Lunes, Noviembre 25, 2024

Constanza González, doctora en planificación urbana: “no se han hecho cambios profundos para prevenir los riesgos de un incendio forestal”

DIARIO FINANCIERO – Creo que no se han hecho mayormente cambios que permitan prevenir los riesgos más largo plazo

Constanza González estaba recién titulada de arquitecta de la Universidad del Desarrollo cuando ocurrió el terremoto del 27 de febrero de 2010. Empezó a trabajar de inmediato en la reconstrucción de las zonas afectadas, como parte de Un Techo para Chile. Experimentó por sí misma cómo su trabajo podía ser útil en un contexto de emergencia, de desastre natural. Y eso fue algo que, de alguna manera, se le pegó sobre la piel.

Un par de años después hizo un magíster en la Universidad de Melbourne, Australia, y en su tesis trabajó el tema de los incendios forestales y la planificación urbana. Luego, siguiendo esa línea, realizó allí un doctorado.

“Así se armó esta ruta, con un poco de azar, con un poco de suerte, como todo en la vida”, dice. Hoy es académica en la Universidad del Desarrollo, donde además dirige Wildfire Exchange, una plataforma online para el desarrollo e intercambio de conocimientos entre Chile y Australia sobre incendios forestales. Además es investigadora del Centro Innovación en Ciudades (CIC) y del Centro de Investigación para la Gestión Integrada del Riesgo de Desastres (CIGIDEN).

Y, desde el viernes de la semana pasada, es una atenta y aguda observadora del megaincendio que ha golpeado a la Región de Valparaíso, que lleva al menos 130 muertos, más de 300 personas desaparecidas y 15.000 viviendas afectadas.

– Frente al incendio que afecta otra vez a esta región, ¿cuál es la lección que no hemos aprendido?
– Mmm, difícil pregunta… En la última década hemos ido viendo de a poco que los incendios forestales pueden impactar la ciudad y afectar a las personas, a los bienes materiales. Claro que lo de ahora es algo fuera de todo pronóstico. Pero bueno, de a poco se ha ido generando conciencia de que es un tema a tener en cuenta. Ha habido aumento en presupuestos para dar respuestas, aunque siempre podría ser más. También ha habido mejoras en la educación de las comunidades. Sin embargo, creo que no se han hecho mayormente cambios que permitan prevenir los riesgos más a largo plazo En mi opinión, no se han hecho cambios más profundos y a largo plazo para reducir los riesgos de un incendio forestal.

– ¿A qué cambios se refiere?
– Por ejemplo, modificar La Ley General de Urbanismo y Construcciones, y la Ordenanza General de Urbanismo y Construcciones, para permitir que los planes reguladores incorporen de mejor forma los incendios forestales y puedan actualizarse de forma más expedita. Después del incendio de 2017, por ejemplo, hubo un primer intento de hacer un cambio, un proyecto de ley que se mandó y se aprobó en una Cámara, pero después no pasó nada. Cuando pasa el tiempo, la opinión pública empieza a olvidar el tema y los políticos pierden interés. El año pasado, después de los incendios de Viña, se hizo otro proyecto de ley para modificar ciertas cosas y hasta ahora no pasa nada.

– Parece una broma cruel que todos los veranos nos enfrentemos a lo mismo, a estos incendios que causan estragos. ¿A quién hay que pasarle la cuenta?
– Creo que, en primera instancia, a los legisladores. Porque para poder prevenir los riesgos en el largo plazo se necesitan cambios en las leyes. Los planes reguladores, por ejemplo, tienen capacidades muy limitadas en este momento. Y esos cambios, a pesar de que se han iniciado en varias oportunidades, no prosperan.

