QUÉ PASA – El Balance Hídrico Nacional es el documento fundamental que la Dirección General de Aguas utiliza para evaluar la disponibilidad hídrica a nivel nacional. La última actualización de este documento se realizó en octubre y diciembre y fue realizada por expertos de la U. de Chile.
El balance contiene cuatro informes. El primero, incluye la propuesta metodológica, que actualiza los modelos de medición existentes desde los años 80; el segundo contiene los resultados del estudio aplicado a las zonas norte y centro del país. Mientras que el tres y cuatro, que acaban de ser publicados, abarcan los territorios de la zona sur, extremo austral e islas, entre ellas, Isla de Pascua.
El trabajo proyecta la disponibilidad del agua hasta el año 2060 en el país y señala que para el período 2030-2060, la disponibilidad en el norte y centro de Chile podría disminuir más de 50%.
Respecto a la zona sur, el informe establece que en las cuencas de la macrozona sur y parte norte de la macrozona austral del país, se observan cambios climatológicos. En el caso de las precipitaciones anuales, éstas disminuyeron 866 mm respecto al balance hídrico anterior, mientras que la temperatura media anual aumentó 0,5°C.
Las proyecciones de cambio climático no son alentadoras, pues se proyectan para algunos modelos disminuciones de hasta un 40% en la disponibilidad de agua para la macro zona sur, “siendo un tanto más alentadores las proyecciones para la parte austral donde la proyección más desfavorable es una disminución inferior al 8%. Esto producto de un incremento en la escorrentía producto del derretimiento glaciar en los campos de hielo que sirven como embalses naturales de agua dulce”, relata Lagos.
Todas las cuencas analizadas proyectan una disminución de caudal medio anual (en promedio -25%, el más desfavorable, y -10% el más favorable). El cambio más significativo se da en las zonas cordilleranas.
Climatológicamente hablando, en la parte sur de la macrozona austral, se aprecian medias de precipitación en torno a 1.000 mm/año más secas en relación al período 1955-1985 y 0,4 °C más cálidas que el mismo período.
Para la modelación hidrológica se realizaron simulaciones en 29 de las 58 cuencas en régimen natural, evidenciando una falta generalizada en volúmenes de precipitación.
También vaticina un aumento de la temperatura entre un 1°C y 2,5°C y una reducción de hasta un 25% de las precipitaciones en la zona central, con especial crudeza en Petorca uno de los símbolos de la escasez hídrica en el país.
El caudal en una de las estaciones de medición del río que pasa por esta localidad ha bajado cerca de un 50%, desde los 2,6 m3/s promedio que se registraron en dicha estación para el período 1985-2015 a tan solo 1,3 m3/s promedio en el lapso 2001-2018.
Miguel Lagos, hidrólogo del Departamento de Ingeniería Civil e investigador del Centro Avanzado de Tecnología para la Minería (AMTC) de la U. de Chile, y uno de los autores del informe, dice que estas comparaciones sirven para entender qué tan diferentes son los promedios de una serie de observaciones (período 2001-2018) en comparación a un periodo climatológico más extenso 1985-2015. S”irve por ejemplo para responder la pregunta ¿qué tan diferentes son los cuadales de las últimas décadas en comparación al promedio histórico?”, señala Lagos.
Petorca no es el único afectado, ya que la situación se replica en otras cuencas del norte y centro de Chile. En muchos casos, provocada por la demanda de usuarios de agua, cambios en el uso de suelo y variaciones climáticas, señalan los investigadores.
Uno de los aspectos importantes de este proyecto es que ha permitido ocupar un modelo de simulación espacialmente distribuido “que permite obtener resultados de caudales pasados y proyectar valores futuros que debieran ser considerados para efectos de los diseños de obras futuras”, dice Ximena Vargas, hidróloga y académica del Departamento de Ingeniería Civil de la FCFM, que lideró el estudio.
“Hoy, por ejemplo, se están proyectando embalses pensando en que se acumule el recurso hídrico, pero no se debería analizar con los datos pasados, sino con las series futuras”, añade Vargas.
Lagos aclara que algunas recomendaciones generales que establecemos es la necesidad de incrementar las mediciones de variables hidrometeorológicas en zonas con escasa información para poder mejorar las estimaciones y reducir la incertidumbre asociada a éstas.
