Sábado, Diciembre 28, 2024

Cables submarinos que sostienen internet, la nueva preocupación de las potencias

EL MERCURIO – La era digital en la que vivimos no se sostiene sobre satélites, computadores o “la nube”, sino sobre cientos de miles de kilómetros de cables de fibra óptica submarinos, que están cada vez más amenazados.

El primer cable de telégrafo entre Europa y América se estableció, bajo el agua, en 1858, y esa misma idea evolucionó en los cables que hoy sostienen el 97% de las comunicaciones globales, cada día transmiten alrededor de 10 billones de dólares en transferencias financieras y enormes cantidades de información. Esto último es especialmente importante en el mundo actual, donde el control del flujo de datos se ha vuelto un activo geopolítico, y actores como China ya se están moviendo para capitalizar en eso.

Pese a su importancia, estos cables son susceptibles a diversos factores, desde los naturales, como terremotos, colapsos de tierra bajo el agua y la fauna submarina, hasta los accidentales, como las cañas y anclas de barcos pesqueros.

Las compañías privadas que establecen estas conexiones están, hasta cierto punto, preparadas para estos. Para lo que no están tan listas es para ataques intencionales contra las líneas, lo que temen podría ser cada vez más común en el futuro.

“Existe un nuevo riesgo para nuestra forma de vida: la vulnerabilidad de los cables submarinos. ¿Pueden imaginar qué pasaría si estos fueran cortados?”, dijo recientemente Stuart Peach, máximo jefe de la Fuerza Aérea británica y cabeza del Comité Militar de la OTAN, quien nombró a Rusia como una amenaza inminente.

Sus temores surgieron a raíz de la actividad del “Yantar”, un barco ruso que hasta hace poco estuvo trabajando en la búsqueda del desaparecido submarino argentino ARA “San Juan”. Aunque oficialmente es una nave de investigación oceanográfica, el “Yantar” está cargado con equipo de vigilancia, tiene la capacidad de lanzar sumergibles no piloteados y se le detectó navegando muy cerca de la ruta por donde pasan las líneas subacuáticas.

Moscú es una preocupación constante para Occidente, pero los avances que ha tenido la Armada rusa desde que Vladimir Putin llegó al poder, especialmente en sus capacidades submarinas, sumados a la creciente disposición del Kremlin a desplegar tropas y armamento en diversos puntos de conflicto (como Ucrania y Siria), y el interés que ha mostrado en intervenir infraestructuras de comunicación, han hecho que varios Estados se preocupen por la posibilidad de que Rusia decida interferir con el cableado submarino.

Las fuerzas estadounidenses temen que Moscú opte por utilizar ataques submarinos como una forma de suplir el “poder duro”, en el que es ampliamente superado por las fuerzas de la OTAN, aseguró The New York Times. Y Putin se ha mostrado dispuesto a utilizar estilos no convencionales de guerra, en Crimea, por ejemplo.

Los expertos concuerdan en que cortar los cables es sumamente fácil, pero sus consecuencias serían tremendas desde el punto de vista militar. El ejército de Estados Unidos, por ejemplo, necesita de estas líneas para el 95% de sus comunicaciones estratégicas. Un desperfecto en las pocas que conectan con ciertas zonas de Medio Oriente o África sería letal para los miles de soldados desplegados ahí.

Estas líneas no solo son fáciles de cortar, sino que su ubicación es de conocimiento público y tienden a estar concentradas en pocas zonas. En tierra, el problema se complica aún más, pues frecuentemente, múltiples cables llegan a un único punto, desde donde la información es redirigida a los usuarios. Así se explica que un solo edificio en Al Shawa (una pequeña calle en el lado sur de Alejandría, Egipto) albergue las líneas que conectan al 80% de Europa y Medio Oriente.