– ¿Cuál es la piedra de tope en la actual legislación?
– Son hartos temas que hacen que el sistema no funcione. Desde el punto de vista de los incendios forestales, actualmente la ley y la ordenanza no los mencionan como uno de los riesgos a incluir en los planes reguladores. Menciona los riesgos antrópicos (generados por la acción humana), y eso da pie para que algunos argumenten que se pueden incluir. Pero no es explícito.
En múltiples oportunidades la Contraloría ha rechazado planes reguladores porque incluyen los riesgos de incendio, que no están dentro de las atribuciones de estos planes. Pero hay periodos en que dice que sí, porque es riesgo antrópico. Esa ambigüedad hace que la gente que hace planes reguladores y quiere que los aprueben, tengan aprensiones a incluir el tema. También la normativa es muy genérica, no dice cómo se define un área de riesgo, dónde está el corte de una zona en que no se puede edificar versus una donde sí se puede con medidas de mitigación, tampoco cuáles serían esas medidas…

– Todo un poco en el aire…
– Sí, un poco a la decisión de los organismos locales. Está bien que los organismos locales tengan opciones, pero en temas de este tipo debería haber un poco más de guía a nivel central. Y a todo lo anterior, sumemos que los procesos de actualización de los planes reguladores son lentísimos. Lo que regulas hoy se demora, no sé, cinco años en aprobarse y después está vigente por otros 15. Entonces ya está completamente desactualizado. Y en el caso de los incendios es más complicado, porque aquí la amenaza es dinámica, no es la misma hoy que la que puede haber en 10 años más. Hay un tema con los tiempos que también es crítico.

¿Mejorar o erradicar?

– Ha trabajado con investigadores de otros países que también estudian incendios. ¿Los problemas son comunes a todos los lugares, o el caso chileno tiene alguna particularidad?
– Creo que hoy la gran mayoría de las casos tienen cosas comunes. Aunque Chile sí tiene una particularidad. En relación a los casos que uno ve en el tema académico, que podrían ser Australia, Estados Unidos, Canadá, España, Grecia, en Chile hay mucha más informalidad en cómo hacemos las cosas, asentamientos informales, empezar a construir una casa cuando todavía no existe el permiso.

Nuestra realidad es más informal y eso agrega otra capa de complejidad. Se instalan las familias, por ejemplo, empiezan a acumular basura y se genera un microbasural, que es un tema importante en los incendios en Valparaíso y no en Australia ni en otros países desarrollados.

– Respecto de esa informalidad, se informó que sólo un 30% de las viviendas afectadas en el actual incendio eran establecidas, antiguas: el otro 70% eran ocupaciones irregulares y campamentos, varios en zonas vulnerables al fuego.
– Es frecuente que esos campamentos se instalen en zonas que están más expuestas a los incendios. Además, por la forma en que se van construyendo tienden a ser mucho más vulnerables. No tienen materiales resistentes al fuego, están construidas muy próximas unas de otras, instaladas sin cumplir con los requerimientos para que entre un carro de bomba o para evacuar.

– Y esos campamentos han seguido creciendo. ¿Ha faltado voluntad de las autoridades, planificación, recursos?
– Todas estas cosas complejas son una sumatoria de variables. Hay que tener presente también un aumento de la gente dispuesta a irse a vivir en esas condiciones, que para la mayoría no es una primera opción. Hay más gente que necesita casa y no tiene acceso a la vivienda formal. La velocidad y los recursos disponibles para para darles soluciones formales a esas familias no se condicen con la necesidad.

– ¿Hay una falta de las autoridades a cargo, entonces?
– De la autoridad, claro. Y también hay falta de voluntad política de hacer algo al respecto, aunque sea poco a poco. No es muy políticamente correcto decirlo, pero sacar a un campamento es algo que nadie quiere hacer. También hay argumentos sociales que dicen que eso no es una buena práctica. Pero hay que poner en la balanza los riesgos que está corriendo esa gente.

– Hace unos años entrevisté al arquitecto Yves Besançon, por un incendio también en Valparaíso. Él decía que la solución no era erradicar esas poblaciones informales sino mejorarlas, hacerlas menos riesgosas. Porque la gente tenía una relación emocional con esos lugares. ¿Cuál es su posición?
– Creo que depende. Idealmente mejorar, pero también hay que ser conscientes de que en algunos casos extremos eso no es posible y hay que erradicar. Y sí, existe todo ese tema del arraigo, del tejido social, de las redes, que es bueno mantenerlos y en muchos casos se puede si es que se hacen medidas de mitigación.

¿Riesgo cero?