El documento también hace referencia a Isla de Pascua. Los investigadores dicenque Rapa Nui registra un aumento promedio de 1°C. “En esta isla se esperan condiciones más cálidas [1°C] en el periodo futuro (2030-2060) en comparación al periodo histórico (1985-2015) y el modelo hidrológico proyecta una disminución en la recarga de aguas subterráneas lo que podría suponer un riesgo el abastecimiento de la isla”, advierte Lagos.
Lagos explica que hay menos precipitaciones para la actualización del balance (1985-2015), en comparación al estudio vigente (1955-1985), “también condiciones más cálidas y en general una menor disponibilidad de agua en nuestros ríos. Esta conclusión es similar para la macrozona Austral”.
Caudales de las cuencas del Aconcagua
Según el estudio, en las últimas tres décadas, los caudales de las cuencas del Aconcagua, Maipo, Rapel, Mataquito y Maule han disminuido entre 13 y 37%.
En casi todas las cuencas se registra una disminución en la precipitación promedio de un 29%. Sin embargo, eso no explica todo el cambio en las cuencas. “Si uno analiza lo que está pasando desde el año 1985 a 2015, se va sintiendo poco a poco el efecto que tiene la disminución de las precipitaciones, pero hay otros factores, como el cambio de uso del suelo, que no hemos analizado”, señala Vargas.
Sabemos que, en términos de precipitaciones, por ejemplo, lo que vemos un año en particular, diez años o incluso tendencias de 40 años, es solo en parte cambio climático antrópico. “Independiente de su origen, el descenso de precipitaciones en las últimas décadas ha sido súper crítico en regiones que están en un límite en que la demanda se acerca mucho a la disponibilidad de agua, principalmente en las regiones de transición del árido a las zonas templadas (La Ligua, Petorca, Aconcagua)”, explica Juan Pablo Boisier, climatólogo de la Universidad de Chile e investigador del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR)2.
En esta crisis entran varios factores en juego. “Además del cambio climático y de la variabilidad natural de la precipitación, también está el tema de que la industria agrícola se ha expandido mucho y tiene un consumo de agua muy grande, aunque todavía nos faltan estudios que cuantifiquen bien todos estos problemas”, dice Boisier.
Como los derechos de agua, debido a la legislación actual, son heredables y no son expropiables hasta ahora, “la demanda es un número fijo, que puede crecer, pero la oferta natural no depende de la ley, sino de lo que precipite y de cuánto poder evaporante tiene la atmósfera”, sostiene Lagos.
Entonces, si tu oferta pasa de 100 a 50, “eso significa que tienes la mitad de agua para repartir entre las mismas personas; y hay usuarios que siguen yendo a la DGA a pedir derechos. Si tenemos una demanda creciente de agua y una proyección natural hacia una menor disponibilidad, el impacto será muy severo”, dice Lagos en relación a la situación hídrica.
La disminución en el caudal de los ríos, es una realidad en caso la totalidad de las cuencas, tendencia que continuará en el futuro. “Se utilizó información proveniente de modelos climáticos regionalizados al territorio y cuencas nacionales. Lo que muestran esas simulaciones coincide con el diagnóstico que tenemos mirando directamente en los modelos globales: en términos de precipitación, hay una tendencia a la baja hacia la zona centro-sur del país”, explica Boisier.
Si analizamos los caudales medios mensuales que ocurrían en la época de deshielo, “se desfasan un poco hacia el invierno, principalmente por el efecto que tienen las precipitaciones en zonas más altas: ya no cae nieve, sino que precipitación líquida por efecto del aumento de temperatura. Entonces tenemos mayor volumen de agua que escurre en época de lluvia y eso genera que, aunque no cambie la precipitación, tengamos menos acumulación de nieve y menos volumen para el periodo de deshielo”, explica Vargas.
El modelo proyecta en algunas cuencas un 50% menos de agua para el período 2030-2060. “Eso es bastante. Modelos más optimistas arrojan en torno al 20 por ciento de disminución”, establece Lagos.
Fuente: Qué Pasa, Martes 05 de Enero de 2021