inversiones a tiempo para tener el agua que ese desarrollo va a requerir”, asegura.
Por eso, uno de los puntos para avanzar en las decisiones relacionadas con el agua es mejorar la institucionalidad, tal como lo sugirió hace ya ocho años el Banco Mundial. “Es difícil pensar que proyectos de estas dimensiones, a nivel nacional, puedan avanzar sin una institucionalidad importante, con jerarquía técnica y política, para generar los acuerdos necesarios”, dice Acosta.
Se necesitará más agua

 
Fuente: Revista del Campo, Martes 24 de Septiembre de 2019

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