– Junto al profesor Alan Marsh, de la Universidad de Melbourne, establecieron nueve criterios de planificación y diseño urbano que pueden ayudar a reducir el riesgo y salvar vidas en un incendio. ¿Cómo llegaron a ese resultado?
– Fue un estudio donde miramos casos en el mundo donde se estaban haciendo cosas positivas o propositivas para reducir el riesgo de los incendios forestales. Revisamos documentos y entrevistamos a expertos para complementar los datos. Así llegamos a esos nueve principios. Los publicamos la primera vez en 2014, y luego en una versión más desarrollada en 2018.

-Algunos de esos criterios tienen que ver con reducir vulnerabilidad, como el contexto donde instalar viviendas o la distancia entre ellas; y otros con mejorar la respuesta ante la emergencia, como contar con vías expeditas. ¿Cuántos de ellos se cumplieron en el actual incendio de la Región de Valparaíso?
– Mi impresión es que ninguno. Piensa que un 70% de las viviendas afectadas eran construcciones informales. La red vial, por ejemplo, no cumple con ninguna característica para poder evacuar de manera expedita. Probablemente no hay puntos de agua, tampoco zonas seguras.

– ¿Por qué en la última década los incendios forestales han ido aumentando en frecuencia y devastación en Chile?
– Por diversos motivos, pero hay dos que creo son importantes. Uno es el cambio climático, hay más días durante el año que favorecen la propagación de los incendios. Las olas de calor, la sequía, todo eso hace más difícil controlar los incendios. Y lo segundo, ciertos patrones de asentamiento que aumentan el riesgo. Se instalan en zonas de interfaz entre lo construido y lo natural, sin  medidas de mitigación, con construcciones informales.

– ¿Y qué ocurrió en el actual incendio en la Región de Valparaíso que ha sido tan letal?
– Con la información que tengo hasta este momento me parece evidente que lo que falló fue la evacuación. No sé si la gente esperó hasta el último minuto o si las alarmas sonaron tarde. Pero es evidente que hubo un problema importante. Evacuar tarde siempre es muy riesgoso, porque es muy posible que no se vea nada por el humo, que los caminos estén obstruidos. Con el viento que generan los incendios se caen árboles, postes de luz. La evacuación temprana es lo más seguro.

– Se pueden disminuir los riesgos de un incendio forestal, pero ¿se puede estar totalmente libre del peligro?
– Cuando hablamos de gestión del riesgo de desastres, a mí me gusta entenderlo como que el cero riesgo se vuelve inviable. Uno puede tener esa aspiración, claro, pero es muy difícil de implementar, muy caro. Lo que hay que considerar es una cierta tolerancia al riesgo, que una sociedad, una comunidad, considera aceptable. Y por sobre eso hay que establecer medidas de mitigación para llegar a niveles aceptables e identificar las condiciones en las que el riesgo excede la capacidad de mitigarse para que lo consideremos aceptable. En mi opinión, no es como un número que sacas de una fórmula, sino que tiene que ver con cómo una sociedad lo entiende. Pero cero riesgo no es una aspiración real ni honesta.

– ¿A qué se debe aspirar entonces?
– En mi opinión, uno debería aspirar a que nadie muera. O que la mayor cantidad de casas se salven. Es como cuando pensamos en la normativa sísmica: está hecha para que hasta cierto grado los edificios no se caigan; y después es para que no colapsen y la gente pueda evacuar.

– ¿Qué debería pasar después de este mega incendio?
– Después de resolver las distintas urgencias de viviendas de emergencia, albergues y esas cosas, es importante pensar en una recuperación sostenible y a largo plazo. Aprovechar esta oportunidad para reconstruir mejor, mitigando las condiciones de riesgo y promoviendo mejoras en la calidad de vida de las personas, con espacios públicos, con accesibilidad vehicular. Eso desde el punto de vista de lo físico. Pero también pensar en la recuperación social y del punto de vista económico. Apoyar negocios, trabajos.

– También ponerse al día en la discusión legislativa, ¿no?
– Sí. Y en otro frente, entender también que la gestión del riesgo es un trabajo donde muchas disciplinas participan y pueden aportar. Lograr un trabajo conjunto, porque todavía cada uno trabaja aislado en sus silos.