“Incluso con satélites cada vez mejores, las conexiones submarinas son vitales, tanto para las comunicaciones militares como para las civiles. El problema es que, por ser privados, no suelen ser el foco de políticas públicas y las leyes internacionales están desactualizadas y son difíciles de aplicar”, dijo a “El Mercurio” Rebecca Keller, experta en tecnología de Stratfor.

El otro frente de preocupación es China. Aunque en este caso, la amenaza no está dada por un posible interés del gigante asiático por cortar los cables, sino por conectarlos.

Amenaza asiática

En menos de una década de existencia, Huawei Marine Networks ha ganado contratos para instalar 40.000 kilómetros de líneas submarinas, suficientes para rodear el planeta. Pero sus avances han alarmado al Pacífico Sur, donde Australia intenta contrarrestar la influencia china en su patio trasero.

La compañía asiática tenía planeado establecer un nuevo cable hacia Islas Salomón, pero el proyecto parece haberse venido abajo, luego de que Canberra ofreciera financiar la conexión, lo mismo que hizo con Papúa Nueva Guinea. El temor de Australia, y de los servicios de inteligencia del mundo, es que Huawei y otras compañías chinas estén usando los cables submarinos para extender la influencia de su país.

Huawei niega estas acusaciones. Su presidente, Ren Zhengfei -quien trabajó en la unidad de tecnología informática del ejército chino hasta 1982-, aseguró en 2015: “Nuestro gobierno nunca nos ha pedido que espiemos”.

Nadie puede negar que la empresa ha tenido un enorme éxito y hoy es uno de los gigantes del mercado de cableado al ganar contratos en todos los continentes. Pero algunos países, como Estados Unidos y Australia, creen que el gigante tecnológico recibe subsidios del gobierno chino, que le permiten bajar sus costos.

Los bajos precios, sumados al pasado de Ren y la escasa información sobre los lazos con el gobierno, generan preocupación por las implicancias en materias de ciberseguridad que puede tener el que las compañías chinas avancen en el control de estas conexiones submarinas.

Ver artículo

Fuente: El Mercurio, Lunes 8 de Enero de 2017

EL MERCURIO – La era digital en la que vivimos no se sostiene sobre satélites, computadores o “la nube”, sino sobre cientos de miles de kilómetros de cables de fibra óptica submarinos, que están cada vez más amenazados.

El primer cable de telégrafo entre Europa y América se estableció, bajo el agua, en 1858, y esa misma idea evolucionó en los cables que hoy sostienen el 97% de las comunicaciones globales, cada día transmiten alrededor de 10 billones de dólares en transferencias financieras y enormes cantidades de información. Esto último es especialmente importante en el mundo actual, donde el control del flujo de datos se ha vuelto un activo geopolítico, y actores como China ya se están moviendo para capitalizar en eso.

Pese a su importancia, estos cables son susceptibles a diversos factores, desde los naturales, como terremotos, colapsos de tierra bajo el agua y la fauna submarina, hasta los accidentales, como las cañas y anclas de barcos pesqueros.

Las compañías privadas que establecen estas conexiones están, hasta cierto punto, preparadas para estos. Para lo que no están tan listas es para ataques intencionales contra las líneas, lo que temen podría ser cada vez más común en el futuro.

“Existe un nuevo riesgo para nuestra forma de vida: la vulnerabilidad de los cables submarinos. ¿Pueden imaginar qué pasaría si estos fueran cortados?”, dijo recientemente Stuart Peach, máximo jefe de la Fuerza Aérea británica y cabeza del Comité Militar de la OTAN, quien nombró a Rusia como una amenaza inminente.

Sus temores surgieron a raíz de la actividad del “Yantar”, un barco ruso que hasta hace poco estuvo trabajando en la búsqueda del desaparecido submarino argentino ARA “San Juan”. Aunque oficialmente es una nave de investigación oceanográfica, el “Yantar” está cargado con equipo de vigilancia, tiene la capacidad de lanzar sumergibles no piloteados y se le detectó navegando muy cerca de la ruta por donde pasan las líneas subacuáticas.

