Lunes, Noviembre 25, 2024

Carretera hídrica: debate e historia, por Fernando Purcell

EL MERCURIO – La primera propuesta oficial de una carretera hídrica para llevar el agua del sur al centro y norte de Chile se originó en 1959, gracias al estudio que Corfo encargó al israelí David Armirán para el desarrollo del norte árido chileno. Este estudio sirvió de inspiración a Héctor Fouquet, director general de Aguas durante el gobierno de Allende, quien le dio vida al proyecto que se terminó denominando “Sistema Río de la Unidad”, que propuso trasladar aguas desde el río Melado hacia el norte a través de “un conjunto armónico de obras” que incluían embalses, canales y elevaciones con múltiples traspasos de agua entre cuencas.
Estas se construirían secuencialmente en el tiempo, con posibilidades de uso multisectorial. Debido a su alto costo y al fin de los efectos de la gran sequía de 1967-1970, el proyecto rápidamente quedó en el olvido, pero la megasequía actual ha vuelto a resucitar este viejo anhelo.
Hoy debemos ir más allá de la factibilidad técnica, de la eficiencia energética por el uso de la gravedad para movilizar el agua y del favorable impacto en el aumento de la productividad que promete la carretera hídrica. Al menos tres cuestiones esenciales deben ser puestas también en primera línea para garantizar la sustentabilidad del proyecto en el tiempo: estudios científicos existentes respecto de las cuencas donde habría superávit de agua (considerando además los modelamientos de disponibilidad del recurso en el futuro); estudios de impacto en los distintos ecosistemas involucrados, y la consideración del impacto social en aquellas comunidades de las cuencas que aportarían agua al resto del país y no solo de las receptoras. Sin la consideración de estos factores, que combinan lo científico y lo sociocultural, es difícil que podamos convencernos de que este sea un proyecto sustentable en el tiempo.
A propósito de lo anterior, es importante considerar lo ocurrido con proyectos similares, como el de Chavimochic, en Perú. Este proyecto hídrico fue soñado desde inicios del siglo XX, pero su construcción se inició recién en 1986. Esta carretera hídrica toma aguas del río Santa y las lleva al norte, más allá de Trujillo, lo que ha permitido incorporar 46 mil nuevas hectáreas de producción agrícola. Sin embargo, los ingenieros de la época levantaron este proyecto suponiendo una disponibilidad estable de agua en el tiempo con mínimos de 45M3 por segundo de agua. En la práctica, y considerando el preeminente origen glaciar del río Santa (lo que no se tomó en cuenta en su momento), la disponibilidad ha bajado a 30M3 por segundo en períodos más secos. El gran problema es que la demanda social y económica del agua ya fue creada con las nuevas plantaciones agrícolas y las importantes migraciones hacia el norte del Perú. Ante la escasez de agua, han comenzado a surgir conflictos, incluyendo algunos entre los departamentos de Ancash y La Libertad que se disputan las cada vez menos torrentosas aguas del río Santa.
Como nos recuerda el historiador ambiental Mark Carey, mientras Chavimochic ha proveído de enormes ganancias a Perú, ha agudizado también la vulnerabilidad de cerca de un millón de personas que dependen de la misma fuente de agua. Entonces, una carretera que supuso una solución definitiva al problema del agua se ha transformado en un problema de cohesión social, por cuanto nadie controló la expansión agrícola y no fueron considerados ciertos factores científicos respecto del origen del agua y su potencial variabilidad.
Resulta importante la generación de un debate amplio en Chile para lograr el justo equilibrio que haga posible el éxito de proyectos hídricos de gran envergadura.
Fuente: El Mercurio,  Martes 24 de Septiembre de 2019

EL MERCURIO – La primera propuesta oficial de una carretera hídrica para llevar el agua del sur al centro y norte de Chile se originó en 1959, gracias al estudio que Corfo encargó al israelí David Armirán para el desarrollo del norte árido chileno. Este estudio sirvió de inspiración a Héctor Fouquet, director general de Aguas durante el gobierno de Allende, quien le dio vida al proyecto que se terminó denominando “Sistema Río de la Unidad”, que propuso trasladar aguas desde el río Melado hacia el norte a través de “un conjunto armónico de obras” que incluían embalses, canales y elevaciones con múltiples traspasos de agua entre cuencas.
Estas se construirían secuencialmente en el tiempo, con posibilidades de uso multisectorial. Debido a su alto costo y al fin de los efectos de la gran sequía de 1967-1970, el proyecto rápidamente quedó en el olvido, pero la megasequía actual ha vuelto a resucitar este viejo anhelo.
Hoy debemos ir más allá de la factibilidad técnica, de la eficiencia energética por el uso de la gravedad para movilizar el agua y del favorable impacto en el aumento de la productividad que promete la carretera hídrica. Al menos tres cuestiones esenciales deben ser puestas también en primera línea para garantizar la sustentabilidad del proyecto en el tiempo: estudios científicos existentes respecto de las cuencas donde habría superávit de agua (considerando además los modelamientos de disponibilidad del recurso en el futuro); estudios de impacto en los distintos ecosistemas involucrados, y la consideración del impacto social en aquellas comunidades de las cuencas que aportarían agua al resto del país y no solo de las receptoras. Sin la consideración de estos factores, que combinan lo científico y lo sociocultural, es difícil que podamos convencernos de que este sea un proyecto sustentable en el tiempo.
A propósito de lo anterior, es importante considerar lo ocurrido con proyectos similares, como el de Chavimochic, en Perú. Este proyecto hídrico fue soñado desde inicios del siglo XX, pero su construcción se inició recién en 1986. Esta carretera hídrica toma aguas del río Santa y las lleva al norte, más allá de Trujillo, lo que ha permitido incorporar 46 mil nuevas hectáreas de producción agrícola. Sin embargo, los ingenieros de la época levantaron este proyecto suponiendo una disponibilidad estable de agua en el tiempo con mínimos de 45M3 por segundo de agua. En la práctica, y considerando el preeminente origen glaciar del río Santa (lo que no se tomó en cuenta en su momento), la disponibilidad ha bajado a 30M3 por segundo en períodos más secos. El gran problema es que la demanda social y económica del agua ya fue creada con las nuevas plantaciones agrícolas y las importantes migraciones hacia el norte del Perú. Ante la escasez de agua, han comenzado a surgir conflictos, incluyendo algunos entre los departamentos de Ancash y La Libertad que se disputan las cada vez menos torrentosas aguas del río Santa.
Como nos recuerda el historiador ambiental Mark Carey, mientras Chavimochic ha proveído de enormes ganancias a Perú, ha agudizado también la vulnerabilidad de cerca de un millón de personas que dependen de la misma fuente de agua. Entonces, una carretera que supuso una solución definitiva al problema del agua se ha transformado en un problema de cohesión social, por cuanto nadie controló la expansión agrícola y no fueron considerados ciertos factores científicos respecto del origen del agua y su potencial variabilidad.
Resulta importante la generación de un debate amplio en Chile para lograr el justo equilibrio que haga posible el éxito de proyectos hídricos de gran envergadura.
Fuente: El Mercurio,  Martes 24 de Septiembre de 2019

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