Fuente: Diario Financiero, Sábado 10 de Febrero de 2024

 

DIARIO FINANCIERO – Creo que no se han hecho mayormente cambios que permitan prevenir los riesgos más largo plazo

Constanza González estaba recién titulada de arquitecta de la Universidad del Desarrollo cuando ocurrió el terremoto del 27 de febrero de 2010. Empezó a trabajar de inmediato en la reconstrucción de las zonas afectadas, como parte de Un Techo para Chile. Experimentó por sí misma cómo su trabajo podía ser útil en un contexto de emergencia, de desastre natural. Y eso fue algo que, de alguna manera, se le pegó sobre la piel.

Un par de años después hizo un magíster en la Universidad de Melbourne, Australia, y en su tesis trabajó el tema de los incendios forestales y la planificación urbana. Luego, siguiendo esa línea, realizó allí un doctorado.

“Así se armó esta ruta, con un poco de azar, con un poco de suerte, como todo en la vida”, dice. Hoy es académica en la Universidad del Desarrollo, donde además dirige Wildfire Exchange, una plataforma online para el desarrollo e intercambio de conocimientos entre Chile y Australia sobre incendios forestales. Además es investigadora del Centro Innovación en Ciudades (CIC) y del Centro de Investigación para la Gestión Integrada del Riesgo de Desastres (CIGIDEN).

Y, desde el viernes de la semana pasada, es una atenta y aguda observadora del megaincendio que ha golpeado a la Región de Valparaíso, que lleva al menos 130 muertos, más de 300 personas desaparecidas y 15.000 viviendas afectadas.

– Frente al incendio que afecta otra vez a esta región, ¿cuál es la lección que no hemos aprendido?
– Mmm, difícil pregunta… En la última década hemos ido viendo de a poco que los incendios forestales pueden impactar la ciudad y afectar a las personas, a los bienes materiales. Claro que lo de ahora es algo fuera de todo pronóstico. Pero bueno, de a poco se ha ido generando conciencia de que es un tema a tener en cuenta. Ha habido aumento en presupuestos para dar respuestas, aunque siempre podría ser más. También ha habido mejoras en la educación de las comunidades. Sin embargo, creo que no se han hecho mayormente cambios que permitan prevenir los riesgos más a largo plazo En mi opinión, no se han hecho cambios más profundos y a largo plazo para reducir los riesgos de un incendio forestal.

– ¿A qué cambios se refiere?
– Por ejemplo, modificar La Ley General de Urbanismo y Construcciones, y la Ordenanza General de Urbanismo y Construcciones, para permitir que los planes reguladores incorporen de mejor forma los incendios forestales y puedan actualizarse de forma más expedita. Después del incendio de 2017, por ejemplo, hubo un primer intento de hacer un cambio, un proyecto de ley que se mandó y se aprobó en una Cámara, pero después no pasó nada. Cuando pasa el tiempo, la opinión pública empieza a olvidar el tema y los políticos pierden interés. El año pasado, después de los incendios de Viña, se hizo otro proyecto de ley para modificar ciertas cosas y hasta ahora no pasa nada.

– Parece una broma cruel que todos los veranos nos enfrentemos a lo mismo, a estos incendios que causan estragos. ¿A quién hay que pasarle la cuenta?
– Creo que, en primera instancia, a los legisladores. Porque para poder prevenir los riesgos en el largo plazo se necesitan cambios en las leyes. Los planes reguladores, por ejemplo, tienen capacidades muy limitadas en este momento. Y esos cambios, a pesar de que se han iniciado en varias oportunidades, no prosperan.