Moscú es una preocupación constante para Occidente, pero los avances que ha tenido la Armada rusa desde que Vladimir Putin llegó al poder, especialmente en sus capacidades submarinas, sumados a la creciente disposición del Kremlin a desplegar tropas y armamento en diversos puntos de conflicto (como Ucrania y Siria), y el interés que ha mostrado en intervenir infraestructuras de comunicación, han hecho que varios Estados se preocupen por la posibilidad de que Rusia decida interferir con el cableado submarino.

Las fuerzas estadounidenses temen que Moscú opte por utilizar ataques submarinos como una forma de suplir el “poder duro”, en el que es ampliamente superado por las fuerzas de la OTAN, aseguró The New York Times. Y Putin se ha mostrado dispuesto a utilizar estilos no convencionales de guerra, en Crimea, por ejemplo.

Los expertos concuerdan en que cortar los cables es sumamente fácil, pero sus consecuencias serían tremendas desde el punto de vista militar. El ejército de Estados Unidos, por ejemplo, necesita de estas líneas para el 95% de sus comunicaciones estratégicas. Un desperfecto en las pocas que conectan con ciertas zonas de Medio Oriente o África sería letal para los miles de soldados desplegados ahí.

Estas líneas no solo son fáciles de cortar, sino que su ubicación es de conocimiento público y tienden a estar concentradas en pocas zonas. En tierra, el problema se complica aún más, pues frecuentemente, múltiples cables llegan a un único punto, desde donde la información es redirigida a los usuarios. Así se explica que un solo edificio en Al Shawa (una pequeña calle en el lado sur de Alejandría, Egipto) albergue las líneas que conectan al 80% de Europa y Medio Oriente.

“Incluso con satélites cada vez mejores, las conexiones submarinas son vitales, tanto para las comunicaciones militares como para las civiles. El problema es que, por ser privados, no suelen ser el foco de políticas públicas y las leyes internacionales están desactualizadas y son difíciles de aplicar”, dijo a “El Mercurio” Rebecca Keller, experta en tecnología de Stratfor.

El otro frente de preocupación es China. Aunque en este caso, la amenaza no está dada por un posible interés del gigante asiático por cortar los cables, sino por conectarlos.

Amenaza asiática

En menos de una década de existencia, Huawei Marine Networks ha ganado contratos para instalar 40.000 kilómetros de líneas submarinas, suficientes para rodear el planeta. Pero sus avances han alarmado al Pacífico Sur, donde Australia intenta contrarrestar la influencia china en su patio trasero.

La compañía asiática tenía planeado establecer un nuevo cable hacia Islas Salomón, pero el proyecto parece haberse venido abajo, luego de que Canberra ofreciera financiar la conexión, lo mismo que hizo con Papúa Nueva Guinea. El temor de Australia, y de los servicios de inteligencia del mundo, es que Huawei y otras compañías chinas estén usando los cables submarinos para extender la influencia de su país.

Huawei niega estas acusaciones. Su presidente, Ren Zhengfei -quien trabajó en la unidad de tecnología informática del ejército chino hasta 1982-, aseguró en 2015: “Nuestro gobierno nunca nos ha pedido que espiemos”.

Nadie puede negar que la empresa ha tenido un enorme éxito y hoy es uno de los gigantes del mercado de cableado al ganar contratos en todos los continentes. Pero algunos países, como Estados Unidos y Australia, creen que el gigante tecnológico recibe subsidios del gobierno chino, que le permiten bajar sus costos.

Los bajos precios, sumados al pasado de Ren y la escasa información sobre los lazos con el gobierno, generan preocupación por las implicancias en materias de ciberseguridad que puede tener el que las compañías chinas avancen en el control de estas conexiones submarinas.

Ver artículo

Fuente: El Mercurio, Lunes 8 de Enero de 2017

TITULARES