NUEVA MINERÍA – En los últimos años hemos visto cómo la electricidad está, gradualmente, ganándole espacios a los combustibles fósiles. La movilidad y la climatización eléctrica, además de diversos usos industriales, demuestran que reemplazar los combustibles fósiles por electricidad es una buena decisión económica y ambiental.
Este proceso se acelerará en los próximos años. En la actualidad, en torno a un 20% de la energía que se utiliza en Chile es electricidad. Se espera que al 2050, ésta represente más de un 50% del total de energía utilizada en Latinoamérica.
Latinoamérica tiene una de las matrices eléctricas más limpias del mundo, tanto por el uso de hidroelectricidad, como por la importante entrada de energía eólica y solar. De acuerdo con la Organización Latinoamericana de Energía (Olade), un 59% de la energía eléctrica viene de energías limpias.
La electrificación y la entrada de las renovables impondrá, crecientemente, mayores requerimientos de infraestructura. Por una parte, la creciente penetración solar impondrá desafíos en torno a la infraestructura de transmisión y almacenamiento. En Chile ya lo estamos experimentando con fuerza dada la rápida entrada de la tecnología solar, pero es algo que veremos replicarse en toda la región, pues a nivel internacional se espera que hacia 2035 la energía solar sea la principal fuente de electricidad y, durante la década de 2040, que sea la principal fuente energética, debido a sus incomparables atributos en términos de costos, disponibilidad y facilidad de operación y mantenimiento.
Otro desafío es la modernización de la distribución eléctrica. Mientras en Europa o EE. UU. miden el tiempo de cortes anuales de suministro en minutos – y aspiran a medirlos en segundos hacia 2050 – en Latinoamérica nuestras ciudades tienen tiempos de cortes que van entre las 8 – 15 horas anuales en nuestras capitales, a varias veces lo anterior en zonas rurales.
Latinoamérica debe desarrollar, en consecuencia, un tren de inversiones sin precedentes para avanzar en la transición energética. Esto traerá innumerables beneficios económicos, sociales y ambientales a nuestros países, pero no siempre ocurrirán en simultáneo con el desarrollo de las inversiones, lo que hace imprescindible que éstas se desarrollen y se operen de la forma más eficiente posible.
En este sentido, la interconexión eléctrica regional puede ser una gran oportunidad de maximizar los beneficios de la electrificación. En el documento “El Valor de las Interconexiones en un Contexto de Transición Energética Justa”, del Instituto de Sistemas Complejos de Ingeniería, los investigadores analizan una posible integración eléctrica a nivel sudamericano y estiman beneficios netos en torno a los US$2.000 millones anuales, pudiendo llegar a los US$7.000 millones anuales en escenarios de descarbonización y electrificación, a través de ahorros de operación y menor necesidades de inversión en generación.
Para la transición energética de Latinoamérica debemos generar las condiciones adecuadas para que se desarrollen las inversiones necesarias de la forma más costo efectiva; a través de regulaciones que entreguen estabilidad, certidumbre y reglas claras al mercado. En Chile, el inicio de la normalización de las tarifas eléctricas marca un paso importante en este sentido.
Fuente: Nueva Minería, Martes 09 de Julio de 2024