– ¿Cuál es la piedra de tope en la actual legislación?
– Son hartos temas que hacen que el sistema no funcione. Desde el punto de vista de los incendios forestales, actualmente la ley y la ordenanza no los mencionan como uno de los riesgos a incluir en los planes reguladores. Menciona los riesgos antrópicos (generados por la acción humana), y eso da pie para que algunos argumenten que se pueden incluir. Pero no es explícito.
En múltiples oportunidades la Contraloría ha rechazado planes reguladores porque incluyen los riesgos de incendio, que no están dentro de las atribuciones de estos planes. Pero hay periodos en que dice que sí, porque es riesgo antrópico. Esa ambigüedad hace que la gente que hace planes reguladores y quiere que los aprueben, tengan aprensiones a incluir el tema. También la normativa es muy genérica, no dice cómo se define un área de riesgo, dónde está el corte de una zona en que no se puede edificar versus una donde sí se puede con medidas de mitigación, tampoco cuáles serían esas medidas…

– Todo un poco en el aire…
– Sí, un poco a la decisión de los organismos locales. Está bien que los organismos locales tengan opciones, pero en temas de este tipo debería haber un poco más de guía a nivel central. Y a todo lo anterior, sumemos que los procesos de actualización de los planes reguladores son lentísimos. Lo que regulas hoy se demora, no sé, cinco años en aprobarse y después está vigente por otros 15. Entonces ya está completamente desactualizado. Y en el caso de los incendios es más complicado, porque aquí la amenaza es dinámica, no es la misma hoy que la que puede haber en 10 años más. Hay un tema con los tiempos que también es crítico.

¿Mejorar o erradicar?

– Ha trabajado con investigadores de otros países que también estudian incendios. ¿Los problemas son comunes a todos los lugares, o el caso chileno tiene alguna particularidad?
– Creo que hoy la gran mayoría de las casos tienen cosas comunes. Aunque Chile sí tiene una particularidad. En relación a los casos que uno ve en el tema académico, que podrían ser Australia, Estados Unidos, Canadá, España, Grecia, en Chile hay mucha más informalidad en cómo hacemos las cosas, asentamientos informales, empezar a construir una casa cuando todavía no existe el permiso.

Nuestra realidad es más informal y eso agrega otra capa de complejidad. Se instalan las familias, por ejemplo, empiezan a acumular basura y se genera un microbasural, que es un tema importante en los incendios en Valparaíso y no en Australia ni en otros países desarrollados.

– Respecto de esa informalidad, se informó que sólo un 30% de las viviendas afectadas en el actual incendio eran establecidas, antiguas: el otro 70% eran ocupaciones irregulares y campamentos, varios en zonas vulnerables al fuego.
– Es frecuente que esos campamentos se instalen en zonas que están más expuestas a los incendios. Además, por la forma en que se van construyendo tienden a ser mucho más vulnerables. No tienen materiales resistentes al fuego, están construidas muy próximas unas de otras, instaladas sin cumplir con los requerimientos para que entre un carro de bomba o para evacuar.

– Y esos campamentos han seguido creciendo. ¿Ha faltado voluntad de las autoridades, planificación, recursos?
– Todas estas cosas complejas son una sumatoria de variables. Hay que tener presente también un aumento de la gente dispuesta a irse a vivir en esas condiciones, que para la mayoría no es una primera opción. Hay más gente que necesita casa y no tiene acceso a la vivienda formal. La velocidad y los recursos disponibles para para darles soluciones formales a esas familias no se condicen con la necesidad.

– ¿Hay una falta de las autoridades a cargo, entonces?
– De la autoridad, claro. Y también hay falta de voluntad política de hacer algo al respecto, aunque sea poco a poco. No es muy políticamente correcto decirlo, pero sacar a un campamento es algo que nadie quiere hacer. También hay argumentos sociales que dicen que eso no es una buena práctica. Pero hay que poner en la balanza los riesgos que está corriendo esa gente.

– Hace unos años entrevisté al arquitecto Yves Besançon, por un incendio también en Valparaíso. Él decía que la solución no era erradicar esas poblaciones informales sino mejorarlas, hacerlas menos riesgosas. Porque la gente tenía una relación emocional con esos lugares. ¿Cuál es su posición?
– Creo que depende. Idealmente mejorar, pero también hay que ser conscientes de que en algunos casos extremos eso no es posible y hay que erradicar. Y sí, existe todo ese tema del arraigo, del tejido social, de las redes, que es bueno mantenerlos y en muchos casos se puede si es que se hacen medidas de mitigación.

¿Riesgo cero?

