MEMORIA CHILENA – El Estadio Nacional ocupa un lugar paradójico en la memoria colectiva de nuestro país. Hasta hoy en día, es concebido como un lugar complejo y de múltiples significados. Por una parte, es el principal recinto deportivo nacional. Por otra, fue centro de detención y tortura después del Golpe de Estado de 1973.
El Estadio fue diseñado por los arquitectos Ricardo Muller, Aníbal Fuentealba y Roberto Cormatches, funcionarios del Ministerio de Obras Públicas. La construcción en tanto, fue realizada por la Empresa Salinas y Fabres. El recinto fue inaugurado por el presidente Arturo Alessandri en 1938, en lo que eran los Campos de Sports de Ñuñoa. Su capacidad era de 52 mil personas, y estaba constituido por una cancha profesional de fútbol y una pista de velódromo en su contorno. Emplazado en sesenta hectáreas entre las avenidas Grecia, Pedro de Valdivia, Marathon y Guillermo Mann, en un principio algunos criticaron su gran tamaño, denominándolo en un principio como “el elefante blanco”. Sin embargo, rápidamente el Estadio acogió numerosos deportes, como el atletismo, el motociclismo y el ciclismo, congregando de esta forma a un público considerable. Fue además la cancha donde la Selección Chilena de Fútbol jugaba como local. Desde aquellos años, comenzaron a desarrollarse los partidos entre los equipos de fútbol de las Universidades de Chile y Católica los clásicos universitarios.
El principal hito deportivo vivido por el recinto fue el Campeonato Mundial de Fútbol de 1962. El Estadio amplió su capacidad a 80 mil personas, siendo escenario de varios partidos, incluida la final entre Brasil y Checoslovaquia. Hacia finales de la década de los sesenta e inicios de los setenta, el centro deportivo albergó importantes actos políticos y culturales. En 1968, se celebró el paso de la Reina Isabel de Inglaterra por Chile, y tuvo lugar una multitudinaria celebración de los partidarios de la Unidad Popular, luego del triunfo presidencial de Salvador Allende. En 1971, el líder cubano Fidel Castro pronunció un extensísimo discurso a sus partidarios, mientras que al año siguiente hubo un masivo homenaje al recién galardonado Premio Nobel de Literatura, Pablo Neruda. En el plano deportivo, destacado fue el segundo lugar de Colo-Colo en la Copa Libertadores de 1973, jugando sus partidos de local en el Coloso de Ñuñoa.
En septiembre de 1973, y luego de 35 años de servir al deporte, el Estadio Nacional se convirtió en campo de concentración y tortura de prisioneros políticos de la Unidad Popular. Se calcula que fueron unas veinte mil personas quienes pasaron por allí, los que debieron permanecer hacinados en baños y galerías, mal alimentados, además de ser interrogados y torturados. Decenas fueron ejecutados en este recinto por los militares. Desde entonces, el Estadio Nacional quedó marcado por los hechos de violencia allí ocurridos. La memoria popular lo ha calificado como un estadio “maldito” por el drama vivido en ese lugar.
En 1990, el presidente Patricio Aylwin pronunció un histórico discurso donde buscó recobrar el carácter cívico del lugar, además de recordar a los ejecutados políticos. Tras la dictadura militar, la tendencia de los usos que se le ha otorgado a este recinto ha sido el deporte y los espectáculos masivos. Desde 1985 comenzaron a realizarse numerosos recitales de rock en el Estadio, el Velódromo y el Court Central de Tenis. Paralelamente, se desarrolló un campeonato sudamericano de fútbol y varias clasificatorias a Mundiales de esa disciplina. En cuanto a su función cívica, desde el retorno a la democracia, el Estadio Nacional ha funcionado como el mayor centro de votación del país, con 185 mesas y casi 60.000 votantes.
En la primera década del siglo XXI el Coloso de Ñuñoa experimentó varios cambios, que incluso involucraron una compleja remodelación.
Fuente: Memoria Chilena, Miércoles 21 de Agosto de 2024