– Junto al profesor Alan Marsh, de la Universidad de Melbourne, establecieron nueve criterios de planificación y diseño urbano que pueden ayudar a reducir el riesgo y salvar vidas en un incendio. ¿Cómo llegaron a ese resultado?
– Fue un estudio donde miramos casos en el mundo donde se estaban haciendo cosas positivas o propositivas para reducir el riesgo de los incendios forestales. Revisamos documentos y entrevistamos a expertos para complementar los datos. Así llegamos a esos nueve principios. Los publicamos la primera vez en 2014, y luego en una versión más desarrollada en 2018.

-Algunos de esos criterios tienen que ver con reducir vulnerabilidad, como el contexto donde instalar viviendas o la distancia entre ellas; y otros con mejorar la respuesta ante la emergencia, como contar con vías expeditas. ¿Cuántos de ellos se cumplieron en el actual incendio de la Región de Valparaíso?
– Mi impresión es que ninguno. Piensa que un 70% de las viviendas afectadas eran construcciones informales. La red vial, por ejemplo, no cumple con ninguna característica para poder evacuar de manera expedita. Probablemente no hay puntos de agua, tampoco zonas seguras.

– ¿Por qué en la última década los incendios forestales han ido aumentando en frecuencia y devastación en Chile?
– Por diversos motivos, pero hay dos que creo son importantes. Uno es el cambio climático, hay más días durante el año que favorecen la propagación de los incendios. Las olas de calor, la sequía, todo eso hace más difícil controlar los incendios. Y lo segundo, ciertos patrones de asentamiento que aumentan el riesgo. Se instalan en zonas de interfaz entre lo construido y lo natural, sin  medidas de mitigación, con construcciones informales.

– ¿Y qué ocurrió en el actual incendio en la Región de Valparaíso que ha sido tan letal?
– Con la información que tengo hasta este momento me parece evidente que lo que falló fue la evacuación. No sé si la gente esperó hasta el último minuto o si las alarmas sonaron tarde. Pero es evidente que hubo un problema importante. Evacuar tarde siempre es muy riesgoso, porque es muy posible que no se vea nada por el humo, que los caminos estén obstruidos. Con el viento que generan los incendios se caen árboles, postes de luz. La evacuación temprana es lo más seguro.

– Se pueden disminuir los riesgos de un incendio forestal, pero ¿se puede estar totalmente libre del peligro?
– Cuando hablamos de gestión del riesgo de desastres, a mí me gusta entenderlo como que el cero riesgo se vuelve inviable. Uno puede tener esa aspiración, claro, pero es muy difícil de implementar, muy caro. Lo que hay que considerar es una cierta tolerancia al riesgo, que una sociedad, una comunidad, considera aceptable. Y por sobre eso hay que establecer medidas de mitigación para llegar a niveles aceptables e identificar las condiciones en las que el riesgo excede la capacidad de mitigarse para que lo consideremos aceptable. En mi opinión, no es como un número que sacas de una fórmula, sino que tiene que ver con cómo una sociedad lo entiende. Pero cero riesgo no es una aspiración real ni honesta.

– ¿A qué se debe aspirar entonces?
– En mi opinión, uno debería aspirar a que nadie muera. O que la mayor cantidad de casas se salven. Es como cuando pensamos en la normativa sísmica: está hecha para que hasta cierto grado los edificios no se caigan; y después es para que no colapsen y la gente pueda evacuar.

– ¿Qué debería pasar después de este mega incendio?
– Después de resolver las distintas urgencias de viviendas de emergencia, albergues y esas cosas, es importante pensar en una recuperación sostenible y a largo plazo. Aprovechar esta oportunidad para reconstruir mejor, mitigando las condiciones de riesgo y promoviendo mejoras en la calidad de vida de las personas, con espacios públicos, con accesibilidad vehicular. Eso desde el punto de vista de lo físico. Pero también pensar en la recuperación social y del punto de vista económico. Apoyar negocios, trabajos.

– También ponerse al día en la discusión legislativa, ¿no?
– Sí. Y en otro frente, entender también que la gestión del riesgo es un trabajo donde muchas disciplinas participan y pueden aportar. Lograr un trabajo conjunto, porque todavía cada uno trabaja aislado en sus silos.

Fuente: Diario Financiero, Sábado 10 de Febrero de 2024

 

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